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LA ABOGADA A QUIEN UN JUEZ LE OTORGO EL CAMBIO DE SEXO
“No quería ser una muerta civil”

�Cuando parece que llegaba a la salida del laberinto, me topo con otra pared�, dice Erica Prunello, que hace más de 15 años reclama el cambio de sexo y ahora que lo ha obtenido aún debe pelear por el nombre. Aquí cuenta la historia de esa batalla en la que terminó siendo abogada para poder defenderse.

Erica en Retiro, antes de tomar
el micro que la llevó a Santa Fe.

Ayer apeló el fallo que cambió su sexo
pero no su nombre.

Por Andrea Ferrari

t.gif (862 bytes)  –Ahora no tenés excusas para no casarte –le dijo Erica Prunello al hombre con el que comparte la vida desde hace casi dos décadas. Acababa de recibir en un fax la noticia que esperó toda una vida: un juez le había concedido el cambio de sexo. Lo que es a todas luces evidente para cualquiera que la vea –que esta abogada de 52 años enérgica, locuaz, hiperactiva, es una mujer– también es cierto en los papeles desde el 18 de octubre, según la fecha anotada por el juez federal Eduardo Luis María Fariz. Pero la Justicia dio una inesperada vuelta de tuerca: el fallo no incluyó el cambio de nombre porque faltaba cumplir con algún trámite. “Es una tortura”, explota Erica ante Página/12 antes de emprender viaje hacia Santa Fe, donde ayer apeló la sentencia y empezó la última batalla, la que va a lograr que de una vez por todas deje de ser Federico.
Mientras fuma un cigarrillo mentolado en un bar, Erica va mostrando papeles que saca de un maletín negro: presentaciones judiciales, fotocopias, textos de leyes que recita de memoria.
–Ustedes titularon una nota “El laberinto de Erica” –dice en relación a un artículo de este diario que contaba su historia–. Tenían razón: ahora, cuando parece que llegaba a la salida del laberinto, me topo con otra pared: no me cambió el nombre.
Cuenta que desde chica sintió que era una mujer, aunque sus padres la obligaban a usar ropa masculina. “Lo que tenía era una malformación congénita que cuando me fui a operar en Chile definieron como pseudohermafroditismo”. Con esa operación, en 1980, terminó por adecuar su cuerpo, pero empezó otra pelea más difícil aún: cambiar la identidad. Fueron años de presentaciones por la vía administrativa y judicial. En 1989 la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil le dio un portazo a sus expectativas al rechazarle la solicitud. Erica estaba decidida a llegar hasta la Corte pero no encontró ningún abogado que aceptara representarla. Entonces se hizo ella misma abogada: en cuatro años obtuvo la licenciatura. Ahora se dedica al área previsional; ha sido también docente universitaria en la cátedra de Mariano Grondona.
Mientras tanto seguía acumulando presentaciones. En junio pasado logró que la subsecretaria de Derechos Humanos, Diana Conti, emitiera un dictamen a favor de su reclamo, que aunque no era vinculante sirvió de impulso al pedido. Aun así, el recurso administrativo presentado en Santa Fe –primero ante el Registro Civil de San Cristóbal, donde está su partida de nacimiento, después ante la Dirección General de Registros Civiles de Santa Fe y finalmente ante el mismo gobernador– le fue denegado en agosto. Pero Erica ya se había adelantado presentando un recurso de amparo ante el juez federal de Santa Fe, Eduardo Luis María Fariz.
–Lo que yo digo es que me están obstaculizando la posibilidad de ser mujer. Yo sé que soy mujer, pero necesito que lo digan los papeles. Soy abogada, tengo clientes, no quiero ser una muerta civil. Yo trabajo con gente de Tafí Viejo, de Alta Córdoba, de Laguna Paiva. Los ferroviarios a los que les hago las jubilaciones me mandan cheques –10 pesos, 20 pesos, yo les digo que me paguen como puedan, para los viáticos–, y ¿cómo hago para cobrar? Tengo que ir a un correo donde hay una chica que me conoce. Si no, me dicen al ver el nombre: “No, tiene que venir el titular”. Y cuando hago un contrato con un cliente me preguntan ¿quién es Federico Prunello? Tengo que decir mi marido, o mi socio. O ponerme a contar.
El juez ahora omitió cambiarle el nombre y precisamente de nombres le había hablado ella. Del nombre del juez: Luis Eduardo María Fariz.
–Yo le hice notar que se llama María y que debe saber lo que es tener un nombre distinto al sexo. Me hizo una cuestión de decoro: tuve que ir hasta Santa Fe y firmar. Pero la intención mía no era burlarme, era que élviera la situación, ¿quién mejor que alguien que se llama María lo puede entender?
En primera instancia, el juez falló rechazando la competencia: consideraba que debía actuar un juez civil. Erica apeló ante la Cámara Federal, que ordenó al juez aceptar la competencia. Al fin llegó la noticia.
–¿Cómo se enteró?
–Yo estaba cenando: mi marido me dejó terminar la comida y recién ahí me dijo que había llegado el fax. ¡Casi lo mato! No me animaba a leerlo: doblé el papel y vi que decía la palabra “rectificación”. Ahí me puse a gritar. Pero todavía no me había dado cuenta de que falta lo del nombre.
Después vendría el comentario sobre el casamiento. Un viejo proyecto: Erica conoció hace 20 años a su pareja. Había puesto avisos en revistas extranjeras –”de esas tipo corazones solitarios”– para contactarse con un viudo. El es norteamericano y vivía en California, pero quiso venir a la Argentina.
–Yo quería alguien de mentalidad abierta, porque había tenido aquí otras relaciones, pero al final me terminaba yendo, dejando una notita, porque no podía decirlo. Si pienso en todo lo que me han hecho perder...
El viudo tenía dos hijos, que Erica crió como propios aquí. Hasta que se desató el caso de Mariela Muñoz, la transexual a la que la Justicia le sacó los chicos que había criado.
–Tuve miedo, temía al escándalo, a ir presa. Así que mandamos a los chicos a Estados Unidos otra vez. La nena ya tenía 18 años –aclara–. Ahora tengo nietos allá.
Erica vuelve sobre su batalla judicial, esa que empezó apenas bajó del micro que la llevó hasta Santa Fe. En la mañana de ayer apeló ante el juez por no cambiarle el nombre (ver recuadro); en caso de rechazo se presentaría en queja ante la Cámara Federal.
–Lo que el juez federal me contestó es un “ni” –se queja–. Dice que me cambia el sexo pero no me da el cambio de nombre, quiere que eso lo haga el juez civil. Voy a pedir que cambien mi nombre por la nueva ley de hábeas data y la voy a inaugurar. Por suerte, me ayuda la Liga de Derechos del Hombre. Porque no puedo estar viajando todo el tiempo.
Vuelve a quejarse de que el juez ordena que en los nuevos documentos debe figurar en nota marginal el cambio de sexo. “Y quiere que se publiquen edictos para que tome estado público. ¡Pero si mi caso ya lo sabe todo el mundo!”
Antes de irse, Erica junta sus papeles y los documentos que ha mostrado, el DNI y la licencia de abogada donde su foto está acompañada por ese nombre tan lejano, “Federico Prunello”. Y agrega:
–El juez es de una familia muy católica. Me contó que su padre a todos los hijos les puso María.

 


 

OTROS CASOS EN TRAMITE PARA CAMBIAR EL SEXO
Los huecos que dejan las leyes

Por M.C.

Como no hay una ley en el país que autorice o prohíba el cambio de sexo en el DNI, los abogados buscan caminos legales alternativos para conseguirlo. Desde que Mariela Muñoz ganó por primera vez en la Argentina esa batalla judicial en 1997, “hay mejor disposición en los tribunales para este tipo de reclamo”, destacó la abogada Liliana Covelo, que patrocinó en su momento a la famosa transexual y ahora tiene en trámite cuatro casos similares: uno de un varón que busca el reconocimiento de su identidad femenina y otros tres, de personas que nacieron como mujeres, pero que siempre se sintieron hombres.
En todos los casos, Covelo inició el pedido a través de un trámite que en la jerga judicial se denomina “información sumaria tendiente al cambio de sexo y de nombre”. “Un juicio de cambio de identidad puede demorar entre un año y medio y dos”, precisó la abogada, que también representó a la transexual Patricia Gauna, conocida públicamente hace unos años por su pelea legal por el cambio de nombre en su DNI.
“Para presentar el reclamo, es necesario que la persona se haya sometido previamente a una operación de cambio de sexo”, indicó Covelo. Este tipo de intervención está prohibida en el país. Por esa razón, la mayoría de los transexuales argentinos que quieren operarse lo hacen en Chile, donde la intervención es legal.
“Junto con el pedido de cambio de sexo y de nombre se presentan ante el juez diversas pruebas que ratifiquen el hecho de que la persona nació de un sexo, pero desde la más temprana infancia se sintió de otro”, explicó Covelo. Testigos, pericias psicológicas y médicas son las pruebas que deben acompañar a la demanda.
Al no existir una ley particular, el reclamo se basa en legislación comparada internacional, el Pacto de San José de Costa Rica (en su artículo que establece el derecho a la identidad) y la Ley Antidiscriminatoria (Nº 23.592). Una vez que se consigue la sentencia, el juez libra un oficio al registro civil donde la persona fue anotada al nacer para que se haga otra partida de nacimiento, con la identidad rectificada. Y con esa partida, el transexual tramita el nuevo DNI –con el nombre acorde a su sexo– en el registro civil correspondiente a su domicilio actual.

 

La respuesta del juzgado

“En los considerandos del fallo se hace la aclaración: la peticionante no cumplimentó los requisitos para acceder a la petición”: en esos términos explicaron ayer en el juzgado federal de Reconquista el motivo por el cual el juez Fariz le concedió el cambio de sexo a Erica Prunello pero no del nombre. Según María Eugenia Zarza, prosecretaria del juzgado, el caso mereció “una dedicación especial”, pero la ley del nombre establece requisitos que no fueron cumplidos, como “la publicación del pedido dos veces en meses consecutivos, para que puedan presentarse oposiciones”.
–¿No le podían allanar el camino, para evitar que tenga que presentar un nuevo recurso?
–No, la amparista omitió los requisitos.

 

 

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