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“Es un insulto que digan que el COI
funciona mejor que la democracia”

En el marco de la conferencia Play the Game, el periodista inglés Andrew Jennings fustigó con dureza a la conducción del Comité Olímpico.

Andrew Jennings, periodista británico y pesadilla de Samaranch. El autor de �El nuevo señor de los anillos� pegó muy duro.

Por Pablo Vignone
Desde Copenhague

¿Algo huele a podrido en Dinamarca? Andrew Jennings, tan inglés como el creador del príncipe Hamlet, es el crítico más documentado de la gestión del catalán Juan Antonio Samaranch al frente del Comité Olímpico Internacional (COI) y se encargó de diseminar un desagradable aroma en esta conferencia Play the game sobre los desafíos del deporte en democracia, al ampliar sus denuncias sobre corrupción en el COI y la relación entre el organismo y la nueva mafia rusa, en una presentación que se robó la jornada. “Samaranch cree que puede lavar su mala imagen en la lavandería de reputación del COI -.señaló ácidamente Jennings–. Pero durante sus 20 años al comando del organismo ha hecho de la corrupción el lubricante de su dictadura olímpica”.
Autor de El nuevo señor de los anillos, el libro que en 1992 denunció la estructura corrupta del COI (“pese a lo cual no sólo no me llamaron para que presentara mi evidencia, sino que me impusieron una sentencia de cinco días de prisión en Suiza” recuerda), Jennings ha golpeado una vez más con su nuevo libro, The Great Olympic Swindle, cuyas denuncias amplió en esta conferencia.
Cuando el gobierno australiano le negó la visa para asistir a los Juegos de Sydney al uzbeko Gafur Rakhimov, juez de la Asociación Mundial de Boxeo Amateur (AIBA), desató la madeja de un fabuloso complot de tráfico de influencias y corrupción. Samaranch criticó al gobierno por la decisión, como si la entidad del COI fuera superior a la soberanía australiana.”¿Cómo se atreve a prohibir a un miembro de la familia olímpica?”, reaccionó el catalán. Pero Rakhimov estaba sospechado por los servicios franceses de estar vinculado a la mafia rusa. Un expediente del FBI americano aseguraba lo mismo. Rakhimov pertenecía al círculo del pakistaní Anwar Chowdhry, presidente de la AIBA, y es socio del ruso Vitaly Smirnov, el miembro ruso del COI, cuya fortuna creció tras la caída del comunismo.
“Rakhimov niega ser de la mafia y me enjuició por afirmarlo -.explicó Jennings–. Pero Chowdhry fue, junto a Smirnov, a Horst Dassler, el creador de Adidas, y al francés André Guelfi, parte del grupo que puso a Samaranch al frente del COI, en Moscú 1980”. El catalán pagó el favor al pakistaní con la presidencia de la AIBA en 1986, que todavía conserva. Eso es prueba para el inglés de que “no hay democracia en el movimiento olímpico, porque el poder y el dinero son controlados por Samaranch y sus aliados, a los que él llama, en su lenguaje fascista, la ‘Sagrada Unidad’”.
El terreno donde se levantó el Museo Olímpico en Lausanne fue vendido por Guelfi al COI; Rakhimov suele recibir como huésped en Tashkent al propio Samaranch.
Las denuncias de Jennings explican el escándalo suscitado con el boxeo en los últimos Juegos. “Chowdhry estaba tan desprestigiado que convenció al delegado americano, Loring Baker, de apoyarlo a cambio de resultados. Por eso los boxeadores norteamericanos ganaron muchas medallas en el Mundial de Houston, donde los cubanos se retiraron indignados por los arreglos, pero en Sydney no ganaron ni una sola medalla”. Un representante de Kazakhstán y un uzbeko vencieron a dos norteamericanos en la final por el oro. “El único que protestó fue el representante noruego del COI, Gerhard Heiberg”, señaló Jennings. Heiberg participará del último día de esta conferencia.
“Todas las dictaduras son corruptas. El máximo líder del COI se rodeó de sísamaranchistas que le son leales a él, no a los ideales olímpicos, y a los que les pagó con favores, viajes y beneficios -.insistió Jennings–. No es sorprendente que, cuando Samaranch estuvo bajo presión mundial para renunciar en 1999, obtuvo un voto de confianza de todos los miembros del COI”.
Según el británico, ganador de varios premios en su país por sus trabajos de investigación, las reformas que encaró el COI en el último año son una cortina de humo. “Samaranch encaró ese proceso como quiso hacerlo con la transición española tras la caída de Franco. Sólo que en España no le dio resultado. En lugar de renunciar, presidió la Comisión de Reforma, integrada por representantes del Movimiento Olímpico cuyas carreras y dinero dependen de él. Debatieron seis meses, impusieron unos pocos cambios inútiles y, al fin, tanto Samaranch como el 90 por ciento de los miembros del COI disfrutan de los mismos privilegios. Nos insultan cuando afirman que el COI funciona mejor que la democracia”.
Jennings no cree que el desagradable aroma que esparce en sus denuncias vaya a cambiar cuando se elija al sucesor de Samaranch, en julio próximo. “Su sucesor puede ser Richard Pound -.que estará hablando aquí mañana– o el alemán Thomas Bach apoyado por el coreano Kim Un Yong. Otro candidato puede ser el belga Jacques Rogge, el mismo que dijo que “una página negra de la historia del COI se borró con la reforma y el suceso de Sydney”. ¡Pero Sydney funcionó porque lo organizaron los australianos, no el COI. De manera que seguirá siendo lo mismo...!

 

Corrupciones

Por P.V.
Jennings no cree que la corrupción que denuncia vaya a tener un pronto final. “El COI no puede cambiar porque siempre eligen a gente como ellos, se reproducen. Van por el mundo con las valijas vacías, demandando regalos, trabajos, comisiones, sexo y hasta colegios para sus chicos”, aseguró. Para graficar el grado de venalidad que existe al más alto nivel del organismo, refrescó una anécdota. “Cuando Atlanta ganó, en 1990, la nominación para realizar los Juegos de 1996, Toronto, una de las perjudicadas, produjo un reporte detallado de los abusos que había sufrido a manos del COI. Calcularon un fraude de 800 mil dólares. Ellos habían mandado a cada integrante del Comité Ejecutivo del COI dos pasajes de avión a Toronto en primera clase. Algunos los canjearon por dinero y fueron en clase turista; otros ni se molestaron en visitar la ciudad pese a quedarse con el dinero”.

 

 

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