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Autorretrato

Hugo Moyano fue protagonista del paro de esta semana. En esta entrevista traza una suerte de autobiografía sindical y política que va del peronismo al evangelismo y Ruckauf.

�Entendemos que hay que recuperar los movimientos con contenido nacional y popular. Y si no, habrá que crear un espacio para esos contenidos.�

Por Miguel Bonasso

El periodista de Página/12 dispara con amabilidad: “Quiero ser muy franco, este paro ha sido un éxito, pero tal como están las cosas beneficia políticamente a Carlos Ruckauf”. En la penumbra de su despacho en el Sindicato de Camioneros, el “Negro” Hugo Moyano se pasa una mano por la barbilla antes de responder: “Hay que recuperar los movimientos con contenido nacional y popular. Y si no es posible recuperarlos, bueno, habrá que crear un espacio para esos contenidos”. Por las dudas agrega: “Nosotros nunca nos fuimos ni nos vamos a ir del peronismo, porque el peronismo no es solamente el Partido (Justicialista)”. El periodista sonríe. No es todo lo que esperaba, pero es bastante dada la tradicional ambigüedad de los líderes sindicales.
El diálogo se ha producido en la tarde del viernes, tras el festejo del paro, en el despacho de Moyano en el Sindicato de Camioneros. Una propuesta de parábola: de dónde viene y adónde va Hugo Moyano, el hombre que crispa los nervios del Gobierno y de vastos sectores de la clase media. Su autorretrato es astuto: no carga las tintas para ningún lado. Si en términos históricos se podría llegar a decir que es un Lorenzo Miguel del tercer milenio, en términos coyunturales hay que admitir que su discurso y su accionar son mucho más indigeribles para el establishment que los del “Loro” en su apogeo.
“Nací en La Plata, el 9 de enero de 1944, pero me crié en Mar del Plata, en el seno de una familia humilde con dos grandes virtudes: somos peronistas y de Independiente. Mi madre, Celina Carrizo, trabajaba como obrera en la fábrica de pescado Machiavelo. A ella le quedaron las dos manos con artritis, por el frío ¿vio? Ella siempre ha sido peronista y evangelista y nos legó sus creencias a mí y a mis tres hermanas. Yo soy el único varón de los cuatro hijos. El tercero.”
“Hoy en día las diferencias entre católicos y evangelistas no son tan grandes. Tal vez la interpretación de la Biblia, el tema de no adorar a los íconos. Pero yo soy muy amigo de monseñor (Raúl) Primatesta, él sabe que soy evangelista y suele decir: ‘no importa cuál es el camino, lo importante es llegar a Dios’. Para mí ser cristiano es entender que todo lo que nos pasa es por decisión de Dios ¿no? Y cuando uno tiene un problema grave refugiarse en Dios. Sí, claro que voy al templo evangelista. Pero también a las iglesias católicas.”
“Tengo hecha la primaria. Empecé a trabajar a los 10 años y medio en una fábrica de chacinados, donde etiquetaba salamines. Luego trabajé en un lavadero, en una carnicería y, a los 17 años, en el transporte. En el ‘Transporte Verga’ (se ríe, intencionado) ‘Verga Hermanos’. Uno de mis primeros reclamos laborales fue exigir ropa de trabajo, pero cuando nos la dieron no nos la queríamos poner porque nos daba vergüenza. Decía acá (se señala el pecho): ‘Verga Hermanos’.”
“Como la mayoría de los choferes, empecé de ‘lechuza’. Le dicen ‘lechuza’ porque el acompañante va así, mirando con los ojos muy abiertos para todos lados. Empecé a manejar a los 17 pero recién pude hacerlo oficialmente a los 18. No, no es complicado manejar un camión. Uno siente algo muy especial, una delicadeza, una grandeza. Y cuando sale a la ruta es una maravillosa sensación de libertad.”
“Tres meses después de cumplir los 18 me hicieron delegado. Hicimos una rosquita ahí, renunció el que estaba como delegado y me eligieron a mí.”
Moyano enumera a partir de ese momento, con prolijidad burocrática, su ascenso a la conducción de los camioneros, un gremio que nuclea 48 mil afiliados en la seccional Buenos Aires y 85 mil en la Federación. En la seccional Mar del Plata, donde se desarrolló como cuadro cuando concluyó su servicio militar como artillero (1965), fue sucesivamente protesorero, secretario de actas, secretario adjunto y –a los 28 años– secretario general. Cargo que mantuvo durante once años.
En esas épocas militaba en las filas de la Juventud Sindical Peronista, creada por el secretario general de la CGT José Ignacio Rucci para enfrentar y perseguir a “los zurdos” de la JP y la Juventud Trabajadora Peronista. El autor de la nota arriesga medio en broma, medio en serio: “tal vez en aquellos años cruzamos algún cadenazo”. Moyano sonríe, lo considera probable.
En 1983 el chofer marplatense desembocó en Buenos Aires y, lo mismo que había hecho en sus comienzos, se dedicó a reorganizar el cuerpo de delegados: la base de su poder. Entonces era asesor de la Comisión Directiva de Camioneros y secretario general del Partido Justicialista de Mar del Plata. Ya no estaba cerca de los grupos derechistas generados por el vandorismo metalúrgico, sino de la Renovación que enfrentaba a los dinosaurios de Herminio Iglesias. Conducía la Federación de Camioneros Ricardo Pérez, uno de los líderes más combativos del Grupo de los 25 que, en abril de 1979, organizó el primer paro general contra la dictadura militar. Hay quien dice que Moyano creció a la sombra de Pérez y luego se lo cargó. El periodista lo pregunta. Moyano responde: “No, no. Yo con Pérez tuve una muy buena relación. Aprendí muchísimo de Pérez. Era un hombre muy capaz. Yo era secretario general del Sindicato Buenos Aires y él era secretario general de la Federación. Bueno, este, después llegó un momento en que yo en la seccional Buenos Aires había crecido muchísimo. Esto, no sé, es una forma de conducir yo siempre tuve mucho respaldo de la gente, no sé por qué será”.
En ese año decisivo de 1983, Moyano participó en la fundación de una agrupación interna “la 15 de Diciembre” en honor al Día del Camionero y comenzó a subir por la escala de la Seccional Buenos Aires: en 1984 era secretario adjunto. Y en 1987, “confrontó” (como él mismo dice) con el secretario general José Pestarino y ganó la secretaría general de la seccional. Siete años más tarde subió al sillón de la Federación y al poder total, absoluto y por ahora indiscutido del gremio. El cambio del mapa productivo de la Argentina, la decadencia perversamente deliberada del ferrocarril, el Mercosur y la nueva estructura de servicios lo habían colocado en una situación hegemónica dentro de los sindicatos muy similar a la de los metalúrgicos en la década desarrollista del sesenta.
En el camino hubo sacrificios y peligros que Moyano, a diferencia de otros dirigentes sindicales y políticos del justicialismo, no magnifica: “Durante la dictadura estuve dos veces en cana, pero las dos veces por pocos días. Una fue durante el paro de los 25, en abril del ‘79. Yo había ido con un compañero a ver qué pasaba con los camiones en la empresa Venturino (quería verlos parados, en fila) y nos agarró un patrullero de la Unidad Regional. Pero me soltaron a los dos días”.
La frase que más ha escuchado en estos meses es: “Ustedes le paran a este gobierno pero no le paraban a Menem”. La refuta de manera pachorrienta, sin señales de impaciencia. Recuerda que en 1991, cuando ya habían advertido que el gobierno de Menem “se había desviado de la doctrina justicialista”, “apoyé a Saúl Ubaldini en su campaña para gobernador de Buenos Aires. En ese momento nos separamos, nos abrimos políticamente de la conducción del PJ”. Después hubo una serie de paros y marchas. Su balance del gobierno Menem es “completamente negativo”, porque en esa gestión se consumó “la entrega del país”, “con resultados a la vista que estamos pagando todos. El menemismo vació ideológicamente al Partido Justicialista. Los dos grandes movimientos nacionales y populares (el radicalismo y el justicialismo) han sido vaciados ideológicamente por el modelo neoliberal”.
El autor de la nota admite que esos paros existieron y que fueron crecientemente exitosos, pero le pregunta a quién benefician políticamente si no se genera un nuevo bloque social y político que recupere el sentido “nacional y popular” que extraviaron peronistas y radicales y no supo hallar el Frepaso. “A mí me parece –contesta– que debemos construir un frente que tenga contenido nacional y popular.” El cronista va más a fondo: “para ser franco, la gente dice: ‘este paro beneficia a (Carlos) Ruckauf”. El jefe del MTA responde: “En la época menenista (Moyano dice ‘menenista’) nosotros decíamos ‘tenemos que derrotar al menenismo para recuperar al peronismo’ y también decíamos ‘tenemos que recuperar la CGT para ponerla al servicio de los trabajadores’. Bueno esas tareas están vigentes. Nosotros entendemos que hay que recuperar los movimientos con contenido nacional y popular. Y si no es posible recuperarlos, bueno, habrá que crear un espacio para esos contenidos”.
Al ver a Guillermo García Caliendo (mano derecha de Primatesta) sentado el viernes en el presidium del Sindicato de Camioneros, muchas personas que concuerdan con el contenido antimodelo del discurso de Moyano se preguntaron hasta dónde ese discurso no está monitoreado por una jerarquía católica que fue cómplice de la dictadura militar. Moyano trata de aventar ese fantasma: “Sabiendo dónde está el verdadero enemigo, nadie tiene por qué temer que ningún sector de la sociedad se sume a la convocatoria del Frente Nacional. Perón decía: no me preocupan las tendencias izquierdistas o derechistas del Movimiento. Me preocupan los extremos”.
Va la última pregunta de la tarde:
–¿El PJ es el peronismo?
Moyano sonríe y gambetea: “Nosotros nunca nos fuimos del peronismo, ni nos vamos a ir, porque el peronismo no es solamente estar en el partido”.

 

Cuando Patricia fue clandestina

Por M. B.
El jueves pasado, Hugo Moyano y Patricia Bullrich se dijeron de todo en el set de “Hora Clave”. La ministra de Trabajo acusó al camionero de ser tan “chorro” como otros sindicalistas y éste, con un discurso más confuso, le recordó a la ex militante de los setenta que se “había ido del país” y había sido una “tirabombas”. La acusación no cayó muy bien en las propias tiendas del camionero, donde hay ex militantes de la Tendencia como Julio Piumato y el metalúrgico Francisco “Barba” Gutiérrez. O, lo más notable, la ex pareja de la Bullrich, Francisco “Pancho” Langieri, que trabaja en el gremio de Judiciales, uno de los más activos de la CGT moyanista. Página/12 le preguntó a Langieri por la presunta “macarteada” de su jefe y aliado. “Creo que no fue una macarteada”, respondió, “porque no sentí que lo dijera con mala leche, sino ofuscado por la dureza del enfrentamiento. Hubiera sido una gran injusticia juzgarla por lo que hizo en el pasado: en 1978 volvimos con Patricia a la Argentina, clandestinos. Trabajamos en la salida de la revista JP y ella fue una militante disciplinada que participaba en volanteadas apoyando –precisamente– la huelga general que organizaron los 25. Eso podía costarle la vida y la honra. Nuestra vida era tan dura que en 1979 nació nuestro hijo, Francisco, y tuvimos que esperar seis años para anotarlo”. Langieri no quiso juzgar la trayectoria posterior de su ex mujer que pasó, sucesivamente, por el menemismo, el cavallismo y la Alianza. Este periodista le preguntó a Moyano por sus palabras y el dirigente del MTA negó que hubiera sido un señalamiento macartista. “Quise decir cómo era que había pasado de la revolución a la contrarrevolución”.

 

 

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