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EL GRADUAL
ALEJAMIENTO DE ANTONIO DE LA RUA
Con Shakira, lejos del poder

Hasta hace poco, diseñaba la imagen del Gobierno. Ahora pasa mitad de la semana en Punta del Este, lejos de la política.

Por José Natanson

Ya no es lo que era. Hace poco, Antonio de la Rúa comandaba un grupo de aguerridos jóvenes funcionarios, diseñaba la imagen oficial y era un excelente canal para llegar al Presidente. Pero el desafortunado recambio ministerial del 5 de octubre –en el que Antonio habría tenido un rol clave–, la escasez de recursos publicitarios y su mudanza a Punta del Este lo han desconectado de los vaivenes políticos cotidianos. Hoy, el alejamiento parece definitivo. Es más: se formalizaría en poco tiempo, cuando el joven De la Rúa dé el salto al sector privado e instale una consultora en comunicación.
Para Antonio, todo cambió el 12 de mayo cuando –según la revista Caras– “le dio el primer beso a Shakira”. Decían en el Gobierno que por esa época el Presidente estaba bastante molesto. “Ya no me presta atención”, se quejaba. No fue ésa la única consecuencia, ya que su alejamiento provocó un desbande en el Grupo Sushi. Siempre fue algo inorgánico, más parecido a un grupo de compañeros de colegio que a una corriente política, pero lo cierto es que su ausencia lo privó de su mayor ventaja comparativa: la influencia de Antonio sobre el Presidente.
Aunque hablaba casi todos los días con sus amigos en el Gobierno –Darío Lopérfido, Lautaro García Batallán, Hernán Lombardi– y leía los diarios por Internet, la distancia le quitó el roce cotidiano con la política. Y esto, según algunos funcionarios, lo habría llevado al peor error de su carrera de asesor: el cambio de Gabinete del 5 de octubre. Planeado como un gran golpe de autoridad delarruista, el gesto indignó a Carlos “Chacho” Alvarez, que al día siguiente renunció a la vicepresidencia, y desató una serie de versiones sobre un supuesto complot de Antonio, Fernando de Santibañes y Enrique Nosiglia para forzar una ruptura de la Alianza.
“Estaba muy desconectado. Se quedó sin letra y cuando De la Rúa le pidió un consejo tuvo que recurrir a Nosiglia”, explica un dirigente que lo conoce y aprecia. “Fue el trabajo de un par de amateurs y de un profesional”, coincide un importante integrante del Gabinete. A pesar de que ésta es la opinión más extendida por la Alianza, los amigos de Antonio insisten en descartar las teorías conspirativas. “No tuvimos más incidencia que otra gente. Era una forma simplista de explicarlo y se creó un mito”, sostiene un funcionario. Y argumenta que los días previos al recambio Antonio se encontraba en Punta del Este, que otros integrantes del Grupo Sushi –Lombardi, Lopérfido– estaban en Londres y que la mayoría se enteró a último momento de la desafortunada decisión.
Hoy, a casi dos meses de aquel episodio, Antonio ha recuperado un poco de tranquilidad. De lunes a miércoles vive en Buenos Aires, en la quinta de Pilar o, cuando termina tarde en el centro, en el piso de la calle Montevideo. Los jueves viaja a Punta del Este. Para estar cerca de su novio, Shakira hizo toda una mudanza, trasladando a sus músicos a Uruguay. Al principio la Sony protestó, pero después terminó cediendo: al fin y al cabo, el primer disco en inglés de Shakira es la gran apuesta de la compañía para el año que viene. Desde la chacra Luz de Luna, Antonio sigue escribiendo: no canciones (como su novia) sino papers sobre la imagen del Gobierno, rigurosamente leídos por su padre. “Antonio trabajó en política a tiempo completo sólo en campaña, y cuando el candidato era De la Rúa. Ahora es distinto. Más allá de algunos consejos a distancia, funciona a requerimiento, cuando su padre lo necesita”, agrega.
La última ocasión fue hace tres semanas, cuando De la Rúa diseñó en tiempo record un paquete de medidas destinado a serenar la voracidad de los mercados. El mensaje del Presidente por Canal 7 fue redondeado por Antonio y Ramiro Agulla. Luego, en el Tango 02 que los trasladó al coloquio de IDEA en Mar del Plata, el joven De la Rúa corrigió el segundo discurso del Presidente, que resultó mucho más enfático y concreto de lo habitual. Una vez en Mardel, Antonio se sentó al fondo del salón, al lado de su hermano Aíto y de su cuñado Juan Petracci. Su postura –medio recostado en la silla, como desparramado– y su atuendo –jeans, mocasines y camisa afuera del pantalón– contrastaban con los trajes oscuros de los empresarios. “Si De la Rúa no le puede decir al hijo cómo se tiene que vestir, ¿cómo va a hacer para manejar el país”, era la broma repetida.
Fue su última aparición pública, antes de volver a alejarse de la política. Una actitud que se explica por su romance con Shakira, y quizás también por otra cosa: al igual que otros funcionarios, Antonio se queja porque la falta de recursos no le permite al Gobierno instrumentar una estrategia publicitaria más o menos sólida. “Este año vamos a gastar sólo cuatro millones y la mayor parte se nos van en gastos fijos, como avisos de la DGI. Estamos en desventaja respecto de los gobernadores del PJ, que gastan millones”, explica un funcionario que suele interpretar el pensamiento de Antonio. Y añade que el presupuesto publicitario del año que viene podría ampliarse a siete millones con los ahorros que dejará la creación del multimedios estatal.
Para colmo, el antiguo equipo de comunicación prácticamente ha desaparecido. Dick Morris no pisa Argentina desde hace tres meses. Lopérfido ya no es más vocero presidencial. Agulla mantiene la buena onda con De la Rúa y colabora en ocasiones puntuales, pero se ha desvinculado del Gobierno. Según se comenta en el mundo publicitario, el motivo fue que algunas empresas con las que trabajaba no veían con buenos ojos la mezcla de creativo privado con consejero de gobierno. Actualmente, del influyente y exitoso equipo de comunicación sólo quedan en pie las encuestas de Analogías y los papers de Luis Sthulman. Pero al joven De la Rúa todo esto no lo preocupa. Instalado media semana en Punta del Este, desconectado de la realidad local, sin fondos para diseñar publicidades oficiales, con el Grupo Sushi desmembrado y el equipo de comunicación disuelto, Antonio está cada vez más lejos de la política. “No va a trabajar en la próxima campaña”, asegura un funcionario que lo conoce desde hace años.
Después de todo, sus consejos sobre el recambio de Gabinete no fueron muy felices. Tres semanas atrás, cuando la tormenta política recién comenzaba a disiparse, el Presidente repasaba en Olivos la crisis generada por el recambio ministerial. “Qué mal que me aconsejaron”, se quejó De la Rúa. Y Antonio estaba allí, despatarrado en un sillón.

 

DEBATE
Por Daniel Muchnik

Periscopio mal orientado

Admiro a mi colega James Neilson por su histórica lucha en defensa de los derechos humanos. Pero desde la orilla del mar, donde vive, escribiendo su La caballería polaca (Página/12, 25/11/2000, página 8), creo que levantó el periscopio en la dirección equivocada. Comparar a la CGT disidente o a la CTA (Neilson no menciona a los dirigentes sindicalistas-empresarios que se babearon y enriquecieron con el menemismo) con los polacos desesperados y suicidas que lanzaron su caballería contra los nazis es una reflexión de otro planeta. Wajda, recordemos, glorificó en una película aquellas cargas inútiles, pero plenas de ensueño romántico. Quedaron como un símbolo de lo imposible. ¿Pero fue imposible y suicida el paro del jueves y viernes pasado? Neilson identifica a los panzer alemanes con el actual “modelo económico”, el “neoliberalismo”, el FMI y el capitalismo triunfante. Los panzer arrasaron, pero dos años después fueron triturados, uno a uno. Yo no creo en Fukuyama, Neilson parece que sí. Yo creo que todo se recicla, Neilson parece que no. Menos mal que hubo paro. ¿Cómo administrar la bronca, la exasperación, la desesperanza colectiva? ¿O no existen 25 millones de argentinos, sobre una población de 37 millones, que están literalmente marginados y sin poder acceder a la torta de la riqueza nacional? Moyano y su gente, que pueden, con razón o sin ella, no ser santos de devoción, ayudaron a suavizar las cosas, mal que le pese al Gobierno y a ciertos “progresistas” mutados en cavernícolas. Otra cosa, muy distinta, hubiera sido llenar el centro de las ciudades con decenas de miles de manifestantes encrespados. Todo lo que nos está pasando deriva de una testaruda aplicación ortodoxa del “neoliberalismo”, muy distinto a los paradigmas de los grandes pensadores liberales que sólo pensaban en la equidad. Ahora estamos en cesación de pagos y con una deuda social monumental. A los que administran les importa un rábano la gente. Semejante pobreza no es buena consejera política en un país que conoció la prosperidad o la beneficencia desde el Estado. Todo ajuste sigue a otro ajuste. La devaluación per se no sirve, pero la pueden imponer los “mercados”, es decir, los acreedores del país y los 10 yuppies sentados en las calificadoras de riesgo de Nueva York. La dirigencia argentina, autista y banal, quiere compararse con la Madre Teresa. Hay que empezar desde cero a renegociar, a recrear, todos juntos. Con urgencia.

 

 

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