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el Kiosco de Página/12

CASAS
Por Enrique Medina

Del brazo y con caricias, él la empuja hacia la confitería:
–Vení, esperémoslo adentro. Este Pichi siempre tarda. Tomamos un cafecito.
Empujan la puerta; ella elige mesa; se sientan. Viene el mozo que casi siempre los atiende.
¿Un café? Sí, traéme dos querés...
–Ah, traéme un diario, que sea Crónica mejor...
Ella ha sacado el espejito y se acomoda el pelo que un vientito desprolijó:
–¿Por qué Crónica? Si son todos lo mismo...
–Nena, ¿qué van a ser lo mismo? Crónica trae todas las carreras y da buenos datos.
–Todos traen las carreras...
–Bueno, no empecemos, a mí me gusta Crónica y ma-fangulo. No me hagás enojar querés... Recién empezamos... No me rompás de entrada, querés. Hoy tuve un mal día. Quiero terminarlo bien.
Ella le hace señas al mozo. Este le dice que ya van los dos cafés. Ella le dice que no con el dedo índice. El mozo, que sabe que ella es pesada, se acerca algo esgunfiado y sin mucho equilibrio en el andar.
–Perdonáme. No quiero café. Dame un té con leche y... No, con leche no, engorda. Dame un té con limón y un tostado de jamón y queso. ¿Vos querés un tostado?
–No, no quiero tostado, quiero un café, nada más.
–Bueno, a mí traéme eso, un té con limón y un tostado de... jamón.
–¿Qué le traigo, de jamón solo o de jamón y queso?
Jamón solo dice ella y el mozo se va al tiempo que el otro le recuerda:
–Y traéme Crónica.
El mozo tiene ganas de volverse y decirle que en la esquina está el kiosco y que se lo vaya a comprar, pero se aguanta y pide que le cambien el café por el nuevo pedido y le dice al de la caja que le dé un diario. El de la caja mete la mano debajo y hace aparecer dos diarios muy manoseados, uno es Crónica. El mozo deja Crónica y pone el otro diario en la bandeja.
–¿Así que vos estás adelgazando? ¿Te miraste en el espejo últimamente? Si te parecés a la mujer de Popeye, qué me venís con adelgazar, por favor. De mi lado, el colchón parece un pozo hecho por una bomba, de tu lado está derechito, como que no se ha dado cuenta de que vos te acostás encima. La verdad que hubiera pedido un tostado de jamón y queso. Me hiciste entrar las ganas.
–Por favor. No comas queso. Sabés que la leche y el queso te hacen mal.
–No me hacen mal, Nena. Me hacen tirar unos pedos de iglesia, verdad, pero eso no quiere decir que me hacen mal.
Llega el mozo. Deposita el pedido y el diario.
–¿No tenías Crónica?
El mozo pone cara de compromiso evitando la de felicidad y se va.
–Este bar me cae mal. Acá no venimos más. Otra vez que tengamos que esperar al Pichi vamos al de la otra esquina. Mirá lo que me trae. ¡Ni una noticia de deportes!
Y, sin intención de abrirlo, deja el diario doblado en una esquina de la mesa. Ella prepara su té. Da un bocado al tostado. Agarra el diario y lo hojea. En un suplemento hay fotos de mansiones, de casas de categoría y recicladas, con sus planos; es un suplemento de arquitectura. –Mirá, mirá. Qué linda casa. ¿Algún día tendremos una así?... ¿La ubicás, no?...
El echa un vistazo sin dejar de beber su café:
–No. ¿Ubicarla, por qué?
–Pasamos siempre frente a ella. La vemos cuando vamos a tomar el ómnibus.
–Este Pichi cuando se atrasa no tiene piedad. Un día de éstos lo voy a dejar colgado, ya vas a ver. Todavía no entiende que lo nuestro no es joda, ¡es un laburo!
Ella termina de comer el tostado. Bebe el té con medida elegancia:
–Mirá qué bien. Explican cómo está hecha la casa. Están los planos.
El se distrae en una mujer que se sienta cerca y la Nena lo codea para que le preste atención a ella. El hace caso.
–Mirá. Explican todo. Hay un subsuelo, mirá vos. Está la planta baja y la planta alta. Mirá vos... Acá está el garaje ¿ves? Mirá qué bien dibujados están los planos. Mirá, acá en el garaje hay una escalera para subir a la planta baja... Y mirá, acá en la planta alta están los dormitorios...
El le saca la hoja de la mano. Observa muy bien los planos. Ella termina su té con exagerado placer:
–Mirá vos. Hace tanto que los tengo vistos que ahora me cierran todos los movimientos de esa casa. Solamente son un matrimonio y tres hijos chicos. Los he visto salir temprano en el auto, seguramente el padre antes de ir al trabajo los lleva al colegio... Se queda la mujer... La mucama después de manguerear la vereda se va al mercado...
–Cuando limpia la otra vereda, cuando dobla la esquina... Habría que meterse en el garaje y...
–... Esconderse acá, mirá ¿ves?, dice habitación de servicio...
–El lavadero también parece cómodo... O la sala de máquina ¿qué mierda es sala de máquina?
–Y... estarán las luces, qué sé yo. ¿Ves? Mirá, por la escalera se sube al “estar-comedor”. Mirá vos, ¿tendremos alguna vez “estar-comedor” nosotros?
–No es así. Se sube al “comedor diario”, fijate bien...
–Tenés razón. Mejor todavía. Se la puede sorprender más fácil.
El Pichi entra al bar. Va hasta la mesa. Los saluda, se sienta y dice:
–¡Qué mishiadura, che! No se puede creer. Este país golpea duro, lo parió. Tengo una depre que ni te cuento. Mejor levántenme el ánimo porque si no...
Ella le coloca delante la página del diario que trae la foto de la casa y sus planos:
–Pedile una aspirina al mozo. ¿Te gusta esa casa?


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