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el Kiosco de Página/12

Lo cruel, lo mezquino
Por Osvaldo Bayer

En esta Argentina de hoy donde hemos inventado ya la manija a la pelota tocamos esta semana el fondo del cinismo alegre y elevamos la crueldad a la categoría de la pavada. Los pobres no pierden nada con el aumento de tarifas porque total no viajan. Dicen que Immanuel Kant se revolvió en su tumba. Sí, aquel Kant que quería llegar a ser ciudadano del mundo. Aquí los pobres no viajan. Soluciones argentinas; aquellas que antes denominábamos vivezas. Dicen que después del famoso principio Kogan los sociólogos argentinos procedieron a quemar sus bibliotecas. Los descendientes de Marx procedieron a donar todas las colecciones de su antepasado a una librería de analfabetos. Pero, querramos o no, la frase del señor Kogan entró ya para la próxima edición del “Pequeño Cavallo Ilustrado”. Se suspendió la colación de grados en todas las universidades argentinas y se dio franco por tiempo indeterminado a los profesores. En la Argentina ya no los necesitamos, cortamos de un tajo el nudo gordiano. “Los pobres no viajan.” Genial. Profundo. Sin discusión. Ya durante la dictadura se dijo que el general Harguindeguy había dicho que se podía aumentar el impuesto al automotor porque total “los poligriyos” no tienen auto.
Fue una avanzada en lo que finalmente se iba a transformar en el silogismo argentino por excelencia. No, pero la profunda consecuencia del señor Kogan “a los pobres no les afecta la suba de tarifas porque total no viajan”, es un resultado directo del nuevo modelo de globalización aliancista. Muy pronto saldrá un decreto de necesidad y urgencia por el cual a los pobres se les permitirá trasladarse a pie y en bicicleta. Un resumen sintético y jugoso.
Pero mientras nuestra economía ya ha entrado en la era de la joda, ocurrió un hecho tétrico, insultante, la negativa de todo lo ético, algo morboso, perverso: el general Brinzoni llevó como guardaespaldas de su cargo una serie de generales sombríos y de manos ensangrentadas, a un acto público, en Córdoba. Aunque nadie lo podía creer, ni el más ignaro partidario del crimen y la tortura: sí, el general Luciano Benjamín Menéndez; el ejemplo más vivo y preclaro del criminal cobarde que secuestró, torturó, robó y asesinó a centenares de detenidos. ¿Qué diría el mundo si en Alemania el jefe del Ejército se presentara en sociedad acompañado por Himmler? Creo que el asco y el repudio serían totales. Más, sería algo inimaginable e imposible. Pero en nuestro país, en cambio, nadie dijo nada, y al presidente De la Rúa le tiene que haber gustado porque sabemos todos que Brinzoni goza de sus exageradas simpatías. Más aún, Brinzoni, quien durante la dictadura de la desaparición de personas fue un amanuense obedecido y debido de los apañadores de los crímenes, se da el lujo de decir con voz tonante que está en contra de la libertad de los presos de La Tablada. Quien debiera estar en una cárcel para pagar su falta de coraje civil en no denunciar los crímenes que eran de su saber se erige en juez vacío y cínico. Esa foto de Brinzoni con el criminal Menéndez tendría que ser mostrada todos los días y en toda oportunidad en que el general Brinzoni se presente a dar discursos cínicos y lastimosos.
Cuando Brinzoni habla de “terroristas” calificando a los presos de La Tablada, se olvida de los cobardes golpes militares que hacían sus colegas con las armas que les había dado el país y que éstos utilizaron durante toda la historia de este siglo para encaramarse en el poder u obtener posiciones políticas. Debería callarse y avergonzarse por la conducta de su institución que tiene pecados imborrables, como aquella campaña en la cual se asesinó a los habitantes naturales del país y hasta se llegó a quitarles a sus hijos, y luego los golpes fusiladores y el gran final de sangre de la desaparición de personas y hasta el robo de recién nacidos. ¡Salve general Brinzoni, salve general Menéndez!
Pero, claro, en el país donde los pobres no necesitan viajar porque no es necesario y donde el jefe del Ejército se fotografía con sádicos destripadores, y a ese otro asesino procaz almirante Massera, a quien ni siquiera se le pone un policía para vigilarlo y se mueve por los pradosdel norte como un pavo real mostrando las plumas obtenidas en sus lenocinios, en cambio, como contraste, decíamos, los presos de La Tablada en los hospitales donde ya soportan cerca de cien días de ayuno y no pueden ni moverse, cuentan con una guardia reforzada atenta y veloz, que mira torcido a cualquier hijo de vecino de las inmediaciones y horada todo documento de identidad de todo viandante que escriba versos.
Me gustaría preguntarle a la señora subsecretaria de Derechos Humanos de la Nación –y además del Frepaso– Diana Conti cómo conjuga esto y se calla la boca: Menéndez con Brinzoni, Massera paseando el perro, pero a los presos de La Tablada ni siquiera la ley ni los convenios internacionales. ¿Dónde están los “Derechos Humanos”? Parece un cuento de Calleja, o mejor dicho, una buena selección para una serie de los relatos más crueles de la humanidad.
Hemos proseguido, con el núcleo de intelectuales que defendemos los derechos de los presos de La Tablada, las entrevistas con los prebostes del Gobierno que manejan los hilos de la vida y la muerte de esos prisioneros civiles. Esta vez entrevistamos el viceministro de Justicia, Melchor Cruchaga (el hermanísimo Jorge de la Rúa no se dignó a recibirnos). Cruchaga estaba acompañado por la recién mentada Diana Conti.
Se repitieron de parte nuestra todos los derechos jurídicos que les caben a los presos y que no fueron respetados ni por el gobierno peronista ni por el gobierno radical-Frepaso. Fueron absolutamente desconocidos como acostumbran a hacerlo sólo los estados totalitarios. El viceministro Cruchaga nos contestó con una lista de marchas y contramarchas, de posibilidades y de contratiempos, de deseos y posibilidades lejanas, lejanísimas y eternamente inalcanzables. La monserga burocrática de más alta calidad que habíamos escuchado, genialmente radical y con el toque delarruista del aburrimiento. Luego le tocó hablar a la señora Conti. Quien con aire didáctico doctoral nos endilgó por milesimosegunda vez que las recomendaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA no eran obligatorias. Ahí se produjo el acabose de la paciencia filosófica del filósofo León Rozichtner, quien la interrumpió para espetarle: “ya sabemos señora: las únicas recomendaciones obligatorias para su gobierno son las del Fondo Monetario Internacional, las del Banco Mundial y de la Casa Blanca”. Sin citar a Kant o a Hegel, había dicho toda la verdad.
Pero aún más cínico y cruel que el comportamiento de De la Rúa y su gobierno de radicales y frepasistas fue el de la bancada peronista de Diputados, que comanda el capo Roggero. Ellos que no se opusieron para nada al vergonzoso indulto de toda la plana mayor del genocidio argentino, no quisieron formar quórum esta semana para discutir la salida legal para el caso La Tablada. Oportunismo, egoísmo, indiferencia ante el destino de seres humanos. Es más importante para ellos ver cómo se sale del tema de las coimas del Senado y de los tantos negociados de los últimos diez años de su gobierno. Está claro.
De la Rúa toma ahora medidas de último momento que tratan de cubrir su impudicia en este tema profundo de derechos y de dignidad humana, y ante todo de cumplimiento de las normas legales. Ensaya como un aprendiz apresurado y sin bases reales una solución tan falsa como cruel. El futuro no va a olvidar esta profunda crueldad. Como no va a olvidar la Semana Trágica, la Patagonia Rebelde, La Forestal, la masacre de Jacinto Aráuz, el amor impúdico y constante de los radicales por los militares, la masacre de 1989 del general Arrillaga, el colaboracionismo de los 200 intendentes radicales con la dictadura de Videla, y esto, el no importarle la posible muerte de doce argentinos condenados con tanta crueldad en estos años de tanta vergüenza.


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