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EL GOBIERNO NO LOGRO GARANTIZAR QUE LOS COLECTIVOS COBRARAN SIN SUBA
Cuando es más fácil subir que bajar

El Ministerio de Economía acató la decisión judicial de frenar el aumento del boleto de colectivo pero no aseguró que las empresas aplicaran su orden desde el primer momento de ayer, cuando debía entrar en vigencia.

Recién después del mediodía paró el cobro con incremento.
Silva Garretón culpó a las “autoridades fiscales”.

Por Cledis Candelaresi

“Parece ser que cuando se trata de aumentar no hay problemas y cuando hay que bajar sí”, resumió ayer el juez Martín Silva Garretón. La orden que Economía impartió tardíamente a las empresas de colectivos para que éstas redujeran 10 centavos el valor del boleto impidió que los usuarios pudieran gozar desde ayer a la mañana de este beneficio como les hubiera correspondido. La falta de cumplimiento de la resolución judicial produjo escenas de caos y hasta de furia entre los pasajeros (ver más información en la página 4).
“Se está notificando la decisión del juez”, dijo el presidente Fernando de la Rúa, obligado a intervenir para apaciguar la irritación luego de los primeros episodios de ira ante la falta de cumplimiento de la disposición de volver a la tarifa vigente la semana pasada.
Las empresas argumentaron dificultades técnicas para reprogramar las máquinas expendedoras, de modo tal que éstas volvieran a cobrar boletos mínimos de 65 centavos. Poco antes del mediodía, las cámaras patronales anunciaron en un comunicado conjunto que se disponían a realizar los esfuerzos necesarios para hacer ese ajuste y cobrar desde ayer mismo la tarifa sin el aumento. José Luis Machinea había dispuesto dar marcha atrás acatando el fallo de Silva Garretón, que hizo lugar a una medida cautelar contra la suba. La Cámara de Apelaciones tendrá ahora la última palabra.
“Muchas empresas o propietarios de colectivos pueden no haber tenido tiempo suficiente para cambiar las máquinas expendedoras, pero por ello mismo las autoridades fiscales deberían haber contemplado esta situación”, dijo Silva Garretón.
Un freno tarifario en trenes y subtes podría producirse también si la semana que viene otro juez, Osvaldo Guglielmino, anuncia un fallo como el de Silva Garretón, recordó ayer la Asociación de Defensa del Consumidor y el Usuario (ADECUA).
Según el magistrado, Economía debería haber acatado la orden de inmediato, transmitiéndosela a las empresas. Sin embargo, el Palacio de Hacienda eligió el camino de la apelación, a la que el juez hizo lugar en la tarde del jueves pero otorgándole “carácter devolutivo”. En otros términos: hasta que la Cámara de Apelaciones resolviera acerca de si el aumento correspondía o no definitivamente, éste no debía ser aplicado.
El punto de partida fue un recurso de amparo presentado por el defensor del Pueblo de la Nación, Eduardo Mondino, quien cuestionó el aumento del boleto por haber sido dispuesto sin la convocatoria a una audiencia pública, tal como exige la ley.
Tanto el defensor como el juez destacaron que, a diferencia de otros servicios públicos, en el caso del transporte es imposible resarcir a cada viajero perjudicado por la aplicación de una tarifa incorrecta.
“Machinea tiene cada vez menos sentido común. El es el responsable de que no se haya notificado a las empresas sobre la suspensión. Está desobediente, y eso seguramente la Justicia lo tomará en cuenta”, advirtió ayer el defensor del Pueblo. “El Gobierno está confrontando con la gente”, dijo Mondino. “No es sólo este gobierno; hay un Estado que viene avanzando permanentemente sobre los derechos de los ciudadanos, un Estado que ha roto la armonía. El Estado tiene los problemas que tiene con la sociedad porque ha roto ese equilibrio y el ciudadano se siente abandonado por el estado.”
Aun en el caso que Silva Garretón no se hubiera expedido favorablemente, había otra chance para frenar provisoriamente el aumento. Dos entidades de Defensa del Consumidor –a una de las cuales pertenece el diputado nacional Héctor Polino (PSD)– promovieron ayer mismo otro amparo contra el aumento de colectivos que, en este caso, recayó en el juzgado de María José Sarmiento.
Polino dijo que “se estaría cometiendo un doble atropello, por un lado por la forma en que se tomó la medida (del aumento), un viernes a la nochepara comenzar a regir un domingo a la cero hora, sin ser publicado en el Boletín Oficial, y por otro porque no se convocó a audiencia pública, se interrumpió una consulta que había con asociaciones de consumidores y no se requirió opinión a la Comisión Bicameral de Seguimiento de las Privatizaciones, lo que originó la renuncia del senador Pedro del Piero, porque considera que ha sido burlado en sus funciones”.
También en manos de la jueza Sarmiento recayó una cautelar promovida por la misma organización de consumidores pero contra la renegociación del Belgrano Norte. Esta revisión contractual contempla una serie de aumentos tarifarios en el próximo lustro y los 10 centavos autorizados recientemente por el gobierno son el primero de esa serie. Sarmiento dispuso un no innovar el 30 de noviembre, lo que debería haber dejado en suspenso el ajuste antes de que fuera anunciado por el gobierno.
Para el caso de la línea que opera Ferrovías, Economía demoró en dar la orden de dejar en efecto el aumento, que llegó a la empresa recién en la noche del jueves.

 

OPINION
Por Martín Granovsky

La política no es boleto

Una combinación de torpeza política y picaresca empresaria terminó nutriendo un nuevo capítulo de la crisis del boleto.
El Ministerio de Economía había tomado una actitud inusual, al acatar la decisión de la Justicia de volver atrás con el aumento. Pero increíblemente no pudo garantizar que esa decisión se llevara en todos los casos a la práctica.
A primera vista, se trata de un error administrativo. Una resolución adoptada tras un fallo de la Justicia no bajó con eficacia hasta corporizarse en el pequeño espacio de la relación entre el pasajero y la máquina expendedora de boletos.
Pero el error es político. El Gobierno sabía que el nivel de irritación promedio subió con el aumento, ya fuera porque representase un egreso mensual mayor para cada usuario o porque produjera fastidio el hecho de pagar más cuando no hay inflación ni indexación de salarios. La molestia aumentó ante las declaraciones del secretario de Transporte Jorge Kogan a este diario. Según Kogan, al parecer preocupado más por la estadística que por la política, el aumento incidiría menos en los sectores más pobres porque éstos ya ni usan el colectivo.
Disminuir las causas de la irritación y luego el clima de irritación debería ser un objetivo razonable del Gobierno. No solo sería mejor para la sociedad. También sería mejor para el propio Presidente.
Es posible que algunos empresarios hayan jugado con la confusión. Es posible que se hayan amparado en el problema fiscal de expender boletos a 80 centavos y cobrar solo 70. Pero parece difícil imaginar que los problemas y las excusas se hubieran presentado si el Gobierno hubiera tenido en cuenta todo el impacto concreto de su decisión.
La falta de presencia del Gobierno es mala para el bolsillo y peor aún para el estado de ánimo. En el boleto puede estar encerrada una clave política que a De la Rúa le convendría develar.

 

POR QUE EL GOBIERNO HACE LO QUE HACE Y DESECHA OTRAS ALTERNATIVAS
Claves para los que andan en la rúa

Por Maximiliano Montenegro

El tarifazo del trasporte público de pasajeros desnuda, según el caso, dos cosas evidentes. Por un lado, la debilidad del Gobierno para negociar con las empresas concesionarias, aún a costa de sumarle a la cuenta de la Alianza otro elevado costo político. Por el otro, una grosera falla en la gestión de la política económica, ya sea porque no se sabe, no se quiere o no se puede modificar los esquemas de subsidios más ridículos heredados del menemismo. Aquí van las claves para entender el problema.

1 Al Ministerio de Economía sólo lo guía una premisa: crear los incentivos para apurar las inversiones de las grandes empresas radicadas en el país, aunque esto signifique concesiones inexplicables.

2 Los aumentos de tarifas de subtes, trenes y colectivos responden a causas diferentes. El negocio de la administración del subte es rentable, pero las inversiones corren por cuenta del Estado: son obra pública que trasciende al concesionario. En el caso de los trenes, en cambio, el Estado subsidia el funcionamiento, la administración. De otro modo los trenes darían pérdida. En colectivos, la rentabilidad disminuyó en los últimos tiempos debido a la suba del precio del gasoil y a la caída de la demanda (el ya famoso “Efecto Kogan”, sumado a la competencia del transporte trucho).

3 Es incomprensible la razón por la que Jorge Kogan, ex funcionario de Carlos Menem y secretario de Transportes, dispuso el aumento de los subtes la semana pasada, cuando había acordado con el gobierno de la Ciudad que se haría recién a partir del 1 de enero. Aníbal Ibarra y su secretario de Obras Públicas, Abel Fatala, recién se enteraron de la decisión del Gobierno la noche anterior, y mascullaron su enojo. No sólo porque el tarifazo los encontró a poco de asumir y cuando todavía no pudieron tapar más que unos pocos baches. Además, si se tomaba al pie de la letra la addenda del contrato de concesión, firmada el año pasado, la medida se podría haber postergado hasta julio u agosto del próximo año.

4 Según funcionarios que se sentaron del otro lado del mostrador con Metrovías (Grupo Roggio), con ese contrato, firmado por Armando Canosa, ex secretario de Transporte de Menem, una vez que se iniciaran las obras de extensión de la línea “E” estarían dadas las condiciones para el aumento tarifario. Los 10 centavos extra del cospel representan un ingreso adicional de 30 millones de pesos anuales –suponiendo que la demanda no cayera–, lo que debería ir a un fondo financiar obras menores (señalización, reparación de vías, talleres) y la mencionada ampliación de la línea Plaza de los Virreyes-Plaza de Mayo hasta Retiro. Sin embargo, para esta obra recién se hizo el llamado a licitación y, por lo tanto, ni siquiera se sabe quién la va a realizar. Teniendo en cuenta los plazos de la licitación, las obras propiamente dichas recién comenzarían en julio u agosto del 2001, y según expertos en el tema ese debería ser el momento para dar luz verde al aumento. ¿Cómo se explica que un gobierno que cuenta con armas legales para aplazar otros seis o siete meses un tarifazo opte por adelantarlo, justo en el peor momento de la crisis económica y cuando la imagen presidencial cae en popularidad en las encuestas? Nótese que ese plazo de facturación con alza de tarifas representa unos 15 millones de pesos adicionales que se sustraen de los bolsillos de los usuarios.

5 El Estado debe a los concesionarios de ferrocarriles alrededor de 300 millones de pesos en subsidios impagos en los últimos años. Y es que en cada ejercicio fiscal, Roque Fernández se especializó en incluirlo como parte de los ajustes que eran requeridos por el Fondo Monetario. Machinea, otro especialista en la tijera, optó por que esa deuda y los futuros subsidios los pagaran directamente los usuarios con la tarifa, con el argumento de que el Estado estaba con sus arcas exhaustas. Pero, ¿por qué no consolidó esa deuda con un bono a varios años, como hizo con la deuda con jubilados, proveedores y otros contratistas del Estado?

6 El problema en el caso de lass tarifas para el servicio de colectivos parece estar en otro lado, en el “mercado de combustibles”, que este año ha hecho sufrir más de una vez al Presidente Fernando De la Rúa. Allí, el manejo oligopólico de las tres multinacionales que operan en el país (YPF-Repsol, Esso y Shell), y la pasividad oficial, hizo que los precios del gasoil acompañaran la vertiginosa suba del petróleo, relación directa que no se había verificado cuando la tendencia era a la baja. Con costos notablemente crecientes, la única forma de que un negocio privado no suba los precios es arbitrando desde el Estado otro tipo de políticas. Por ejemplo, el Estado pierde 235 millones de pesos –según figura en el Presupuesto– por el “subsidio” a los autos particulares gasoleros, neto del impuesto que pesa sobre ellos. Más simple: el Estado resigna ingresos con una menor carga impositiva al gasoil, sin fijarse si lo usa un chacarero, una empresa de transporte público o un aficionado al turismo aventura de fin de semana en una 4X4 de 50 mil dólares. O sea: mientras algunos reciben un subsidio innecesario, sufren un aumento de tarifas los que andan en la rúa.

 

 

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