Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
KIOSCO12


FUE ABSUELTO EN UNA CAUSA Y CONDENADO, PERO LIBERADO EN LA OTRA
Castells está libre y sin la tobillera

El líder de los jubilados recibió 24 meses de prisión como pena por exigir comestibles en un supermercado en 1998. Como tuvo 23 de prisión domiciliario, recibió libertad condicional hasta el 29 de enero.

Castells se defendió ayer con energía de los cargos. Casi 250 personas lo esperaban fuera de la sala.

Moyano, Piumato y Santillán apoyaron a Castells. Apenas liberado, Castells anunció otro �pedido�.

Por Felipe Yapur

Ya sin la incómoda tobillera electrónica que controlaba sus movimientos durante el arresto domiciliario y poco después de ser liberado –a pesar de haber sido condenado a dos años de prisión como autor del delito de coacción a un centro de compras del conurbano bonaerense–, el líder del Movimiento Independiente de Jubilados y Pensionados, Raúl Castells, convocó a jubilados y desocupados a pedir alimentos al Gobierno el próximo 24 de diciembre. Y advirtió que en caso de no obtenerlos, marcharán hacia las grandes cadenas de supermercados a las que acusó de ser “corresponsables de las penurias que pasa nuestro pueblo”.
Unas 250 personas esperaban a Castells en las afueras del tribunal de Lomas de Zamora. Al salir del tribunal, saludó a su gente y recibió el abrazo y la solidaridad del titular de la Corriente Clasista y Combativa (CCC), Carlos “Perro” Santillán, y del líder de la CGT rebelde, Hugo Moyano, quien concurrió acompañado del judicial Julio Piumato. Poco después, desde su casa de Banfield, Castells aseguró que “vamos a pedir al poder político que solucione el problema de 5 millones de personas sin trabajo y 4 millones de jubilados” y agregó que de no encontrar respuesta, el reclamo se extenderá “a los grandes grupos económicos y supermercados internacionales, que son corresponsables de las penurias que pasa nuestro pueblo”.
Sin duda, la frase fue el anticipo de la primera actividad que desarrollarán los seguidores de Castells el próximo domingo cuando realicen un pedido de alimentos al Gobierno nacional. La convocatoria fue acompañada de manera explícita por Santillán. Sin embargo, Castells no podrá ser de la partida, debido a que la libertad condicional que le fijó el tribunal finaliza recién el próximo 29 de enero. En tanto, los dirigentes de la CGT rebelde se limitaron a repudiar el juicio contra el líder de los jubilados al considerarlo “una vergüenza y una parodia” y aseguró que lo que hizo la Justicia “fue justificar los dos años que tuvieron preso a Castells y quedar bien con el capitalismo de Wal Mart”. Poco después, Piumato adelantó la decisión de la CGT disidente de “pedir el jury” de los integrantes del tribunal que juzgó a Castells.
Pasado el mediodía de ayer, los seguidores de Castells –entre los que se encontraban varios partidos de izquierda, además de las organizaciones gremiales– aguardaban con nerviosismo la decisión del tribunal. Adentro, en la primera fila del público, estaban Moyano, Piumato y Santillán, quienes junto a unas treinta personas esperaron durante poco más de dos horas a los jueces, que recién aparecieron después de que el público reclamara su presencia con aplausos y cantando el Himno Nacional.
Cuando Castells ingresó al recinto, agradeció con sus brazos en alto a sus seguidores por el apoyo, y dirigió gestos y saludos a su hija y a los sindicalistas presentes. A renglón seguido, advirtió –a voz en cuello– que: “Vamos a seguir luchando por Argentina, para que se termine la bosta que está gobernando el país” y agregó que “por esa bandera argentina vamos a morir”. Antes de que un fornido custodio lo obligara a tomar asiento, el dirigente alcanzó a solicitar “que no haya más sectarismos, tenemos que estar unidos”.
Poco después, los jueces Jorge Camino, Guillermo Rolón y Rafael Villamayor anunciaron que su fallo era unánime y absolvían a Castells en la causa iniciada por el supermercado Disco de Banfield, al no poder probar que fuera quien lideró en marzo de 1997 el pedido de comida. Al conocer la noticia, los congregados en las puertas del tribunal vivaron y aplaudieron al dirigente enjuiciado.
Después de esta primera decisión, el tribunal anunció el fallo de la causa por coacción que enfrentaba Castells, luego de que el 23 de diciembre de 1998 y junto a unas 300 personas pidió comida a la sucursal Avellaneda de la cadena norteamericana Wal Mart. Por este hecho lo condenaron a dos años de prisión efectiva. Sin embargo, esto no implica que sea de cumplimiento efectivo debido a que buena parte de esta condenafue cumplida durante los 23 meses de arresto domiciliario. Durante ese tiempo, el dirigente vivió controlado por una tobillera electrónica.
Para condenarlo por coacción, el tribunal se valió del siguiente argumento: el bien jurídico que se protegía era la libertad, dado que el dirigente profería diversas amenazas por megáfono y en diálogo con directivos del supermercado para ocupar el sitio. Es por ello que para los jueces la ilegalidad del hecho radicaba sólo “en el modo de exigir” y no en el reclamo en sí. A modo de respuesta, la defensora María Fernanda Mestrín adujo que se estaba debatiendo sobre el derecho de las personas a peticionar. Pero los jueces no aceptaron como válido este argumento porque consideraron que la Constitución Nacional dice que los reclamos deben ser dirigidos “a las autoridades públicas y no a un particular”.
Una vez que los jueces se retiraron del refrigerado recinto, y en las afueras del tribunal, Hugo Moyano opinó sobre el juicio y su sentencia. El titular de la CGT rebelde aseguró que se trató de “una condena política” que sólo busca “detener la lucha de los actores sociales” y sienta “un antecedente peligroso para los compañeros que están procesados en todo el país por protestar y reclamar justicia para los millones que se mueren de hambre y que no pueden trabajar”. A su turno, el dirigente del Partido Obrero, Pablo Rieznik, sostuvo a raíz de la sentencia que “es un bochorno que (los jueces) por presión popular cambiaran de actitud. Eso los muestra como fieles empleados de Wal Mart”.

 

OPINION
Por Jorge Rivas *

El pasado 5 de mayo, día en que se cumplió una jornada de protesta con paro general, convocada por dos centrales sindicales, el dirigente barrial marplatense Emilio Alí, de 25 años, demandó al gerente de un local de la cadena de supermercados Tía la entrega de bolsas de comida para distribuirlas entre vecinos pobres. Estaba acompañado por alrededor de medio centenar de trabajadores desocupados. Alí, presidente de una junta vecinal que proporcionaba ayuda escolar y mantiene tres comedores donde se alimentan trescientas personas cada día, reclamó también que se permitiera retirarse a los empleados del comercio, a fin de que pudieran sumarse a la huelga. Las autoridades del supermercado accedieron a ambos pedidos.
Un mes más tarde, Alí fue detenido y procesado por “coacción agravada por extorsión”. En realidad, nadie había presentado denuncia alguna en su contra. La Justicia de la provincia de Buenos Aires intervino porque un fiscal impulsó una querella de oficio. Desde entonces, Alí está alojado en la cárcel de Batán, donde inició una huelga de hambre el lunes 11, después de que se le negara el beneficio del arresto domiciliario.
Como se sabe, las cifras de la miseria en el país son aterradoras. Las tasas de desocupación, de mortalidad infantil y de deserción escolar, la cantidad de familias que viven por debajo de la línea de pobreza y de chicos sumergidos en la indigencia, son las más altas de la historia argentina. Son millones los que no pueden esperar otra cosa que sobrevivir. Muchos de ellos han apelado en los últimos tiempos a recursos desesperados, en algunos casos para obtener su alimento, en otros para hacerse oír por las autoridades nacionales, provinciales o municipales.
Entre todas las respuestas que los poderes del Estado pueden dar a tan grave situación, la menos aceptable es la de reprimir a quienes encabezan la resistencia de los excluidos. Sin embargo, según datos proporcionados por la Central de Trabajadores Argentinos, los militantes y dirigentes sociales procesados en el país por participar de acciones tales como cortes de rutas o reclamo de alimentos en supermercados, son más de 2500.
No se trata, por supuesto, de reclamar impunidad de quienes verdaderamente cometan delitos. Pero es sin duda preocupante que se extremen las medidas y se fuercen las normas legales para encarcelar a aquellos que no infringen la ley sino que, por el contrario, se organizan para exigir el respeto a sus derechos más elementales, claramente consagrados por la Constitución Nacional.
Mientras tanto, sólo queda esperar que Emilio Alí, que padece el ensañamiento de la Justicia bonaerense, permita que otros trabajemos por defender sus derechos y desista de agotar sus fuerzas en la huelga de hambre. Son demasiados los que lo necesitan entero, con su capacidad de lucha y con su espíritu solidario intactos.

* Diputado Nacional por el Partido Socialista Democrático

 

PRINCIPAL