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JULIO MARENALES SAENZ, CARPINTERO,
UNO DE LOS FUNDADORES DE LOS TUPAMAROS URUGUAYOS
“Siempre hice política para no regalársela
a los que nos fundieron”

Los Tupamaros fueron la única organización guerrillera del Cono Sur que sobrevivió tanto a las dictaduras militares como al retorno de la democracia. Marenales, junto con su dirigente histórico, Raúl Sendic, ya fallecido, fue uno de los fundadores, protagonista de una historia que en Uruguay tiene ribetes de leyenda.

Piedra: “Trabajaba en un taller donde se hacían panteones pero también esculturas, el escultor venía con el modelo en yeso y yo lo pasaba a la piedra”.

Por Luis Bruschtein

Julio Marenales Sáenz es un hombre alto y delgado, tiene el pelo corto, crespo y canoso. Hace 36 años fundó, junto con el abogado Raúl Sendic y otros militantes políticos y sindicales, el Movimiento de Liberación Nacional, Tupamaros, en Uruguay. “Lo hacíamos porque pensábamos que era lo que teníamos que hacer, nos pusimos a trabajar y pasó lo que pasó...”, afirma sin falsa modestia cuando recuerda las primeras reuniones en las que participaban militantes de distintos orígenes partidarios. Marenales era obrero picapedrero y militaba en el Partido Socialista. Estuvo 16 años en prisión durante la dictadura militar. En la actualidad, trabaja como carpintero, y es uno de los principales dirigentes de la agrupación que forma parte del Frente Amplio y cuenta con varios legisladores propios. Muchas de las audaces acciones de los Tupamaros en los 60 y 70, que por lo general tenían un fin más propagandístico que militar usando más despliegue de inteligencia y astucia que de violencia, los llevaron a convertirse en una verdadera leyenda en el continente. Es prácticamente la única organización guerrillera de los países del Cono Sur que sobrevivió tanto a las dictaduras como al retorno de la democracia y que mantuvo intacto su prestigio. “Nosotros en realidad nunca fuimos una guerrilla propiamente dicha –explica– nunca buscamos un crecimiento de tipo militar, nuestro objetivo era el crecimiento político, éramos una organización política que en ese momento tomaba las armas para hacer política.” Estuvo sólo dos días en la Argentina para participar en el acto para conmemorar los 20 años de la entrega del Premio Nobel de la Paz a Adolfo Pérez Esquivel y para realizar gestiones por la situación de los presos de La Tablada en huelga de hambre.
–Dentro de un mes cumplo 71 años. Cuando empezó el movimiento, en 1964, yo tenía 34 años. Yo era obrero picapedrero y terminé siendo escultor en piedra, que es una categoría dentro del oficio. Trabajaba en un taller donde se hacían panteones pero también se hacían esculturas, o sea el escultor venía con el modelo hecho en yeso y yo lo trabajaba en la piedra. En ese entonces era militante sindical y estaba también en el Partido Socialista con algunos de los que después participaron en la creación del MLN Tupamaros, entre ellos Raúl Sendic.
–¿Cómo se integró el grupo que fundó los Tupamaros?
–En realidad el grupo fundador fue un grupo de personas que comenzaron haciendo un trabajo de apoyo al movimiento de los obreros cañeros, el movimiento de trabajadores del Norte, de la caña de azúcar, que vivían bajo condiciones de explotación verdaderamente impresionantes. Hicieron cuatro marchas desde el Norte del país hasta la capital, pasando por los pueblos y hablando de sus problemas. Hubo un grupo de personas, sindicalistas, miembros de los partidos políticos de izquierda, no los partidos en sí sino algunos de sus integrantes, compañeros de origen anarquista, que empezamos a hacer un trabajo de apoyo al movimiento cañero y a partir de ese trabajo y a partir de la situación de violencia que comenzaba a vivirse en el país, bueno, llegó un momento en que empezamos a discutir políticamente y al final decidimos la estructuración de un movimiento que hiciera política de otra manera. Teníamos que demostrar a la gente que estaba muy escéptica, que había hombres que eran capaces de ser coherentes y actuar de acuerdo a lo que pensábamos.
–Han pasado casi 35 años desde ese momento. ¿Qué balance hace de ese período político, qué es lo que ha cambiado en ustedes?
–La decisión entre nosotros es la misma, integrar un movimiento genéricamente socialista. Digo genéricamente porque nosotros nunca, a pesar de que se nos acusó de ser iluminados, nunca tuvimos el atrevimiento de hacer un modelo de sociedad socialista para el pueblo uruguayo. Hemos entendido y lo seguimos entendiendo de que cada pueblo va construyendo su historia por sí mismo y ese modelo se irá elaborando en el proceso histórico. Nosotros seguimos manteniendo esa idea y entendemos que las condiciones que dieron origen al movimiento han empeorado tremendamente.La situación del país, la situación de miseria, de falta de trabajo, es mucho peor ahora que cuando nosotros comenzamos. La diferencia está en que los movimientos populares, aunque han crecido en Uruguay, yo diría que su profundidad es poca, es decir, después de la dictadura y todo lo que pasó en general en América latina, en Argentina también, hablar en estos momentos de la toma del poder, del problema del socialismo, es bastante incomprensible para mucha gente. El movimiento en Uruguay ha crecido, pero le falta profundidad. Las temáticas profundas no se encaran ahora, pero es un movimiento que se ha extendido más.
–En general, en casi toda América Latina, los movimientos populares ya no se manejan con programas tan estructurados como en los años 70, se habla más del movimiento social...
–En realidad nunca pensamos que nosotros solos, como un grupo político de un solo país, fuéramos capaces de ganar una lucha de liberación, siempre nos sentimos parte de esa lucha, pero no los únicos. Porque nosotros nos llamamos Movimiento de Liberación Nacional, entendiendo por eso que no hay posibilidad de una transformación profunda de nuestras sociedades sin romper la estructura de dependencia que tenemos todos en América latina, y muchos otros en el mundo. Pero es indudable que en el mundo actual, por obra de la globalización, del neoliberalismo, se ha extendido la miseria de manera impresionante en todo el continente. Falta, lógicamente, lograr una cohesión, una capacidad organizativa, una modalidad de lucha y de enfrentamiento. En otra época, cuando surgió el movimiento y la propuesta se desarrollaba quizás por senderos más precisos, tampoco pensábamos que éramos capaces nosotros solos de hacer eso, sino que era un movimiento de conjunto, y no sólo en el Uruguay, sino en todo el Continente. Nosotros acuñamos en el año ‘67, el concepto de continentalidad de la lucha y lo seguimos sosteniendo. Creemos que la historia lo ha demostrado positivamente. Si no vamos todos unidos no podemos llegar a la victoria...
–¿Ustedes consideran que la dictadura fue una derrota para el movimiento?
–Nosotros consideramos que tuvimos una derrota militar, no política. Si hubiera sido una derrota política, el movimiento hubiera desaparecido, como desaparecieron otros en el continente. Nosotros, en la nueva época y a partir de la salida de nuestros presos, iniciamos la reorganización del Movimiento y hoy, si bien es un movimiento pequeño, tiene incidencia importante en un movimiento un poco mayor que se llama Movimiento de Participación Popular, originado en una convocatoria que hicimos los Tupamaros. Ese movimiento sacó en la última elección 130 mil votos, tiene cuatro diputados y dos senadores. O sea que desde el punto de vista electoral ha tenido un crecimiento interesante. No se trata que las soluciones de todos los problemas están en el Parlamento, aunque consideramos que es un frente más de trabajo político. Y entendemos que tiene su importancia y que tiene que ser aprovechada esa presencia a nivel de la institucionalidad para desarrollar el trabajo en la sociedad civil, en la organización de la gente. Nosotros tenemos decidido que nuestros parlamentarios no tienen que hacer un parlamentarismo encerrados entre cuatro paredes sino que tienen que estar afuera, en la calle, con la gente, que la gente los conozca, sepa quiénes son y les hagan llegar sus reclamos, sus necesidades, el discurso nos de arriba hacia abajo, sino al revés, de abajo hacia arriba.
–¿Y tienen relación con organizaciones gremiales, barriales y demás?
–Naturalmente que sí, con cooperativas, ocupaciones de terrenos para la vivienda, en el campo en este momento en Uruguay hay organizaciones importantes de pequeños y medianos productores rurales que están en una situación extremadamente grave y en ese movimiento nosotros tenemos una participación en la medida de nuestras fuerzas, entendiendo que es absolutamente importante que la sociedad civil se organice para resistir a este modelo neoliberal. –Este modelo implica también la profesionalización de los políticos, es una especie de carrera profesional. ¿Ustedes se consideran políticos profesionales?
–Eso pasa con los políticos al uso tradicional. Yo soy un carpintero, no soy profesional de la política. Siempre hice política para no regalarle la política a los políticos que nos han fundido a todos y nuestro movimiento se integra con hombres que son trabajadores. Sin duda que ahora, los compañeros que tenemos en el Parlamento se han profesionalizado, pero tenemos un organismo para trabajar muy pegados a ellos, no son los compañeros que desarrollan su militancia a nivel de la institucionalidad los que establecen los lineamientos políticos sino que lo hace este organismo y esos compañeros se ciñen a esos lineamientos. Nuestro compañero Pepe Mugica, cuando era diputado seguía vendiendo flores. Ahora que es senador, el tiempo no le da para tanto, porque las exigencias son muchas, pero tampoco considera que su trabajo en el Parlamento es estar entre cuatro paredes. El Pepe Mugica recorre el país permanentemente.
–¿Qué diferencia ven ustedes en la práctica política de los ‘60 y ‘70 y la de ahora? Parecería que la de ahora es más compleja...
–Sin caer en el simplismo, en los ‘60 nosotros entendíamos que el problema era la toma del poder como fuere y ese era un elemento absolutamente esencial. Seguimos considerando que el control del poder real, que no es sólo tener el gobierno, sino también tener control de las finanzas, de los medios de producción y de las armas, pensamos que un gobierno popular es difícil que tenga ese control. Pero creo que antes nos parecía que llegando a la toma del poder político, las cosas podían avanzar con mucha más rapidez. Sin embargo, observando el fenómeno de la revolución nicaragüense o el fenómeno propio de la revolución cubana, vemos ahora que la cosa es mucho más difícil que lo que pudimos haber pensado en algún momento. Es una condición indispensable el control del poder, pero no es absolutamente suficiente, porque el cuadro de situación también depende de las coordenadas de la situación mundial, de la situación hemisférica, incluso de lo que está pasando con nuestros vecinos. Por eso pensamos cada vez más que hay que hacer una lucha conjunta y para nosotros, los Tupamaros, tan importante como lo que pasa en Uruguay, es lo que pasa en América latina.
–Cuando se está en la lucha armada también es más sencillo identificar al enemigo, porque es el que tiene las armas del otro lado...
–Incluso en la situación de dictadura, era todo contra el enemigo común, ahora la cosa se confunde más y se entra en las contradicciones, los diferentes intereses de los diferentes sectores sociales, es más complejo. Era más fácil andar a los tiros...
–Los Tupamaros han sido prácticamente la única organización guerrillera de los países del Cono Sur que sobrevivió a las dictaduras. ¿Cuál piensa usted que fue la razón de esa sobrevivencia?
–En parte creo que no es mérito nuestro sino de los militares uruguayos. A nosotros no nos mataron a todos, como sucedió acá en la Argentina. No tenemos 30 mil desaparecidos.
–Pero el MIR chileno también se disolvió y a ellos tampoco los mataron a todos...
–Bueno, nosotros no somos políticos profesionales como la gente entiende, pero somos seres políticos. Nosotros en realidad nunca fuimos una guerrilla. Fuimos un movimiento que hacía un trabajo de acumulación con las armas, hacíamos propaganda armada, hacíamos política, no fuimos una guerrilla que quería un crecimiento militar, nuestro objetivo era el crecimiento político, lo cual no implica que en algún momento no anduvimos mucho más a los tiros que otra cosa. Yo creo que eso se demostró cuando salimos de la cárcel, donde había compañeros con posiciones bastante distintas fruto de tantos años de aislamiento y experiencias distintas. Nos llevó mucho tiempo, no diría hacer una amalgama o una síntesis, no sési hemos llegado a hacer una síntesis todavía, pero por lo menos tratamos de encontrar comunes denominadores entre todos los que habíamos tenido una experiencia diferente y que accionaban sobre nuestras cabezas, los presos, los que quedaron en el Uruguay, los del exilio, incluso la experiencia de los presos era distinta porque dependía del momento en que habían entrado a prisión, no fue una tarea fácil. Sobre esas bases tan heterogéneas empezamos a trabajar y apenas salimos de la cárcel nos encerramos a discutir varios días. Y a lo largo de este tiempo, esos comunes denominadores se han ido ampliando, creciendo y profundizando. Yo creo que la mayoría de nosotros tenía también una experiencia anterior más larga en los partidos de los que proveníamos y una experiencia en los movimientos gremiales, sociales. Muchos ya teníamos años de militancia cuando se fundó el MLN y eso contribuyó a darle un enfoque al movimiento.
–¿Usted también estuvo preso en los famosos aljibes, donde tuvieron a gran parte de la conducción de los tupamaros?
–Yo estuve 16 años en la cárcel. El famoso aljibe no es como la gente cree, esos que son de las casas, como pozos circulares cavados en la tierra. No, era el depósito de agua de un cuartel. Allí estuvo Raúl Sendic también. En ese momento yo ya estaba casado y tenía hijos. Tuve nietos y ahora tengo bisnietos.
–¿Y cómo pudo sostener esa relación familiar durante esos 35 años de luchas?
–Bueno, cuando estuve los 16 años preso, tenía las visitas familiares de una vez por mes. Cuando estuve clandestino, bueno, nada, ningún contacto con la familia. Y ahora, quedé viudo hace dos años. Vivo con un nieto de diez años. Vive conmigo, no quiso vivir con los padres y se quedó conmigo... Y continúo la militancia. Ahora en estos momentos estoy, pienso, en los tramos finales de la jubilación. Pero la jubilación profesional, desde el punto de vista de ganarme el pan con el sudor de la frente, porque ya no da el cuerpo, el trabajo de carpintero requiere también un esfuerzo físico ¿no? Pero la militancia política no la dejo, nooooooo, todo lo contrario, me voy a dedicar de lleno todo lo que pueda. Tengo que aprovechar los últimos años que me quedan antes de volverme gagá, uno nunca lo sabe a eso.
–En las primeras reuniones de aquel grupo fundador de los Tupamaros, ¿ustedes tenían idea de la importancia que tendría en los años posteriores lo que estaban haciendo?
–No, no, de ninguna manera. Lo hacíamos porque pensábamos que era lo que teníamos que hacer, nos pusimos a trabajar y pasó lo que pasó...
–¿Hay un reconocimiento en general de la sociedad uruguaya a ustedes como luchadores políticos?
–Sí, yo diría que hay un reconocimiento en ese sentido, hay un respeto más allá de las posiciones, nadie podrá decir que no fuimos consecuentes con nuestras ideas y con nuestra lucha. Pero además, también tenemos que cuidarnos, porque es como si los otros partidos, incluso los de izquierda, nos pusieran bajo la lupa y analizaran al detalle cada cosa que decimos, cada una de nuestras posiciones.

 

¿Por que Julio Marenales?
Por L. B.
Puede ser que en la historia de los tupamaros uruguayos haya lecciones con respecto a la historia de los argentinos. Sobre todo con respecto a una visión crítica de las organizaciones guerrilleras argentinas de los años 70. Porque lejos de disolverse, el MLN Tupamaros tuvo la suficiente madurez como para hacer una relectura de la realidad. Y esta nueva lectura no los llevó a doblegarse sino a encontrar un lugar también como protagonistas de los cambios en esa nueva realidad. “Quisimos demostrar que se podía hacer política de otra forma –recuerda Marenales las primeras discusiones que llevaron a la fundación del MLN– que había hombres dispuestos a ser consecuentes con sus ideas.” En ese momento fue el camino de las armas. “Nosotros consideramos que fuimos derrotados militarmente pero no políticamente” agrega. Y ante la nueva realidad encontraron nuevas formas de llevar adelante lo que se habían propuesto en 1964. El senador Pepe Mugica siguió teniendo hasta hace poco un puesto de venta de flores y asiste al Congreso en una vieja motocicleta. El mismo Marenales, que era obrero de oficio en el momento fundacional, todavía trabaja como carpintero. “Nosotros somos seres políticos, pero no políticos profesionales al uso tradicional” subraya.
En muchos casos, el discurso transformador es el mismo que el de hace 36 años, se habla de transformar la sociedad hacia formas más independientes para su país y equitativas para el pueblo. Pero es un discurso sin triunfalismo superficial, que mantiene la idea guevarista del ejemplo, pero apunta a la organización popular y al desarrollo de los movimientos sociales.
Los tupamaros tienen orgullo de lo que son, de la historia que han construido. Recuperan esa historia, incluso con una visión crítica. No hay un corte, pese a los cambios. En la medida que logran esa recuperación de su historia, sabiendo que cargar con historia siempre es un límite, al mismo tiempo potencia su capacidad de aportar, desde un lugar legítimo, a la sociedad uruguaya.

 

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