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La bella chica

Paola Krum es Eliza Doolittle en Mi bella dama. Después de un comienzo ligado a la comedia musical, y más tarde de una corta etapa de frenesí televisivo, Krum rediseña su carrera desde el teatro, donde, dice, todo está más expuesto: de quién son los errores y los aciertos.

Por Sandra Chaher

Creo que una de las cosas por las que más disfruto de la primera parte de la obra es porque tiene que ver con la actitud que uno lleva habitualmente encima, de pelea y de salir adelante. Cuando empecé a investigar cuál sería mi Eliza, lo primero fue ver cómo sería yo como chica de la calle, y cómo había salido adelante en situaciones difíciles de mi propia historia”, dice una longilínea y clara Paola Krum, pronunciando el nombre de su personaje en Mi bella dama en el mejor british: “Elaiza”, dice. “Yo trabajé desde los 14 años en supermercados, como moza, o en boutiques. No por necesidad económica, pero sí de independencia, por tener un padre bastante absorbente (se ríe); tener mi dinero era una forma de oponerme. Y compuse a Eliza desde la sensación del no poder. Cree hasta último momento que no va a poder ser una dama, y yo trabajé también como actriz con esa sensación, como que yo no iba a poder hacer el papel. Siempre hay una mirada de desconfianza alrededor, de los otros; además de los miedos que lo atraviesan a uno, sus propios límites.” Después de Drácula y El jorobado de París, Krum vuelve al musical clásico. En el medio quedó una primera etapa de televisión –tiras, unitarios, bolos–, donde se perfilaba como una actriz mediática -noviazgo mediante con el entonces retoño de galán Pablo Rago– y un posterior retiro al mejor estilo caracol. Bajo perfil, cambio de look -moderno, sencillo y menos convencional–, elecciones de proyectos alternativos: Puck, con la Banda de la Risa; su debut protagónico en cine en la opera prima Río escondido; y ahora nuevamente un musical. Pareciera una vuelta al comienzo, pero no es así. “No elegí hacerlo porque fuera un musical sino porque significaba un desafío (tiene la sonrisa dulce, fácil y, si se relaja, estalla con risotadas cómplices, barderas). El personaje es difícil, hace toda una evolución. Además no es una chica de la calle normal, había que encontrar un tono dentro del contexto de lo que es una comedia musical, un cuento rosa. También acepté porque una comedia musical implica mucho trabajo, entrenar muchos lugares como el canto y la danza, y estar fuerte como para poder bancarse una función de tres horas y resistir, hablar y gritar y después cantar, es decir reservar energías. Fundamentalmente implicaba que me pusiera a trabajar.
–¿Con qué aspecto de Eliza te sentís mejor: la florista o la dama?
–La parte que más disfruto es el principio, que es la que más me costó, porque tenía que inventarla y no tenía mucha ayuda. El director era inglés y la forma de hablar dependía de mí.
–¿Y como dama?
–(Carraspea) Bueno, con la otra me aburro un poco más (se ríe a carcajadas). Primero, porque hacer de la chica linda y no sé qué, es para lo que más me llaman, y me aburre también por esta situación de estar sumida bajo los mandatos de un hombre o una sociedad.
–¿No te molesta representar a una mujer que se somete a los convencionalismos?
–Lo que pasa es que lo que enamora a la gente es la esencia de Eliza, y es incluso lo que lo enamora a él.

Elecciones
Paola está frente al espejo de su camarín. Se mira en él y mira a la cronista mientras responde. Tiene el camarín Nº 1, el de la protagonista principal, la estrella, aunque a ella no le guste que se lo digan. Pero desde que se autoimpuso que su vida privada tuviera la intimidad de una desconocida –dentro de lo posible–, y desde que ya no es una “chica TV”, se extendió a su alrededor un humo que la protege y la aísla. Parece naturalmente tímida, pero puede ser ferozmente osada. Entre sus trajes y sombreros de Eliza Doolittle, sus perfumes y objetos con señas particulares, hay una foto en cueros de su chico, su último amor.
–Cuando te presentaste al casting de Drácula, ¿deseabas un futuro ligado al musical?
–No, no. Queda en mi deseo hacer obras de texto. La palabra es lo que más me entusiasma y donde mejor me siento. Es cierto que la danza me gusta, yo de hecho era bailarina clásica, pero lo del canto fue medio sorpresivo –yo no cantaba y Cibrián me dio un papel súper importante– y como que todavía no lo asimilo. No me siento cantante, siento que la actriz le da lugar a la cantante.
–Tanto en Drácula como en Puck tuviste escenas de un erotismo potente, donde apareció una faceta tuya que no tiene mucho que ver con tu imagen cotidiana, más bien lánguida.
–No es un rol que me cueste para nada (estalla en carcajadas). Está ahí todo el tiempo aunque no lo despliegue, pero cuando puedo hacerlo me da mucha sensación de libertad. Y es una de las cosas por las que Puck fue de tanto placer para mí. Puck es energía sexual todo el tiempo. Pero no tengo muchas oportunidades de mostrar esto. En los roles que me toca hacer, lo sexual está en general bastante lavado.
–Hay un momento en tu carrera en que pareciera haber un corte. Dejás de estar tanto en televisión, participás en propuestas alternativas y vas buscando un perfil más personal, vas de lo experimental al musical, el cine no masivo, o el teatro de texto.
–Creo que hay como algo inclasificable, y a veces me planteo si no debería hacer una elección en un camino derechito hasta que llego al final (hace gestos de maestra con puntero). Pero no puedo, porque mi deseo va modificándose todo el tiempo. Lo que sí querría es tener un contacto permanente con el teatro, porque es donde más plena me siento, y a su vez donde veo que es todo más propio: si hay un error es mío, no de la cámara ni de la elección del director. Hay menos mediatizaciones, es más genuino, y confío más en eso.