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Jueves 19 de Octubre de 2000

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NINGUN SINGLE, TODO SOBRE LOS NUEVOS DISCOS DE FATBOY SLIM Y U2

///Es///la///hora,
///es///la///hora

Una mínima coincidencia temporal puede contribuir al vínculo. En todo caso, se trata de dos lanzamientos discográficos que sacuden la modorra de un año bisagra. Una banda de rock con pasado glorioso en busca de la fórmula de la eterna juventud. Un Dj devenido en estrella mediática con cuenta bancaria en pleno crecimiento. A PESAR DE TODO, juntos.

TEXTO ROQUE CASCIERO

U2 en su laberinto
///Peligro///de///incendio

+Pensá en un mundo en el que el rock pierde progresivamente espacio a manos de, digamos, el pop teen y el hip hop. Pensá en cuatro tipos que ya pasaron los 40, que siempre enarbolaron una bandera rockera (aun cuando se dedicaran a experimentar con otros sonidos). Estás pensando en el presente de U2, claro. ¿Podrá el cuarteto irlandés recuperar el terreno perdido? El bajista Larry Mullen no tiene demasiadas expectativas, pero está tranquilo. “No lo perdimos por estupidez o ineptitud”, afirma. “Fue porque queríamos experimentar y hacer otras cosas. Seguimos nuestros instintos y continuaremos haciéndolo. Pero todo ha cambiado. Durante muchos años las cosas estuvieron bastante estables; nosotros sacábamos discos y eran relativamente exitosos. De pronto, el pop se hizo muy importante. Todo el paisaje ha cambiado y los desafíos han cambiado.”

Ahora que los chicos ya no quieren rock, los U2 no piensan tirar la toalla. Y la mejor prueba es All that you can leave behind (Todo lo que podés dejar atrás), un disco concebido tipo “cuatro chabones tocando en un estudio”, cuya edición mundial está prevista para los días 30 (el cumple 40 de Diego, vaya coincidencia) y 31 de este mes. Y con una gira mundial, sin parafernalia, limones ni pantallas gigantes, cuyo inicio se concretaría el 5 de marzo del años que viene en... Miami. My momi. “Muchas bandas se han rendido, pero nosotros no”, le dijo el cantante a la revista inglesa Q. “Sabíamos que la gente ya no compra discos de rock debido a esta infección del rock progresivo, que está en ascenso, en la que el single ha quedado en el olvido. En nuestras cabezas, escribimos once singles para este disco.” Once singles con letras directas, según Clayton. “Esta vez, Bono escribió canciones menos poéticas, menos románticas y más reales. Para mí, tratan mucho más sobre el lugar de dónde él viene y sobre aquello con lo que debe lidiar. El disco tiene mucha suavidad y estoy seguro de que eso tiene que ver con el modo en que Bono se siente respecto a su compromiso con la banda, con sus hijos y su esposa.”

En “Kite”, una de las canciones del nuevo disco, Bono se mira al espejo: “La última de las estrellas de rock/ en el momento en que el hip hop maneja los autos grandes”, canta ¿Autorreferencial quizás? “Para mí, ésta es una gran música y vamos a batallar”, se entusiasma el cantante. “Y perder no nos sienta bien. Es la batalla entre nosotros y El Camino Obvio para U2 hoy, que sería la mediocridad, ventas de culto y vivir del pasado. Es un partido difícil, tirante. All that you... es un disco de estrofa, estribillo y aquí viene otro estribillo en caso de que te hayas perdido el anterior.”

Es que para Bono, especie de Figureti concientizado –es un hecho: pasó más tiempo, en los últimos tres años, en despachos oficiales pidiendo la condonación de la deuda externa de los países pobres, que en un estudio o un escenario– las bandas son milagrosas y habría que levantarles templos. “Cuando crece, a mucha gente se le hace difícil lidiar con la fricción que implica estar en un grupo. Pero la fricción es un signo de que estás vivo. Los solistas se sientan en los camarines rodeados de empleados, tienen más dinero y menos diversión: no es negocio. Las bandas, en cambio, desafían la gravedad y las necesidades humanas básicas, como el deseo de independencia o de que no te digan que te vayas a cagar después de que cumplís los 30.” Será por eso que en los últimos tiempos, las cosas no le salieron tan fácilmente como antes. En principio, los perseguían dos molestas sensaciones. La primera era que no habían terminado Pop como querían por problemas de agenda. Mullen se sentía “destruido” por “Staring at the sun”: “Debería haber sido un puto single gigantesco, pero no tuvimos el tiempo necesario para terminarlo de modo apropiado. Recuerdo haber tenido que contestar entrevistas en las que me preguntaban sobre qué trataba el álbum y no tenía la más puta idea. Lo único que sabía era que si hubiéramos tenido un mes más, podríamos haber salvado esa canción”. La otra piedra en el zapato era el fastuoso PopMart Tour, la gira mundial quelos trajo a la Argentina hace ya tres años. El baterista Adam Clayton nunca olvidará la primera fecha, en Las Vegas: “Cuando comenzamos con ‘Mofo’ estaba muy consciente de que sentíamos un miedo extremo, algo por lo que nunca antes habíamos pasado. Todo mi cuerpo estaba empapado en sudor, al punto que se me hacía difícil tocar. Y tenía la sensación de que no me quedaban fuerzas en ninguna parte del cuerpo. Cada noche de la primera semana fue igual”.

El cambio de siglo les resultó favorable. Primero apareció la banda de sonido de The million dollar hotel, una fallida película de Wim Wenders sobre guión de Bono y protagonizada por Mel Gibson. Y después el camino se hizo llano. “Las cosas mejoraron realmente”, recuerda Mullen. “Todos estábamos de mejor humor, sentíamos que íbamos ganando. Bono estaba luchando con su voz para hacerla funcionar del modo en que él quería y empezó a salirle bien. Fue casi como si domara a su garganta.” Las tensiones forman parte de eso que U2 pudo dejar atrás. El nuevo disco sale en diez días, pero la banda ya empezó a paladear sabores dulces: el single “Beautiful day” desplazó a Madonna de la cima de los charts. ¿Ganará el cuarteto su guerra santa contra el pop, el rap, el mercado discográfico, la edad, la ruta obvia y demás enemigos poderosos? “Escucho a alguna gente decir que este disco es bárbaro y que será muy exitoso, aunque no sé si será así”, reflexiona Mullen. “Pero si nos incendiáramos con este disco, moriría contento.”

>>Números de las bestias

0 es el gasto de los ensayos de Fatboy Slim. El tipo es DJ y no ensaya, claro. Y encima le mandan los discos que quiere.
21 dólares gasta en catering un club que contrata a Fatboy Slim. Es el precio de una botella de vodka y un litro de jugo de naranja. “En algunos sitios también me dan un gramo de cocaína y un par de pastillas de éxtasis”, aseguró.
25 dólares es lo que le costó a Fatboy Slim el disco You’ve come a long way, baby. Es el precio de las dos cintas de DAT sobre las que Cook mezcló los sonidos de su discoteca.
115 dólares es lo que gasta Fatboy Slim en pagarles a sus asistentes en los shows. Bah, en realidad sólo tiene un amigo que le hace de chofer y le carga los discos. Cook dice que le paga sólo para que no se emborrache.
150.000 dólares costó el video de “The Rockafeller Skank”.
8.600.000 dólares recaudó la película Rattle & Hum en Estados Unidos.
87.000.000 de discos (aproximadamente) ha vendido U2 en toda su carrera.
360.000.000 de dólares fue lo que recaudó el PopMart Tour. Se vendieron cuatro millones y medio de entradas, pero la ganancia fue de apenas 160 millones. Con diez giras así, U2 podría pagar la deuda externa argentina.

 

Fatboy Slim lanza otra bomba
///¡Ooops!///Lo///hizo///otra vez

TEXTO ESTEBAN PINTOS

¿Cuál es el secreto? Norman Cook ya no es Norman Cook, o sólo lo es a los efectos de una mención entre irónica e informativa sobre su pasado (suéltame, pasado). Ok, Norman fue bajista de un grupo pop de los ochenta, con algunos hits en su haber y un par de redonditas canciones de estrofa- estribillo-estrofa, bautizado The Housemartins. Después fue, alternativamente, Beats International, Pizzaman, Mighty Dub Katz y Freakpower, algunos proyectos solistas, otros grupales, casi siempre fracasos. Hasta que vio la luz. Ahora es Fatboy Slim, nombre que es toda una broma en sí mismo, pero que también es una marca registrada de suceso: números de seis (o más) cifras en dólares por regalías de utilización de sus marchas electrónicas en publicidades de multinacionales, millones de discos vendidos, la musiquita del FIFA ‘99 –el juego de la aldea global–, superposición de canciones en bandas de sonido de cuanta película se estrene en el primer mundo, status de estrella. Entonces es que la pregunta del comienzo cobra sentido. Y dispara otra: ¿cómo hizo? O, mejor, ¿cómo hace?

Una posible explicación es que se trata del más fino, loco y astuto artesano reconstituidor de piezas musicales dispersas en tiempo y lugar. También es un formidable coleccionista de vinilos (basta con ver la fotografía que ilustraba el booklet de You’ve come a long wa, baby). Alguien que sabe muy bien cómo vender su arte. ¿Es arte? Claro, aunque los medios especializados del primer mundo lo azuzen con comentarios irónicos sobre su presencia continua en cuanta banda de sonido, publicidad de televisión o compilado con remezclas aparezca en el mercado. Mirá vos, lo corren porque sus canciones sirven para avisos comerciales. El contesta: “En esta sociedad, un aviso comercial es en cierto modo un mal necesario. Si un comercial te puede hacer fijar en alguien o provocarte una sonrisa, si es una pieza de arte o si es estúpido o si te hace memorizar la melodía de una canción... Esa es probablemente la mejor parte de la cultura popular de hoy en la que te podés fijar”. El tipo la tiene clara, parece. Y sigue. “Es lo más democrático que existe, porque la gente puede conocer en profundidad tu música sin tener que, necesariamente, correr a comprar tu disco. Si lo tenés gratis todos los días y a toda hora... Por eso nunca tuve problemas con la publicidad. Además, es el mejor halago que puedan hacerme: usar mi música en un aviso”, concluye.

Pasado el cuestionamiento y su correspondiente argumentación defensiva, es tiempo de dirigir la atención hacia Halfway between the gutter and the stars (A mitad de camino entre los suburbios y las estrellas). Un disco, el tercero en verdad desde que Norman Cook es Fatboy Slim (del primero, Better living through chemistry, poco se supo a su debido momento sin tele ni cine ni jueguitos por musicalizar), que muestra un artista-orfebre en la plenitud de sus acciones. Volviendo a lo de “artesano”: Fatboy hilvana, una tras otro, tracks bailables, con mucho de funk, arranques big beat, blues (sí, blues, pero blues 2K como el de Moby, no el de Botafogo) e inflexiones gospel. 100 % cultura negra en manos de un astuto y diestro pinchadiscos. Además, cuenta con el plus vivo –por primera vez– de voces y letras grabadas y compuestas especialmente para la ocasión. Nada de descubrimientos en tachos de basura. Macy Gray, la estrella naciente del nuevo soul británico, ilumina el disco con dos intervenciones. “Demons” es puro funk infeccioso e irresistible, en donde la voz de la morocha emerge por sobre una cruza de sonidos y demás citas, un sello distintivo del dueño de casa. “Love life”, en cambio, es la mejor segunda parte posible de “Praise you” –la del increíble video firmado por Spike Jonze–, una cristalina balada piano-voz de intenciones místicas. Dijo la cantante: “Es una canción bailable de medio tiempo, un coro algo gospel y con un sample Hare Krishna dando vueltas por ahí... Es un viaje”.

Eso, es un viaje. El disco es un viaje y una bomba comercial a punto de estallar también. El primer golpe de efecto es bastante conocido: JimMorrison, desde ultratumba, repitiendo como en un mantra “Bird of prey, flyn’ high”. Y Bootsy Collins, un icono cultural Illya Kuryaki, sacando brillo a su bajo en “Weapon of choice”. Y también otro personaje, Roland Clark, poniendo su voz en una balada espacial de fin de fiesta (digamos, para escuchar a la una de la tarde, después de un largo y extático “after hour”) bautizada “Song for Shelter”. Una montaña rusa de ritmos disparados a toda velocidad, voces vivas, samples iluminados y vibra, mucha vibra. Un disco de música negra para bailar hasta caer, concebido por un inglés flaco y pelado, cuya única exigencia de catering es una botella de vodka y un litro de jugo de naranja. Palo y a la bolsa. Música del siglo XXI hecha de retazos de otras músicas, un mosaico de citas ocultas, robos y homenajes melómanos. Aquí y ahora. Right here, right now, en esperanto básico.