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AL CUMPLIRSE SEIS AÑOS DEL ATENTADO CONTRA LA SEDE DE LA AMIA
Síntomas de la desgracia no resuelta


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La psicóloga que coordinó un equipo de asistencia a víctimas del atentado reflexiona sobre las consecuencias del �trauma poscatastrófico�  sobre la sociedad, y las inscribe en una serie histórica que arranca en la década de los 70.

Por Silvia Chab * 

Hace seis años una bomba destruyó la sede de la AMIA dejando 86 muertos y cientos de heridos, incontable número de personas emocionalmente afectadas y una sociedad atravesada por múltiples grietas, algunas tan profundas como las que provocaron el derrumbe de viviendas vecinas a la calle Pasteur 633. El atentado quedó inscripto en la opinión pública como un episodio antijudío y circunscripto a los límites de la comunidad judía de la Argentina.
Coincidiremos en que el objetivo elegido fue una institución paradigmática de la judeidad argentina, su corazón mismo, puesto que en el edificio de la calle Pasteur funcionaban desde una red de asistencia solidaria hasta un organismo centralizador educativo, un centro cultural y una entidad representativa de todas las instituciones judías ante los poderes públicos, la DAIA. Pero el atentado se produjo en la Argentina, y todo el país fue su blanco. Los muertos de la AMIA no eran sólo judíos, y algunos ni siquiera eran argentinos nativos. Si lográramos focalizar cuáles fueron las secuelas del atentado contra la AMIA en el conjunto de la sociedad argentina, avanzaríamos bastante en el camino de restaurar algunas de sus heridas aún abiertas.
Si bien la humanidad ha sufrido desgracias desde tiempos inmemoriales, la psiquiatría y el psicoanálisis comenzaron a prestar mayor atención a los trastornos individuales y grupales así provocados a partir de las grandes guerras mundiales, los genocidios y los conflictos bélicos localizados. Recientemente fue redefinida la neurosis traumática para hacer lugar a una nueva entidad nosológica denominada trastorno por estrés postraumático, que afecta a sobrevivientes de catástrofes.
Tales situaciones producen efectos devastadores tanto a nivel de la psicología individual como en la colectiva, destruyendo los lazos de unión entre los miembros de una comunidad y distorsionando los sistemas culturales y de valores. Luego de una catástrofe, el grupo humano damnificado debe atravesar un verdadero duelo que, en caso de ser elaborado adecuadamente, lo fortalecerá y enriquecerá, pero de lo contrario condicionará negativamente todo su funcionamiento posterior. 
Las situaciones de catástrofe social arrojan a la población afectada a un estado de angustia a veces inmanejable y retrotraen al individuo a una etapa de su vida superada, la del desvalimiento y desamparo correspondientes a la prematurez propia del infante que depende absolutamente de otro que lo proteja. También lesionan el entramado de lazos sociales que posibilitan la convivencia armónica, levantándose los diques de contención y desatándose intensas reacciones de hostilidad, ira y violencia hacia el semejante. 
La vivencia de estar amenazados, abandonados, maltratados, deriva en la búsqueda de culpables. Sólo en la medida en que exista una adecuada actuación por parte de las instituciones del Estado tendrá lugar un paulatino proceso de recuperación. De lo contrario, las secuelas de la catástrofe se suelen prolongar en el tiempo.
�Por algo será�
La dictadura militar de 1976-83, con sus secuestros, asesinatos y desapariciones, produjo un sentimiento de terror en la población, que se dividió y enfrentó, buscando localizar a �los malos� y defendiéndose de ellos. La sentencia �por algo será�, referida a los secuestrados, muertos o desaparecidos, posibilitaba refugiarse ilusoriamente, por contraposición, en un espacio de pretendida seguridad, el de �los buenos�. La disociación mental a través de la cual se sabían/ignoraban los hechos del terrorismo de Estado protegía artificialmente del horror de comprobarque el propio Estado responsable de velar por la seguridad de los ciudadanos era el que avasallaba sus derechos.
Cuando ocurrió el atentado contra la embajada de Israel, la opinión pública aceptó de buen grado la teoría de que se trataba de un �conflicto externo�, trasladándose imaginariamente el problema fuera de los límites de la República Argentina. Después, ante la masacre de la AMIA, se desvaneció la ilusión del �territorio extranjero� de la sede diplomática, pero se depositó todo el problema en la colectividad judía, que pasó a ser �víctima� y �culpable� del atentado. Llegó a hablarse de �víctimas inocentes� para referirse a los muertos que no eran judíos. La misma división reinante en la dictadura militar entre ciudadanos �inocentes� y �culpables� (los del �por algo será�) volvió a instalarse en la población. La dictadura militar dejó marcas indelebles, tanto en el psiquismo individual como en el colectivo, no habiendo sido aún evaluado el daño en su real magnitud y alcance, ni, mucho menos, elaborado. Los atentados a la Embajada de Israel en 1992 y a la AMIA en 1994 �sin precedentes en toda la historia argentina� recayeron en un cuerpo social aún doliente y no restablecido de sus anteriores heridas, que reaccionó apelando a mecanismos patológicos, tales como la negación y la proyección de la culpa en depositarios indebidos.
No es imposible pensar que muchos de los males que aquejan actualmente a nuestra sociedad tengan su raíz en esta suma de desgracias no resueltas, siendo retoños de las deformaciones que produjeron. Sentimientos de escepticismo ante el rol de las instituciones del Estado, o expresiones de descrédito masivo e indiferenciado en la clase política, o de obsesiva desconfianza en la dirigencia o en la Justicia, resultan llamativamente concordantes con los síntomas psicosociales producidos como consecuencia de traumas poscatastróficos. 

* Psicoanalista. Coordinadora del equipo de asistencia terapéutica que funcionó en un centro comunitario judío luego del atentado a la AMIA.


�Etapas postraumáticas�

David Green, psicoanalista mejicano-israelí, especializado en la clínica de los efectos postraumáticos producidos por guerras y atentados en Israel, enuncia las etapas que siguen al desastre de la siguiente manera:
* Choque: caracterizada por la confusión, inmediatamente posterior a la catástrofe.
* Heroica: detención del impacto. Surgen voluntarios dispuestos a ayudar.
* �Luna de miel�: la gente da, ayuda, está cohesionada.
* Desilusión: comienzan a buscarse culpables del desastre, surgen mecanismos de búsqueda de chivos expiatorios.
* Reconstrucción: última etapa de un proceso de duelo.
También destaca como importantes, para poder atravesar satisfactoriamente estas etapas, tres elementos: recibir información; sentirse protegido; sentirse formando parte de un grupo, no aislado.
Como se recordará, ninguno de estos tres items fue efectivamente cumplido luego del atentado a la AMIA. La información resultaba harto confusa, deformada, incompleta y en algunos casos tendenciosa. La desprotección fue máxima y la reacción de la sociedad en su conjunto fue la de delegar el problema a los judíos y no hacerse cargo de la tragedia entre todos. El sexto aniversario del atentado, ¿en cuál de las etapas postraumáticas nos encuentra?


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