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ENTREVISTA A NANCY CARO HOLLANDER, PSICOANALISTA E HISTORIADORA
“La falta de igualdad produce síntomas”

Nancy Caro Hollander es autora del libro �Amor en los tiempos del odio. Psicología de la liberación en América Latina�, cuya edición en español recientemente se presentó en el país. En esta entrevista desmenuza el impacto psicológico de la represión política, el tema central de su última obra.

Nancy Caro Hollander reside en Los Angeles, pero vivió en Buenos Aires, por períodos, entre 1969 y 1974. “Si vivimos en una sociedad de la impunidad, no es posible llegar a tener una vida particular y cumplida.”

Por Rubén Ríos

“La tortura es un método de enseñanza”, afirma Nancy Caro Hollander. Autora del libro Amor en los tiempos del odio. Psicología de la liberación en América Latina –cuya edición en español recientemente se presentó en el país–, es psicoanalista y profesora de historia. Reside en Los Angeles, pero vivió en Buenos Aires durante largos períodos entre 1969 y 1974. Ha publicado numerosos trabajos sobre problemática latinoamericana, feminismo, psicoanálisis e impacto psicológico de la represión política. Sobre esto último trata, justamente, el libro que la trajo de nuevo a la Argentina.
–¿Cuál fue el propósito inicial de este trabajo suyo, publicado como Amor en los tiempos del odio?
–Yo perdí aquí, en la Argentina, mucha gente querida. Hablando con exiliados en Estados Unidos me daba cuenta de que aquí estaban pasando cosas que yo no entendía. ¿Cómo era posible tanta represión, tanta crueldad? Tampoco comprendía cómo la gente podía aguantar eso y sobrevivir. Entonces comencé a estudiar psicología para responderme estas preguntas. Así fue que tuve la suerte de conocer a Marie Langer y un grupo de psicoanalistas comprometidos. Y a partir de allí comencé a entender más el proceso que vivía el Cono Sur. Además, quería que mi pueblo, el norteamericano, conociera la realidad de la represión en la Argentina. El propósito del libro era hacer conocer eso y el rol que había jugado el gobierno de Estados Unidos en ese proceso represivo.
–¿Por qué fue una suerte conocer a Marie Langer?
–Me sirvió conocer a Marie Langer y otra gente porque estaban integrando una perspectiva psicoanalítica con una perspectiva social. Se habían comprometido en un proyecto de desarrollo de una teoría y una práctica de liberación del ser humano de la represión. Liberación de la represión interior y exterior, los dos lados de un proceso históricosocial.
–¿Cómo surgió la idea de este trabajo enfocado como una serie de entrevistas a psicólogos y psicoanalistas argentinos, chilenos y uruguayos, que sufrieron represión y tortura?
–Antes de eso, yo había escrito muchos artículos y dado conferencias sobre la historia de este proceso represivo. De manera que no quería escribir algo académico. Quería producir un análisis, pero de tal modo que la identificación fuera posible. Esto para que los lectores se dieran cuenta de que aquello que pasó acá podría darse, en diferentes formas, en cualquier lugar si se cumplían ciertas circunstancias sociales. Pero abordado sobre las vidas reales de ciertos sujetos bajo represión capaces de analizar e interpretar la situación y los efectos humanos.
–¿Cuáles circunstancias sociales desencadenan ese proceso represivo?
–Cuando las fuentes de poder de una sociedad se encuentran amenazadas, aquellos que tienen el poder se defienden de distintas maneras. Con hegemonía cuando pueden, con fuerza cuando no pueden. Para eso está la policía o el ejército. En cada país se manejan de distinta forma. Si la crisis de las últimas elecciones en Estados Unidos hubiera sucedido en un país latinoamericano, muy probablemente entraban a escena los militares, pero en mi país entraron los abogados. Sin embargo, detrás de ellos se percibe todo un proceso de corrupción, de fraude, que emerge a la luz por primera vez en mi país. Antes el pueblo norteamericano no tenía posibilidades de entender cómo se puede manipular, a ese nivel, lo político.
–¿Encontró usted algún punto de acuerdo entre los entrevistados de su trabajo?
–Todos ellos acordaron, precisamente, en que en una sociedad caracterizada por la desigualdad y concentración de poder económico ypolítico no es posible suponer una liberación individual. Incluso con terapia psicológica o psicoanalítica, una persona puede sufrir síntomas por la falta de igualdad en la sociedad. Si vivimos en una sociedad de la impunidad, como dicen ustedes, no es posible llegar a tener una vida particular, llena y cumplida. Cuando en una sociedad una minoría tiene la mayor parte del poder y solamente existe ejerciendo hegemonía, eso se refiere a la dominación ideológica, a lo que se internaliza como reglas de comportamiento por ejemplo. Esto requiere de represión de necesidades, de conexiones vitales a otros seres humanos.
–¿Qué sucede con estos sujetos bajo dominación ideológica cuando esa represión se convierte en terrorismo?
–Sucede que se hace un aprendizaje. Cada individuo aprende que, si siente y piensa de cierta manera, en cualquier momento puede ser víctima de la represión. Entonces mejor no pensar y no sentir. Mejor reprimir, negar, disociar, pensamientos y sentimientos que podrían llegar a ser causa de caer preso, de ser asesinado, de desaparecer. El estado de terrorismo significa que los que tienen la mayoría del poder se encuentran más amenazados y que, por lo tanto, están dispuestos a usar cualquier método para conservar el poder. La tortura, en realidad, funciona como un método de enseñanza. De disciplina, como diría Foucault. La tortura no es para sacar información: ellos, los torturadores, ya tienen la información. La tortura es para comunicar a todos los demás lo que podría pasar si se desafía a los que ejercen la hegemonía del poder. Entonces mejor ir a trabajar, regresar a casa, no hablar demasiado, no tener demasiadas relaciones sociales, puesto que cualquier cosa podría ponernos en peligro. Así la vida de cada uno, en todo sentido, se achica. La generación que crece bajo terrorismo internaliza esos temores y miedos de sus padres.
–Una de las preguntas rectoras de su trabajo se refería a cómo era posible soportar la represión extrema, la cárcel y la tortura. ¿Cuál es la respuesta?
–Los torturados soportan la tortura de diferentes maneras. Depende de sus experiencias tempranas, pues la tortura nos lleva a una situación muy infantil. Allí estamos indefensos. La tortura causa una crisis psíquica. Ahora, la tortura vuelve locos o deshace psíquicamente a quienes no han salido de sus traumas tempranos. Pero hay otros que pueden pasar por la tortura como un trauma de adulto que no se relaciona con traumas infantiles y, por lo tanto, tienen más capacidad de trabajarlo. De todos modos, requiere ayuda porque es un trauma bastante profundo. Ya que se trata de una demolición de la psiquis. Destruye, además, la esperanza, el optimismo en el ser humano y la comunidad. Es muy importante entender la diferencia entre aquellos dispuestos a imponer su dominación a través de una estrategia que incluye la tortura, de aquellos que no lo hacen: son mecanismos psicosociales y políticos diferentes.
–¿Cuáles son las secuelas que las formas de represión extrema, como el terrorismo, dejan en una sociedad?
–La impunidad, la imposibilidad de pensar en términos sociales y de comunidad, una apertura creciente a la ideología de la cultura de consumo con todos sus rasgos de individualismo.
–Pero entonces la cultura de consumo sería una cultura de aterrorizados.
–Pienso que sí, tanto acá como en mi país. La cultura de consumo es un tipo de terrorismo. Implica un dominio sin fin. Los mensajes de esta sociedad están llenos de violencia, de individualismo, de disolución de valores.
–¿Cómo lograron recuperarse de la represión y la tortura los psicólogos y psicoanalistas que usted entrevistó?
–Tratando de llevar a cabo otro discurso, de mantener una actitud crítica, de adherir a los grupos que luchan a favor de los derechos humanos. Todos ellos están a favor de los movimientos críticos y alternativos como el movimiento antiglobalización, por ejemplo. Para luchar contra el terrorismo hay que enfrentarse al terrorismo.

 


 

LA “IDENTIDAD” Y EL POETA FERNANDO PESSOA
Dolor de fingir que se finge dolor

“O poeta é um fingidor/Finge tao completamente/Que chega a fingir que é dor/A dor que
deveras sente.”
Fernando Pessoa

Por Roberto Harari *

En español: “El poeta es un fingidor/Finge tan completamente/Que llega a fingir que es dolor/El dolor que de veras siente.” (Autopsicografía, Obra poética, Nova Aguilar, Río de Janeiro, 1990, página 164.)
No existe el mitificado rapto de sinceridad en la expresión lírica de quien dice confesar lo que siente. Y así lo ha poetizado Pessoa en el magnífico epígrafe rector de este capítulo. En éste, el juego de palabras realizado en portugués no es reproducible en castellano: “fingidor”, escandido como “fingi/dor”, denota a quien “fingió dolor”, a más de ser un fingidor. No es, por tanto, ninguna confesión lírica íntima, sincera, directa en orden a lo introspectivo, pues, si se trata de un poeta, tiene que fingir que es dolor el dolor que de veras siente. ¿Por qué? Porque se requiere un trabajo, un procesamiento, donde la sensación “íntima” pueda lograr despersonalizarse, aceptando de tal modo las lógicas constricciones reguladoras de la efectuación artística.
Claro: si es un fingidor, a más de “caerle”, como disposición presta, el apellido Pessoa (o sea: “persona”), ¿qué alternativa puede quedarle, para hacerse un lugarcito al sol, sino intentar la busca de la despersonalización? Leámoslo, directamente, de su pluma: “Lo que Fernando Pessoa escribe pertenece a dos categorías de obras que podemos llamar ortónimas y heterónimas. No se podrá decir que son anónimas o seudónimas, porque no lo son. La seudónima es del autor en su persona, salvo en el nombre que firma. La heterónima es del autor fora de sua pessoa [...]”.
Por más que pareciera estar muy claro, es factible que el autor no se diese cuenta de lo así afirmado, o sea: el fuerte ligamen vigente entre esta tesitura y el élan impulsor del procurar situarse “fuera de su Pessoa”, fuera de su persona, en tanto vector decisivo para su invento de lo heteronímico.
Ahora bien, aunque Pessoa hubo de afirmar que el heterónimo es “[...] de una individualidad completa fabricada por él, como serían los decires de cualquier personaje de cualquier drama suyo [...]”, no nos parece convincente esa asimilación, porque no es lo mismo crear un personaje a cuyo respecto el autor afirma su invención, que el hecho de inventar directamente un autor, cuando no una pléyade de ellos (como es el caso de Pessoa). Así, cuando el autor inventa a otro autor, el primero ya labora en pos del benéfico desconocimiento de su creída “identidad”. Genera a otros, para desconocerse. Desde una postura ingenua se podría abonar que, obrando de tal forma, se socava, sucumbe, un ideal social; en efecto, ¿no se trata de que lo mejor es conocerse? ¿No se le atribuye acaso al psicoanálisis un lugar central en esta magna tarea, continuadora –se dice– del famoso “conócete a ti mismo”? Conforme con la sabia apreciación –y andadura– de Pessoa, cabe argüir lo contrario: la función de la invención poética conlleva una virtud antipsicológica, en la medida en que se escribe para desconocer la “propia” psicología (yoica); vale decir, para procurar instalarse fuera de su persona. No se trata de conocerse mejor según una forma de conocimiento “interior”. En suma: la heteronimia, tal como el decurso analizante, circula por la condición del autor fuera de su persona.
Por ende, abunda Pessoa: “Estas individualidades deben ser consideradas distintas del autor de ellas”. Y como conclusión, propone: “Si estas tres individualidades, Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Alvaro de Campos [...]”, esto es, todas las firmas que acompañan a quien también firma Fernando Pessoa, “[...] son más o menos reales que el propio Fernando Pessoa, es un problema metafísico que éste, ausente del secreto de los dioses, eignorando por lo tanto lo que es la realidad, nunca podrá resolver”. ¿Cuál es entonces el verdadero? Unica respuesta pertinente. “El poeta es un fingidor”. Respuesta harto valedera, también, para serles brindada a aquellos psicoanalistas que, anegados por algún “problema metafísico” (cuando no positivista), se afanan tras la “obtención” de una puntualización exacta sobre cómo fue lo sucedido en una sesión; o sea: la verdad, toda la verdad, sólo la verdad y nada más que la verdad (?).

* Fragmento del libro ¿Qué sucede en el acto analítico?, que se presentará hoy a las 20.30 en Billinghurst 1926.

 

 

 

POSDATA

Seducción. “La seducción permanente. Género y cirugía estética”, con Irene Meler y Mariana Carbajal. Hoy a las 20 en Av. de Mayo 950, piso 1º. Foro de Psicoanálisis y Género de APBA. Gratuito.
Esquizo. “Esquizoanálisis”, por Osvaldo Saidón, hoy a las 21.30 en Centro de Psicodrama Psicoanalítico Grupal. Soler 4191, 4866-4242. Gratuito.
Ley. “Discurso, ley y verdad”, con Hugo Levin, Horacio Cattani y Elsa Villagra en Institución Psicoanalítica de Buenos Aires. El 6 a las 21. Gratuito. Córdoba 4335. 4772-9042.
Virtuales. “Jornadas virtuales de salud y educación: niños y adolescentes”, hasta el 18 en: www.eraquilmes.com.ar. Centro de Psicoanálisis de Quilmes.
Analistas. “Creer o no creer”, por Estela S. de Gurman en “Tertulias clínicas”. Mañana de 20 a 22. 4803-5755.
Literatura. “James Joyce: una obra, un estilo. La inscripción del nombre propio”. Discurso Freudiano, Escuela de Psicoanálisis. Hoy a las 19 en Gorostiaga 2185. 4772-8997.
Vínculos. “Pilares de la formación en psicoanálisis de los vínculos”. Mañana a las 13.30. Gratuito. En la Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo, Arévalo 1840. 4774-6465.

Mail de estas páginas: [email protected] . Fax: 4334-2330.

 

 

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