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       Por 
        María Esther Gilio
        Mario Jacoby, un suizo que desmiente al suizo que llevamos 
        en la imaginación, ya sea por la informalidad de la ropa o por 
        la gesticulación meridional, estuvo en el Río de la Plata, 
        donde trabajó con analistas junguianos. Profesor del Instituto 
        Carl Gustav Jung de Zurich, es autor de varios libros en los que aborda 
        los orígenes de la autoestima, la individuación y el narcisismo 
        o el encuentro entre terapeuta y paciente en el análisis. El último, 
        llamado El encuentro analítico, fue publicado en México 
        por la editorial Fata Morgana. 
        ¿Cuáles son, según usted, las diferencias actuales 
        entre la psicología analítica de Jung y el psicoanálisis 
        freudiano?  
        Es muy difícil hablar de diferencias porque hoy esas diferencias 
        se están limando. Más bien pensamos en destacar sus semejanzas. 
        De cualquier manera es importante señalar las diferencias ya que 
        en el Río de la Plata Jung no está demasiado difundido, 
        en cambio Freud sí. Creo entonces, que es a partir de las diferencias 
        que Jung podrá ir conociéndose. Jung tiene una cosmovisión 
        diferente a la de Freud. Por otra parte Jung habla principalmente del 
        principio de individuación que tiene que ver con las diferentes 
        etapas de la vida, con la maduración por ejemplo. El pone especial 
        énfasis en esta etapa que corresponde a la segunda mitad de la 
        vida y es donde el individuo tiende a la totalidad. 
        ¿Eso significa que pierde importancia la infancia, fundamental 
        en el psicoanálisis? 
        Es muy importante esa primera etapa también en Jung, pero 
        estando ya bien investigada por Freud, Jung se dedicó a la segunda 
        etapa que es donde aparecen las diferencias. 
        ¿Cuáles serían esas diferencias? 
        La meta de Freud es la obtención del placer tanto en el amor 
        como en el trabajo, mientras Jung busca que el individuo alcance su totalidad. 
        ¿Esta sería alcanzada en su madurez? 
        Sólo en la madurez. 
        ¿Pero ese momento no está muy determinado por la infancia? 
        Sí está, pero en la segunda mitad de la vida ocurre 
        una crisis existencial. 
        ¿Necesariamente? 
        Puede no ocurrir, pero esto es tan excepcional como una pubertad, 
        una adolescencia sin crisis. 
        ¿Con qué se vincula esta crisis de la mitad de la 
        vida? 
        Al ponerse uno más viejo aminora aquella ansiedad o ambición 
        por el futuro de etapas anteriores. Hay en este momento una vuelta hacia 
        uno mismo. Ya no pesan sobre nosotros las exigencias y expectativas de 
        nuestros padres, los cuales nos obligaban a buscar afuera lo que respondiera 
        a sus expectativas. Con este cambio tiene que ver la crisis. 
        ¿Cuál es la diferencia entre individuación 
        e individualismo? 
        Mientras el individualismo evita totalmente las normas colectivas, 
        la individuación se desvía de las normas colectivas pero 
        sigue respetándolas. Según Jung nadie está nunca 
        completamente individuado. El verdadero valor de la individuación 
        reside en lo que va ocurriendo en el camino. Esto es lo esencial, el objetivo 
        de toda una vida. 
        ¿De qué edad estamos hablando? 
        De más de 45 años. En los hechos ocurre que si en 
        la primera mitad de la vida uno fue introvertido en la segunda tiende 
        a ser extrovertido. 
        ¿Cómo explica ese cambio? 
        Al llegar a la madurez el individuo busca la completud. Si en la 
        primera mitad de la vida desarrolló ciertas funciones se trata 
        de que la segunda desarrolle otras. 
        ¿Considera que el individuo procede a realizar estos cambios 
        naturalmente? 
        Sí, naturalmente porque la psiquis posee ese principio regulador. 
        Jung hace referencia a fenómenos que se relacionan con lo 
        parapsicológico y con lo místico. El creía en la 
        sincronicidad, tiraba el tarot ¿No le quitó esto credibilidad 
        en su momento? 
        El era básicamente un fenomenologista. Se interesaba en todo 
        lo que tenía que ver con el ser humano, con el individuo. Por qué 
        la religión, por qué la sincronicidad. La sincronicidad 
        hoy está comprobada físicamente. 
        ¿Cómo definiría la sincronicidad? 
        Se trata de un fenómeno en que coincide significativamente 
        un evento del mundo externo con un estado mental psicológico. Si 
        pusiéramos una cámara oculta en una sesión de psicoanálisis 
        y otra en una sesión de psicología analítica, ¿podríamos 
        encontrar actitudes, palabras, que permitan diferenciar a simple vista 
        ambas técnicas terapéuticas? 
        En el primer caso vamos a tener un diván y un psicoanalista 
        que está sentado detrás del paciente y habla muy poco. El 
        paciente hará asociaciones libres y el analista va a esperar a 
        tener evidencias suficientes para hacer interpretaciones. El analista 
        dirá: Esto tiene que ver con tal cosa de su infancia o tiene 
        que ver con el complejo paterno. Lo que el analista interprete será 
        algo más reductivo. En el otro caso vamos a tener dos sillas con 
        dos personas sentadas frente a frente, el analista en una y el cliente 
        en otra. El analista le preguntará si tuvo algún sueño 
        o esperará a que el cliente espontáneamente traiga el tema 
        que quiere tratar en esa sesión. Y el analista va a permanecer 
        abierto y permeable a lo que traiga el cliente, a leer lo que este quiere 
        decir. O, por ejemplo, qué hay de nuevo en la visión del 
        cliente. O qué símbolos nos traen sus sueños para 
        trabajar. 
        Es decir que en la psicología analítica el analista 
        interviene más que en el psicoanálisis. El diálogo 
        se parece más al que pueden tener dos amigos. 
        No, no. No tanto. Por ejemplo, el terapeuta y el cliente nunca se 
        tutean. Por otra parte en un diálogo de amigos hay un cierto intercambio. 
        El analista está escuchando a un cliente y lo que intenta es tomar 
        el punto de vista de éste y entender desde allí, absteniéndose 
        en todo momento de su propia subjetividad. 
        ¿Cuál es la posición de Jung frente a la transferencia? 
        (1) 
        En este tema Jung está abierto a lo que trae Freud y acepta 
        los diferentes puntos de vista de este. Hay sin embargo alguna diferencia. 
        Para Jung la transferencia no es siempre interpretada. Es una forma dialéctica 
        de trabajo. Partimos de la base de que el analista es un anzuelo, un gancho 
        donde el paciente proyecta la imagen de su abuelo, de su padre o de su 
        pareja. Y también puede ser proyectada la persona ideal, lo que 
        él quiere ser. 
        ¿Por qué ustedes llaman cliente a lo que los que otros 
        terapeutas llaman paciente? 
        En Europa no está bien visto hablar de paciente, porque paciente 
        es el hombre que padece, el enfermo. Lo cual haría que la relación 
        entonces quedara muy polarizada: de un lado el paciente enfermo, y del 
        otro el psicoanalista sano. Por eso se habla de cliente. Cuando empezamos 
        también se decía paciente; desde hace unos veinte años 
        se decidió hablar de cliente. Aunque a mí la palabra cliente 
        no me gusta, me suena como empresarial. Algunos hablan del analizado, 
        pero tampoco me gusta esa palabra. 
        ¿Cuál palabra le gusta? 
        Aun no encontré esa palabra, la que me gusta. 
        Creo que la psicología analítica utiliza, en su relación 
        con el paciente, algo más que la palabra. 
        El psicoanálisis, como sólo trabaja a través 
        de asociaciones, utiliza únicamente la palabra. Los junguianos 
        partimos de la base de que el inconsciente también puede manifestarse 
        a partir de actividades creativas. Utilizamos, entonces, alguna actividad 
        creativa para que el cliente se exprese. Esto se hace con frecuencia en 
        los sueños. La persona en lugar de explicar el sueño con 
        palabras lo hace a través de la pintura, la escultura o la danza. 
        Es decir se busca llegar al inconsciente también a través 
        de la creación. 
        ¿No hacen también una forma de asociación que 
        desata el mismo analista? Este dice por ejemplo campo o dinero o libro 
        y el paciente responde con la primera palabra que le viene a la mente. 
         
        Sí, Jung empezó haciéndolo, pero creo que hoy 
        casi nadie lo hace. Yo no lo hago. Para trabajar con este test es necesario 
        tener en cuenta el tiempo de reacción. Si el paciente demora en 
        contestar pensamos que detrás de esa palabra que dijo hay algo 
        para investigar, un complejo (2) para trabajar. Por ejemplo el analista 
        dice dinero y el paciente queda en silencio, más de 
        lo habitual. Ahí pregunta ¿Por qué demoró 
        en responder? ¿Qué fue lo que vino a su cabeza?. El 
        paciente puede decir: Pensé en mi padre y en su relación 
        con el dinero. Recordé que siendo adolescente.... Es decir, 
        detrás de ese tiempo en que él buscó la respuesta 
        el analista piensa que hay algo que importa y pregunta trabajando sobre 
        el complejo paterno. Freud no utiliza esta técnica de preguntas 
        y respuestas. Pero también hay para él un complejo detrás 
        del lapsus. Un complejo autónomo que el lapsus esconde. 
        Es decir que para Freud el acceso al inconsciente se hace a través 
        del lapsus, del sueño, el chiste, y por supuesto, a través 
        de la asociación libre. Uno piensa en todas estas vías y 
        tiene la impresión de que el inconsciente quisiera salir de la 
        oscuridad y expresarse. 
        Eso pasa, exactamente. El inconsciente en algún sentido busca 
        salir a la luz, busca expresarse. 
        ¿Tienen los junguianos alguna relación con Lacan, 
        ya sea de aceptación o de crítica? 
        No, no. Lacan sería como un extranjero, muy extraño 
        para Jung. 
        ¿Conoció usted a Jung? 
        Sí, lo conocí cuando ya estaba viejito, tenía 
        86 años y un gran carisma. Ya se había retirado. Vivía 
        en la torre que él había construido. 
        La torre fue hecha con piedras del entorno junto a un lago. 
        Sí, junto a un lago. Un buen día lo llaman para discutir 
        un tema con los estudiantes que estábamos en el Instituto. Todos 
        teníamos gran expectativa. Cada uno de nosotros podía hacerle 
        una o dos preguntas. Jung anotaba y a partir de las preguntas él 
        iba explicando toda su psicología. Tenía una voz muy ronca 
        y baja dice imitándolo y sobre todo un irresistible 
        carisma. Jung entró y nosotros quedamos entre asustados y deslumbrados. 
        Era una figura enigmática y al mismo tiempo una persona con especial 
        sentido del humor. Cuando cumplió 85 años se le hizo una 
        gran fiesta. Al comienzo de la misma, una de las autoridades del Instituto 
        pidió a los presentes que no fumaran y que no fueran a abrir las 
        ventanas porque Jung podía resfriarse. Fue muy gracioso porque 
        la persona no había terminado de hablar cuando Jung se dirigió 
        hacia la puerta, salió al corredor y encendió su pipa. Todo 
        el salón rompió en carcajadas. 
        ¿Podría explicar, de manera más o menos sintética, 
        el mito de el sanador y la herida al que hacen referencia 
        los junguianos? 
        Tengo toda una conferencia sobre ese tema, sobre el curador herido 
        y el curador divino. Cuando hablo del curador divino es porque me remonto 
        a épocas arcaicas donde las tribus tenían sus propios curadores 
        o chamanes, hecho éste que puede considerarse arquetípico. 
        ¿El arquetipo sería la necesidad que tiene el hombre 
        de curar al otro? 
        Sí, necesidad que tenemos en el inconsciente colectivo. (3) 
        ¿Cómo trabaja el chamán? 
        Abandona su cuerpo, para buscar el alma que perdió el paciente. 
        Cuando la encuentra se la retorna. 
        Ahí el paciente se cura. 
        Claro que este es un mito. Y todo eso del alma saliendo del cuerpo 
        tiene que ver con la fantasía del chamán. 
        ¿En qué sentido sirve este mito respecto a lo que 
        hoy hace el terapeuta?  
        Hoy el terapeuta también va en busca del alma perdida. Pensemos 
        en una depresión ¿No se trata de que el paciente perdió 
        el alma y sólo sanará si la recupera? Lo que hacemos nosotros 
        es conectarnos con esta alma a travésdel paciente. Conectarnos 
        con el dolor del paciente para ayudarlo a recuperar su alma. Para esto 
        el terapeuta debe empezar por conectarse con su propia alma, lo cual le 
        hará posible entender qué le está pasando al otro. 
        Aquí vemos una diferencia importante con el psicoanálisis 
        en el cual todo gira en torno a la mente mientras los junguianos consideramos 
        el peso y la importancia que tiene en el hombre lo colectivo. 
        Usted pronunciará una conferencia en la Universidad Católica 
        a la que llama Ama a tus enemigos. Sin tener en cuenta cualquier 
        tipo de consideración moral. ¿Cuál sería el 
        beneficio concreto del ser humano si, como manda la Biblia, consiguiera 
        amar a su enemigo? 
        La frase quiere decir que si tu enemigo nos pega en una mejilla 
        debemos poner la otra. Claro que han pasado miles de años y no 
        hemos conseguido hacerlo. Creo que podemos pensar que no es humano amar 
        al enemigo. Hay que tratar de buscar el significado profundo de este mandato. 
        ¿Cuál sería? 
        Aquello que detestamos en el otro es algo que está en nosotros, 
        en la sombra de nosotros mismos; si logramos descubrirlo no significa 
        que eso pasará a gustarnos, pero sí que perderemos las razones 
        para odiar o matar al que no nos gusta. 
        ¿Usted tiene idea de por qué en Brasil fue tan aceptado 
        Jung y su análisis psicológico? En San Pablo hay un centro 
        importante y un número grande de psicólogos que usan esta 
        metodología. 
        Yo tuve la oportunidad de estar un tiempo en Brasil entrenando a 
        los analistas junguianos y pude notar que el pueblo brasileño es 
        mucho más abierto a la imaginación, más permeable 
        a la superstición, a las ideas religiosas. Muy diferentes en eso 
        a Europa donde domina la razón y a ustedes también muy ceñidos 
        al racionalismo. Yo quedé impresionado con el trabajo que pude 
        hacer en Brasil, con los sueños que traían los pacientes, 
        con las imágenes cuando se trabajaba. 
        ¿Por qué se inclinó por Jung? 
        Yo comencé con Freud, luego me pasé a Jung. Para mí 
        Freud fue muy importante en cuanto a su trabajo sobre el inconsciente, 
        a su búsqueda de aquello que en el individuo está escondido, 
        lo reprimido, importante en el tema de la sexualidad. Freud fue mi primer 
        amor. Alguien a quien valoricé y respeté como si fuera la 
        Biblia. Pero yo era muy romántico y precisaba mucho del sentimiento, 
        de la música. Y nada de esto podía encontrarlo en Freud, 
        que se detenía en la sexualidad. El no respondía a lo más 
        acuciante de mis inquietudes. Empecé análisis junguiano 
        y me sentí mucho más comprendido, más cómodo. 
        Jung incluía todas las expresiones psíquicas. Esa obsesión 
        de Freud por la sexualidad y lo que hay detrás hacía que 
        no me sintiera cómodo. Yo siento que la música y todo lo 
        que es arte debe ser comprendido como algo del inconsciente colectivo. 
        Freud también amaba la poesía y el mundo del arte. 
        Quedaba horas, días, contemplando el Moisés de Miguel Angel. 
        Sí, pero para él era un misterio entender de dónde 
        venía la creatividad de los artistas. El era un científico 
        y no se permitía volar con la música, la pintura y la poesía. 
        El toma la cosa concreta de demostrar. Lo que no podemos demostrar no 
        existe.
       (1) Según el Lexicon junguiano de Daryl Sharp, transferencia es: 
        Caso particular de proyección que describe el logro emocional 
        inconsciente que surge en el paciente en relación al analista. 
        (2) Complejo, según el Lexicon junguiano: Grupo de ideas 
        o imágenes emocionalmente intensas. A esta definición 
        agrega Jung: El complejo es la vía regia al inconsciente; 
        no es el sueño, como pensó Freud, sino el complejo, arquitecto 
        de los sueños y de los síntomas. Esta vía tampoco 
        es tan real, ya que el camino señalado por el complejo 
        es más bien un sendero escabroso y extraordinariamente tortuoso. 
        (3) Inconsciente colectivo o arquetipo llaman los junguianos a ciertos 
        patrones de organización y de conducta que están presentes 
        en toda persona y cultura a lo largo de la historia. Los arquetipos significan 
        una ayuda para los individuos al confrontar situaciones críticas 
        de la vida como la maternidad, la paternidad, la necesidad de curación. 
        Reconectarse con ese mundo arquetípico es la tarea que toda persona 
        debe realizar si quiere encontrar un sentido auténtico a su vida. 
      
        
         
       
         
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             POSDATA
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            Travesías. Presentación del libro Travesías 
            institucionales, de Daniel Vega, Gabriela Taboada, Lisa Trejo, Pablo 
            López, Miguel Santarelli, Mariana Straface, hoy a las 21 en 
            Querandíes 4290, con comentarios de Eduardo Pavlovsky. 
            Política. Seminario de verano: Repensar la política; 
            sus articulaciones con el psicoanálisis, la filosofía, 
            el arte, con Nora Trosman. 4832-0128. | 
         
       
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        de estas páginas: [email protected] 
        . Fax: 4334-2330. 
        
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