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La cárcel y la colimba paraguaya según Jorge Sáenz

La condición humana
Jorge Sáenz es un fotógrafo argentino que entre el ‘90 y el ‘97 vivió y trabajó como reportero gráfico en Paraguay. Allí editó dos libros documentales sobre el servicio militar y el correccional de menores paraguayos que, por la crudeza de las imágenes, obtuvieron una fuerte repercusión dentro del gobierno. Las fotos de Sáenz se exhiben a partir del miércoles y hasta el 2 de abril en la Fotogalería del Teatro San Martín.

POR CLAUDIO ZEIGER

Cuando en 1990 se fue a vivir a Paraguay, Jorge Sáenz pronto descubriría que allá su trabajo como fotógrafo iba a ser distinto de lo que había sido en Argentina. “Allá la gente tiene otra relación con las fotos, es mucho más accesible. No tienen ese recelo que es muy característico del argentino. Se dejan fotografiar con facilidad”, dice. “Pero también sucede que las esferas de poder tienen muy poca conciencia sobre lo que puede provocar una foto. Y eso facilitó el acceso a los lugares en los que las fotos pueden servir para denunciar injusticias sociales”.
¿Qué pueden provocar las fotos de Jorge Sáenz? La respuesta puede abarcar un amplio espectro de impresiones y sentimientos; son fotos que trabajan con una mínima distancia con respecto de aquello que buscan mostrar: el ser humano al borde de lo inhumano. El ser humano sumergido en el corazón del sufrimiento pero, a la vez, curtido, muchas veces impasible frente a las peores condiciones de vida. Lo cierto es que sus trabajos fotográficos fueron realizados con una explícita intención de denunciar las condiciones en las que viven, sufren y muchas veces mueren los adolescentes paraguayos durante el servicio militar obligatorio y en el Correccional de Menores. Esas dos instituciones merecieron sendos libros documentales: Rompan filas y El embudo, realizados en Paraguay entre 1990 y 1997. En el ‘98, Sáenz (editor fotográfico de la revista XXII) volvió a vivir a Argentina, pero durante esos siete años vivió y trabajó en Paraguay. Fue reportero gráfico en distintos diarios, pero su paso por allá dejó importantes huellas en temas sociales calientes. Poco antes de venirse, Jorge Sáenz escuchó de boca de un militar la siguiente frase, un tanto insólita: “Por tu culpa ahora tenemos que estudiar más”. El militar se refería a que después de la publicación de Rompan filas, se había agregado una bolilla de estudio para los militares de cierto rango que consistía en rebatir los argumentos que contiene el libro –en textos y en imágenes– contra el militarismo.

Mientras trabajó en Paraguay, como reportero gráfico Sáenz tuvo acceso a los cuarteles militares. A diferencia de lo que sucedió en Argentina a partir de 1993, en Paraguay el servicio militar sigue siendo obligatorio y el poder militar no ha sido cercenado en la última década. Disponen de los soldados para cualquier tarea y mantienen prácticas antiguas como el “reenganche” (un soldado que tiene un hermano menor no es dado de baja hasta que el hermano lo reemplaza); en los cuarteles se producen muchas muertes por castigos físicos y por las pésimas condiciones de vida. Cuando Sáenz concibió la idea de un libro de fotos sobre el servicio militar, tenía en claro que la historia podía contarse prácticamente sola a través de las imágenes. “Yo pensaba claramente en las fotos como documentos de propaganda y denuncia. Claro que en los últimos tramos de mi trabajo ya tuve algunos problemas con las autoridades, pero en general habían sido muy inocentes con respecto al poder de la fotografía. Para cuando yo estaba terminando mi trabajo, empezaron a poner restricciones al acceso de fotógrafos a los cuarteles”.
Una vez terminado su trabajo, Sáenz contactó con el Movimiento de Objetores de Conciencia (MOC), un movimiento que trabaja bajo la protección del Servicio de Paz y Justicia; sus integrantes vieron una buena oportunidad para apoyar el servicio militar optativo. “El material fotográfico y audiovisual les es muy útil, por el alto nivel de analfabetismo que hay entre los campesinos. Van a una comunidad campesina y hacen una ronda donde les muestran las fotos, les piden que elijan una y ahí empiezan a opinar y a conversar el tema”, cuenta Sáenz. “Por una cuestión de formación como militante de izquierda, yo siempre fui contrario al servicio militar optativo, pero después de trabajar en los cuarteles durante esos años, yo también cambié mi opinión”.
Mientras las fotos del servicio militar se exponían en diversos puntos de Paraguay para luego salir de gira por el mundo (los objetores de conciencia llegaron a exponerlas en los pasillos del Congreso de EstadosUnidos), Jorge Sáenz puso el ojo en su nuevo objetivo: la cárcel de menores Panchito López. Una aclaración paradójica: dicho correccional lleva el nombre del hijo del Mariscal López, conocido como Panchito, joven héroe que durante la guerra del Paraguay fue coronel a los dieciséis años. Muchos años después, su nombre encabezó el lugar donde van a dar los jóvenes que, tan prematuros como Panchito, cometen delitos, y al que Jorge Sáenz le adjudicó metafóricamente el mote de embudo: son muchos los que entran, se entiende, pero adentro no hay lugar para todos.
Hasta 1993 el correccional quedaba en la ciudad de Emboscada (otro paradójico nombre, por cierto), pero por presiones de los familiares de los internos fue trasladado a Asunción. “El problema es que terminaron en un lugar más chico, donde se agravó todavía más el hacinamiento”, explica Sáenz. En ambos sitios, el fotógrafo accedió a la intimidad de la vida cotidiana en el correccional, en parte amparado por su trabajo como reportero, y en parte por esa ingenuidad gubernamental con respecto del poder de una cámara, alimentada en gran medida por la impunidad. “En el diario donde trabajaba me habían mandado a Policiales, lo que era una forma de castigo, así que yo me vengué aprovechando para ir a sacar fotos a la cárcel de menores cuando había algún problema”.
Cuando llevó las fotos a la Casa de la Juventud, una organización no gubernamental de voluntariado social, Sáenz encontró un poco de resistencia. “Ellos trabajaban con los campesinos, pero no habían prestado atención al tema de los chicos marginales”. De todos modos se terminaron interesando por el tema y una vez que salió el libro no tardaron en estallar las repercusiones.

“El libro se lanzó cuando se estaba por discutir una nueva ley del menor, y lo hicieron llegar a manos de muchos diputados. Después se hizo un programa radial sobre los chicos de la cárcel que se llamó ‘El embudo’.
De todos modos hay que luchar contra una situación que involucra a toda la sociedad. Mi idea es que a los chicos los encierran allí para no tener que verlos, que es un acto de venganza de la sociedad contra aquellos que están indefensos y no pueden responder al castigo. Hace menos de dos semanas murieron siete pibes en el correccional durante un intento de fuga. Habían quemado colchones. Lo curioso es que desde el traslado, la cárcel está enfrente del departamento de Policía, pero en vez de enviarla a reprimir el motín prefirieron que se quemaran adentro”.
De regreso en Argentina, cuando sus fotos de Paraguay están a punto de ser expuestas en la Fotogalería del Teatro San Martín, Jorge Sáenz está muy conforme con las repercusiones sociales y políticas de su trabajo. Y también por las fotos, aunque cree que “cada foto que parece terrible tiene detrás una historia diez veces más terrible”.

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