Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
 




Vale decir



Volver

RAREZAS La increíble historia de Mervyn Peake

El hombre que no fue Tolkien

Su trilogía pudo ser tan célebre y clásica como El señor de los anillos, pero una vida difícil y otras circunstancias accidentales impidieron alcanzar ese destino a la obra de Mervyn Peake. Admirado durante su vida por Dylan Thomas, Anthony Burgess y Graham Greene, después de su muerte sólo pareció vivir en la memoria de Sting, quien se obsesionó tanto con la idea de filmar la saga de Gormenghast, que compró los derechos en 1982. Justicia poética: la BBC acaba de convertir la trilogía (traducida al castellano como Los libros de Titus) en una serie de TV protagonizada por Ian Richardson, Christopher Lee y Jonathan Rhys-Meyers.

POR MARIANA ENRIQUEZ

Un castillo enorme llamado Gormenghast, que no puede ser conocido en su totalidad por sus exageradas dimensiones. Una familia de risibles y trágicos aristócratas que lo gobiernan (los Groan), más parecidos a personajes de Dickens que a oscuros príncipes de Horace Walpole, y que a los héroes de caballerosidad medieval de El señor de los anillos. La trilogía de Mervyn Peake, conocida como “The Gormenghast Novels” (Titus Groan, Gormenghast, Titus Awakes, que fueron publicados en castellano por Minotauro bajo el título de Los libros de Titus I, II, III) es la historia de una familia y un castillo que, en apariencia, siempre existieron. Sus orígenes no sólo no son claros, sino que jamás son explicados en la obra. Gormenghast y la familia Groan son y fueron. No hay complicadas geografías o genealogías que los sitúen en el tiempo y el espacio: Gormenghast no tiene país, ni historia. Su poder es inamovible. La familia vive oprimida por sus propios rituales, una serie de responsabilidades ridículas e inútiles, que deben cumplir cada día de sus vidas, sin ninguna razón aparente. Gobiernan un pueblo al que ni siquiera conocen, excepto por una ceremonia anual donde algunos artistas que viven fuera del castillo les donan esculturas de piedra. Si estos escultores son los únicos habitantes del mundo, no es posible saberlo, porque Gormenghast no se interesa por el mundo.
El estado de las cosas, el poder no cuestionado, no puede ser cambiado. Hasta que aparece Steerpike, un adolescente sin pasado, pero de enorme inteligencia que emerge de las cocinas de palacio para destruir a la familia y tomar el poder. La saga de su ascenso y caída es lo que narran Titus Groan y Gormenghast, las dos primeras novelas de la trilogía, que Mervyn Peake publicó en 1946 y que la BBC de Londres acaba de convertir en una serie de TV estrenada en enero con Ian Richardson, Cristopher Lee y Jonathan Rhys-Meyers (el símil de Bowie en Velvet Goldmine).

LUCHA DE CLASES EN EL CASTILLO
Los fans de Peake creen que la trilogía de Gormenghast es un clásico moderno comparable sólo con El señor de los anillos de Tolkien. El problema es que quienes no son fans de Peake ni siquiera escucharon hablar de las novelas. O de su autor. Anthony Burgess, un admirador de la trilogía, escribió que “a pesar de la alabanza de los críticos, Titus Groan nunca pudo obtener popularidad; siempre estuvo destinada a ser la obsesión de unos pocos. Peake tiene breves o nulas apariciones en las historias de la literatura moderna, y es fácil entender por qué. A diferencia de otros autores de posguerra, no busca ni se detiene en tópicos como la raza o la lucha de clases, ni avanza en lo que llamamos la conciencia contemporánea: técnicamente parece mirar al pasado antes que al futuro. Sus libros nutren la imaginación privada. Peake ha sido elogiado, pero también se lo ha malentendido: sus novelas son casi imposibles de clasificar. Son únicas, de la misma manera que los libros de Peacock o Lovecraft lo son”.
No sólo son únicas, sino también muy extensas. Las primeras dos novelas de la trilogía suman 800 páginas, y la primera parte de la saga culmina cuando el heredero del trono tiene apenas dos años. Toda la acción transcurre casi exclusivamente en el castillo, en oscuros corredores visitados por Lord Groan, el jefe de familia, que está loco y cree estar convirtiéndose en un búho. O por Lady Gertrude, su obesa esposa, que convive con centenares de pájaros y gatos (aunque en realidad tiene pájaros viviendo en su cabellera), y que jamás ve a sus hijos, la adolescente Fuschia y Titus, el niño heredero de ojos violetas. O por Sourdust, un anciano de edad imposible, maestro del ritual cuyos propósitos ignora, pero que cumple y hace cumplir a la familia Groan porque el espíritu sagrado de la tradición y su manifestación diaria era comprendido por todos. En el castillo, todo funciona según esta tradición misteriosa que rige las vidas de sus habitantes. En Gormenghast se nace y se muere sirviente. Pero será un sirviente de las cocinas quien surgirá como revolucionario: Steerpike, que inicia una saga de crimen, horror y manipulación en busca de acabar con la dinastía Groan. Steerpike es el villano/héroe: a pesar de su perversidad y maquiavelismo es imposible no desearle suerte en su conspiración. Los aristócratas a quienes Steerpike detesta con pasión no son siquiera queribles. Su ascenso en la escalera social de Gormenghast deja un saldo de seis asesinatos y también es el instigador de dos trágicos suicidios.
Alguien puede creer que todo esto convierte a las novelas en una suerte de thriller gótico. Pero no lo es: el grotesco está tan presente en las novelas como cualquier elemento de horror y algunos personajes parecen directamente importados de Monty Python. Hay pocas gárgolas, y mucha excentricidad británica, una farsa bufona que, en ciertas páginas, es aterradora. Tampoco se trata de un relato fantástico: no hay dragones ni mazmorras, ni anillos de poder, ni elfos. De hecho, no hay un solo evento mágico en toda la trilogía, y a pesar de eso los libros sólo pueden ser encontrados en la sección “fantasía/ciencia ficción” de las librerías. Y su estilo no es de los que pueden atraer a las multitudes que disectan El señor de los anillos. La preocupación de Peake por el detalle es casi paranoica, pero no narrativamente, a la manera de Tolkien, sino estilísticamente. No hay interminables genealogías, ni antiguas historias acerca de reinos olvidados, pero un duelo a muerte entre dos sirvientes ocupa más de treinta páginas. Las descripciones de los pasillos de Gormenghast desafían la paciencia de un monje. Sus arrebatos retóricos y líricos pueden resultar penosos. Aun así, los libros son hipnóticos, violentos, sofisticados. Y, según los críticos, alegóricos. Para Burgess, “si bien el mundo real, el mundo de las posguerras, parece totalmente excluido en las novelas, hay que pensarlo mejor. El horror y lo gótico en Gormenghast no son gratuitos, son la reflexión acerca de una era de horror. La destrucción de siglos de tradición parece ser un símbolo del fin de los verdaderos, históricos, siglos de orden en Europa”. El actor y escritor Stephen Fry (protagonista de Wilde) que en Gormenghast (la miniserie) interpreta a Bellgrove, el director de la escuela de palacio, afirma: “No es posible hacer una única lectura de los libros, ni una sola interpretación alegórica, pero no tengo dudas de que Gormenghast sólo pudo haber sido escrita en el siglo XX. El pánico moral y la cobardía con que este siglo intentó superar la muerte de las certezas (espirituales, políticas, sociales y psicológicas) ha sido usado generosamente por la literatura. Pero creo que el intento de Gormenghast es el de retratar nuestro letargo moral. Ese letargo es este palacio, esta familia. Y Steerpike puede ser, según el gusto y la ideología del lector, un revolucionario violento, un socialista intelectual (“sueño con la igualdad”, suele decir), un burócrata, un fascista, un fanático desalmado o un asesino serial. Cualquiera sea la interpretación, Steerpike es la infección que pudre la aparente impermeabilidad de Gormenghast. Todo lo que toca cambia. Trae consigo una libertad terrible, del mismo modo que Freud, Marx y Darwin nos ofrecieron una libertad terrible a nosotros”.

SEÑOR DE LOS CORDONES
Mervyn Peake nació en China en 1911, hijo de misioneros británicos. Hasta los 12 años de edad vivió en una casa cerca de la ribera del río Yang-tsé. Parte de las ideas de Gormenghast destilan su infancia china y sus visitas a la Ciudad Prohibida, sobre todo las ideas acerca de los rituales y la tradición como una cuestión inamovible. A los 12 años, Peake volvió a Inglaterra, y después de terminar la secundaria decidió unirse a un grupo de artistas plásticos modernos y mudarse a Sark, una isla cercana a Inglaterra, donde por ley no se permiten autos, y donde vivió hasta elcomienzo de la guerra en una casa sin electricidad y con techo de chapa, sólo accesible a través de un camino virgen entre las colinas. Los artistas de Sark, Peake incluido, tuvieron sus diez minutos de gloria mediante una exposición de sus pinturas y dibujos en Londres, que ayudaron a establecer al autor como un reconocido ilustrador.
Pero en 1939, Peake fue reclutado en las filas del ejército aliado, y mientras recorría Inglaterra ensayando fútiles maniobras de combate, empezó a escribir Titus Groan en anotadores. Los manuscritos eran enviados a la casa que alquiló en Sussex durante el conflicto: su esposa los apilaba bajo la cama, para tenerlos cerca y poder rescatarlos en caso de un ataque aéreo. La temporada de Peake en el ejército no duró mucho, de todas maneras: en 1942 tuvo una crisis depresiva (“estaba atándome los cordones cuando, de pronto, me di cuenta de que era incapaz de volver a obedecer una orden”, le escribió a un amigo) y fue dado de baja por invalidez. Hacia el final de la guerra volvió a ser convocado por el gobierno británico, pero esta vez como artista: le encomendaron visitar el campo de concentración de Belsen, en Alemania. El resultado de esta visita fueron unos aterradores dibujos de niños agonizantes y, según afirmaba el propio Peake, la experiencia terminó de volverlo loco.
De todos modos, Peake tenía una vida social agitada en su casa de Sussex. No sólo era conocido por sus fiestas, sino también por su íntima amistad con Dylan Thomas y Graham Greene. Fue Greene quien, cuando trabajaba como editor en Eyre & Spottiswoode, le ofreció publicar Titus Groan. Aunque en su primera lectura, Greene fue implacable (“tengo ganas de romperte el cuello porque, leyendo el manuscrito, siento que estás arruinando una historia de primera por pereza” le escribió); después de varias revisiones el libro fue publicado, con ilustraciones de Peake, en 1946. Un año después, el autor se mudó con su familia (esposa y tres hijos) a la isla de Sark, donde terminó de escribir la segunda parte, Gormenghast. Pero la idílica temporada en la isla tuvo que ser interrumpida por un motivo poco romántico: los Peake estaban en bancarrota. En Londres, mientras Peake enseñaba dibujo en escuelas primarias, se establecieron en un estudio de Chelsea, una suerte de monoambiente barato con penosa calefacción en invierno. Peake intentó ganar dinero escribiendo obras de teatro, pero ninguna tuvo éxito. En el invierno de 1953, Peake sufrió un ataque y tuvo que ser hospitalizado: poco después se le diagnosticó el Mal de Parkinson y tuvo que someterse a una cirugía cerebral. Fue en esta época, prácticamente demente, cuando culminó su trilogía y escribió Titus Alone, un epílogo extraño y poético que poco o nada tiene en común con el estilo de los anteriores libros. Su familia decidió hospitalizarlo a principios de la década del 60, y Mervyn Peake murió en 1968, a los 57 años. Ya no reconocía a los familiares y amigos que lo visitaban.

LOS DESVELOS DE STING
“Me temo que no puedo entusiasmarte ni entusiasmarme con la idea de pensar en la posibilidad de vender los derechos para cine de los libros. No puedo imaginarlo como película, y hoy menos que nunca. La temática está completamente fuera de los limitados intereses de los productores, y no quiero ilusionarte”, le escribía Graham Greene a Maeve Peake en 1962, cuando ella, necesitada de dinero, le sugirió la posibilidad de vender los derechos de las novelas a productores cinematográficos. Desde entonces, la idea de filmar la trilogía de Gormenghast siempre pareció un delirio trasnochado.
El único que se le atrevió firmemente fue Sting. En 1982, el bajista compró los derechos de la trilogía. Fan consumado de Gormenghast, al punto que su productora se llama Steerpike y su propia hija lleva el nombre de Fuschia, como la romántica y trágica heredera de los Groan, Sting intentó producir la adaptación cinematográfica (que él mismo protagonizaría, obviamente en el rol de Steerpike), pero jamás pudo conseguir el dinero, ni logró interesar a productores serios. Finalmente, sólo participó en una adaptación para radio de las novelas en 1984.
Pero 1999 fue el gran año de las épicas/góticas de alto presupuesto. La leyenda del jinete sin cabeza de Tim Burton, El señor de los anillos de Peter Jackson (cuyo rodaje en Nueva Zelandia constituyó una impactante noticia a nivel mundial) le dieron coraje a la BBC para intentar Gormenghast, que se estrenó como una miniserie de cuatro episodios en enero de este año, dirigida por Andy Wilson. Para mediados de este mes se anunció su estreno en Estados Unidos. Y si bien muchos cultistas de la saga se lamentaron porque la historia no logró convertirse en un film, es posible que el formato de TV sea más conveniente para Gormenghast: una película de dos horas jamás habría podido abarcar el interminable relato y es por lo menos dudoso que los productores hubieran conseguido alguna vez el dinero para rodar una superproducción como El señor de los anillos que Peter Jackson está terminando en Oceanía. Todo el conservador y tedioso estilo teatral de la BBC (que no estuvo ausente en la serie) no pudo sin embargo arruinar la sensación que produce Gormenghast: es un relato raro. No es lo suficientemente delirante como para deleitar a los buscadores de lo bizarro, y no es lo suficientemente “clásico” como para que la mismísima BBC lo transforme en una pieza de museo.
Cristopher Lee, que a los 70 años interpreta a Flay, el fiel y solitario sirviente de Lord Groan (y que curiosamente también participó de La leyenda del jinete sin cabeza y El señor de los anillos), explica la extrañeza de la comedia de horrores que nadie creyó posible de rodar. “La imaginería de este libro y esta serie se define para mí con el término francés de grotesquerie. No puedo compararlo con los films góticos que hice para Hammer hace cuarenta años. Aquéllos eran imaginativos, pero este trabajo tiene todas las emociones posibles: es triste, es tremendamente gracioso, es aterrador, es perverso. Puede haber cierto ambiente gótico, pero no hay ninguna otra similitud. No se puede comparar el trabajo de Peake con el de Edgar Allan Poe o el de Bram Stoker. Es completamente diferente. Mervyn Peake inventó un estilo. Es único”.

arriba