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 POR LAURA ISOLA  
          Son las tres de la mañana y la farmacia está de turno. 
          De un flete se baja un chico en cueros con algo incrustado al pecho, 
          se acerca a la mirilla y pide una aguja quirúrgica. Mientras 
          tanto, en la cabina del camión uno de sus amigos espera con un 
          puntazo en el costado. El farmacéutico se asusta, no entiende 
          y le trae una jeringa para picarse. Esta escena es una de las tantas 
          que los protagonistas de Okupas tuvieron que repetir por 
          motivos similares en otras farmacias, con otros despachantes igualmente 
          sorprendidos. A Bruno Stagnaro, el director, le gusta meterse tanto 
          en la realidad, que a veces la gente se confunde. Filmar, como el voyeurismo, 
          tiene sus inconvenientes, y en la situación protagonizada por 
          Ariel Staltari (Walter en la ficción) se vivencian los límites: 
          Tuvimos una escena medio áspera en el capítulo que 
          llevamos a El Pollo herido en el flete y lo tenemos que coser. Me bajo, 
          en cueros, a comprar una aguja quirúrgica en una farmacia y tenía 
          el micrófono pegado al pecho porque la toma era de espaldas. 
          Cuando le pido al farmacéutico una aguja, el tipo me vio así, 
          con una cosa pegada, se asustó, pensó que yo era un chabón 
          loco recién escapado de una clínica con el suero colgando, 
          y me trajo una jeringa pensando que era para picarme. Cuando le dijimos 
          que estábamos filmando, fue peor; se puso de la cabeza porque 
          lo habíamos filmado dándole una aguja a un adicto. 
 HACERSE 
          LA PELICULA 
          Okupas es la historia de un chico de clase media y tres 
          eventuales amigos de otra clase. Baja, se puede decir. Marginal, tal 
          vez. El punto de unión es una casa desocupada y la tentación 
          irresistible del personaje de Ricardo por vivir experiencias nuevas, 
          ajenas a su mundo. Por eso, Okupas es por lo menos dos cosas 
          al mismo tiempo: la historia de iniciación de Ricardo, para lo 
          cual el descenso a un ambiente lumpeny malandra es necesario; 
          y, otra vez, como en Pizza..., una historia de amigos, de lealtades 
          y de amor. 
 VERDADERO 
          O FALSO Imaginar que Bruno Stagnaro se sorprendió 
          con el llamado de Tinelli para proponerle hacer algo en televisión, 
          después de haber visto Pizza, birra, faso, pertenece, una vez 
          más, al orden de la ficción: No fue una sorpresa 
          porque yo había tenido unas reuniones con ClaudioVillarruel. 
          Mi primer contacto con Ideas del Sur fue cuando necesitábamos 
          plata para terminar Pizza... y mandamos faxes a todos lados pidiendo 
          guita, explica Stagnaro, y agrega que Tinelli quería hacer 
          algo que tuviera mucha realidad. Menos interesado en la 
          temática de los ocupantes ilegales que en contar una historia 
          del barrio de Congreso, que define como barrio de laburantes de 
          día y medio sórdido de noche, no participa de la 
          idea de que su programa quiera mostrar lo feo por sí mismo y 
          considera que el tema de la marginalidad es totalmente secundario: Sería 
          hipócrita de mi parte decir que estamos haciendo esto para concientizar 
          a alguien. Me interesa que la historia de los cuatro pibes sea creíble. 
          Y para eso trabajo con las distintas capas de la acción, que 
          pasen muchas cosas al mismo tiempo y que no sea algo chato. Evito caer 
          en posturas falsas e impostaciones que responden más a una necesidad 
          de trama y hacen perder el verosímil. Si tengo que mostrar cosas 
          que no son tan lindas, es otro tema. 
 MAS 
          REAL QUE LO REAL 
          En el caso del programa es indiscutible que la ficción tomó 
          cuerpo de tal manera que superó a esa realidad que 
          se estaba buscando. Así es que ciertos sectores, que parecen 
          verse reflejados en las andanzas de estos ocupantes, no son tan fáciles 
          de convencer de que todo lo que se asemeja a la realidad es pura ficción: 
          Una vez, después del capítulo tres, que tiene una 
          escena en la que vamos a comprar cocaína a Quilmes y tomamos, 
          fui a bailar y se me acercaron un par de flacos pidiéndome merca. 
          Se puso pesado: me decían que le diera, que no me haga el boludo. 
          Otros me decían que nos habían cagado y que por qué 
          íbamos aQuilmes, si por esa zona había buena y barata. 
          Otro me pidió que le haga el rolinga, ese bailecito que hice 
          en la ficción y que es típico de los fanáticos 
          de los Rolling Stones. Me volvió loco toda la noche, recuerda 
          con cierta sorpresa Ariel Staltari, que hace de Walter en la serie. 
          En su verdadera piel, este fanático de Boca fue a festejar el 
          campeonato al Obelisco: Yo venía de verlo en el Hilton 
          y uno me reconoció y me dijo: Aguante Okupas 
          que muestra la verdad, vamo a matar a los putos de Verano 
          del 98. Después se puso un poco pesado el ambiente 
          y me fui. Tirri ha pasado las suyas también: El otro 
          día en la Feria de Mataderos me agarró un tipo, me empezó 
          a hablar de El Chiqui y me estaba apretando para sacarme plata. Me decía 
          que tenía un montón de historias, que había salido 
          de la cárcel. Mientras yo pensaba Tendrás un montón 
          de historias, pero tenerte a vos en un set es un bardo. Pasa mucho con 
          algunos pibes que confunden la ficción con la realidad. 
           FAMA 
          Cuando Rodrigo de la Serna, actor experimentado en el metier televisivo, 
          les dijo a sus compañeros: Esperen un capítulo más 
          y nos saludan a todos, tal vez no le hayan prestado suficiente 
          atención. Sin embargo, algo pasó: Nos filmaban con 
          cámaras desde una camioneta y al principio lo paraban a Rodrigo, 
          lo saludaban y teníamos que parar la filmación. A partir 
          del capítulo 3 o 4 nos empezaron a parar a todos y estábamos 
          en el medio de un diálogo cuando se metía uno, nos agarraba 
          y nos cagaba toda la escena, cuenta Franco Tirri, que en la serie 
          hace de El Chiqui. ¿SON 
          O SE HACEN? 
          Es tentador preguntarse si los actores componen un papel o son así 
          en la vida real. En este último caso, seguir indagando sobre 
          la eficacia de la ficción. El trabajo con actores no profesionales 
          es, como se dijo, un sello marca Stagnaro y las formas por las que se 
          hacen conocidos los debutantes son bastante heterodoxas y tensan al 
          límite la delgada frontera entre la ficción y la realidad 
          que el director propone. Es cierto que reclutar soldados rasos 
          es cómodo para el tipo de filmación que realiza. Y también 
          que le gusta elegir sus propias caras para componer los personajes: 
          Si un actor es bueno, también puede hacer cualquier papel 
          y parecer creíble. Por otro lado, las caras nuevas refuerzan 
          la idea de que este trabajo es como una hoja en blanco que se va llenando, 
          comenta Bruno Stagnaro, que no gusta de pontificar sobre nada y que 
          está aprendiendo, a fuerza de retrasos y corridas, que los tiempos 
          del cine no son los de la televisión. Pero que repetir muchas 
          veces una escena es una manera de acercarse a lo que está buscando: 
          Yo sé que no es muy televisivo eso de repetir, pero a veces 
          sufro porque estoy filmando y esperando que algo aparezca en el cuadro, 
          pero que no sé muy bien qué es. Sobre el que no 
          hay dudas en términos actorales y que mejor resiste el método 
          Stagnaro es el Perro: Severino es el mejor actor. Si tiene que 
          repetir la toma veinte veces, las veinte las hace bien, se encargan 
          de aclarar sus compañeros de set. Franco Tirri es la primera 
          vez que trabaja en actuación: Hice teatro hace diez años 
          atrás con Norman Briski, pero mi relación viene por el 
          lado de Matías Stagnaro, que es el asistente de dirección. 
          Éramos compañeros en la Universidad del Cine. Para 
          componer el personaje de El Chiqui, tomó algunas cosas suyas 
          y otras no tanto: Hay algunas cosas que son mías, como 
          el cuelgue. Pero están exageradas adrede. Además, en algunos 
          momentos Bruno me indica el plano, una línea de diálogo 
          y me deja mandar fruta. Pero no tenía ni idea del mundo de los 
          ocupantes ilegales y de tantas cosas. Mi personaje sabe cocinar y yo 
          no tengo ni idea de eso. Ahora aprendí algunas cosas que me enseñó 
          mi viejo. En el capítulo que mi personaje cultiva una plantita 
          de marihuana, no sabía ni cómo se germina esa plantita. 
          El que hizo la botánica es Diego (El Pollo). Por su parte, 
          Diego Alonso, además de horticultor y heladero, sabe 
          ver la actuación detrás de cámara, estudia dirección 
          y está haciendo un corto: Mi personaje es toda construcción. 
          No es un personaje muy difícil: es más poner la cara, 
          mirar y decir poco. Más evidente es el caso de Ariel Staltari, 
          que estudió unos meses con Lito Cruz y éste es su primer 
          trabajo de actuación: En realidad es todo actuación. 
          De Walter tengo la cara y mi manera de hablar porque mi personaje es 
          un tarado: es un pibe muy rompebolas, muy cancherito, está todo 
          el día agitando y no es mi estilo. En cierta medida es muy desagradecido. 
          No tenía ni brújula, ahora está ahí en la 
          casa y sigue sin agradecer. Por el contrario, De la Serna, el 
          actor profesional, es el que menos distancia encuentra entre él 
          y su personaje: Somos de la misma clase social y tenemos las mismas 
          dudas. Por suerte tengo una vocación y trabajo de eso, si no 
          estaría tan perdido como Ricardo.   | 
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