Un verano por
las nubes en el Parque Nacional Nahuel Huapi: trekking a más de 1500
metros de altura hasta los refugios del cerro Catedral.
Un
hogar en las alturas
Por
los filos del cerro Catedral, un ascenso a los refugios de montaña.
Cumbres nevadas, laderas verdes y lagunas azul zafiro en una caminata
�salvaje� a dos mil metros de altura. Después de esa experiencia, el
descenso con la certeza de que por lo menos una vez en la vida hay que
andar por las nubes.
La experiencia
de ir a la montaña no es cosa poco seria. Todo allí nos sume en un pasmo
existencial que los románticos del siglo XVIII seguramente describirían
como la vivencia de �lo Sublime� ante la naturaleza: una mezcla indiscernible
de temor, belleza, y percepción de algo sagrado. La zona de montañas
adyacente a la ciudad de Bariloche, en el Parque Nacional Nahuel Huapi,
es elegida por los caminantes y andinistas del país y del mundo por
su magnificencia y variedad de paisajes. Los Refugios de Montaña del
Club Andino Bariloche nos permiten subir los cerros y encontrar allá
arriba pequeños �hogares� en el medio de la nada, donde poder comer
y dormir. Una oportunidad única de hacer trekking sin necesidad de cargar
carpas y cacerolas, y de conocer parajes de belleza extrema que de otra
manera no serían accesibles más que a montañistas expertos.
Travesía
a Refugio Frey
Esta excursión
asciende al Refugio Frey (1700 metros) ubicado en el �lado oscuro� del
Cerro Catedral, del otro lado de las pistas de esquí: la cara virgen
desde donde son visibles las famosas torres afiladas de granito dorado
que dan nombre a la montaña. El cerro en realidad es un largo cordón
�sucesivamente Catedral Norte, Catedral, y Catedral Sur� erizado de
torres que brotan verticales a lo largo del filo, como dientes de tiburón.
Hay dos rutas alternativas y la más difícil es también la más espectacular
(5 horas). Una �trampita� contribuye a hacerla tan única: esta ruta
no asciende sino que desciende hacia el Refugio Frey, porque el punto
de partida está unos 500 metros más arriba, en el Parador Lynch, sobre
el filo del Catedral Norte. Una vez en el Lynch nos espera una picada
de roca desnuda en las alturas, bien señalada con marcas de pintura
amarilla y roja. La caminata en sí no es cansadora, porque avanza casi
horizontalmente en una altura constante de 2000 metros a lo largo del
filo del cordón Catedral, hacia el sur. Lo que puede llegar a ponernos
los pelos de punta es que andamos más arriba del cielo, sobre la arista
donde se unen las dos pendientes, con una vista que abarca todos los
puntos cardinales. El sendero no es más que un escaloncito labrado en
una pendiente rocosa que cae a pico cientos de metros, y nosotros, diminutos
sherpas latinoamericanos en nuestro techo del mundo. A todos lados cumbres
nevadas, lagunitas turquesa, los brazos azules del lago Nahuel Huapi
y el Gutiérrez. Muy lejos debajo de nosotros, en el fondo del valle
arbolado, se ve un hilito de agua: es el torrentoso río Rucaco.
Caminata
salvaje
Comenzamos
a avistar, más adelante en el filo, las tenebrosas agujas de granito
dorado; un par de horas después se yerguen justo sobre nosotros como
torres góticas de un castillo surrealista. La trotamundos inglesa Hillary
Bradt, escritora de viajes, relata su impresión: �Me habían dicho que
esta travesía era espectacular. Después de una de las caminatas más
salvajes de mi vida descubrí cuán insuficiente resultaba esta descripción.�
Esta visión casi brutal de la grandeza y la belleza del mundo, que prescinde
completamente de lo humano, toca y trastrueca una fibra esencial del
ser. Con un cosquilleo de vértigo en el estómago y en el espíritu, pronto
tenemos la certeza de que toda persona debería ir, al menos una vez
en la vida, a la montaña. En momentos así el Refugio es sólo una excusa,
lo único importante es esta travesía. Justo entonces, cuando el andar
se hace pesado porque es casi un continuo avanzar de piedra en piedra,
aparece una señal milagrosa en aerosol: �FREY�, y una flecha indicando
hacia arriba, escrito sobre una roca. Subimos hasta el col entre dos
torres; del otro lado hay unterrenito plano apodado �Cancha de Fútbol�
porque lo rodean �tribunas� de roca. Desde el col el panorama es fantástico:
incontables picos nevados, y la cercana laguna de altura Jakob �donde
está el Refugio San Martín� bajo el cerro Cuernos del Diablo. Hora y
vista inmejorable para pic-nic; otros caminantes que vienen en dirección
contraria se suman al festín de granola. En este paisaje casi extraterrestre
de tan terrestre y puro, ver a otro ser humano es siempre una sorpresa.
Lagunas
en el cielo
Luego de atravesar la Cancha de Fútbol nos espera otra sorpresa: una
pendiente nevada y abajo, en el fondo del cuenco blanco, una lagunita
azul hielo, Laguna Schmoll. En uno de sus bordes el terreno termina
abruptamente en un abismo; lo que haya más abajo, no se ve. Descendemos
el �caracol� (picada en zig-zag), pisando con cuidado sobre la nieve.
Aseguramos cada paso clavando primero en la huella una caña coligüe
ad hoc que un caminante que subió antes abandonó convenientemente al
principio de la nieve, con esa cortesía tácita que dicta la camaradería
montañesa. Más tarde el refugiero nos contaría que allí es normal encontrar
nieve en diciembre y bien entrado enero, e incluso febrero. Pasada la
nieve, rodeamos la Schmoll y nos asomamos al segundo abismo: un nuevo
caracol baja hasta otra �palangana� de piedra dorada, mucho más grande.
El centro lo ocupa la Laguna Toncek, rodeada de tundra y lenga achaparrada;
en la orilla más lejana, por fin, se avista diminuta una casa de piedra
gris y techo rojo, nuestro Refugio. Y contorneando la laguna frente
a él, un semicírculo de torres impresionantes, las famosas catedrales
de piedra.
Velas
y vino
En el Refugio Frey nos reciben con mate y la salamandra prendida. Esa
noche el viento aúlla afuera, pero la Vía Láctea a pleno vale una salida
con campera y linternas. Como en todos los Refugios, se duerme en el
segundo piso, en camas marineras. Si no tenemos bolsa de dormir, hay
mantas suficientes para no pasar frío. En los siguiente días hacemos
excursiones por los alrededores: volvemos a la Schmoll para un pic-nic,
caminamos los filos que circundan la Laguna Toncek con vistas a los
valles contiguos, subimos al Punto Panorámico desde donde vemos todos
los picos cercanos. La vida en el refugio es apacible; a la noche se
come con velas y vino. El tiempo es a la vez larguísimo, casi eterno,
y volátil como el aire enrarecido de estas alturas. La otra ruta al
Frey, la más sencilla, asciende al cerro por el sur y comienza cerca
de Villa Los Coihues, sobre el Lago Gutiérrez (de 4 a 6 horas). La picada
orilla el agua, con hermosas vistas del Lago Gutiérrez. Luego, la senda
vira y se interna en un valle remontando el río Van Titter, bajo un
bosque de lenga y coihue. Podríamos decir que ésta es la ruta �verde�,
porque, a diferencia de la otra, la picada avanza en su mayor parte
bajo la sombra fresca del bosque añoso, atravesado por arroyitos y cubierto
de musgo y flores de amancay. En algún momento nos cruzamos con el �élfico�
Refugio Piedrita (cerrado), del Club Andino Esloveno, ingeniosamente
construido en madera bajo una roca enorme como techo. El último tramo
es a cielo abierto y bien marcado. Un tiempo en las soledades de allá
arriba y seguramente, si somos personas de alma medianamente sensible,
regresaremos transformados: tanto como el desierto, la montaña es el
paisaje de los místicos.z