Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
ESPACIO PUBLICITARIO


DENUNCIAN QUE POLICIAS Y PATOVICAS DE SUNSET GOLPEARON A UN HOMBRE
Del festejo de fin de año a un coma cuatro +27

Un corte de luz en la disco de San Isidro originó una batahola que terminó a las trompadas. Uno de los heridos está en terapia intensiva. Los testigos dicen que lo molieron a golpes. Sunset tiene varios muertos en su historia.

Fernando y Daniel (con el bastón) son dos de los amigos que estaban junto a Pablo Bonnesserre.

Por Horacio Cecchi

A las 4 de la madrugada del 1º de enero, en la discoteca Sunset, de Olivos, se hizo la oscuridad cuando un apagón arrastró al final de fiesta de unos 700 concurrentes que festejaban la llegada del milenio. Según testigos y víctimas de lo que vendría después, cuatro policías de la Comisaría 1ª de Olivos y doce patovicas de la disco dispuestos a acelerar el trámite desataron una lluvia de golpes y bastonazos sobre un grupo de amigos. Uno de ellos, Pablo Bonnesserre, de 35 años, y vecino del barrio, a última hora de ayer aún luchaba por despegarse de las tinieblas después de haber sido internado con un diagnóstico de coma cuatro. Uno de los dueños de la disco aseguró que “la gresca la iniciaron ellos”. Los amigos de Bonnesserre, con moretones y vendajes, señalaron ante la Justicia a uno de los policías como iniciador de la agresión y denunciaron que en la Comisaría 1ª no quisieron tomarles la denuncia. Si las repeticiones hacen la historia, la de la disco Sunset es tan negra como la oscuridad de la primera madrugada del milenio: en el mismo local, el 1º de diciembre del ‘94 murieron ahogados dos jóvenes, y el 5 de julio del ‘97, otro fue asesinado de un balazo mientras bailaba en la pista (ver aparte).
Le dicen “El Gordo”. Es capataz especializado en cuestiones de seguridad en la construcción y hace poco tiempo había iniciado una obra en el barrio de Belgrano. El 31 de diciembre de 2000, Pablo Bonnesserre decidió festejar la llegada del nuevo milenio con cinco amigos del barrio. “Lo conozco desde hace 20 años –detalló Fernando Mora, de 30, a Página/12–. Nos reunimos siempre en el barcito de la Esso de Ugarte y Chacabuco.”
Según los amigos de Bonnesserre, desde ese mismo barcito se vislumbrará la figura de uno de los presuntos protagonistas de la noche negra de Sunset, pero habrá que dejar correr la historia unos renglones para mencionarlo. Entretanto, y con tiempo suficiente, El Gordo y sus amigos ya tenían previsto salir a festejar la llegada del nuevo milenio. “Fuimos a Sunset porque queda cerca de donde vivimos y no queríamos andar mucho en la calle por si había lío”, aseguró Daniel Ferreira, ahora con bastón y una rodilla vendada.
Hasta las 4 de la madrugada hay absoluta coincidencia en las versiones: todo se desarrollaba normalmente tanto según los amigos de Bonnesserre como el parte policial, aunque una fuente de los Tribunales de San Isidro agregó un detalle que nadie mencionó: “Esa disco no está habilitada para semejante cantidad de gente”.
Pero a esa hora, un corte sorprendió a los 700 festejantes. Y a partir de allí, las versiones difieren en dos oscuridades diferentes. “Estuvimos sin luz durante media hora –dijo Ferreira–. La gente iba al lobby de Sunset para que les devolvieran la plata.” “Nosotros nos quedamos en la entrada viendo qué se iba a resolver”, agregó Mora.
La versión de Aníbal Matis, representante legal de Sunset, y según fuentes tribunalicias, uno de los socios de la firma, es coincidente con la policial: “En la puerta se estaba devolviendo el importe de las entradas cuando un grupito empezó a empujar a la gente que hacía cola y a molestar. (Bonnesserre) Mide un metro ochenta y pesa 120 kilos, le pegó a un policía un puñetazo y lo derribó. Entonces salió un montón de gente y se armó una gresca descomunal”.
Según los amigos del “Gordo”, en ese momento entró en escena aquel protagonista del barcito de la Esso mencionado más arriba: “Los policías estaban de uniforme pero sin la placa de identificación –aseguró Mora–. Uno de ellos empezó a empujar con la punta del bastón a Pablo”. El policía de la punta del bastón es, según los amigos de El Gordo, Martín Rossi, cabo de la 1ª de Olivos. “Lo conocemos porque también para a tomar café en el barcito de la Esso. Y él nos conoce a nosotros.” “No sabemos por qué empezaron a pegarle –dijo Ferreira–. Nosotros llegamos a la puerta y vimos cómo le estaban dando a Pablo.” “En treinta segundos, entre patovicas y policías arrasaron con todos –aseguró Sebastián Minadeo– y a Pablo lo arrastraron hacia la playa de estacionamiento.” Según declararon los cuatro amigos, a Bonnesserre “le siguieron pegando. Ya estaba en el piso y un policía lo pateó en la cabeza tres veces, y después se la pisó, y nos miraba a todos y gritaba: ‘¡A ver quién se la banca!”. “Le pegaban para matarlo”, agregó Ferreira. “Ellos dicen que le sacamos el arma al policía, pero eso es mentira, se le cayó cuando empezó a corrernos.”
“Vi cómo Pablo se puso violeta después de las patadas –recordó Mariano Márquez–; parecía ahogado, roncaba, pero nadie llamó a una ambulancia.” El auxilio médico llegó una hora después. En este punto, nuevamente las versiones se separan en dos noches diferentes: el parte policial informó que Bonnesserre sufrió “lesiones leves” y un cabo “heridas de consideración”. Las evidencias médicas sugieren lo contrario: Bonnesserre terminó en la clínica de la Santísima Trinidad, de San Isidro, donde hasta anoche permanecía en terapia intensiva, en coma cuatro. El cabo se presentó con una mano vendada.
Minadeo recordó el periplo posterior, cuando se presentó en la 1ª de Olivos para radicar la denuncia, “pero el oficial de guardia, de apellido Albornoz, solamente me pidió mis datos y me dijo que me llamaba el martes o el miércoles a más tardar para presentar la denuncia”.
Mientras el fiscal 7 de San Isidro, Diego Molina Pico, iniciaba ayer la investigación caratulada como “lesiones en riña y resistencia a la autoridad”, Pablo Bonnesserre continuaba en la telaraña oscura de su coma cuatro. También las repeticiones asoman en su historia familiar. Uno de sus hermanos, piloto de la Fuerza Aérea, falleció en Córdoba durante un entrenamiento de vuelos acrobáticos, y otro, en un accidente automovilístico. Ayer, el caso de Sunset aún continuaba a oscuras.

 


 

DOS MUERTES EN UNA PILETA Y UN CHICO BALEADO
La historia oscura de Sunset

La historia negra de Sunset –la discoteca líder en la zona norte del Gran Buenos Aires durante la década del 60– empezó en 1994, cuando dos jóvenes murieron ahogados en la pileta de natación del local. La muerte de los chicos se produjo durante una fiesta de egresadas del Instituto Santa María de Nazareth, sin que ninguno de los 700 invitados pudiera hacer nada para salvarlos. Por el caso fue procesado uno de los dueños de la disco, Jorge Orgueira, como presunto responsable de homicidio culposo. Las páginas policiales volvieron a hablar de la disco tres años después, cuando un chico de 16 años fue asesinado en plena pista de baile, también durante una fiesta de estudiantes. El responsable de su muerte –otro adolescente, de 18– fue condenado a 15 años de prisión a fines del año pasado.
La noche del 1º de diciembre de 1994 prometía ser inolvidable para las chicas del Nazareth, un instituto secundario de clase media del barrio porteño de Saavedra. Una de sus alumnas, Cynthia Feliú, había invitado al festejo a los mejores amigos de su novio Marcelo: Bruno Alejandro Sueyro y Marcos Rodríguez González. A las cuatro de la mañana, después de toda una noche de baile, los tres se metieron a la pileta con otros treinta jóvenes. Quince minutos después del chapuzón, al chico le sorprendió que Bruno y Marcos no salieran del agua. Cuando se prendieron las luces del parque, alguien vio los cuerpos sumergidos. Durante los primeros días se habló de alcohol y drogas como causas de la muerte; una hipótesis poco coherente con la historia de los jóvenes: Marcos había ganado varias competencias de natación; Bruno no tomaba alcohol ni fumaba. Luego los peritos determinaron que los amigos murieron electrocutados, al recibir una descarga de un cable deteriorado que estaba al borde de la piscina.
También la noche del 5 de julio de 1997 fue trágica para Sunset. Gonzalo Fabregad y sus compañeros del colegio Ceferino Namuncurá habían organizado un baile en la matineé, para recaudar fondos para el viaje a Bariloche. A las 21, un chico empezó a molestar a Cecilia, hermana de Gonzalo, y a Natalia, su novia. Gonzalo, que era rugbier del Club Olivos y uno de los RRPP de la matinée del local, les pidió que se alejaran. “Las chicas están conmigo”, señaló. Como respuesta recibió un balazo a la altura del hígado, que lo mató antes de ser trasladado al hospital de Vicente López. La familia Fabregad denunció al personal de la disco por abandono de persona: tardaron casi media hora en llamar a una ambulancia y Gonzalo se desangró. A los dos días, la policía detuvo a los autores del crimen: Gabriel Maciel –el chico que había molestado a Natalia y a Cecilia– había disparado; Sebastián Bou Giussiano, su amigo, le había prestado el arma. En diciembre de 1999, Maciel fue sentenciado a 15 años de reclusión. Bou Giussiano fue absuelto, porque no había pruebas suficientes para condenarlo. En octubre último, autorizaron la excarcelación de Maciel, ya que no hay sentencia firme. De todos modos, es poco probable que quede en libertad: para eso debería pagar una fianza de 500.000 pesos, y todos sus bienes están embargados por el juez que está a cargo de la demanda civil.

 

PRINCIPAL