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OPINION
Cuestión de puntería
Por Gustavo Veiga

Las primeras lecturas en torno del origen de los sucesos ocurridos en Mar del Plata invitaban a transitar por dos caminos. La hipótesis A sostenía: a Javier Castrilli le tendieron �una cama� porque la Policía Bonaerense es refractaria a que el ex árbitro desempeñe tareas afines a la fuerza. Anoche, esta interpretación quedó en parte desestimada. Mario Gallina, un ex juez como el Sheriff, comentó que entre éste y su hermano menor, el comisario mayor José María Gallina �el máximo jefe de la Bonaerense�, existe una excelente relación profesional y, además, una gran amistad. Además, extendió el buen concepto que se tiene de Castrilli al resto de los uniformados. 
La hipótesis B es la que todavía se mantiene en pie, afirmada en una intervención desmesurada de la Guardia de Infantería que irrumpió en la tribuna de River para arrebatarle un par de banderas a los hinchas. Tiró gases lacrimógenos en el corazón de la popular y desató el caos. La sensación que les quedó a varios de los protagonistas fue inequívoca. El partido se suspendió porque el antídoto más vulgar de la represión policial avanzó a modo de nube sobre el campo de juego e impidió que el juego prosiguiera con normalidad. O sea, el árbitro Héctor Baldassi no paró el encuentro porque el público corría peligro en un sector del estadio sino porque el aire se había tornado irrespirable para los futbolistas. Deducción: si en lugar de explotar bombas de gas, se hubiesen disparado armas de fuego, el juego se habría continuado desarrollando.
A menudo se dice que las sanciones adoptadas en el fútbol para penalizar la violencia están ceñidas a una cuestión de estricta puntería. Si un piedrazo acierta a dar en la cabeza de un juez de línea, se suspende el partido y, luego, se aplica la consabida quita de puntos. Sí, en cambio, el agresor carece de precisión, no ocurre nada. De este argumento podría deducirse otro. Como la policía reprimió con gases y éstos se esparcieron, las huellas que dejaron en los ojos pareciera que resultaron más perjudiciales para la salud que varios balazos en el estómago. Convendría recordar que en diciembre pasado un hincha del Deportivo Morón murió de ese modo a manos de la Bonaerense.


 

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