Por Luciano Monteagudo
Estuvo en Buenos Aires hace
unos meses para presentar uno de los títulos más destacados
del festival España y Francia: el cine del Tercer Milenio.
Pero Frédéric Fonteyne nació y vive en Bélgica
y dice que sus films serían belgas aunque transcurrieran
en una nave espacial. Fanático confeso de Tintin, el legendario
héroe belga de historietas creado por Hergé, Fonteyne (32
años, egresado de la escuela de cine de Bélgica) trajo en
su momento Une liason pornographique, su segundo largometraje, que le
valió a Nathalie Baye (coprotagonista del film junto al español
Sergi López) el premio a la mejor actriz en la exigente Mostra
de Venecia.
La película, que se estrenará en Buenos Aires en pocos días
más como Una relación particular, es una verdadera
historia de amor, en palabras del propio Fonteyne, para quien el
título original encierra una ironía no siempre bien comprendida.
Aquí cambiaron la palabra pornográfica
por particular, que no está tan mal, se ataja
el director, en diálogo con Página/12. En los Estados
Unidos se va a estrenar como A Love Affair y en Italia ya se conoció
como Una relazione privata. Nunca pensé que una palabra pudiera
ser tan pesada, tan fuerte y que causara tantos problemas. En Francia
mismo, alguna gente no la fue a ver pensando que era otra película
de sexo. Para Fonteyne, el título original es el mejor,
porque es importante saber que al comienzo del film, cuando la pareja
se encuentra por primera vez en un bar de París, ambos tienen una
fantasía erótica. Quizás son casados, quizás
tuvieron antes algunas aventuras amorosas, pero no sabemos nada de sus
vidas ni de sus pasados. Salvo que ahora quieren vivir una fantasía
erótica, que paulatinamente se convierte en algo que podríamos
llamar amor.
Si hay algo que llama inmediatamente la atención de Une liason
pornographique es el grado de concentración dramática del
film, que necesita de apenas dos personajes y un par de escenarios, la
mesa de un bar y una pieza de hotel, como si fuera una obra de teatro.
De hecho, mi amigo Philippe Blasband, que escribió los guiones
de mis cortometrajes y de mis dos largos, también escribe novelas
y teatro, pero siempre vi Une liason... como un proyecto muy cinematográfico.
Es verdad que la situación llama a una gran concentración,
pero lo que me interesaba filmar era siempre algo que iba más allá
de aquello que se estaba diciendo. El personaje de Nathalie Baye, por
ejemplo: habla mucho, porque le tiene miedo al silencio, pero me interesaba
mostrar lo que está más allá de las palabras, porque
lo que dicen mis personajes no siempre es lo que quieren decir. A veces,
incluso, es exactamente lo contrario. Y de eso se trata en el cine, de
descubrir gestos, miradas, señales de sus verdaderos sentimientos.
Para Fonteyne, también está en su lista de prioridades como
cineasta el trabajo con los actores. Es casi aquello que prefiero
y en esta película era algo esencial, porque no tenía otra
alternativa. Se trataba de captar un determinado momento en la vida de
estos personajes, algo que pasa frente a la cámara, un puro tiempo
presente, que siempre es algo muy cinematográfico y que sólo
me lo podían dar Nathalie y Sergi. Según el director,
en una relación como la que se establece en su film siempre hay
algunas diferencias, pequeñas mentiras, cosas no dichas.
Y allí está siempre la tragedia de las historias de amor:
aparentemente dos personas viven una misma situación, pero los
puntos de vista son distintos. Lo que quería despertar en Nathalie
y en Sergi era sobre todo un sentimiento de curiosidad, de atracción,
pero también de intriga entre ambos, algo a lo que contribuyó
el hecho de que nunca habían trabajado juntos y que desconocían
respectivamente sus trabajos previos. Venían de mundos muy distintos
y eso potenció el encuentro.
|