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el Kiosco de Página/12

Don Hannibal
Por Rodrigo Fresán

UNO Tiene su gracia esto de ir a ver Hannibal llevando, ah, tanto pero tanto tiempo sin comer carne en este apocalipsis vacuno y europeo: primero las vacas locas y ahora la fiebre aftosa y los cuadrúpedos ardiendo contra el horizonte como en un cuadro surrealista. En fin... Ahora ya se sabe que Hannibal (película) rechaza el desconcertante final de Hannibal (novela) .Lecter y Starling viviendo y masticando juntos en Buenos Aires-. para optar por algo más sensato y, claro, fácil de continuar en próxima película. Así -.del mismo modo que la novela El silencio de los corderos era mucho mejor que la película que generó-. Hannibal, por una vez, es mejor película que libro y, digámoslo, Julianne Moore se come cruda a Jodie Foster.

DOS Pero yo quería hablar de otra cosa, de arquetipos norteamericanos, del arco que traza esa flecha que arranca con el cowboy a finales-principios del siglo XVIII-XIX, se continúa con el neomagnate yanqui y, ya en pleno siglo XX, entronca primero con el mafioso y después con el asesino serial. Hay algo interesante en el hecho de que Corleone y Lecter sean europeos que cruzan a América para contaminarla con el terrible virus del glamour siniestro donde los enemigos son -.siempre-. los estúpidos peones de un sistema que incluye tanto a los burócratas de la Iglesia como los del FBI. Corleone y Lecter son, sí, individuos. Porque, a no dudarlo, uno y otro son héroes que traen al Nuevo Mundo charme ancestral y furia shakespeareana. Las películas de los Corleone se fueron refinando en un evidente homenaje al autor de Hamlet; las del Dr. Lecter siguen el mismo camino. Son tramas llenas de sonido y furia donde los idiotas son siempre los otros.

TRES El final de Hannibal, obvio, deja las puertas y el apetito abiertos para que la aventura continúe. Mientras tanto, se nos advierte, se hará tiempo refilmando -.ahora a todo luxe.- la iniciática Dragón Rojo, dirigida en su momento por Michael Mann a partir de la novela de Thomas Harris donde aparece el buen doctor por primera vez. ¿Pero cómo seguir? Esta es mi modesta proposición: Hannibal Lecter vuelve a vivir, feliz, en algún rincón de Europa donde toca una y otra vez las Variaciones Goldberg sin que lo molesten demasiado... La vida es tranquila y nadie se preocupa cada vez que desaparece algún inmigrante ilegal. Lecter está grande y, ante su obvio retiro, los asesinos seriales que lo idolatran y que crecieron todos estos años bajo su sombra le exigen que nombre un sucesor para que continúe la saga y la gloria. Así, por fin, el mito del asesino serial se funde con el del capo mafioso. Lecter, en principio, se desentiende de los requerimientos que aparecen como tumores en internet pero, por supuesto, no demora en desatarse una competencia feroz y un baño de sangre que cubre a buena parte del planeta. Starling y el FBI le ofrecen a Lecter un indulto a cambio de colaborar en el cese de hostilidades. Lecter acepta porque le fascina la posibilidad de comerse a varios asesinos seriales que pretenden su trono. Se los come a todos. Como recompensa el FBI le ofrece una nueva identidad y lo envía –ahora sí, sutil castigo– a vivir a Buenos Aires, Argentina. Porca miseria. Starling, vigilante, lo acompaña. De vez en cuando, a la espera de la siguiente película, Lecter cocina. Cocina muy bien.

REP

 

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