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FERNANDEZ MEIJIDE DEJA DE SER MINISTRA
Y LA REEMPLAZA MAKON. MITRE, A LA CASA ROSADA
El Gobierno, un mercado con altas y bajas

El Frepaso rediscutió su presencia en el Gobierno de la Alianza y De la Rúa lo aceptó. Graciela Fernández Meijide pasará a la vicejefatura de Gabinete y Marcos Makón a Desarrollo Social. Un chachista puro, Ricardo Mitre, será
secretario general.

Alvarez, Fernández Meijide y, en la pantalla, Fernando de la Rúa antes del frío.

Por Fernando Cibeira y José Natanson

El Frepaso le llevó ayer a Fernando de la Rúa su aporte para la renovación del gabinete. Luego de un día de reuniones, rumores y desmentidas, por la noche la ministra Graciela Fernández Meijide visitó al Presidente en la Casa Rosada para comunicarle la sugerencia de su partido: su renuncia al Ministerio de Desarrollo Social y su pase a la vicejefatura de Gabinete. Por un enroque, el hasta ayer vicejefe, Marcos Makón, se convertirá en el nuevo ministro con la tarea de apurar la creación de la agencia social. Los cambios se completaban con la ya aceptada llegada del chachista Ricardo Mitre a la Secretaría General de la Presidencia, aunque De la Rúa prefería no anunciarlo para no aparecer aceptando la propuesta completa de sus socios.
La conclusión política de la jugada es clara. Dentro del mismo Frepaso reconocían ayer el desgaste excesivo que había sufrido Fernández Meijide en su escaso año y meses de gestión, lo cual obligó a sus dirigentes a buscar una salida elegante para quien hasta hace poco tiempo era su figura más taquillera. Pero, además, la maniobra de ayer indica un renovado compromiso del ex vicepresidente Carlos “Chacho” Alvarez con el gobierno: Makón y Mitre tienen como principal característica política su cercanía con el líder del Frepaso.
El desenlace comenzó a la tarde, cuando Alvarez llamó a Graciela para comentarle su intención de replantear el lugar del Frepaso en la gestión delarruista. La ministra había comenzado el día negando por enésima vez las versiones sobre su alejamiento y adjudicando a una “operación” el rumor acerca de que podría pasar a la secretaría general. Luego de la conversación preliminar con Chacho, Fernández Meijide fue a reunirse con él en la Casa del Frente, en Callao al 100. Allí se enteró de la idea de Alvarez de hacer un enroque con Makón. “Lo tomó bien”, relató un importante dirigente frepasista que participó del encuentro.
Como anticipó Página/12, Chacho le había sugerido al propio De la Rúa que no era Graciela la persona más indicada para encabezar el nuevo proyecto de agencia social, el organismo imaginado por Alvarez para centralizar todos los planes de ayuda que hoy se encuentran repartidos en diferentes ministerios. En el Frepaso le criticaban a Meijide inacción en su gestión y dificultades para armar un buen equipo de colaboradores.
En rigor, su paso por el ministerio estuvo plagado de contratiempos. Comenzó con el escándalo que involucró a su cuñado, Angel Tonietto, quien fue interventor del PAMI y dueño de una clínica prestadora al mismo tiempo. Siguió con el despido del secretario de Políticas Sociales, Eduardo Bustelo, quien pasó de principal asesor a su peor enemigo en poco tiempo. Para colmo, la funcionaria nunca logró afianzar una buena relación con los gobernadores, que le criticaban su falta de manejo. Al mismo tiempo, su relación con Alvarez se enfrió a niveles aún mayores que los de la interna entre Fernández Meijide y De la Rúa para dirimir la candidatura presidencial de la Alianza, y su imagen pública cayó a niveles insospechados en 1997, cuando derrotó al peronismo en la provincia de Buenos Aires, tornando imposible una salida elegante a través de una candidatura. “No considero para nada haber fracasado en mi gestión”, aclaró de todos modos Fernández Meijide ayer, luego de reunirse con De la Rúa.
La permanencia de Graciela en su cargo se había vuelto un enigma para el Gobierno. En más de una oportunidad, algún ministro debió soportar las quejas de dirigentes frepasistas por las deficiencias de la política social. Cuando se les recordaba que la responsable del tema era una frepasista, la respuesta era siempre la misma. “Lo que pasa es que Graciela no nos representa”, decían cerca de Alvarez. Ayer, una vez conocida la noticia, un asesor del jefe frepasista imaginaba la vicejefatura de Gabinete como “un lugar político importante” pero sinmayores responsabilidades de gestión, desde el que Graciela podría intentar una recuperación de la aceptación que supo tener.
En cuanto a su reemplazante, un ex cavallista de perfil técnico, llegará al ministerio con la misión de ponerse al frente del armado de la agencia social. “Si bien no tiene experiencia en el campo social, Makón tiene mucha capacidad de gestión, que es lo que le faltaba a Graciela”, evaluaba anoche entusiasmado un dirigente chachista. Hasta ayer Makón estaba a cargo de los programas de modernización del Estado.
Luego de la reunión en la Casa del Frente, Graciela y el diputado Rodolfo Rodil se corrieron hasta la Rosada para encontrarse con De la Rúa. Había sido un día cargado de versiones: muy temprano, el ministro de Salud, Héctor Lombardo, debió salir a desmentir su renuncia. Después se dijo que la baja de los mercados fue consecuencia de un amague de portazo del flamante jefe de Hacienda, Ricardo López Murphy. Finalmente, de todas las versiones que circularon la única confirmada fue la que le llevó Fernández Meijide a De la Rúa.
A la salida, Graciela se apresuró. No sólo confirmó su mudanza y la de Makón, sino que adelantó que el Presidente había aceptado a Mitre como secretario general. En realidad, la idea de De la Rúa era esperar un par de días para que el Frepaso le enviara una terna de nombres en la que estuviera incluido el de Mitre. El Presidente imaginó que así daría una imagen de autoridad –como le recomiendan en su entorno– y no aparecería en un rol pasivo frente a sus socios.
Pero a pesar de que quizás demore en anunciarlo, el ingreso de Mitre al Ejecutivo está firme. Su incorporación –sumada al enroque de Graciela y Makón– reconfigura el lugar del Frepaso en el Gobierno y es una muestra más de la política de no ruptura que emprendió Chacho Alvarez un par de meses después de su renuncia. Es que, a pesar de sus temores sobre las nuevas medidas de López Murphy (ayer el diputado Darío Alessandro se encontró con el nuevo ministro para informarse), lo cierto es que el ex vice ha aceptado incluir a Makón y Mitre, dos de sus hombres de máxima confianza, en lugares claves del Gabinete. Con el gesto, Chacho dio una nueva muestra de su compromiso con el Gobierno y de su voluntad de reforzar la Alianza en el comienzo del año electoral. Si esto será eterno, es otro problema.

 

Claves

Mientras López Murphy definía su equipo económico, De la Rúa aceptó cambios en el gabinete nacional.
La base es un enroque: Graciela Fernández Meijide dejará de ser ministra y Marcos Makón ocupará el Ministerio con la función de crear la Agencia Social.
Ricardo Mitre, que goza de la máxima confianza de Chacho y fue el secretario administrativo del Senado durante el escándalo de las coimas, será el secretario general de la Presidencia.
De este modo el Frepaso tendrá dos funcionarios con rango de ministro.
Así, los frepasistas no tuvieron que dejar la presidencia del bloque de la Alianza, que seguirá en manos de Darío Alessandro.
Fernández Meijide aceptó el cambio, pero dijo que no consideraba un fracaso a su gestión.

 

LOS FREPASISTAS, EL GOBIERNO Y LA ECONOMIA
¿Hasta dónde llega el acuerdo?

Por Eduardo Tagliaferro

“¿Cómo algunos sectores del Gobierno le pueden pedir al Frepaso que acepte a rajatabla a (Ricardo) López Murphy, si nosotros no participamos del debate de la letra fina?”, se preguntaba ante Página/12 un destacado frepasista. El comentario reseñaba en parte la resignación y a su vez la expectativa con la que el Frepaso espera el programa que el nuevo equipo económico pondrá en marcha después de que haya cubierto los cargos principales.
El compromiso al que se refería el dirigente era nada más y nada menos que la intención del Gobierno de anudar nuevas incorporaciones de los socios menores de la coalición a cambio de un acuerdo “integral” que garantice el compromiso de la fuerza liderada por Carlos “Chacho” Alvarez.
Las futuras políticas económicas eran ayer para los hombres del Frepaso un secreto inexpugnable. Dirigentes cercanos al líder partidario mostraban su recelo con López Murphy y aventuraban un fuerte rechazo de la agrupación para con los futuros anuncios del ministro. “Nosotros lo alertamos en el documento que presentamos el pasado domingo”, decía el dirigente cercano a Alvarez. La mención hacía referencia al párrafo en el que los seguidores del ex vicepresidente sostienen que si no hay acuerdos programáticos “es esperable que en una Alianza se entablen debates públicos”. Aunque críptica, la frase deja las puertas abiertas para fuertes críticas públicas por parte de los frentistas. La desconfianza de la conducción del Frente radica en que analizan que la de López Murphy es una gestión que está llamada a ser una escala intermedia que “inexorablemente” conducirá al desembarcó de Domingo Cavallo en la cartera económica.
Por otro lado, los pocos frepasistas que hasta hoy integran el gabinete de Fernando de la Rúa tenían menos recelos contra el hombre fuerte de FIEL y nuevo ministro de Economía. Aunque no descartan un recorte importante en el gasto público, los funcionarios del Frepaso que integran el gobierno tenían información que los llevaba a tener fuertes indicios de que el ajuste iría acompañado de una política de reducción de impuestos. A la hora de las precisiones, algunos de esos funcionarios señalaron a este diario que López Murphy alentaría una fuerte reducción no sólo del impuesto a las Ganancias sino también del IVA. Según estos frentistas las medidas irían de la mano de un políticas que alienten la producción.

 

Los dos nuevos miembros del gabinete nacional

MARCOS MAKON.
De Cavallo al Frepaso

Marcos Makón conoce bien la estructura del Estado: trabajó por primera vez en la función pública junto a Domingo Cavallo. Desde 1990 hasta 1996 fue subsecretario de Ejecución Presupuestaria del Ministerio de Economía. Antes de ubicarse al lado del ex funcionario, Makón estuvo en el exterior como asesor de las Naciones Unidas entre 1973 y 1983. Durante su exilio nació su hijo, a quien, en honor de sus años de militancia juvenil, bautizó Ernesto Camilo (por Guevara y Cienfuegos). Además de destreza profesional, es innegable que Makón posee cintura política: a pesar de que él prefiere considerarse un técnico, lo cierto es que luego de trabajar con Cavallo logró ingresar al círculo de máxima confianza de Carlos “Chacho” Alvarez, quien lo había conocido cuando asistió a un seminario sobre economía. Fue el jefe del Frepaso quien lo empujó a cargos de relevancia política: primero como asesor de la vicepresidencia a cargo de los programas de modernización del Estado, después como vicejefe de Gabinete (lo que le sirvió para trabar una buena relación con Chrystian Colombo) y, finalmente, como nuevo ministro de Desarrollo Social. Los últimos días, además, Makón fue uno de los interlocutores de Cavallo en medio de las negociaciones para que su ex jefe recalara otra vez en un puesto en el Estado.

RICARDO MITRE.
De Chacho para De la Rúa

Abogado, 51, casado, tres hijos, Ricardo Mitre reúne una condición política fundamental para llegar a la Secretaría General de la Presidencia: dentro del Frepaso se sabe que él “es” Carlos “Chacho” Alvarez. Ambos son amigos desde la adolescencia y fueron miembros fundadores de JAEN, la agrupación que terminó confluyendo luego en el peronismo juvenil. Años después Mitre se volcó a la actividad privada en distintas empresas, hasta que en 1999 Chacho se convirtió en vicepresidente. Cuando tuvo que formar su equipo de funcionarios en la presidencia del Senado, pensó en su amigo para la estratégica Secretaría Administrativa del Senado, un puesto con rango de secretaría de Estado donde era necesario alguien de máxima confianza. Allí, Mitre no pasó desapercibido. Fue el encargado de reducir la planta y el presupuesto de la Cámara alta y de difundir la lista de empleados –muchos de ellos ñoquis– de la Cámara alta, lo que le valió la antipatía de los senadores, sobre todo de los radicales ligados a un sistema que Alvarez bautizó como de “gobernabilidad tarifada” en acuerdo con el peronismo. Con fama de eficaz y expansivo, cuando De la Rúa lo confirme Mitre será el enlace entre el Presidente y su ex vice.

 

OPINION
Por Mario Wainfeld

GRACIELA FERNANDEZ MEIJIDE, EL OCASO DEL HURACAN
Sin embargo ay, mirá lo que quedó

Fue un huracán en la política argentina: la candidata que plasmó el crecimiento de la Alianza, la mujer no peronista (acaso filogorila) que derrotó al PJ en la provincia de Buenos Aires. Tuvo un ascenso fulgurante, parecía no tener techo. Encontró varios, cada vez más bajos. Ayer, disminuyó algo más. Y parece difícil que pueda revertir esa tendencia.
En 1991 fue candidata a diputada por la Capital, no alcanzó los votos necesarios. En 1995 aplastó a Erman González y Reinaldo Vanossi como candidata a senadora. En 1997 barrió del mapa a (Hilda González de) Duhalde. A esa altura, llevaba campañas victoriosas ininterrupidas desde 1994 y pintaba para ser Presidenta en 1999. Pero no ocurrió así. En 1998 De la Rúa prácticamente la dobló en votos en la interna de la Alianza. En 1999 Ruckauf dio el batacazo tronchando su fantasía sustituta de llegar a gobernadora de la provincia de Buenos Aires. Ayer sufrió un nuevo bajón al ser desplazada de un ministerio al segundo lugar de otro, debajo de una figura de perfil altísimo.
Cuando era candidata de lujo impactaba por su decisión, por su recurrente invocación al sentido común, por la convicción que emanaba de cada una de sus palabras. Venía de afuera de la política, era mujer, madre de desaparecido. Hablaba desde un lugar diferente que le permitía ser crítica, conmover a la gente del común, provocar en ella inmediatas identificaciones y diferenciarse por mera presencia de la “clase política”. Ser una novata en la actividad proselitista y partidaria era puro rédito en esos momentos.
Carlos Chacho Alvarez –un formidable promotor de ingenierías electorales y no menos agudo inventor de candidatos– advirtió su potencial. Sin avisarle y casi sin consultarla, la promovió como cabeza de lista en la elección bautismal de la Alianza. Si acaso no tuvo la imaginación de Chacho le sobró coraje y decisión para ponerse al hombro una campaña durísima en condición extrema de visitante. Ganó y tocó el cielo. Era, Alvarez así lo había anunciado, la candidata presidencial del Frepaso. De ahí en más, vista con la comodidad que da la perspectiva, comenzó a enhebrar errores. Se obstinó en disputar la interna abierta frente a De la Rúa contra los consejos de Alvarez que barruntaba una derrota amplia, aunque seguramente algo menos fenomenal que la que padeció.
Acometió sin beneficio de inventario la campaña para la gobernación contra Carlos Ruckauf, incurriendo en varios errores. El primero, no poder integrar cabalmente a sus socios radicales muchos de los cuales no la votaron con entusiasmo (o no la votaron con entusiasmo, quién sabe) en buena parte del interior provincial. El segundo, soslayar que su victoria de 1997 no anulaba la condición de peronista de la mayoría del electorado de la provincia lo que suponía un cierto lenguaje, un modo de acercarse, una serie de sutilezas diríase culturales que consideró innecesarios. Su caída frente a Ruckauf fue un duro golpe para el Frepaso en su relación con la UCR y para la Alianza en su relación con el justicialismo.
Lo aconsejable, lo que le volvió a sugerir Alvarez era asumir un perfil bajo tras dos golpes electorales. Prefirió insistir, reclamar un espacio en el Gabinete nacional. La equivocación subsiguiente fue compartida por Chacho: procurarle ese lugar que, con buena lógica, buena parte de la gente del común leería como un premio consuelo.
Una ministra frepasista de Desarrollo social implicaba una promesa de diferenciación de estilos, de ciertos resultados. Llegó mal provista: con nula experiencia de gestión, magullada tras dos batallas comiciales y ya era patente su escasa disposición a escuchar voces críticas.
Sus compañeros de gobierno empezaron a barruntar rápidamente que carecía del piné exigido para esa tarea. Varias fuentes del primer gabinete confirmaron a Página/12 que sus intervenciones en la reuniones en la Rosada generaban incomodidad a fuer de imprecisas o poco pertinentes. El comienzo del gobierno, la luna de miel de la coalición –más los buenos modales y hasta la inexpresividad que pretendía el Presidente– determinaban que casi nadie se lo hiciese saber o notar. La solitariaexcepción era Alvarez quien no se esmeraba demasiado en disimular su fastidio. Era el primer signo de una creciente tensión entre ambos que se potenció cuando estalló el affaire de su cuñado Angel Tonietto. La ministra tardó en reaccionar, se empecinó en creer que el escándalo que su propio staff había generado era una campaña en su contra, una conspiración contra ella y contra un sanitarista de gran nivel. Jamás terminó de aceptar que sencillamente había vulnerado desde su sitial lo que había sido su blasón durante años: la transparencia.
Fueron esas horas de parálisis las últimas aderezadas con repetidas conversaciones telefónicas con Alvarez. A partir de entonces sus relaciones tomaron el frío del témpano. Alvarez decidió que era superfluo dialogar con ella, que no tenía vocación de escuchar. Graciela interpretó que Chacho le había soltado la mano. Seguramente ambos tenían razón. A estos enconos el jefe frepasista añadía su recurrente crítica al subsecretario administrativo Carlos Porroni, mano derecha de la ministra a quien imputaba manejos turbios. También los enfrentó la visión negativa que elaboró el ex vice respecto del Frepaso bonaerense del que Graciela siguió siendo Presidente.
Su gestión la demostró con severas dificultades para articular con los gobernadores de provincia. Era una misión ardua: los peronistas advirtieron desde el vamos que el Frepaso era el eslabón más débil de la Alianza y al mismo tiempo el que más los incordiaba. No estaban dispuestos a hacerle fáciles las cosas. Una dificultad enorme, pero al tiempo previsible, que jamás logró superar por faltarle aptitud de articular, capacidad de diálogo, astucia para el toma y daca que es el abecé de la política. También fue tensa su relación con Cecilia Felgueras (mientras ésta revistó en el Ministerio), antagónica la que tuvo con su número dos el frepasista Eduardo Bustelo. Y no pudo contener a numerosos técnicos y profesionales frepasistas que –como Bustelo– le dieron un portazo a fin del año pasado.
No consiguió armar equipos, se fue a Biarritz en medio de las negociaciones por los cortes de ruta en La Matanza. Su posición en el gabinete pasó a ser una charada. Tal como surge de encuestas que publicó la semana pasada Página/12 era, al momento de la renuncia de José Luis Machinea, la ministro con peor imagen, aún más baja que la del propio ex titular de Hacienda. Pero De la Rúa no quería moverla para no generar un casus belli con el Frepaso.
Allá por noviembre, tras su renuncia, Alvarez empezó a manejar la idea de la Agencia social concebida como una jugada a dos puntas: recuperar protagonismo en el terreno de las políticas sociales y en el Gabinete nacional. Consideraba –más bien advertía– que la ministra carecía de peso propio en el equipo de gobierno. Que era tratada con cortesía por sus compañeros de gestión pero que no formaba parte del grupo que tomaba las decisiones como sí lo había sabido hacer, para bien y para mal, Alberto Flamarique. Su ausencia del Grupo de Trabajo formado por radicales y frepasistas fue un buen termómetro de su peso específico en este último tiempo.
Sus mejores momentos fueron las campañas electorales. Los más flojos los de la administración. Sin quererlo es un símbolo de algunas de las características más salientes del Frepaso y aún de la Alianza, que han sido mucho más esplendorosos en las urnas que en los despachos oficiales.

 

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