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el Kiosco de Página/12


GOLPES Y CAIDOS

Por Rafael A. Bielsa

En la década del ‘80, Ferro era un club con fútbol, no de fútbol. Tenía una colonia de vacaciones multitudinaria, había que madrugar para reservar un turno durante la noche en una de las canchas de tenis de la sede o el anexo, y las instalaciones del club estaban permanentemente llenas con un hormigueo de niños, jóvenes, adultos, ancianos, cada uno de ellos con un propósito para el cual el club era ámbito indicado.
También en la década del ‘80, Luis Nillo Minetto fundó su sueño. En avenida San Martín 4724/36 de la ciudad de Río Ceballos, provincia de Córdoba, remodeló el hotel que había heredado de su padre. Estaba orgulloso con la propiedad, a la que había dotado de una gran cantidad de rasgos de sus propios gustos, que reconocía con satisfacción cada vez que le echaba una ojeada.
En los ‘80, Ferrocarril Oeste consiguió sus dos únicos títulos en fútbol, los Nacionales del ‘82 y del ‘84, y sus tres ligas de básquetbol, en ‘85, ‘86 y ‘89. El modelo de concepción y de gestión era considerado un ejemplo a imitar, y a su estadio –ubicado geográficamente en medio de la Ciudad de Buenos Aires–, debía añadirse un predio magnífico en Pontevedra, y una larga colección de intervenciones en los más diversos deportes amateurs.
Al comienzo, Minetto continuó con el hotel. Hombre cordial, disfrutaba de supervisar la marcha del hospedaje, y de conversar animadamente con los circunstanciales huéspedes, para los que siempre tenía un esmero o un cuidado especial. Al estar ubicado en pleno centro de la ciudad, el hotel ofrecía una ventaja comparativa para quienes visitaran Río Ceballos no sólo por turismo sino también por negocios, o estuvieran allí de paso.
El jugador Jorge Luis Cordón vivió toda su carrera futbolística en Ferro. “Hace un par de años comenzamos a pensar que la cosa podía terminar mal”, declaró últimamente. “Hace 5 años, nunca me lo hubiera esperado, y hace 10 mucho menos, porque el club era una locomotora, como la que relampaguea al lado de la cancha de handball.”
Sin embargo, a medida que se iban desgranando los ‘90, la felicidad no habría de durarle demasiado a Minetto. Cerró el hotel y decidió alquilar los locales para distintos fines. En 1998, la señora Inés Irene Pidone resolvió ser locataria, para dedicar las instalaciones a la explotación de videojuegos, y puso a cargo del local a Angel Daniel Pasquini. No tardó en comenzar a adeudar alquileres. El contrato vencería el 1 de enero de 2001.
El domingo 9 de julio de 2000, Ferro descendió a la Primera B nacional, el primer peor golpe que puede asestarse sobre un equipo de Primera División. En aquella noche gélida de la cancha de Vélez, River festejó el campeonato al compás del adiós del maltrecho equipo verdolaga. El sábado 10 de marzo de 2001, luego de empatar en cero con Tigre, Ferro descendió a la primera B metropolitana, el segundo peor golpe, a sólo 8 meses del primero. Según la memoria y balance del ejercicio ‘96, la comisión directiva comandada por Marcelo Corso había emitido 274 pagarés y 198 cheques sin fondos, esto es, 472 documentos por una cifra cercana a los 2millones y medio de dólares. Juicios, abogados, y pasillos de tribunales sobrevolaban a la institución.
Luis Nillo Minetto decidió recurrir a la Justicia para reclamar los alquileres adeudados; la locataria Pidone resolvió defenderse en dicho ámbito. El proceso comenzó a demorarse, y Minetto a trastornar su vida. Le resultaba imposible pasar frente a su local, reconocer los detalles personales que lucían en su arquitectura, sin alterarse. El día del vencimiento del contrato, ingresó en San Martín 4724/36, cambió las llaves, blanqueó las puertas de vidrio, e impidió el ingreso a la Pidone.
Sin embargo, la Justicia tiene razones irrazonables para los hombres simples. Merced a un recurso de amparo, concedido sugestivamente en período de feria judicial, la explotadora de juegos de video obtuvo que el tribunal competente ordenara al propietario restituir el local a la inquilina, y efectuar un recuento de los bienes para que ésta continuara con su negocio. Dicha actuación habría de tener lugar el 9 de enero.
También para Ferro las cosas fueron de mal en peor. Cuando descendió a la B Nacional, pasó de cobrar 1 millón 800 mil dólares anuales por derechos de televisación, a percibir 69.000, más un adicional de 7000 por partido televisado como local, y 4000 como visitante. Ahora, también perderá ese pobre ingreso. Durante la misma década en la que Ferro era vaciado, la clase media del barrio de Caballito sufría su propio vaciamiento. De los casi 50.000 socios de antaño, hoy el club tiene algo más de 13.000. Cuando los dirigentes se suicidan, lo hacen a expensas de los dirigidos; por eso, el 10 de marzo de 2001 la hinchada entonó el “Himno de la tristeza”, con música de Rodrigo: “Agradecemos a los jugadores porque ponen huevo / porque en las malas por la institución pusieron el pecho /este descenso no se lo merecen / ni tampoco lo merece la hinchada /este descenso es de los dirigentes que se roban la plata”.
Cuando el sol del 9 de enero de 2001 comenzaba a dar lugar al atardecer de un manso día de verano, a las 16 se hizo presente en el primigenio hotel de Minetto un oficial de Justicia acompañado por tres policías, que esperaban un sosegado procedimiento consecuencia de una acción civil, la señora Pidone y el encargado Pasquini. El allanamiento perseguía el objeto de realizar un inventario y volver a poner en posesión a Pidone.
Cuando terminaba el procedimiento, Minetto se alejó hacia una de las dependencias interiores, reapareció con una escopeta de dos caños y disparó contra Pidone y Pasquini. Luego se dirigió a un patio interior, y con la misma escopeta se disparó un tiro que le produjo la muerte instantánea. También Pasquini murió casi en el acto. La mujer, en cambio, a quien la bala la interesó la médula, quedó cuadripléjica.
Ñu Porá, el periódico local, resaltó la lentitud con la que actuó la policía judicial. En la página 8 de su edición n 93 de enero de 2001, puede leerse: “Pasadas las 22 –tres horas después de los trágicos hechos- no se habían hecho presentes, y los cadáveres permanecían en el lugar”.

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