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“EL BAR” PARECE LA ANTITESIS DE “GRAN HERMANO”
La vida real, sin histerias

La apuesta de América en el rubro de los reality shows, presenta un elenco poblado de gente que no parece salida de un casting. La competencia es todos los días y el primer programa midió 7.4 puntos.

Andy Kusnetzoff, conductor de un ciclo que promete más acción que �Gran Hermano�.

Por Julián Gorodischer

Otros doce rehenes son presentados; las cámaras se encienden y la perfecta contracara del “Gran Hermano” comienza su maratón de tres meses. En el debut de “El bar”, no hay limusinas, llantos forzados, ni conductoras excitadas. Apenas un recibimiento discreto de Andy Kusnetzoff al grupo de “los raros”, elegidos como antítesis de “los huecos” que pasan sus días practicando aerobics o especulando con conquistas que nunca se realizan. Aquí, todos parecen tener algo importante para decir. Celeste podría defender su elección sexual como travesti; Juan Pablo hablaría de su vida como padre soltero a los 23; Estrella explicaría su devoción por Jesucristo. En este primer día sólo se presentan brevemente y eso alcanza para intuir que la vida en esta casa a puertas abiertas (no como la otra, clausurada al mundo) promete más acción, tal vez la que todos le reclaman a “Gran Hermano”, y nunca llega. El rating inicial fue elocuente: promedió 7.4 puntos, más del doble de la media del canal ese día.
“El bar” (por América, de lunes a sábado a las 21) es el éxito de un casting en que no se buscaron proyectos de stars, sino personas comunes. A la pregunta sobre cómo diferenciarse en medio de la avalancha de reality game shows, responde con una troupe de gente a la que le pasan cosas. En esta casa -.todavía solamente una vivienda en San Isidro; en breve también un bar abierto al público por las noches– vivirán personas con problemas. A Juan Pablo no lo dejaron despedirse de su hija; Mónica es separada; a Estrella se le murieron padre y madre en un plazo de seis meses. La mención a la tragedia no se evita como en la otra casa, que sólo se permite el llanto para rodear de dramatismo a la incógnita trillada: ¿me echan, no me echan? Si en la casa de Telefé el atractivo del voyeur puede ser verlos deambular semidesnudos o espiarlos mientras improvisan un baile erótico junto a la pileta (todo lo que se vio, hasta ahora), en la de “El bar” pesan más, por ahora, las voces que los cuerpos.
Ninguno de los recién llegados es demasiado lindo: la mayoría tiene unos kilos de más o de menos, poca o mucha estatura, un pudor excesivo. Estrella, muy religiosa, no es candidata a ir de la cama al living en ropa interior: reza, en cambio, unas oraciones antes de acostarse. Celeste cultiva un perfil bajo: ya se ocupó de tapar una cerradura para que ningún plano la sorprenda. Las chicas nunca se sacan el jean (aun a medianoche, cuando juegan a las cartas en la cocina o charlan en los sofás del comedor). Ellos prefieren comer pizza a cultivar sus músculos. Nunca se los verá en el baño -.”por una cuestión de buen gusto”, según dice el conductor–, pero, a cambio, prometen otorgar un nuevo sentido a la televisión real. Son menos autorreferenciales que sus congéneres: hablan poco de sí mismos; no fuerzan una atracción sexual, amistades, broncas y rencores apresurados. Se los ves menos “actores”.
En la primera cena, prefieren una charla sobre tele: hablan de Tom Green; a todos les gusta. Maximiliano lo elogia por el desenfado de “construir una estatua de sus padres teniendo relaciones”. Se cansan y cambian de tema. A Julieta le encanta “South Park” y entonces recuerdan algún capítulo. Se refieren a un mundo exterior que, a pesar del encierro, se filtra junto con la alusión a una tragedia, un problema, un gusto televisivo, un estilo (Daniel es un bon vivant y anuncia que no dejará de serlo). Así como en el bar -.que estará abierto al público–, las charlas no se limitan a la conquista trunca, al dilema “le gusto o no le gusto”. Sin esperar a aclimatarse, Celeste da su primera lección a la mojigata: “Vos mirame a mí; así como me ves tengo un hombre que me quiere. Tenés que buscarte un novio”.
En breve, tendrán que demostrar habilidades: su permanencia dependerá no sólo del talento para convivir, sino también de cómo lleven adelante el mentado bar. Pero eso vendrá después, porque ahora, en esta primera cita, ya se disponen a cuestionar las reglas del juego. En una “asamblea”improvisada, se quejan de la expulsión apresurada que está prevista para uno y alguien propone una rebelión. Hay cosas que les gustan y otras que no, y no están dispuestos a conformarse. ¿Qué pasará si deciden llevar la rebeldía a cabo?
Esa es la intriga que queda planteada: suena más atractiva que ver a las posibles eliminadas de esta semana de “Gran Hermano” llorando su pena. Los raros, en su primera noche (que fue televisada entera por el canal 11 de Cablevisión), prefieren otros modos.Por ejemplo, tapar las cerraduras o poner música a todo volumen, hasta que un productor impaciente los rete desde el off. Ayer en la sobremesa posterior al almuerzo, uno de los participantes dijo que una de sus actividades favoritas era leer Página/12, sobre todo los domingos.

 

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