Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira

KIOSCO12

OPINION

Mingolandia punto com

Por James Neilson

La estrategia de Domingo Cavallo es muy sencilla: quiere venderle al resto del mundo la idea de que la Argentina, ya superado el berrinche antimercado que se permitió durante su ausencia del puesto de mando, esté por transformarse en un lugar maravilloso en que hacer una fortuna. Hombre moderno, sabe que en el fondo todo es una cuestión de imagen y que, una vez consolidada una que sea buena, los otros detalles –un déficit abismal, una burocracia de cuarta, empresarios que creen que toda competencia es desleal, políticos rapaces–, dejarán de tener importancia para que el dinero que apenas un año antes hubiera ido a las punto com que entonces estaban en boga pronto comience a fluir hacia nosotros en cantidades cada vez mayores. Es que los grandes inversores son seres ingenuos a los cuales nunca les ha interesado mucho aquellos números que obsesionaban a Machinea y López Murphy: de haber sido los realistas férreos de su propia leyenda, no se les hubiera ocurrido apostar centenares de miles de millones de dólares a todas aquellas improvisadas empresas virtuales que antes del colapso espectacular del Nasdaq proliferaban por doquier, atrayendo sumas que de gastarse con un mínimo de sensatez harían ricos a muchos países pobres, pero que días más tarde volvieron a su estado inmaterial original.
Mientras engatuse a los banqueros y brokers, Cavallo tratará de arreglar los muebles en la casa matriz con el propósito de brindar una impresión óptima a los compradores en potencia, de ahí los poderes especiales, los esfuerzos porque los políticos se comporten como es debido y los regalos para los compañeros sindicalistas, para no hablar del mensaje al pueblo de que, si bien el “plan” es superrevolucionario, nadie tendrá que hacer sacrificio alguno. Ultimamente, la conducta de “los políticos” y de “la gente” ha sido ejemplar –incluso los opositores han colaborado con el gran gerente al permitirle asegurar a los demás de que a pesar de las apariencias Argentina es una democracia vibrante–, pero aquí es normal que al iniciarse una etapa presuntamente nueva, acontecimiento que suele seguir directamente a un momento de pesimismo casi suicida, se difunda la ilusión de que por fin la clase dirigente haya aprendido de sus errores y que en adelante todos pondrán el hombro, pero que en cuanto las dificultades concretas empiecen a hacerse sentir el humor cambie y el país recaiga en su derrotismo tanguero habitual. ¿Se repetirá este ciclo ya rutinario? Puede que no, pero aun así, que el ascenso del mago haya resultado tan estupendamente fácil debería serle un tanto preocupante.


 

PRINCIPAL