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LA SELECCION ARGENTINA CONSIGUIO UN EMPATE AGONICO EN LA PAZ
Al final, el lamento resultó boliviano

La Selección de Bolivia ganaba 3-1
con justicia, pero en los últimos tres minutos del encuentro un disparo de largo distancia de Crespo y un furibundo remate de Sorín le dieron a la Argentina el punto que no merecía y que le permite aumentar su ventaja a seis puntos en las Eliminatorias.

La montonera argentina tras el gol
del empate de Sorín, en el primer
minuto del descuento.

Por Oscar Guisoni
Desde La Paz

En las tribunas, el público boliviano miraba con ansiedad la hora. Con el grito de triunfo contenido, todos se dispusieron a esperar que los tres minutos adicionales terminaran. Entonces ocurrió el milagro. Juan Pablo Sorín encontró una pelota magistral que le dejó en el área la Brujita y le arruinó la fiesta a una alicaída Bolivia que, como ya se sabe fuera del Mundial, sólo esperaba tener ayer el orgullo de vencer como locales a los punteros de la tabla. Con dos goles en los últimos tres minutos, la Selección Argentina igualó 3-3 un partido que tenía perdido y celebró un empate que cayó como un regalo del cielo. Bolivia demostró una vez más que, aunque tenga una de sus peores escuadras de los últimos tiempos, sigue siendo un rival temible cuando juego en cancha propia.
Fue un partido extraño. En la primera media hora no se sabía muy bien si la altura estaba afectando a la Argentina, a Bolivia, o simplemente las escuadras habían salido al campo a tono con el frío que hacía a esa hora en el Hernando Siles. Bolivia planteo de entrada un juego cerrado, con marca hombre a hombre, lo que le dificultó a la Argentina desplegar su juego. El clima glacial se rompió con el primer gol de los locales. A los 40 minutos, Líder Paz, la figura de Bolivia, dejó a los escasos hinchas argentinos con un sabor amargo en la boca.
Pero Hernán Crespo la encontró servida, tres minutos después de que se abriera el marcador, y cuando terminó el primer tiempo pareció que el empate estaba cantado. Argentina no había mostrado nada para merecer un resultado distinto y la pelota que se le fue inexplicablemente a Burgos, más el gol que le anularon a Paz por una discutida posición adelantada, inclinaba a pensar que era Bolivia el que merecía ir ganando.
Con el comienzo del segundo tiempo, los bostezos de la primera media hora estaban ya definitivamente archivados. Bolivia entró a aprovecharse de su ventaja de local (de poco vale en este partido la excusa de los 3.600 metros de altura) y en diez minutos no sólo demostraba que tenía el encuentro en sus manos, sino que lo confirmó con el gol de Percy Colque.
Entonces Argentina comenzó a demostrar que estaba absolutamente perdida. Simeone no apareció, a Crespo no le llegaron siquiera un par de buenas pelotas para poner en riesgo al arco rival y todo se dirimía en el medio campo, o, peor aún, en el área de la escuadra visitante.
Bolivia aprovechó cada espacio y generó más de una jugada de riesgo. Y de tanto insistir, pareció estar a punto de fulminar el partido, cuando Joaquín Botero, tocando sobre Burgos, puso el 3-1.
El cambio de Gustavo López por el Piojo no dio los resultados que tal vez Bielsa estaba esperando y la entrada del Muñeco Gallardo por Aimar (el único que parecía realmente afectado por la falta de oxígeno), sólo contribuyó a darle al equipo un poco más de movilidad en el medio campo. El único que entró y asustó a los rivales fue Ortega, que reemplazó a un deslucido Zanetti. Con ese sombrío panorama nada hacía prever que hubiera siquiera la chance de evitar otro papelón en La Paz.
Pero Crespo fue iluminado por los dioses cuando faltaban dos minutos para que acabara el partido y colocó una pelota increíble desde afuera del área, aprovechando un error previo de la defensa boliviana y la sorpresa del arquero local, que ni siquiera se imaginó que algo así sucediera.
En el descuento llegó el empate de Sorín: decir que el estadio se transformó en un mar de caras largas, es poco. La bronca era tan grande, que la policía tuvo que cercar al puñado de hinchas argentinos que no se privaron de nada a la hora de enrostrarles a los locales un empate con evidente sabor a derrota. Mientras los bolivianos murmuraban por lo bajo que era mejor dedicarse a “otra cosa” y dejar de jugar futbol (hay que tener en cuenta el alto grado de cuestionamiento que tiene la equipo local, por parte de la prensa y del público), los argentinos recorrieronlas calles linderas Hernando Siles, custodiados por más policias que hinchas, al grito de “borom bom bom, el que no salta, no va a Japón”.

 


 

EL ANALISIS DE MARCELO BIELSA TRAS EL PARTIDO
“Al equipo le faltó oficio”

El técnico de la Selección, Marcelo Bielsa, atribuyó el resultado del encuentro ante Bolivia (3-3) a una cuestión de azar más que a los méritos futbolísticos de sus dirigidos y señaló que “el resultado fue bueno, pero la actuación del equipo no”. Firme a su ya probada retórica, el entrenador manifestó: “Estoy muy contento, no encuentro un sinónimo para describir una victoria”, en relación a la fortuna que encontró el equipo nacional en el marcador. La “autoestima”, lo “anímico” o la “suerte”, según Bielsa, fueron la clave que permitió descontar los dos tantos de diferencia en los últimos minutos del juego.
“Creo que el equipo no pudo imponer su oficio. No encontramos las respuestas para la situaciones, sino no hubiera sido tan desequilibrado el desarrollo del partido. No encontramos los aspectos del juego que tienen que ver con la atención, ni la energía para darle continuidad a una jugada”, explicó Bielsa tras la finalización del partido en La Paz, a 3.600 metros de altura, y agregó: “Me cuesta encontrar aspectos futbolísticos de valor. Sí puedo decir las cuestiones que sucedieron y no deberían haber sucedido. Los rebotes no fueron nuestros, no pudimos cambiar el ritmo y elaborar las jugadas”.
Con tono autocrítico, Bielsa continuó su análisis y señaló: “Cuando imaginé la producción que podíamos hacer, también imaginé que las dificultades eran importantes, pero me encontré con que las dificultades eran más importantes aún, y la producción fue menor a la esperada”.
Bielsa se mostró preocupado por la falta de respuesta de sus jugadores, quienes no pudieron hacer mucho frente al conjunto Boliviano que, salvo en los primeros diez minutos del partido, manejó la pelota con criterio suficiente para ser superior al rival. “Algo de la parte anímica tiene que ver con el empate, de lo contrario hubiera sido pura suerte”, comentó el técnico argentino, en relación al resultado. “El resultado está vinculado con el azar, con cierta convicción exagerada que tuvo el equipo en los últimos cinco minutos para encontrar un resultado, que el trámite certificaba que no se iba a dar”, insistió.
Durante la conferencia de prensa no estuvo ausente el antecedente en la altura de La Paz del seleccionado que dirigía Daniel Passarella. “Yo no sé si Passarella tuvo razón o no, lo que sí puedo decir con total sinceridad es que él estuvo más cerca de la verdad y yo estuve hoy (por ayer) más lejos de la verdad. Vinimos con otras expectativas, pensábamos que íbamos a producir algo diferente”, reconoció. “Con los antecedentes que tiene el equipo, el sentido común obliga a vincular lo sucedido con factores físicos y mentales, más que con los futbolísticos”, explicó además.
Después, no sin una marcada gentileza, Bielsa se refirió al conjunto boliviano. “Creo que hay futuro en este equipo. La nueva camada de futbolistas bolivianos promete darle buen fútbol a su país”, dijo.

 

unoxuno
Burgos: A pesar de algunos errores de ubicación, fue uno de los jugadores fundamentales en el equipo argentino. Le sacó el gol a Baldivieso en dos oportunidades, pero se lo vio dubitativo en los envíos aéreos. Arriesgó demasiado en las salidas con habilitaciones exigidas.
Vivas: Tuvo muchos problemas para detener la subida del lateral Colque, y casi no se proyectó por su franja. No se complementó con Zanetti en ese sector. En muchos cruces abusó del juego brusco, y recibió una amonestación.
Ayala: Muy inseguro. Falló en una de sus especialidades –el cabezazo– debido a que los delanteros bolivianos ganaron muchas pelotas de arriba en el área de Argentina. Quizás, por la lesión que mantenía, no se movió con la soltura habitual.
Samuel: Demasiado estático. Le costó ganar en el mano a mano ante Líder Paz y Botero. El defensor de la Roma eligió salir del campo argentino con tiros largos, y muchas veces fueron recibidos por un jugador boliviano.
Zanetti: Uno de los más flojos de Argentina. Tuvo poca participación en el juego, y no desplegó su ida y vuelta por el sector derecho.
Simeone: No pesó en el mediocampo. No cortó ni distribuyó en esa zona y estuvo más preocupado en la pelea que en el juego.
Sorín: Se mostró siempre como salida por lado izquierdo, y buscó mucho en ofensiva. En contra: no estuvo atento a las subidas de Gatti Ribeiro, y fue superado en varias oportunidades.
Verón: No pudo encargarse de los circuitos ofensivos del equipo, y tampoco logró juntarse con Aimar para la creación. El arquero le sacó un tiro libre en el primer tiempo que tenía destino de gol. En el segundo tanto de Bolivia, perdió la marca de Colque.
Aimar: Fue el único que intentó controlar la pelota y hacer la pausa para cambiar el ritmo. Pero cuando se estacionó sobre la derecha, perdió incidencia en el juego.
Crespo: Cumplió con lo que mejor sabe hacer, los goles. En este partido, fueron dos apariciones sorpresivas: primero se anticipó a sus marcadores para empujar un centro, y después le pegó de lejos de derecha y sorprendió al arquero Fernández.
G. López: Apenas un par de desbordes por la izquierda, pero no acompañó bien a Crespo. Estuvo más preocupado en defender que en atacar.
C. López: Se lo notó fuera de ritmo. No tuvo chances de desequilibrar con su velocidad.
Gallardo: No encontró su lugar en la cancha, y en consecuencia no pudo prevalecer en ofensiva.
Ortega: Jugó menos de 30 minutos. Se ganó una amonestación por una falta fuerte.

 

OPINION
Por Pablo Vignone

Hazaña es otra cosa

Si un equipo que pierde 3-1 empata en los últimos tres minutos, hay que reconocerle que hubo un componente anímico porque si no, sería todo suerte y nada más...”. Marcelo Bielsa vio el partido desde más cerca, y por lo tanto su palabra tiene otro peso, pero a la distancia no pareció que la reacción del seleccionado argentino fuera una hazaña o siquiera una proeza, sino la expresión misma de la jerarquía de un equipo nacional, que hizo valer su capacidad por un lado y el peso genético de la camiseta por otro.
Sinceramente: no era una tragedia si se perdía el partido, de manera que tampoco resultó una hazaña el empatarlo, y ni siquiera si se lo ganaba –lo que no hubiera estado lejos con cinco minutos más de partido– se podría haberlo considerado así, al nivel de las grandes gestas.
No era tragedia porque el de ayer, hay que reconocerlo, era uno de los pocos partidos perdibles de las Eliminatorias: en la altura de La Paz, ya fuera por disminución física concreta o incidencia psicológica, los equipos argentinos no suelen rendir. Y lo prueba la historia más o menos reciente, desde el equipo que Menotti llevó para la Copa América de 1979, capitaneado por Daniel Passarella –que no podía levantar ni los codos– hasta la expedición Kaiser, comandada por el Gran capitán devenido entrenador, en torno a una psicosis de rascacielos que se preparó un mes en La Quiaca para sacar el mismo 1-2. Que haya habido una excepción –1-0 en 1973 con la Selección Fantasma de Sívori– es, a lo sumo, la excepción que confirma la regla. Este de Bolivia en La Paz era tan perdible como Brasil de visitante (que también se perdió) o como lo puede ser Ecuador en Quito. Hay puntos más o menos ganables, otros dudosos y otros comprometidos, cualquier entrenador inteligente lo sabe.
Bolivia dispuso de siete u ocho situaciones de gol que no aprovechó. Literalmente: no supo cómo rematar a un equipo ahogado y disminuido. La Argentina tuvo cuatro situaciones para anotar a lo largo de los 90 minutos, y concretó tres. En eso se coincide con Bielsa: de ninguna manera puede creerse que ha sido suerte. La diferencia la hicieron los jugadores. Que no son héroes sino sólo futbolistas que se distinguen en el conjunto del fútbol nacional. Contra ellos, la altura puede; los rivales, por lo visto, todavía no.

 

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