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JIMMY SCOTT ACTUARA TRES NOCHES EN BUENOS AIRES
Una voz salida de otro mundo

Es uno de los mejores cantantes del jazz. Su extraña voz es fruto de una enfermedad. Mañana, el 5 y el 6 canta en esta ciudad.

Extrañeza: Víctima del Síndrome de Kallman, Scott, actualmente de 75 años, no llegó a la pubertad. La tesitura de
su voz es la de una contralto.

Jimmy Scott actuará desde mañana en La Trastienda.

Por Diego Fischerman

Jimmy Scott es uno de los cantantes más extraordinarios del jazz y lo es en varios sentidos. Por un lado porque canta maravillosamente, porque su fraseo es tan elegante como preciso y porque se las arregla para que sus acentos estén siempre impecablemente desplazados de donde se esperaría encontrarlos (cuenta la leyenda que Charlie Mingus, un especialista en el tema, abandonó una sesión de grabación porque no podía seguirlo). Por otro porque su voz es algo fuera de lo común en el sentido más preciso posible. Víctima del Síndrome de Kallman, Scott, actualmente de 75 años, no llegó a la pubertad. La tesitura es la de una contralto o, más bien, una mezzosoprano. Sin embargo, y allí está la misteriosa belleza de su timbre, no hay en esa voz nada de femenino. Tal como podría suponerse que pasaba con los castratti en el barroco, de lo que se trata es de una voz celeste, literalmente de otro mundo. Ray Charles, Lou Reed, Madonna, Etta James y Aretha Franklin están entre quienes lo admiran. El público de Buenos Aires podrá escucharlo en vivo por primera vez mañana, el sábado 5 y el domingo 6 en La Trastienda (Balcarce 460).
Nacido el 17 de julio de 1925 en Cleveland, Ohio –donde aún vive–, la deficiencia hormonal que retrasó su crecimiento cambió también, para siempre, su destino musical. Sus comienzos fueron, casi, como fenómeno de circo pero, muy pronto, el ambiente del jazz, particularmente gracias a la prédica de Lionel Hampton (que era en ese entonces vibrafonista de Benny Goodman y director de su propia Big Band) que, a pesar de anunciarlo como “Little Jimmy Scott”, le dio un lugar como cantante estrella de la banda. En 1950 llegó el primer gran éxito: “Everybody’s Somebody’s Fool”. Su vida, más allá del éxito comercial, de haberse convertido en cantante de culto y de haber sido adorado por las mujeres, fue, según cuenta, singularmente desgraciada. Sin embargo, cuando se le ofreció la posibilidad de una cura a su enfermedad, él la rechazó. El motivo no fue ningún misterio: tenía miedo de perder su voz. Lou Reed la describe como “la voz de un ángel; una voz que puede romper el corazón de quien la escucha”. La explicación de Scott, tanto del timbre de su voz como de su particular manejo del tempo, es sencilla: “Canto igual que como es mi vida. Es algo natural. Nada está donde debería estar ni de la manera en que debería estar”.
Con el acompañamiento de un cuarteto de primer nivel (Michael Kanan en piano, Justin Robinson en saxo, Hilliard Greene en contrabajo y Dwayne “Cook” Broadnax en batería), Scott presentará aquí el material de sus dos últimos discos, los notables Mood Indigo y Over The Rainbow. También, tal como hace habitualmente en sus actuaciones, cantará canciones que él considera parte del Gran Catálogo Americano, aunque algunas de ellas hayan sido compuestas por ingleses, “Jealous Guy” de Lennon o “Slave To Love” de Bryan Ferry, entre ellas. Algunas de sus mejores versiones son las que él grabó en los ‘50 para el sello Savoy, que lo hizo víctima de una estafa gigantesca. Versiones que prueban, sin lugar a duda, por qué Jimmy Scott es una de las grandes leyendas de la música popular norteamericana.

 


 

ENTREVISTA CON EL PIANISTA LEIV OVE ANDSNES
“Aprender con grandes directores”

Por D. F.

Leiv Ove Andsnes nació en Noruega y vive entre Copenhague y Londres. “En Londres tengo una gran cantidad de conciertos, pero en Copenhague es uno de los pocos lugares del mundo en que se está cerca de donde hay que estar y todavía se puede vivir tranquilo”, explica. La semana pasada deslumbró al público porteño como solista de la Orquesta de la BBC de Londres, dirigida por Sir Andrew Davies. En los dos conciertos organizados por el Mozarteum Argentino tocó, respectivamente, el Concierto Nº 1 de Rachmaninov y el Concierto Nº 1 de Johannes Brahms. Como en los matrimonios arreglados, Andsnes y la orquesta nunca habían tocado juntos antes de esta gira. “Estas cosas las arreglan los agentes”, cuenta. “Pero, de todas maneras, en este caso fue el director el que me pidió que tocara con ellos y eso ya marca una elección, una afinidad. Realmente me sentí muy bien conducido por Davies.”
Andsnes, uno de los grandes pianistas del momento (su reciente grabación para el sello EMI con conciertos de Haydn, donde es solista y director, ganó el codiciado Premio Gramophone en su categoría), ha tocado con grandes directores, entre ellos con Sir Simon Rattle, con quien interpretó entre otras obras la notable Sinfonía Concertante de Karol Szimanowski. “Con los grandes directores se aprende a tocar. Uno cree que el aprendizaje es solitario, que tiene que ver con las horas de estudio. En parte es así, desde ya. Pero personalidades con la fuerza y la claridad de Rattle pueden descubrirle a uno matices de una obra que, de otra manera, tal vez hubieran permanecido ocultos para siempre”.
Su último álbum está dedicado a Liszt y Andsnes señala una marcada predilección por el repertorio romántico. “No se trata de la música que a uno le gusta escuchar. O no sólo de eso. Está también aquello que hace que uno pueda tocarla bien. Hay cuestiones de afinidad. Pero, sobre todo, hay cuestiones instrumentales. Me gusta tocar música que parece pensada sobre el piano, donde hay una línea pianística, donde la melodía y la armonía se desprenden de la propia naturaleza del instrumento. Pueden ir en contra, pueden intentar forzar esas líneas, pero ésa es una manera de partir de ellas. Stravinsky, Prokofiev, Debussy –desde luego–, Ravel, Bartók. Si se trata del siglo XX, eso es lo que prefiero tocar.” Andsnes también pregunta. Quiere saber acerca de las orquestas argentinas y de la obra para piano de Alberto Ginastera. Y comenta que en los conciertos en Brasil, donde estuvo antes de llegar a Argentina, le llamó la atención la diferencia de actitud entre el público de abono (que asistió a uno de los conciertos) y el público general (que fue al otro). “Ya el aspecto de la gente y las edades eran totalmente diferentes. Pero lo notable fue la reacción que tuvieron cuando la orquesta tocó la Sinfonía en Tres Movimientos de Stravinsky. En el primer concierto estuvieron fríos, los aplausos parecieron casi de compromiso. En cambio, al público del segundo concierto fue la obra que más le gustó.”

 

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