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LOS LEGISLADORES PORTEÑOS VOTABAN ANOCHE LA DISOLUCION DEL CUERPO
El último adiós del Tribunal de Faltas

Al cierre de esta edición la Legislatura se aprestaba a votar la ley que acaba con el tribunal de faltas: será reemplazado por un cuerpo de verificadores de infracciones, que serán designados transitoriamente por tres años para luego ser nombrados por concurso.

La Legislatura porteña se aprestaba a aprobar esta madrugada la disolución de los Tribunales Municipales de Faltas y su reemplazo por un cuerpo de verificadores o controladores de infracciones. Todo indicaba, al cierre de esta edición, que el proyecto enviado por el jefe de Gobierno, Aníbal Ibarra, sería aprobado por una mayoría ajustada y con algunas modificaciones. La más importante: los controladores –funcionarios encargados de determinar la validez de las actas de infracción– serán designados transitoriamente por tres años, para luego ser nombrados por concurso. Para una futura sesión quedaron los otros dos proyectos que reforman el régimen de faltas porteño en materia de tránsito: el que aumenta las velocidades máximas en algunas calles y avenidas, y el que recorta los montos de algunas multas.
El debate legislativo, previsto en principio para las 12, se inició seis horas después, producto de las negociaciones y modificaciones al texto original. Aunque ninguno de los proyectos en discusión alude al sistema de multas fotográficas, el tema surcó el discurso de casi todos los expositores, estuvieran a favor o en contra de la disolución de la Justicia de Faltas.
La Alianza había conseguido los votos de los diputados cavallistas (Acción por la República), de algunos justicialistas como Juliana Marino y Alicia Pierini, entre otros, y de los bloques unipersonales de Julio Crespo Campos, Ricardo Busacca y Jorge Giorno. En cambio, se opusieron los diputados de Encuentro por la Ciudad, la mayoría del Frente Justicialista y los diputados de la izquierda.
La ley que se aprobaba esta madrugada dispone el cese de la Justicia Municipal de Faltas y de los jueces de primera y segunda instancia que allí se desempeñan, que serán indemnizados o reubicados en otras funciones dentro del gobierno porteño, según lo disponga el Ejecutivo.
En su reemplazo, se pone en funcionamiento una Unidad Administrativa de Control de Faltas, un cuerpo integrado por abogados que tendrán la función de declarar la validez o no de las actas y determinar el monto y la forma de pago de la multa, que podrá hacerse en cuotas. Esta instancia es previa a la intervención de la Justicia Contravencional y de Faltas, a la que podrá recurrir el infractor que no acuerde con la pena impuesta.
“Los controladores serán abogados con cuatro años de ejercicio, que en principio serán designados por el Ejecutivo pero con la intervención de veedores externos, para garantizar la transparencia. Durarán un plazo máximo de tres años y luego se designarán por concurso”, explicó a Página/12 la diputada Vilma Ibarra (Alianza). “Nuestra propuesta es que estos controles funcionen de manera descentralizada, en los barrios, para que la gente no se tenga que trasladar al centro”, agregó la legisladora.
Mientras se conforma esta Unidad, habrá un período de gracia de 30 días, prorrogable por otros 15, en el que quedará suspendido el tratamiento de las faltas: en ese lapso sólo se admite el pago voluntario, salvo para casos de violación de luz roja o exceso de velocidad que supere en un 50 por ciento el límite máximo. El que quiera protestar una multa deberá esperar la constitución del nuevo organismo.
Como en la actualidad la Justicia Contravencional está conformada sólo por cuatro jueces de primera instancia y cuatro camaristas en comisión, el cuello de botella podría ser mayor allí que el que se produce actualmente en los 17 juzgados de Faltas. El oficialismo confía, sin embargo, en que la designación de 30 nuevos jueces Contravencionales y de Faltas, prevista para octubre, llegue a tiempo para resolver el conflicto.
En principio, el bloque de Encuentro por la Ciudad intentó discutir la reformulación del sistema de multas fotográficas, pero no lo consiguió. Luego, se opuso a la disolución del tribunal de Faltas por considerar esa medida “como una represalia contra los jueces que dictaron un fallo en contra del gobierno”, según argumentó Lucio Ponsa Gandulfo. Se refería al fallo de la Cámara de Faltas, que hace dos semanas declaró nulas las actas fotográficas. Idéntica posición expresó el titular del Bloque Justicialista, Eduardo Valdés: “Hace unos meses, el gobierno quería nombrar más jueces de Faltas y ahora los deja cesantes. Si dicen que están sospechados de irregularidades ¿por qué no les iniciaron un sumario administrativo?”.
Desde el oficialismo, el diputado Roque Bellomo argumentó que la creación del nuevo cuerpo “va a contribuir a agilizar la atención de la gente y, a la vez, le va a dar mayor certeza jurídica al sistema”.
Los diputados de la Izquierda se opusieron al proyecto al interpretar que “lo que está en juego no es el ordenamiento del tránsito sino un negocio privado con participación en las ganancias de la ciudad”, según expresó Echegaray.
Un párrafo aparte merece el voto de la justicialista Alicia Pierini: pese a que cuestionó duramente al gobierno por no prever el colapso de la Justicia de Faltas, “a la que se convalidó durante cinco años”, se hizo cargo del ambiguo destino otorgado a esos jueces por la Asamblea Constituyente y la Legislatura, que la legisladora integró. “Apoyo la solución elegida por el gobierno, haciendo las críticas que corresponden”, concluyó.

DESCONCIERTO DE LOS INFRACTORES EN EL TRIBUNAL
“Mejor venga en treinta días”

No sólo había terminado el horario de atención, algunas de las informaciones (de pasillo) lo habían decretado muerto. “Le digo que vuelva en treinta días”, le sugería una empleada al infractor emperrado en el mostrador del juzgado. “Pero a mí esto me vence mañana”, imploraba él cada vez más desesperado ante los rumores del cierre del Tribunal de Faltas porteño. Ni el joven infractor, ni la mujer ni los jueces consultados por este diario sabían hasta cuándo iban a seguir atendiendo o acudiendo a las ventanillas por infracciones del tránsito. Mientras en la Legislatura discutían el cierre, la trasformación y la eventual feria de treinta días para la reestructuración del sistema, en los pasillos del tribunal los más combativos pensaban estrategias para sumarle hasta un recurso de amparo que demore la intrincada agonía de la justicia de Falta.
Las sugerencias de la empleada se extendieron a lo largo de diez minutos. Primero recomendó la espera de treinta días. Más tarde explicó las ventajas: “Porque a lo mejor –le decía– resulta que sacan la multa para esa infracción”. El sujeto no entendía, y desconfiaba: “Acá dice que me ponen el cien por ciento de aumento si lo pago vencido”. Ante la obstinación, ella desafió: “Mirá, si vas a pagar ahora te lo van a cobrar: acá cada juez tiene su librito”.
Probablemente, el joven no lo sabía pero en esos momentos comenzaba a discutirse en la Legislatura la eliminación del Tribunal y el cambio de las multas e infracciones por exceso de velocidad. La empleada le explicó algo de eso hasta que, una vez más, el joven volvió a interrumpirla. Esta vez preguntaba si la nueva disposición tendría carácter retroactivo: “¡A mí ya me condenaron!”, insistía.
Lo cierto es que buena parte de estas preguntas, volvieron a repetirse en los despachos de los jueces y frente a las ventanillas de pago. Mientras algunos iban directamente al pago voluntario, otros se preguntaban qué pasaría si en los próximos treinta días de feria, alguien necesitara, por ejemplo, un libre deuda para un trámite. “Eso mismo nos preguntamos nosotros”, terminó replicando uno de los funcionarios más antiguos del Tribunal. Con más de treinta años allí adentro, tradujo rápidamente la sensación general: “Bronca, eso tenemos, bronca –repetía-: yo no sé dónde voy a ir mañana, ni pasado”.
Aunque no sabe hasta cuándo podrá entrar a su oficina, al menos prefiere no darle trascendencia a lo que va recogiendo en los pasillos. “El viernes cuando nos íbamos dijeron que hoy (por ayer) no entrábamos: iban a cambiar todas las cerraduras de las puertas”. No sólo entraron, además atendieron, cobraron y, muchos, perdonaron buena parte de las multas de los que fueron a reclamar. “Si vienen con unas cinco que suman mil pesos, terminamos cobrándoles una o dos”, explicaba dando cuenta del criterio seguido por una fracción de los jueces, aunque no de todos.

UN DEBATE SOBRE LOS CAMBIOS EN LAS MULTAS
¿Un beneficio al infractor?

Por Pedro Lipcovich

“El proyecto de cambiar el régimen de faltas de tránsito en la Ciudad de Buenos Aires sólo beneficia a los infractores”, según un experto en seguridad vial. En cambio, para la directora de Seguridad Vial del Gobierno de la Ciudad, “los conductores, ante la decisión del Gobierno de controlar y hacer efectivas las multas, empiezan a respetar las normas”. Este intercambio de ideas se da sobre un fondo bien real: 300 muertos por año en accidentes de tránsito, de los cuales, según la propia autoridad comunal, más de 200 salvarían sus vidas si el nivel de seguridad vial fuese equivalente al de otras capitales. Esta masacre silenciosa configura una “situación de emergencia” y muestra que “somos una sociedad caníbal”, según admitió la responsable del área.
“Hemos caído en legislar para beneficiar al infractor”, sostuvo Eduardo Bertotti, titular del Instituto de Seguridad y Educación Vial (ISEV). El especialista no acuerda con el aumento de la velocidad máxima permitida en autopistas y avenidas: “Una velocidad de 60 kilómetros por hora equivale a 16,6 metros por segundo; 70 por hora son ya 19 metros por segundo, demasiado para los tiempos de reacción del conductor y las propiedades de frenado del vehículo. En Nueva York, París, Madrid, en ninguna ciudad importante se admiten máximas superiores a 60 por hora en avenidas”.
El titular del ISEV tampoco acuerda con la reducción de los montos de las multas: “Es darle a la sociedad un contramensaje: ‘Viole las normas, porque las multas son más baratas’. A su juicio, “la legislación propuesta se basa en escuchar una voz muy parcial, que es la del infractor. El ciudadano común no se ha podido expresar. Los ciudadanos que veíamos protestando por la tele estaban en la cola de infractores, ellos se quejaban pero ¿habían cometido o no la infracción?”.
Es que, según Bertotti, “esta tendencia responde a una especie de discurso social histérico: cuando se difunden muertes por accidentes de tránsito, se eleva un clamor para que haya más sanciones, más rigor; pero cuando efectivamente, con todos los errores que puedan producirse, se intenta un mayor rigor, pareciera que la sociedad pide lo contrario”.
Para Bertotti “lo más riesgoso de la legislación propuesta es que, en caso de pago voluntario y para ciertas faltas, no quedan registrados antecedentes para el infractor: si se reducen las multas, si se facilita la comodidad en el pago y si se eliminan los antecedentes, el infractor que esté en buena posición económica prácticamente no tendrá sanción. Se pierde la función preventiva y disuasoria de la multa y se genera, ahora sí, un sistema netamente recaudador”.
En cambio Leticia Piris, directora de Seguridad Vial de la Ciudad de Buenos Aires, aseguró que “los cambios propuestos no están pensados para beneficiar al infractor”. El aumento en las velocidades máximas “obedece a estudios de flujo y frecuencia del tránsito, a partir de quejas de los usuarios”. En cuanto a la reducción en los valores de las multas, se justificaría “porque la gente, ante la decisión del gobierno de controlar y hacer realmente efectivas las multas, empezó a acostumbrarse a circular respetando las normas. Hay un mínimo porcentaje que desafía la norma, y para que sea cada vez menor hay que seguir con el control y la educación”.
–Pero, ¿el comportamiento vial de la mayoría de los conductores porteños es suficientemente responsable? –preguntó Página/12 a la funcionaria.
–En la Ciudad de Buenos Aires, el perfil del conductor es trasgresor; hay poco apego al cumplimiento de la norma y descreimiento en la autoridad del organismo a cargo de aplicarla, la Policía Federal; a partir de una historia donde se suponía que no hay riesgo en incumplir la norma porque son escasas las posibilidades de una sanción efectiva, pasó a regir la ley del más fuerte. Actualmente estamos en una situación de emergencia: matamos 300 personas por año en accidentes de tránsito. Con la misma superficie y la misma proporción de vehículos que Roma, matamos cuatroveces más gente. En materia de tránsito, somos una sociedad caníbal -admitió la directora de Seguridad Vial porteña.

 

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