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�En Homero, encontré un mandato sobre el cuerpo�

El director argentino César Brie,
que revolucionó la escena del
teatro boliviano, presenta
en Buenos Aires una versión de
�La Ilíada� que rescata la preocu-pación por los muertos sin sepultura.

Paralelismo: �Príamo buscando
el cadáver de su hijo Héctor me
hizo pensar inmediatamente en los desaparecidos de América latina�, cuenta Brie.

María Teresa Dal Pero y César
Brie en esta puesta de “La Ilíada”.

Por Hilda Cabrera

Que el Teatro de los Andes ha cambiado la escena de Bolivia es una realidad que admiten los artistas, los críticos y el público de ese país. Fundado hace diez años en Yotala (a 20 km de Sucre) por el actor y director argentino César Brie –quien trajo en febrero último al Cervantes una singular puesta de Ubú Rey, basada en la pieza homónima de Alfred Jarry–, retorna para ofrecer tres funciones de su versión de La Ilíada, de Homero, ya presentada en festivales y encuentros de Francia e Italia. Ahora se podrá ver en el Galpón de Catalinas (hoy y mañana a las 21.30, y el domingo a las 20, en Benito Pérez Galdós 93, de la Boca), en el marco del festejo de los diez años de creación de la Red de Promotores Culturales de Latinoamérica y el Caribe, uno de cuyos pioneros es el director Alberto Félix Alberto (fundador del Teatro del Sur). En La Ilíada se enlazan actuación, danza, manipulación de objetos y música ejecutada en vivo. La obra, que insume unas dos horas y media, contrapuntea épica y tragedia con algunas salidas a la comicidad. En esta teatralización del más antiguo poema conocido sobre la destrucción de la ciudad de Troya por los griegos participan nueve actores y dirige el mismo Brie, quien, según apunta en la entrevista con Página/12, hace tiempo que optó por ser un extranjero. Esto significa ver el mundo y reconocer las raíces y quererlas, pero sin enamorarse. Ese distanciamiento le permite profundizar más en las problemáticas que le interesan. “Cuando llegué a Bolivia, hace diez años, creí que podría cambiar un montón de cosas. Hoy sé que no, que en todo caso contribuí a abrir puertas. Eso, creo, me lo reconocen. Nosotros vivimos de nuestros espectáculos, investigamos y sentimos que tenemos una responsabilidad cultural: atravesamos toda Bolivia, para ver más allá de los grandes centros, para formar gente y crear posibilidades de apertura.”
–Dice que no quiere echar raíces, pero sigue en Bolivia...
–Sí, me he quedado, y sé que no podría haber hecho otro teatro que no fuera éste, así como no puedo cambiar mi relación con la política, que es más traumatizada y menos libre que la de mis compañeros jóvenes. Hace diez años que me establecí en Bolivia. Ahora tengo 47, y me doy cuenta de que si se apagara este proyecto nuestro, me dedicaría a escribir. Me gusta la dramaturgia, pero también la poesía y la novela. No quiero que el Teatro de los Andes se convierta en una institución. Vamos a seguir existiendo mientras digamos cosas que importen.
–¿Cuál sería la particularidad de su trabajo escénico?
–Para mí es importante que haya un doble camino, un ir y venir entre el texto, que considero un guión, y la reflexión sobre la escena, que es, en última instancia, el lugar de la interrogación y la respuesta. Ese doble camino se da en todas mis obras, pero de modo diferente. No es igual en Las abarcas del tiempo, en Ubú Rey o en La Ilíada.
–¿Se puede hablar hoy de épica?
–Sí, creo que hoy la épica es posible. Leí La Ilíada siendo niño, y fuera de la escuela. Eso me salvó. Mi padre era librero, de modo que la tenía a mi alcance. La leí con gran libertad. De grande la volví a hojear, y me encontré con algo que me puso la piel de gallina. Príamo buscando el cadáver de su hijo Héctor me hizo pensar en los desaparecidos de América Latina. Me di cuenta de esa preocupación constante que hay en este poema de Homero por el destino de los cuerpos. En nuestro país, los militares rompieron con algo atávico en el ser humano, el cuidado del muerto querido y su identificación. En este poema, quizás por su tremenda violencia, hallé preguntas y mandatos sobre el cuerpo, como ¿Qué será de mi cuerpo? Honra a mi cuerpo. Dame sepultura. Este fue el primer gran motivo que me decidió a trabajar sobre La Ilíada, donde hay esencialmente dos mundos que se mezclan. Por un lado, el de la violencia y la fuerza que destruye, y, por otro, el del amor y la compasión. Si uno le quita a La Ilíada lacáscara que rodea a la descripción de las batallas, llega a ver ese combate entre la violencia y la piedad.
–¿Cómo traduce escénicamente esa violencia?
–Ese ha sido un problema ético, vital para mí. Siempre consideré que no era posible representar la violencia. Detesto el cine violento, la sangre y los muertos en escena, sin embargo La Ilíada me contradice, porque no recurre a medias tintas para describir la muerte. Usamos pintura roja, témperas no tóxicas. Sabía que tenía que crear belleza, porque mi trabajo consiste en expandir los límites de lo bello, pero al mismo tiempo no debía mitificar la violencia apelando a la belleza. Resolver este problema me dejó insomne durante meses, lo mismo que secar un texto tan arcaico, como es el de este poema, y hacerlo moderno y contemporáneo sin que perdiera su respiración de epopeya, su fuerza primordial.
–¿Se basó en los mismos personajes?
–Me concentré en algunos personajes, a veces menores, pero en mi opinión paradigmas de la violencia. Aparecen Licaón (el adolescente asesinado por Aquiles), Polidoro (el niño degollado por ambición de dinero), Briseida, la esclava de Aquiles, de la que éste se enamora, pero a la que ha infligido graves daños al degollar en su presencia a su marido, y matar a sus padres y hermanos. Otro es Dolón (el espía troyano), protagonista del primer interrogatorio con vejaciones que existe en la literatura occidental. Lo interrogan y engañan, prometiéndole que no lo matarán. Pero lo asesinan, después de sacarle toda la información mediante torturas. En mi versión, profundizo también en los personajes femeninos, como Hécuba, Briseida y Casandra.10
–¿En qué otros textos se inspiró?
–Hice muchas lecturas, y me ayudó mucho La Ilíada o el poema de la fuerza, de la francesa Simone Weill, escrito en 1938, tres años antes de su muerte. Ella habla allí de todo lo que la anula o achata. Sus razonamientos son de una lucidez enorme. Me permitió descubrir a Licaón queriendo ser un objeto antes de ser asesinado. Esto es atroz. Antes de que Aquiles lo mate, él deja de defenderse. Lo único que desea es estar muerto para no sufrir. Es lo que también aparece en los testimonios de gente que ha sido secuestrada y torturada, y estuvo a punto de morir.
–¿Quiénes son las víctimas?
–He tratado de no identificar a los troyanos como víctimas ni a los griegos como saqueadores y victimarios. En civilizaciones basadas en la rapiña es circunstancial el papel de unos y otros. Todos son crueles.
–¿Cuál fue la participación de los actores en esta dramaturgia?
–Cuando ellos no estaban convencidos de mi texto, lo reescribía. Puede decirse que también ellos son autores. Dediqué esta obra a Marcelo Quiroga Santa Cruz y Rodolfo Walsh, protagonistas de dos de los varios viajes al presente que hay en la versión. Uno es el relato de la muerte de Quiroga Santa Cruz, escritor, hombre de teatro y políticoasesinado en la sede de la Central Obrera Boliviana, el primer día del golpe de estado de García Mesa, en 1980, y otro el que hace el escritor y periodista Rodolfo Walsh sobre el suicidio de su hija Victoria, cuando estaban por apresarla. Creo que con éstos y otros intercalados, el espectador podrá ver a La Ilíada como un combate del presente.

 

Los diez años de la Red

Los festejos por los diez años de la Red –creación de un sistema de distribución de espectáculos de corte contemporáneo– continúan hasta el lunes 4 de junio en diferentes ámbitos. Entre los artistas extranjeros participan la actriz y cantante mexicana Astrid Hadad, el fotógrafo guatemalteco Daniel Hernández Salazar, la compañía Teatro de los Andes (hoy, mañana y el domingo, en el Galpón de Catalinas) y el Grupo Beijos, de danza-teatro, con Primer Ato de Brasil (sábado a las 21,30, en el Teatro Alvear). Entre los nacionales figuran la compañía de danza de Ana María Stekelman y el grupo El Descueve, con Hermosura (domingo a las 22.30, en La Trastienda) y las agrupaciones portorriqueñas: Plena Libre y Xiomara Fortuna (lunes a las 22.30, en La Trastienda). Los interesados podrán asistir a ensayos de la nueva obra de Ricardo Bartís y del Ballet Contemporáneo del TSM. También a una función de Ganado en pie, de Paco Giménez (el sábado a las 21,30, en el Portón de Sánchez, en Sánchez de Bustamante 1034). Se han programado además conferencias en el hotel Castelar (con entrada gratuita) y espectáculos de danza, teatro y marionetas en el Teatro del Sur (Venezuela 2255). Hoy se presentan Mariana Trajtenberg (a las 15), Juego de salón, obra de La Carbonera (16.35), los bailarines Gerardo Litvak (17.50) y Rodrigo Pardo (17,50), y la compañía de Stekelman (18.15). Mañana: Secreto y Malibú, de Diana Szeimblum (18.30).

 

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