El ex diputado del PJ, Eduardo
Varela Cid, caminó en forma automática hacia el control
de Migraciones. El vuelo desde Miami lo había dejado en Ezeiza,
que curiosamente funcionaba con normalidad. Una manifestación de
aeronáuticos no lo habría sorprendido, tampoco un rápido
despliegue de la Policía Aeronáutica Nacional (PAN). Pero
cuando presentó los documentos, se llevó una sorpresa para
nada relacionada con la crisis de Aerolíneas Argentinas: los agentes
que custodian el aeropuerto le anunciaron con solemnidad que estaba arrestado
por orden del Juzgado Correccional Nº 3. Unas cuantas horas después,
tras declarar ante la jueza Ana María Bulacio Rua, quedó
detenido en una sede de la Prefectura Naval Argentina.
A la mañana, Varela Cid fue llevado a una oficina de la policía
aeronáutica, en Ezeiza. Unos minutos antes, la computadora de Migraciones,
a la que los agentes llaman Interpol, informaba en pantalla
que el ex legislador era requerido por la Justicia: tenía pendiente
un pedido de captura ordenado por Bulacio Rúa en una causa por
calumnias e injurias iniciada en 1995 por los abogados Joaquín
Da Rocha y Gustavo Gené.
Esa orden judicial motivó que el ex diputado fuera llevado a los
Tribunales de Inmigrantes al 1900. Allí prestó declaración
ante la doctora Bulacio Rua, quien le preguntó porqué había
dejado el país sin informar al juzgado de un domicilio donde pudiera
ser ubicado. A principios de 1995, Varela Cid dejó su departamento
de Palermo, en la calle Castex al 3300, y se instaló en Miami luego
de que el empresario José Ongaro lo acusara de recibir coimas para
modificar el proyecto de ley sobre el Correo.
A eso de las ocho de la noche, cuando finalizó la audiencia, la
jueza, disconforme con las explicaciones de Varela Cid, ordenó
que quedara preso, por lo que fue trasladado a la Dirección de
Investigaciones Penales Administrativas (DIPA) de la Prefectura. Entretanto,
Da Rocha, uno de los querellantes, dijo a la prensa que el expediente
se inició por unas declaraciones realizadas en un programa de televisión,
hace seis años. En ese programa, Varela Cid se refirió
a una jueza diciendo que era socia de mi estudio. Por eso le inicié
una causa por calumnias e injurias, pero nunca se presentó porque
se fue a vivir a los Estados Unidos, afirmó. Hace unos años,
Da Rocha había solicitado la extradición del ex legislador,
quien ya estaba establecido en la Florida. Pero la Justicia no aprobó
el planteo y el compilador de discursos de Emilio Massera -publicados
en el libro El camino de la democracia pudo seguir disfrutando de
su estancia cerca de las playas de South Beach.
Precisamente, aquella mudanza a Estados Unidos graficó la caída
en desgracia del autor de Es tiempo de crecer, un pequeño volumen
al que aconsejaba leer para paradojas del destino no
tener que andar buscando visas. Ese viaje al norte, supuestamente
por estudios, fue hecho en 1995 en medio de acusaciones de corrupción.
Terminó estableciéndose en Miami, mientras avanzaba la investigación
por cobro de coimas que le había imputado el empresario Ongaro.
Esa acusación, además, lo dejó fuera del Parlamento
durante 45 días a causa de una suspensión.
La historia continuó en 1997, cuando la Cámara Federal lo
procesó por haber reclamado dinero a cambio del voto favorable
al proyecto de ley de correos que se discutía en julio de 1995.
Y el final llegó en 1999 con el fallo del Tribunal Oral en lo Criminal
Federal Nº 5 que lo condenó a dos años y tres meses
de prisión en suspenso bajo los cargos de exacciones ilegales
y lo inhabilitó por cinco años para ocupar cargos públicos.
En aquel momento, sólo atinó a decir que iba a seguir
viviendo en Miami y que la sentencia era fruto de una maniobra.
Ayer, después de tres años de vivir fuera del país,
otra imputación lo dejó preso en una dependencia de la Prefectura.
OPINION
Por Andrés Delich *
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La Reforma y el consenso
Desde sus orígenes, el movimiento de la Reforma Universitaria
enfrentó fuertes resistencias. En distintos momentos de la
difícil historia de la universidad pública argentina
en el siglo XX, el reformismo tuvo que luchar contra adversarios
duros y tenaces. Los conservadores tradicionales, que habían
predominado antes de 1918, volvieron por sus fueros con el golpe
de 1930. Los partidarios del autoritarismo militar reaccionaron
contra la participación estudiantil y contra la modernización
cultural y científica. Los dos primeros gobiernos del peronismo
consideraron que la autonomía y el cogobierno universitarios
eran incompatibles con el desarrollo de su proyecto nacional.
Recién a partir del gobierno de Raúl Alfonsín,
los principios de organización básicos del modelo
reformista adquirieron legitimidad y estabilidad. Desde la normalización
de las universidades nacionales entre 1984 y 1986, la autonomía
y el cogobierno se afirmaron como pautas aceptadas de relación
entre el Estado y las universidades, y de gobierno interno en cada
institución. La inclusión expresa de la autonomía
universitaria en la reforma constitucional de 1994 otorgó
legitimidad definitiva a este principio. En cierto sentido, entonces,
puede afirmarse que principios fundamentales del ideario reformista
tienen en la actualidad un consenso y una vigencia plena, sin antecedentes
en nuestra historia.
Sin embargo, el reformismo no fue ni debería ser simplemente
la cristalización de un conjunto de principios básicos
de carácter político institucional. Más que
eso, la fuerza de la Reforma reside en su inspiración ideológica
profunda, su apuesta por el cambio social en un sentido progresista,
su talante antiautoritario, su preocupación por la democratización
social del conocimiento y su impulso de modernización cultural
y educativa. Desde esta perspectiva, hay mucho camino por recorrer
para traducir estas orientaciones en líneas de acción
adecuadas a las necesidades actuales de nuestro país. Esta
tarea requiere cambios profundos, que involucran tanto al Ministerio
de Educación como a las instituciones de educación
superior. Necesitamos mayor apertura y mayor compromiso intelectual
frente a los desafíos que enfrenta nuestro país. Necesitamos
también adquirir mayor capacidad para enfocar reflexivamente
y resolver de manera conjunta los problemas de nuestra educación
superior. En momentos de crisis, de incertidumbre y de confusión,
la tradición reformista nos incita a persistir en la doble
tarea de la reflexión crítica y el compromiso político.
* Ministro de Educación de la Nación.
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