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Bolero

Por Por Antonio Dal Masetto

En el bar, alguien pide consejo:
–¿Cómo creen ustedes que se debería actuar con un amigo que ha sido exitoso, que conoció el resplandor de los reflectores y de los flashes, que ha sido idolatrado por mujeres y hombres, y que cuando llega la hora en que debería retirarse a cuarteles de invierno no se da por enterado?
Rápidamente, los parroquianos se dividen en dos grupos con opiniones enfrentadas. “Lo más importante en la vida es la verdad –sostienen los de un grupo–, nada más valioso que la verdad en todo momento y circunstancia. Por lo tanto, para evitar males peores, lo que se impone es una actitud bien drástica y sin ninguna contemplación. Al amigo hay que plantarlo delante de un espejo y que le espejo le cante la justa: ‘Viejo, llegó la hora de las tisanas, las pantuflas, la estufa y el gato durmiendo en el regazo’. Eso es lo que se debería hacer llegado el caso.”
Los del otro grupo retrucan: “Esa es una actitud de gente bárbara y primitiva, una posición fundamentalista. A alguien que conoció la gloria no se le puede quitar el banquito de golpe, sería una crueldad inmerecida. Nadie tiene derecho a meter mano en la libertad ajena, hay que dejar que la naturaleza actúe sola, que el individuo descubra la realidad por sus propios medios y se deslice suavemente, dulcemente, hacia la idea de que las cosas llegaron a su fin. Eso es lo que se debería hacer llegado el caso”.
–Señores, la cuestión es que el caso ya llegó –dice el parroquiano que pidió ayuda al comienzo–. Llegó y se llama Rolando del Mar. Cuando el Rolo cumplió los setenta años, nos dimos cuenta de que no daba para más. Se olvidaba las letras, entraba a destiempo, su legendaria melena azabache ya no agarraba ni la tintura. Nos preguntamos: ¿qué hacemos con el crédito de nuestro barrio, de proyección internacional durante ocho lustros, el fogonero de los corazones femeninos, inigualable cantor de boleros, el más grande embajador canoro del amor y la pasión, intérprete de tantos éxitos como “Lágrimas negras”, “Noche de ronda”, “Contigo en la distancia”, “Piel canela”, “Sabor a ti”, “Solamente una vez” y, fundamentalmente, “Vereda tropical”, con el que solía abrir cada una de sus presentaciones y que hacía estremecer hasta las piedras? Nos juntamos en el club de admiradores y nos dijimos: el Rolo no puede caer, hay que poner el hombro. Ni cirugía sin anestesia, como acabo de escuchar en el grupo de los defensores de la verdad absoluta, ni tampoco un tobogán con algodones y música de campanitas con la ineludible realidad esperando en cualquier curva, como acabo de escuchar en el sector de los piadosos. En el barrio dijimos: mantengámosle la ilusión hasta el final, vamos a crear un nido, un capullo, un invernadero para Rolando del Mar. Así que nos pusimos a conseguir contratos, a convencer y a arrastrar gente para que fuera a escucharlo. Al principio hubo un poco de furor, pero con el paso de los días y los meses, cada vez iban menos. Bajamos el nivel de los lugares donde se presentaba, ya saben a qué me refiero, mucho olor a humedad, lamparitas quemadas que no se reponen, señoras con tremendos agujeros en las medias caladas. Tuvimos que empezar a alquilar público. Y el Rolo que se confunde las letras de “Contigo en la distancia” con “Vereda tropical”. Inconcebible. ¿Cuánto tiempo más podremos sostener esto? Hay algunos de nosotros que ya no vienen a la reunión y otros que están queriendo renunciar. Trabajamos como perros, la situación se vuelve patética. El Rolo, en cambio, sigue con un entusiasmo cada vez mayor y cada vez canta peor. Le pifia a las letras, pero no afloja, propone giras, pregunta dónde es la próxima presentación, hace planes. Estamos angustiados, desesperados, extenuados, empobrecidos y obligados todo el tiempo a inventar más cosas. No damos más. Por eso ahora, tanto al sector de los drásticos como al de los piadosos, voy a formularles la segunda pregunta que tenía reservada para el final: ¿tienen alguna sugerencia para lograrque el gran Rolando del Mar se vaya de una vez por todas, despacito, suavemente en la distancia, definitivamente por la vereda tropical?

 

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