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A VEINTE AÑOS DE SU INCENDIO INTENCIONAL, REABRE EL TEATRO DEL PICADERO
La historia del Ave Fénix, hecha realidad

El ciclo de Teatro Abierto, uno de
los emblemas de la oposición cultural a la dictadura, empezó en el Picadero.
Una semana más tarde, la sala quedó totalmente destruida luego de que le colocasen una bomba incendiaria. En julio, lo reabren.

Hugo Midón está al frente de la dirección artística de la nueva etapa del teatro.

Por Silvina Friera

Ray Bradbury imaginó un mundo del futuro en que el poder quemaría libros. Eso ocurrió en la Argentina, durante la dictadura militar, como una especie de secuela de la obsesión de los nazis por poner fuego a la cultura. Bradbury no imaginó, empero, una sociedad que incendiase teatros. Y eso ocurrió, otra vez, en la Argentina, en los años de plomo. El 6 de agosto de 1981, una bomba incendiaria acabó con la rica historia del Teatro del Picadero, ubicado el pintoresco Pasaje Rauch 1847 (hoy Enrique Santos Discépolo), a la altura de Corrientes al 1900. Una semana antes, un grupo de dramaturgos, directores y actores habían iniciado en esta sala el ciclo Teatro Abierto, un fuerte movimiento de oposición cultural a la dictadura. La misma noche de agosto en que los desconocidos de siempre desaparecían un espacio emblemático del teatro nacional, un Luna Park lleno se deleitaba con las canciones de Frank Sinatra, contratado por el empresario Ramón “Palito” Ortega. Veinte años después de aquel incendio que parecía el final definitivo, el Teatro Picadero está a punto de reinaugurarse, en un país en que muchísimas cosas han cambiado.
El incendio del Picadero sensibilizó a medio mundo, hace dos décadas. “Estoy con ustedes, en defensa de la cultura”, les dijo por escrito el influyente Jorge Luis Borges a los responsables de Teatro Abierto. “Muchachos, a mí esto de que quemen teatros me pone muy nervioso, tienen los míos a su disposición”, se ofreció el empresario teatral Alejandro Romay. También el Teatro Argentino, cuando estaba por estrenarse Jesucristo Superstar, y el Estrellas habían padecido en aquella Argentina enferma de violencia la terapia de los incendios intencionales y las pastillas gamexane. A pesar de la voladura que destruyó el edificio y de la conmoción inicial de la comunidad teatral, el fuego y el miedo no consiguieron el propósito de paralizar a la gente de Teatro Abierto que decidió continuar las funciones en el Tabarís. Aunque en principio se anunció que la sala sería reconstruida, el espacio terminó funcionando como un estudio de televisión. Después de 20 años, el Picadero obliga al lugar común del mito del Ave Fénix: renace victorioso de sus propias cenizas.
El director y docente teatral Hugo Midón, uno de los encargados de la reconstrucción junto con el empresario Lázaro Droznes, recuerda que llegó al Picadero en agosto de 1981, cuando el fuego ya había destruido todas las instalaciones. “Más allá de la indignación que sentíamos, inmediatamente surgió la idea de seguir. Teatro Abierto fue una fiesta impresionante”, precisa Midón en una entrevista con Página/12. Los dramaturgos, encabezados por el recordado Osvaldo Dragún, escribieron piezas breves, que trataban muchos de los problemas argentinos como los desaparecidos, la tortura, la represión y el autoritarismo. Con un fervor nunca visto, 25.000 espectadores participaron del primer ciclo de 21 obras.
“Hoy recibimos una gran emoción por la recuperación de un patrimonio que estaba perdido”, comenta con satisfacción Droznes. La puesta a punto del Picadero tendrá un costo total cercano a los 150 mil dólares. Entre la platea y el pullman, la capacidad aproximada sería de unas 250 personas. “La parrilla, en la superficie de la sala, permite orientar las luces hacia cualquier lado, con un escenario móvil, que brinda la posibilidad de hacer teatro a la italiana, semicircular, circular y puestas en alturas”, puntualiza Midón, que estrenará el mes próximo, una versión musical de La Nona, de Roberto Cossa.
–¿Cómo encararon la reapertura de una sala que tuvo tanta mística?
–En marzo, Lázaro me llamó para contarme la propuesta de reabrir la sala y generar un espacio que Buenos Aires necesita. Tal vez si hubiera sido otro lugar no tendría tanta trascendencia para mí porque estuve muycerca de Teatro Abierto, conozco a los autores y a la gente que lo impulsó. Además, reabrir el Picadero significa refundar una idea acerca de la conexión del teatro con la gente. Es un doble desafío. Más allá de la esperanza de la apertura de una nueva sala, sabemos que el teatro no es un buen negocio para nadie.
–Por la situación económica, ¿sintieron miedo de reabrir el Picadero?
–Sí, el riesgo en el teatro es permanente. Tengo bastante entrenamiento en correr riesgos porque el tipo de teatro que hago, la comedia musical, es un riesgo constante. Una sala es el doble. Invertir en el teatro para nosotros es una satisfacción. No pensamos tanto en las cuestiones económicas sino en el sueño de tener un espacio propio, de preparar una programación, de traer los espectáculos que a uno le gustan. El afán de hacer cosas va más allá de las alternativas económicas. Siempre el teatro está en crisis, como el país, que está cada vez peor. Pero nosotros sentimos que tenemos la posibilidad de hacer algo para que la situación cambie.
–¿Qué perfil tendrá la sala?
–Apuntamos a buenos espectáculos, de jóvenes dramaturgos y directores. El futuro es de ellos y necesitan un lugar en el teatro que todavía no tienen. Creo que hay muchos espacios teatrales diversos en Buenos Aires, por eso le queremos dar un perfil desde lo musical. Porque están las grandes salas que hacen musicales al estilo de Broadway, pero hay pocas de cámara con un tipo de comedia musical que nos exprese un poco más. El género es muy rico, interesante y tiene muchos recursos. Vamos a tratar de utilizar la comedia musical para contar historias que nos pertenezcan. Lamentablemente, este género está muy poco desarrollado.
–¿Por qué?
–Acá siempre costó bastante. No está muy definido el gusto del público argentino por la comedia musical, es difícil hacerlo y a veces resulta muy caro, por el sonido, la cantidad de artistas, las coreografías.
–¿El musical es un género marginal dentro del teatro argentino?
–No hay una corriente y falta preparación. Hay una generación de actores de mediana edad que no están entrenados para la comedia musical. Los más jóvenes tienen una formación más específica en canto y baile pero todavía no se dio un desarrollo completo del actor de comedia musical. La principal falencia en estos momentos pasa por la actuación.
–¿Cómo explica el fenómeno de abrir nuevos espacios a pesar de lo económico?
–Los actores y la gente de teatro tenemos que hacer autogestión para concretar proyectos y no quedarnos en nuestras casas a esperar. Uno se hace un poco empresario a la fuerza.
–¿Les prometieron algún subsidio?
–Todavía no, pero lógicamente lo estamos buscando. Quizás dentro de un año recibimos algún tipo de apoyo que nos sirva para cubrir el mantenimiento del teatro. Hay muchas salas que necesitan subsidios y hay poca plata para la cultura en general. Ningún espacio se mantiene únicamente con la actividad teatral. Un éxito no te salva para siempre, te puede mantener algunos meses pero después vienen las épocas flacas. Son seis meses buenos y en los restantes, hay que remar contra la corriente.

 

“Una revancha del tiempo”

La alegría por la reapertura del Picadero es unánime para los que participaron de Teatro Abierto. “Esta circunstancia es muy especial porque El Picadero fue un teatro emblemático para toda mi generación”, asegura el dramaturgo Roberto “Tito” Cossa, autor de Gris de ausencia. “Me parece una revancha del tiempo”, comenta a su vez la escritora y dramaturga Aída Bortnik. “Recuerdo ese amanecer que sobre las cenizas hicimos la asamblea para saber cuáles serían los pasos a seguir. Todos estábamos juntos contra el enemigo y nos sentíamos orgullosos de formar parte de algo que el público había tomado como propio”, agrega la autora de Papá querido. La actriz Ingrid Pelicori, que formó parte del elenco de Lobo ¿estás?, de Pacho O’Donnell, lo vive como una reparación histórica necesaria. Para Pepe Soriano, que interpretó al abuelo de Gris de ausencia, la recuperación de este espacio tiene connotaciones de orden emocional. La noche anterior se había puesto en la piel de ese anciano que sufre el desarraigo y confunde el barrio de La Boca con el Trastevere romano, sin saber que sería la última función en el Picadero. “Pepe, nos reventaron el teatro”, le avisó Luis Brandoni del otro lado del teléfono. “Fue una noche dolorosa, incluso recuerdo que se decía que querían meternos en cana a nosotros”, cuenta Soriano. “Los artistas soñamos con abrir espacios para poder expresar nuestros deseos artísticos, no para ganar dinero”, subraya el actor.

 

LA SALA HABIA SIDO INAUGURADA EN 1980
En homenaje al circo criollo

“Estaba muy sacado, gritaba todo el tiempo, no me podían contener. Fui testigo de una tragedia, vi cómo las llamas se consumían un pedazo de mi vida.” En la voz del docente y dramaturgo Antonio Mónaco se percibe una mezcla de emociones encontradas. “Me había jugado todos mis sueños artísticos”, cuenta el actual director de la escuela de Arte Dramático de Mar del Plata, en una charla telefónica con Página/12. Cuando Mónaco hizo la denuncia en la Policía Federal, lo dejaron detenido 24 horas porque sospechaban que había incendiado el teatro para cobrar el seguro. A principios de 1980, Mónaco estaba buscando junto a sus alumnos un espacio adecuado para una estética arriesgada. Una de sus alumnas, Guadalupe Noble, que problemas de dinero no tenía, le ofreció financiar la compra y juntos encontraron en Rauch al 1800 un edificio, construido en 1926, la oportunidad de concretar ese sueño compartido. En esas instalaciones había funcionado un restaurante, un taller de bobinado de motores, una imprenta, pero nunca un teatro. Mónaco bautizó a la sala con el nombre del Picadero para homenajear a los Podestá, artistas fundacionales del circo criollo.
Para algunos historiadores, el surgimiento del teatro rioplatense se inició en 1884, cuando se estrenó una versión pantomímica de Juan Moreira, basada en la novela homónima del argentino Eduardo Gutiérrez. La palabra picadero alude los números de pista, trapecios, cuartetos de acrobacia, comicidad circense criolla, clowns, payasos, números ecuestres. “El teatro nunca llegó a dar ganancias como para que yo recibiera un sueldo”, relata el docente. Endeudado y dolido, Mónaco se ganó la vida pintando casas y departamentos. En febrero del ‘82 llegó el llamado que lo rescató de su exilio teatral. Le avisaron que se concursaba la dirección de la escuela de Arte Dramático de Mar del Plata, cargo que ganó y lo llevó a radicarse definitivamente en esa ciudad. “Me alegra muchísimo que Midón quiera reflotar un lugar que para mí fue un desafío vital”, concluye Mónaco.

 


 

LOS TRES TENORES EN CHINA
Un show olímpico

Los Tres Tenores cantarán el sábado por primera vez en la Ciudad Prohibida, en Pekín. El concierto, en la entrada del Palacio Imperial, será la mayor producción musical que haya tenido lugar hasta ahora en China. Sus costos son estimados en alrededor de diez millones de dólares y se espera la asistencia de 30.000 personas. La actuación de Luciano Pavarotti, Plácido Domingo y José Carreras en el Día Mundial del Olimpismo apunta a dar impulso a la candidatura de Pekín para los Juegos Olímpicos de 2008. La decisión sobre la sede se tomará el 13 de julio en Moscú. Junto a Pekín, entre los favoritos figuran además París y Toronto. “Es una posibilidad que se da sólo una vez en la vida”, dice la promoción del concierto que mostrará a los Tres Tenores en esa histórica escenografía, donde los emperadores daban a conocer sus decisiones en el pasado. La representante de la Compañía Nacional de Arte y Cultura de China calificó el acontecimiento de “enorme desafío”, porque si algo sale mal eso repercutiría negativamente en la candidatura de la capital china. “Pero si lo hacemos bien, demostraremos al mundo que también nosotros podemos organizar con éxito los Juegos Olímpicos”, cree Chen Jixin. Lo más controvertido son los altos precios de las entradas, que van desde los 60 a los 2000 dólares, casi el triple del ingreso anual que en promedio gana un trabajador chino en las grandes ciudades. Pero Chen Jixin considera que el revuelo es exagerado y recordó que en Detroit las entradas más caras para ver a los Tres Tenores costaban 5000 dólares. “Este es un evento comercial”, dijo. “Debemos pagar lo que debemos pagar.”

 

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