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LOS TRAMOS INEDITOS DE LA ULTIMA ENTREVISTA DE PAGINA/12 A FABIAN POLOSECKI
�La lluvia es hermosa porque trastueca los planes�

El Museo de Arte Moderno inicia hoy un ciclo de homenaje al periodista que, con sus programas �El otro lado� y �El visitante�, revolucionó la TV argentina. Un año antes de su muerte, en diciembre de 1996, Polo concedió una larga entrevista a este diario. Esta nota incluye los tramos no publicados.


Polo, o Polito, se sentía un periodista y no un hombre de televisión.
�Lo que muestres en TV refleja tu ideología.� 


Fabián Polosecki, parado delante de un mundo de historieta.
�El mundo es lo que cada uno de nosotros ve del mundo�, decía.

 

Por Verónica Abdala

Se apareció en medio del comedor en cuero, despeinado y descalzo, apenas vestido con un jean gastado y roto. Eran las diez de la mañana de un martes de diciembre de 1995 en que hasta los muebles amenazaban con derretirse bajo los 34 grados de temperatura.
�Hace tanto calor, que casi no pude pegar un ojo� dijo Polo antes de saludar, y se sentó en una silla alta de hierro, con las piernas colgándole del respaldo. Hacía un visible esfuerzo por evitar el reflejo de luz que entraba por las ventanas abiertas y rebotaba contra las baldosas rojas del comedor de su casa de Parque Saavedra. Allí vivía con su esposa, Viviana, y con Milena, su hija, que por entonces tenía un año y medio.
En el comedor, se destacaba la mesa en que su padre, Josué, encuadernaba libros, rodeada de viejas sillas. Una puerta estrella conducía a un patio en el que se veían desparramados algunos juguetes. La segunda puerta daba a un escritorio desde cuya ventana alcanzaba a verse el incesante desfile de vecinos, que indefectiblemente se detendrían a cruzar con él unas palabras, antes, durante y después de la charla. 
�Hablemos un poco y después empezamos �la verdadera nota� �dijo todavía vencido por el sueño y, antes de tomar el primer sorbo de mate amargo, se abalanzó sobre un paquete de cigarrillos negros. Encendió uno, y pitó con fuerza, enarcando las cejas, como si fuera un actor de cine.
Lo que siguió fue una conversación que se extendió por algo más de tres horas. En ésa, la última entrevista que concedería a la prensa, y que se publicó en Página/12 el 17 de diciembre de 1995, Fabián Polosecki dio algunas de las claves sobre la forma en que a los 31 años se plantaba en el mundo. 
Aunque a la distancia pueda parecer más evidente, escuchándolo, era casi imposible imaginar que quizás ya fantaseaba con el suicidio, que concretaría un año después arrojándose debajo de un tren, cerca de la estación de Santos Lugares. Porque, pese a mencionar que sufría de recurrentes depresiones y que estaba en un período de replantearse �muchas cosas�, habló de proyectos, aseguró estar �repleto de ideas y de planes�. Porque dijo que con el nacimiento de su hija Milena, sentía que había vuelto a nacer. Es probable, en todo caso, que la otra parte de su verdad �esa que, como advirtió, no estaba dispuesto a compartir públicamente� anidara en los prolongados silencios que atravesaron la charla. Silencios que parecían tragárselo como los agujeros negros absorben la luz y que lo devolvían a la conversación más animoso, o visiblemente reconcentrado. 
Entre lo que sí se permitió y quiso compartir aquella mañana, Polo dijo cosas como éstas:
�Siento que necesito un tiempo para procesar las cosas que vi en estos años de �éxito� y para terminar de entender a las personas que conocí. Necesito también terminar de entenderme a mí mismo. Por eso siempre digo que todo lo que soy no está en mis programas, y a la vez sí.�
�El laburo me dio muchas cosas buenas, pero me distanció de muchas otras. La lectura, algunos buenos amigos, ratos más largos con mi familia son algunas de las cuestiones que lamento haber dejado un poco de lado. Ricardo Piglia, Juan José Saer y Andrés Rivera son tres de los autores argentinos que tengo pendientes, y que pienso leer.�
�Estoy tan repleto de ideas y de planes, que siento que es lo mismo que no tenerlos. Son tantos proyectos que no sé qué hacer con ellos y eso implica el riesgo de que los abandone.�
�Me parece que las cosas más importantes, las más íntimas, no hay por qué hablarlas. Hacerlo sería como filmar una película de sexo explícito, yo creo que ver todo no le sirve a nadie.�
�No creo en Dios, pero una parte de mi personalidad es medio mística: me cautivan los misterios, las leyendas y las casualidades. Creo, eso sí, que estamos todos metidos dentro de algo, de una suerte de sistema que no terminamos de comprender. Y que hay una relación dialéctica entre las cosas: cuando algo cambia, siempre algo en tu interior se transforma.�
�Las mejores cosas no salen por la tele. Y uno apunta a rodearse de las mejores cosas. Conclusión: en la tele no están ni por asomo las mejores cosas de la vida.�
�Todos ocultamos cosas personales. Y cuando digo ocultar, no estoy hablando de ocultar cuarenta millones de dólares en un banco, como hacen algunos políticos. Estoy hablando de cosas personales que si no se me canta no tengo por qué contar. Creo que estoy aprendiendo a conformarme. No espero todo de todos ni espero todo de mí.�
�No quiero ser un artista en el sentido de tener una necesidad de público. Soy periodista, no puedo orientar mi vida al hecho de que siempre haya alguien allí para aplaudirme. En este país hay cinco canales de aire, cinco gerentes de programación. Si mi estabilidad emocional va a pasar por lo que decidan cinco personas, estoy definitivamente cagado. He visto señores en televisión que se aflojan la corbata, meten un pie en una villa y creen que así han demostrado su pluralismo. A mí me produce risa. Mi estilo no es impostado, tiene que ver con la gente con la que estoy.� 
�Me aterroriza cómo va todo. Estoy en Parque Saavedra y pienso que lo van a hacer mierda, estoy en la calle Corrientes y lo mismo. Son como ataques de paranoia que tengo. Siempre tuve depresiones fuertes, después de períodos de mucha actividad. Me pongo muy mal. Me desespero, tengo crisis de odio, de dolor. Estoy en un momento de replantearme cosas, de intentar encontrarle un sentido a todo este juego que a veces se me aparece absurdo. No tengo un modelo, un mensaje ni una ideología que transmitir, simplemente estoy tratando de ver cómo se hacen las cosas bien, en la praxis.�
�El mundo es lo que cada uno de nosotros ve del mundo. Si en este momento te invito a caminar, vos vas a ver algunas cosas, por la calle, y yo, seguramente, veré otras. La tele es así también: lo que muestres y la manera en que lo muestres refleja tu perspectiva del mundo, y ésa es siempre una cuestión ideológica.� 
�Hay una frase de Sartre que me quedó grabada: No importa lo que han hecho de nosotros, sino lo que nosotros hacemos con lo que han hecho de nosotros. Yo creo en eso.� 
�Podría deprimirme pensando que este año me fue mal, pero me parece que lo importante es qué es lo que uno hace con las cosas que no maneja. Me gustaría conformarme.�
�Mi fama no es una cosa explosiva o jodida. Es discreta, porque yo soy discreto, aunque como toda fama sea difícil de manejar. La fama es dura porque te eleva el nivel de vanidad y egocentrismo, y en ese sentido te prueba. Te pone frente al espejo. Te acorrala frente a la pared.�
�A veces pienso que hago política con mi programa. Yo sé que ejerzo un poder. Que puedo poner mis capacidades al servicio de todos. No me interesa la política de los profesionales, pero sí esta posibilidad de hacer. Porque yo estoy a favor del desarrollo y del progreso, pero me parece imperdonable que se plantee un modelo de vida que excluye a la mayoría. La gente está angustiada, putea: sabe que los que tienen la palanca no necesariamente tienen buenas intenciones. Hay muchas cosas que se hacen por ambición desmedida, y eso es muy jodido.�
�La política de los profesionales, ésa sí que no me interesa. Y a la gente le pasa lo mismo. La gente se expresa, sobrevive como puede. Pero ya está cansada de que le hablen de boludeces. Yo en una época milité, pero hoy no estoy seguro de que esté bueno poner todas las esperanzas en eso.�
�Paradójicamente, los lugares que elegí para terminar mis programas, el barrio y el Tigre, son los lugares de los que salí. Creo que eso de llegar al lugar de origen marca una suerte de cierre.�
�El ser humano es una especie animal, como las otras. Los hijos te hacen más humano y te conectan con lo que es el ciclo vital. Para mí, tener una hija fue volver a nacer.�
�Se trata de hacer las cosas lo mejor posible. Y eso es muy difícil y, sobre todo, lleva tiempo. Todo lleva tiempo: el amor, el dolor, la concentración, la aceptación de la muerte�.
�Veo muy poca tele, pero me gustan Alfredo Casero, Antonio Gasalla, Mario Pergolini y Roberto Galán. Sobre todo Galán. El tipo te dice: yo me quiero casar ¿y usted?, y está muy bien. Porque ¿quién no se quiere casar? Lo hace con un estilo particular y pertenece a otra generación... Pero la historia cierra. Mata. Es de una inocencia absoluta, que me encanta.�
�Hay gente que vive pendiente del reloj, como hay gente que se queja porque llueve. No podría haber nada más absurdo. La lluvia es hermosa porque te trastueca los planes. Y por eso mismo la sequía es tan jodida: es muy bravo que nunca se altere lo que tenés planificado.�
Pasado el mediodía, Viviana entró en la habitación en remera y bombacha: también estaba descalza. Traía en su mano una bandeja, sobre la que tambaleaban un mate y un plato con galletitas. Milena �que había pasado buena parte de la mañana pidiendo que le inflaran una pileta de goma que difícilmente sobreviviera a los mordiscos que le había dado Clarita, la perra� iba detrás suyo como si un hilo invisible la uniera a su madre y llevara su cuerpito dando saltos por la casa.
Una avispa entro por la ventana y se posó sobre la rodilla de Polo, que la atrapó con el movimiento preciso de una mano.
�Eso �dijo� se lo copié a Marlon Brando en Apocalipse Now!

Para ir
El homenaje a Fabián Polosecki que comenzará hoy en el Museo de Arte Moderno (San Juan 350) desde las 18 continuará el próximo sábado y todos los sábados de julio. En el marco del Ciclo de Arte Electrónico, se proyectarán capítulos del programa �El otro lado�, que le valió a Polo tres Martín Fierro, en los años 1994 y 1995. Hoy se verá el capítulo �Policías y ladrones� (uno de los mejores de la serie), el primero del primer año del ciclo, 1993. Antes habrá una mesa redonda de la que participarán Ricardo Ragendorfer, Rubén Viñoles y Daniel Laszlo (miembros del equipo de trabajo de Polo), el periodista Carlos Polimeni, el director Gustavo Alonso (realizador de un documental sobre Polosecki) y Fabio Benavídez, investigador y realizador. El próximo sábado se proyectarán los programas �Tema La Vaca� y �La Tele� (1993), el 14 de julio se verá �Agua de puerto� y �Agua de mar� (1994); el 21, �Reyes de la noche� y �Criaturitas de Dios� y el 28 se cerrará la primera parte con �Ciudad abajo�. En setiembre, además, se programarán emisiones del ciclo de Polo en 1195, �El visitante�.

 

 

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