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en la UBA son tres nuevas carreras de Alimentos

Desde agosto se dictarán dos flamantes licenciaturas y una ingeniería. Son las primeras compartidas por cinco facultades.

Desde el próximo cuatrimestre, la Universidad de Buenos Aires dará por primera vez una carrera de grado interdisciplinaria dictada en conjunto por cinco facultades. En realidad, son tres nuevas carreras: las licenciaturas en Ciencia y Tecnología de Alimentos y en Gestión de Agroalimentos, e Ingeniería de Alimentos, que dependerán de Agronomía, Ciencias Exactas, Veterinarias, Ingeniería y Farmacia. “La universidad decidió tomar a los alimentos como un tema clave para el desarrollo del país. Vamos a dar enseñanza de grado y de posgrado, a realizar investigación y a dar asistencia técnica”, dijo la secretaria de Asuntos Académicos, Alicia Camilloni.
Las flamantes carreras serán las primeras “de segundo ciclo” que dictará la UBA: podrán cursarlas estudiantes que antes hayan aprobado los primeros dos o tres años (según los casos) de las diferentes carreras de las facultades integradas en el proyecto y también de Medicina y Odontología. “Esto implica una apertura de las facultades al reconocimiento de los estudios cursados en otras facultades. Así, se abre la perspectiva de crear otras carreras y áreas compartidas. Y va a permitir una mayor circulación de los alumnos y mayor flexibilidad de los estudios”, explicó Camilloni. “Estamos volviendo a integrar a la universidad”, dijo el decano de Ingeniería, Carlos Raffo.
En realidad, el Departamento de Alimentos (que reúne a las dos licenciaturas y a la ingeniería) llega con un año de demora. Como informó este diario el año pasado, el lanzamiento del área estaba previsto para agosto del 2000, pero las diferencias entre las facultades postergaron el acuerdo. Ayer, los decanos que participaron celebraron el acuerdo: “Es una vieja deuda que la universidad tenía con la Ciudad y el Conurbano”, apuntó Aníbal Franco, de Veterinarias. “Es la primera vez que hacemos un departamento compartido entre facultades desde la década del ‘60, cuando la dictadura cerró el Departamento de Industria”, recordó Pablo Jacovkis, de Exactas.
Cada una de las nuevas carreras, se abocará a un área específica. La licenciatura en Gestión de Agroalimentos (con una duración total de 4 años y medio) formará profesionales orientados al gerenciamiento de la tecnología de la producción alimentaria. Mientras, la licenciatura en Ciencia y Tecnología de Alimentos (cinco años) se centrará en la implementación de ciencias básicas y aplicadas al diseño, elaboración, preservación, control de calidad y comercialización. Por su lado, Ingeniería de Alimentos (cinco años) formará graduados para diseñar, montar, operar y optimizar una planta de procesamiento de alimentos. “El problema de los alimentos es fundamental para el país –dijo el decano de Agronomía, Fernando Vilella–. No sólo por la alimentación de sus habitantes, sino también por la viabilidad económica de su producción. Por ejemplo, la exportación de productos con fuerte valor agregado podría generar miles de puestos de trabajo.”
Las tres carreras incluirán en su plan de estudios una práctica profesional de seis meses, inserta en medio de la cursada. “Al ser mediante un sistema sandwich, el alumno va a volver a la universidad a terminar sus estudios teniendo una visión desde adentro del mundo empresarial. Esto va a facilitar la inserción laboral”, detalló Regina Wikinski, decana de Farmacia. Los estudiantes interesados en inscribirse pueden hacerlo desde hoy y hasta el 31 de julio: los formularios están disponibles en Internet: www.uba.ar. Las clases empiezan en agosto.

 

Para el tiempo libre... (si queda)
Memoria. Hoy, a las 19, empieza un curso sobre el Holocausto, dictado por la Fundación Memoria del Holocausto. En Montevideo 919, 4811-3588.
Historia. La UTDT organiza las jornadas “De Mayo a Pavón”. El lunes y martes próximos, a las 9, en Miñones 2177, 4784-0080.
Becas. La Comisión Nacional de Energía Atómica inscribe hasta el lunes a estudiantes interesados en sus becas. En Av. Gral. Paz 1499, 4574-7279.

 

OPINION
Por Adolfo Reichemberg *

 

En este nuevo debate sobre el presupuesto universitario, los actores deben esmerarse en poner un poco de franqueza en el análisis de los problemas de fondo relacionados con la distribución de los recursos. Si no es así, seguirán quedando sin respuesta las inequidades del actual sistema de distribución, que determina que algunas universidades tengan magros presupuestos y otras, apenas ameriten como principal razón de su existencia la conveniencia política que motorizó su creación. El Consejo Interuniversitario Nacional envió un proyecto al Ministerio de Educación con criterios de reparto tales como cantidad de alumnos y de docentes, producción científica, entre otros, pero sólo aplicable a los incrementos presupuestarios y no a la totalidad del presupuesto asignado, con lo que se confirma la existencia de un pacto que permite no modificar el status quo imperante. Si no se discute el modelo de integración del sistema educativo superior, ordenando y promoviendo la oferta académica sobre una base definida de políticas educativas de cara al país que queremos en el mediano plazo, estaremos presenciando más de lo mismo. Si no admitimos como necesidades primarias repensar el sistema, reestructurando las plantas docentes y no docentes aunque ello implique un análisis crítico de las instituciones que deben permanecer en el sistema, cantidad de agentes y personal que el mismo puede absorber para utilizar eficientemente los escasos recursos, estaremos perdiendo una oportunidad histórica. Por último, una vez recreado un sistema más sano, podremos avanzar hacia ideas creativas de financiamiento (no la típica exacción al bolsillo de los castigados contribuyentes), tales como una ampliación de las actividades comprendidas en la Ley de Mecenazgo que permita a las empresas deducciones especiales por aportes directos a entidades de educación superior, o módicos cargos administrativos que se relacionen con el rendimiento académico de los alumnos. En esta dirección, la propia UBA contempla desde hace más de dos décadas cargos simbólicos por reprobar o por dejar ausente las materias, que podrían ser un punto de partida para el recupero de los recursos invertidos sustentando el principio de equidad y premiando el desempeño académico. Si ponemos nuestros mejores esfuerzos en pensar y una dosis de honestidad intelectual, enriqueceremos el debate y, más allá de tratar que una Comisión de Notables ad hoc convalide la creación de un impuesto específico, conseguiremos que la educación en las universidades nacionales siga siendo gratuita. Es una oportunidad que sin duda nos merecemos.

* Consejero directivo y secretario de Hacienda de la Facultad de Ciencias Económicas (UBA).

 

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