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ESTUDIO SOBRE LOS MARGENES INSOLITOS QUE GANAN LAS TELEFONICAS
Una ganancia como nunca se vio

 

Telecom y Telefónica ganan mucho más en la Argentina que en Francia o España. De hecho, son la envidia del mundo con márgenes que triplican los de las mayores y más avanzadas empresas internacionales.

 

Por M. B.

La tasa de ganancia sobre ventas de la empresa Telefónica de España supera en la Argentina el 15 por ciento anual, lo que triplica el promedio de las diez empresas de telefonía más grandes del mundo, que apenas sobrepasa el 5 por ciento. Si en vez de calcularse sobre ventas, la rentabilidad se mide sobre los activos sujetos a explotación, se advierte que la compañía española y su compañera en el oligopolio telefónico, la francesa Telecom, gozaban ya antes del rebalanceo de las tarifas de un 42 por ciento de tasa de retorno promedio. Semejantes beneficios permiten entender por qué las tarifas argentinas son las más caras del mundo, un costo social que sólo se entiende por la corrupción.
Estos y otros datos no menos elocuentes pueden encontrarse en un libro que saldrá en estos días a la venta: “El oligopolio telefónico argentino frente a la liberalización del mercado”, realizado por tres jóvenes investigadores de Flacso, Martín Abeles, Karina Forcinito y Martín Schorr, coordinados por su maestro Daniel Aspiazu. El trabajo, serio, riguroso, fue publicado por la Universidad Nacional de Quilmes en la colección de Economía Política Argentina que conduce el economista Eduardo Basualdo. No obstante el lenguaje aséptico de este trabajo realizado en el área de Economía y Tecnología de la Flacso, la información reunida y correctamente relacionada confirma desde el rigor científico lo que podía suponerse a nivel empírico: el modelo privatizador del menemismo supuso un verdadero saqueo de los activos estatales en perjuicio de los usuarios de los servicios públicos.
“El oligopolio telefónico” analiza este proceso desde la privatización de ENTel hasta la presente conformación de los grupos multimedia abriendo grandes interrogantes sobre la real competencia que podría alcanzarse en la etapa actual de la desregulación. En rigor, los autores y su maestro-coordinador, Aspiazu, tienden a creer que la desregulación sólo supondrá una reducción de las tarifas para las grandes firmas oligopólicas de la economía argentina y que el usuario común (residencial) seguirá soportando “las tarifas más altas del mundo”, como forma de seguir garantizando tasas de rentabilidad que superan con holgura lo que estas dos empresas (Telefónica y Telecom) obtienen en sus países de origen: un promedio de ocho coma seis por ciento para Telefónica en España y apenas un 3,89 por ciento para France Telecom en las severas tierras galas.
Por otra parte, el intenso proceso de concentración económica operado a partir de la privatización de ENTel y la constitución del oligopolio de Telefónica y Telecom genera “barreras a la entrada de nuevos competidores, en cualquiera de los segmentos del mercado, dificultando el futuro surgimiento de una dinámica efectivamente competitiva que eventualmente tendiera a beneficiar a los usuarios (sobre todo a los residenciales)”. Si las compañías, el Gobierno o los economistas liberales pusieran en duda esta suposición, convendría que revisaran una estimación de FIEL según la cual entre 1996 y 1997 (es decir antes y después del rebalanceo tarifario) las tarifas residenciales crecieron un 25 por ciento, mientras que las no residenciales cayeron un 25 por ciento. Esto –según Aspiazu y los investigadores de Flacso consultados por Página/12– se relaciona “con la desregulación que se comenzó a implementar a partir de 1999, porque se abarataron las tarifas de los usuarios donde cabe esperar que haya más competencia (en el mercado de los usuarios no residenciales –en especial, el segmento de las grandes firmas–, mientras que se encarecieron la de los usuarios cuasi cautivos de las telefónicas (los residenciales)”.
Un esquema con obvias consecuencias negativas en el plano social: en esta década de teléfonos privados, el impacto de esas tarifas sobre el salario ha sido notablemente superior al de varios países desarrollados, especialmente EE.UU. El trabajo aporta un cuadro muy significativo a este respecto, porque se trata de datos correspondientes a 1996, el anterior alrebalanceo de tarifas. (Lo que permite suponer que la relación debe ser aún más grave desde 1997 a la fecha). En el ‘96, la relación entre el costo de una canasta típica de consumo telefónico y el salario medio industrial arrojaba esta ilustrativa comparación: en nuestro país, donde el salario medio industrial era de 649 dólares, el costo de la canasta telefónica alcanzaba a 39,31 dólares contra los 13,93 dólares de Estados Unidos, donde el salario medio industrial era de 2300 dólares.
En 1997, cuando la Corte Suprema autorizó el rebalanceo telefónico, se dijo que la reestructuración tarifaria no afectaría la facturación ni significaría un aumento de rentabilidad sobre ventas para las empresas telefónicas. Las cifras, como suele suceder en nuestro país, desmienten el discurso del poder.
En 1996, las ventas de Telefónica de Argentina SA sumaron 2750,8 millones de dólares y las utilidades alcanzaron los 385,1 millones de dólares. Al año siguiente, las ventas treparon a 2994,3 millones de dólares y las utilidades ascendieron a 474,3 millones de dólares. Con Telecom Argentina SA pasó algo similar: las ventas subieron de 1930,4 millones a 2037 millones. Las utilidades pasaron de 260,3 millones en el 96 a 307 al año siguiente.
Se confirmó de esta manera una tendencia histórica que favorece groseramente a los concesionarios en perjuicio del usuario: aun antes de traspasar ENTel al sector privado, el gobierno de Menem autorizó un aumento de más del 700 por ciento en la tarifa telefónica. De manera que las empresas que se hacían cargo con la bendición del ministro de Obras Públicas, Roberto Dromi, la liquidadora de ENTel, María Julia Alsogaray, y, obviamente, el presidente de la República, pasaran a operar desde un piso tarifario más que redituable. Sin embargo, en los años de la convertibilidad, del 1 a 1 y de la inflación prácticamente inexistente (entre la firma de la Convertibilidad y diciembre de 1998), el costo del servicio telefónico se incrementó en 41,5 por ciento.
Esto fue posible, entre otros privilegios especiales otorgados a las compañías, por la sanción del decreto 2585/91 que se saltó a la torera la prohibición de indexar que establecía la propia Ley de Convertibilidad y permitió a las telefónicas privatizadas “expresar el valor del pulso telefónico en dólares estadounidenses” y que dicho valor pudiera ser actualizado en forma semestral –en abril y octubre de cada año– según las variaciones en el Indice de Precios Al Consumidor de los Estados Unidos. Porque la inflación vernácula es mala, pero la importada de EE.UU. tiene un aroma especial.
La ganancia sobre activos sujetos a explotación ha desbordado con creces aquel 16 por ciento que establecía el pliego de concesión en la privatización de ENTel. Según un estudio realizado por la American Chamber of Commerce del año 1995 “la tasa de retorno calculada para los ejercicios 90/91 (10 meses) y anuales 91/92, 92/93 y 93/94, (es de) un 41,3 por ciento, 42 por ciento, 42,4 por ciento y 36, respectivamente”. Lo que explica que la ganancia acumulada por el oligopolio (Telefónica–Telecom) en el período 1991–1999 haya alcanzado a 3354 millones de dólares, triplicando la inversión original de 1000 millones que se amortizó en apenas cuatro años. Fuera de la droga y en menor medida las armas, no hay muchos negocios tan rentables en la Tierra.
El año ‘95 es muy interesante (y no sólo por la reelección del actual procesado Carlos Saúl Menem) sino porque fue el año donde se registraron los mayores ingresos por privatizaciones y en los que el resultado fiscal, sin embargo, resultó negativo.
No es de extrañar que con semejantes beneficios las empresas hayan avanzado en un proceso de concentración del capital y diversificación de actividades en el campo de las comunicaciones. Además de su operación en telefonía básica, llamadas internacionales y transmisión de datos, Telecomy Telefónica operan en telefonía celular, comunicaciones satelitales, servicio de comunicaciones personales y televisión por cable. Además, Telefónica de España, asociada a CEI Citicorp Holdings, controla dos canales de televisión abierta (Telefé y Azul Televisión), emisoras radiofónicas y productoras de contenidos.
¿Pudieron lograrse estos pingües beneficios sin que mediara la corrupción? No es lo que revelan, por ejemplo, las famosas cajas del Senado estadounidense, investigadas por la Cámara de Diputados. Según los legisladores Elisa Carrió y Gustavo Gutiérrez, Telefónica desembolsó 5 millones 700 mil dólares en “pagos ficticios” al Banco República del procesado banquero menemista Raúl Moneta, un reconocido experto en paraísos fiscales.

 

 

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