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          La palabra italiana 
        muffa es dice el diccionario Zanichelli una formación 
        fungosa de color blancuzco o verde y de olor particular que se desarrolla 
        bajo sustancias orgánicas y alimentarias. La expresión 
        fare la muffa le da el sentido derivado de permanecer en el 
        ocio o en la inactividad (generando esos hongos). La palabra perdió 
        una efe en la Argentina y ocupó otros terrenos subjetivos: se solía 
        decir estoy mufado para advertir al prójimo que uno 
        andaba aburrido o harto y con problemas, luego designó la mala 
        suerte y hoy califica al que la trae. Hay personas que son mufa, vaya 
        uno a saber por qué.  
        La Argentina padece un vasto repertorio de esas personas, que, por las 
        dudas, no voy a nombrar. Con una excepción, dada la jerarquía 
        de primer ciudadano y magistrado supremo de la república que el 
        ex presidente Carlos Saúl Menem supo conseguir. El hecho es notorio, 
        sobran los ejemplos y la prisión domiciliaria que sufre ahora debería 
        haberle cancelado también esa rama de sus actividades, pero no. 
        El campeón automovilístico Juan María Traverso lo 
        visitó el jueves 5 en su cárcel dorada para invitarlo a 
        ver por televisión la carrera en que iba a participar al día 
        siguiente. Se le incendió al auto apenas comenzada. 
        Acorralado por la sentencia del juez Jorge Urso, que le dictó la 
        prisión preventiva y un embargo de 3 millones de dólares 
        por haber ejercido la jefatura en las sombras de la 
        asociación ilícita que durante su mandato vendió 
        armas ilegalmente a Croacia y Ecuador, el ex presidente intentó 
        crearse imagen. Habría procurado que Bill Clinton le enviara un 
        mensaje de saludo, un simple mensaje, durante la estadía de 12 
        horas que el también ex cumplió en Buenos Aires el martes 
        pasado. Ambos se conocen, intercambiaron opulentos elogios mutuos en más 
        de una ocasión, pero el amigo del Norte no se portó bien 
        con el amigo del Sur y se fue sin aludir al tema. La desgracia, como la 
        necesidad y como las rimas obligadas de un soneto decía Lope, 
        tiene cara de hereje. 
        Es posible, sin embargo, que la actitud insolidaria de Bill favorezca 
        finalmente a Carlos: el marido de Hillary goza a su vez de una bien ganada 
        fama de mufa. Circula por Internet una lista de más de 70 personas 
        de su entorno que han muerto en accidentes extraños como el que 
        segó la vida del ex director de la CIA William Colby, o se han 
        suicidado de curiosa manera pegándose un tiro en la nuca como Suzanne 
        Colman, pasante en la Casa Blanca. Nadie aventura que Clinton tenga que 
        ver con eso. Es mufa, nada más. Bill acaba de reafirmarla en Wimbledon: 
        pronosticó la victoria del británico Tim Henman frente al 
        croata Goran Ivanisevic en la semifinal del torneo. Perdió Henman. 
        Clinton no acepta que se lo acuse de la derrota de Agassi en el Abierto 
        de Francia que tuvo lugar el mes pasado, pero lo cierto es que el gran 
        tenista estadounidense, que jugaba según sus méritos contra 
        Sebastien Grosjean, se vino desastrosamente abajo apenas Bill tomó 
        asiento para ver el partido. El ex del Norte tal vez debiera imitar al 
        ex del Sur, que dejó de ver fútbol en la cancha de River 
        para que no le atribuyeran las derrotas del equipo. 
        Clinton partió de Buenos Aires con rumbo a Río de Janeiro 
        para dictar otra conferencia. La que impartió en la capital argentina 
        le habría reportado se dice unos 140.000 dólares. 
        Cobra más que Gorbachov, alguna vez su contraparte soviética, 
        adepto al mismo ejercicio. No es reprochable. Bill afirmó en Wimbledon 
        que pasa la mitad de su tiempo al servicio de la nación y 
        la otra mitad ganándome la vida para sostener a mi familia. 
        La sostiene bastante bien. Después que dejara el cargo a fines 
        de enero de este año, y del mínimo perfil que debió 
        guardar para no estropear la campaña de Hillary al Senado, hace 
        gala de una movilidad frenética que lo lleva a frecuentar círculos 
        conspicuos de Europa y distintas partes de EE.UU. y de paso también 
        lo lleva a los titulares deperiódicos y columnas de chismes correspondientes. 
        En Londres se ofrece a Tony Blair como mediador para solucionar el conflicto 
        entre fuerzas católicas y protestantes del Ulster. En su país 
        aparece en presentaciones de libros, o cena el 12 de junio en Nueva York 
        con la aristocrática diseñadora de modas Diane von Furstenberg 
        él es encantador, dijo ella-, luego cae en Chicago 
        al cumpleaños de Juanita, la mujer de esa leyenda del básquet 
        yanqui que se llama Michael Jordan, una semana después juega a 
        las cartas con la actriz Elizabeth Hurley en Santa Mónica, tres 
        días después asiste con su hija Chelsea a un concierto de 
        rock del grupo U2 en Idaho. Todo por salir del ostracismo político 
        en que lo confinaron el Mónicagate y ciertas cuestiones con menos 
        sexo pero más gravedad. Por otros motivos, lo mismo pretende Gorbachov 
        y es una pena que, al menos por ahora, el ex presidente Menem no pueda 
        imitarlos: sería interesante escuchar alguna conferencia de quien 
        confió que tiene como libro de cabecera las inexistentes Obras 
        Completas de Sócrates. 
        
         
       
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