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Piquetes: ¿nueva organización o simple rebelión?

Ya son la forma de protesta social más instalada, desplazando a la huelga. Pasan por afuera de sindicatos y partidos, generando nuevos espacios. Pero, ¿son pura rebelión? ¿O nace un modelo de protesta? Dos aproximaciones.

ENRIQUE ZULETA PUCEIRO.
Un desafío a los partidos

La cuestión suscita al menos un punto de acuerdo: el sistema de partidos expresa cada vez peor las demandas de una sociedad compleja, frustrada en sus expectativas básicas y con problemas serios de integración y representación social. Durante años, un bipolarismo forzado hasta extremos críticos proyectó la idea de un sistema “a la americana” con dos grandes fuerzas amorfas, que se identificaban a sí mismas en el pasado y dejaban abierto una gama casi ilimitada de opciones hacia el futuro. Por debajo, la sociedad civil marchaba en sentido contrario, reflejando una realidad distinta, heterogénea, conflictiva y centrífuga. La brecha entre sistema de partidos y sistema social es sin duda una clave básica del subdesarrollo político del país y de la incapacidad casi congénita de las dos grandes fuerzas históricas para entender y administrar la cuestión social. La protesta piquetera abreva en esta historia de desencuentros y frustraciones. Avanza por andariveles de representación casi desiertos, cubre vacíos, ocupa espacios desde hace tiempo abandonados por los profesionales de la política. Combina, al mismo tiempo, estilos de movilización y tradiciones políticas heterogéneas y contradictorias. Convergen en el piquete tanto los excluidos y marginados de la globalización como los afiliados de los sindicatos estatales, a quienes una red de anacronismos legales protegen de por vida contra todo riesgo de desempleo. Si hay un factor que explica el protagonismo de la nueva forma de protesta es, sin duda, la magia la televisión. De hecho, el piquete comienza y termina con la cobertura televisiva. Sus líderes carecen de los atributos clásicos de la dirigencia social. Dominan, sin embargo, el difícil arte del tempo ante las cámaras. El contenido dramático de la protesta fascina a productores y conductores, hartos desde hace tiempo del discurso autorreferencial de los dirigentes políticos tradicionales. La violencia, el dolor y la amenaza al sistema operan un atractivo irresistible. Sobre la programación informativa de la televisión. Aún así, la protesta está muy lejos de la legitimación social que pretende. Más de un 80 por ciento de la opinión pública reprueba iniciativas como el plan nacional de cortes de ruta y casi un 90 por ciento extiende sus reservas a los métodos utilizados. Sin embargo, cerca de un 60 por ciento comparte y se solidariza con los motivos y razones de las movilizaciones, lamentando en el fondo que el exabrupto institucional sólo conducirá a nuevas frustraciones. El carácter pacífico de la protesta de la semana pasada desarmó prevenciones, aunque sin variar el rechazo básico de la opinión mayoritaria. Ello no alterna el potencial subversivo de la protesta, derivado sobre todo de su legitimación televisiva. Después de todo, el mesianismo mediático y los recursos teatrales del líder piquetero que accede desde la izquierda al olimpo del prime time televisivo son exactamente los mismos que los de su compañero en el piso: el gurú económico que anuncia, desde la derecha de su televisor, tempestades y catástrofes que terminarán definitivamente con el orden establecido. Ambos pugnan por desmoronar las fronteras del sistema de partidos para ocupar, aunque sea por la fuerza, los espacios que deja vacíos la política tradicional.


ROSENDO FRAGA.
De la huelga al corte de ruta

Desde 1997, los cortes de ruta desplazaron a los paros y los saqueos como expresión de protesta social. En la década del ochenta, los conflictos laborales, evidenciados a través de los paros, huelgas y medidas de fuerza, constituyeron la expresión de protesta social más relevante. El reclamo central eran los salarios y ésta era la causa más importante de los conflictos laborales, que tenían al sindicalismo como protagonista. Hacia fines de los ochenta, el eje del conflicto social dejaron de ser los conflictos laborales y pasaron a ser los saqueos, en un contexto caracterizado por las tensiones sociales generadas por la hiperinflación.
Es así como durante la hiperinflación que tuvo lugar al final del gobierno de Alfonsín, en 6 meses hubo 597 saqueos, mientras que en la hiperinflación ocurrida en los primeros meses de Menem, se registraron 79 saqueos en un período similar. Surge así que entre fines de los años ochenta y comienzos de los noventa, los saqueos generados por la hiperinflación, se transformaron en la forma de protesta social dominante, sustituyendo a los conflictos laborales.
La segunda mitad de los años noventa, ve surgir una nueva forma de protesta social, a través de los cortes de rutas y vías públicas.
Ya no se trata de la lucha sindical por el salario ni el saqueo determinado por la imposibilidad de acceder a los alimentos por parte de los sectores de menores ingresos, sino del desempleo estructural en determinadas localidades del país. Los cortes de ruta son la protesta de los sectores que están fuera de los sindicatos, por haber quedado desempleados. No son la reivindicación salarial de los ochenta, ni la desesperación por la subsistencia de la hiperinflación. Son producto de la crítica situación de quienes han perdido el trabajo en localidades donde la tasa de desempleo es dos o tres veces el promedio nacional, donde la contención familiar ha dejado de ser un paliativo importante para este drama social.
El objetivo más importante de los cortes de ruta fue inicialmente obtener los subsidios que se otorgan a través del Plan Trabajar. Durante 1999, el corte de vías públicas también fue utilizado por estudiantes y transportistas como forma de protesta. Pero durante el año 2000 se restablecen como expresión básica de los sectores desempleados que reclaman por el restablecimiento de los Planes Trabajar que han sido cortados y el incremento de la desocupación.
Ya en el 2001, los llamados “piqueteros” han pasado a transformarse en un movimiento nacional de características sociales, con objetivos como rechazar los ajustes del plan de “déficit cero”, reclamar la libertad de los piqueteros detenidos y la amnistía de los procesados.
En lo que hace al año 2000, muestra una cantidad de conflictos laborales en términos anuales de 238, cifra muy inferior a los 414 registrados como promedio de los últimos 21 años. Contra ello, el 2000 registra el récord de cortes de rutas y vías públicas hasta entonces, con un total de 514.
En lo que va del 2001 –entre el 1 de enero y el 31 de julio– mientras los conflictos laborales han sido 138, los cortes de rutas y vías públicas como expresión de protesta social han alcanzado ya los 638.
En conclusión, una visión global del fenómeno de protesta social durante los últimos veintiún años, muestra:
a) Durante los años ochenta, la expresión predominante de la protesta social fueron los conflictos laborales, con los sindicatos encuadrando el reclamo por un mayor salario.
b) Entre fines de esa década y comienzos de los noventa, los saqueos protagonizados por los sectores de menores ingresos frente a la desesperación generada por la hiperinflación, pasaron a ser la forma de protesta social predominante.
c) En la segunda mitad de la década del noventa, la lucha por el salario ha cedido ante la gravedad de la desocupación y los desempleados crónicoscomenzaron a utilizar el corte de rutas como expresión predominante de protesta social, situación que se incrementó notoriamente durante el 2000. d) En el 2001 se confirma dicha tendencia, frente a una conflictividad laboral no sólo inferior al promedio de los últimos veintiún años, sino también más baja que el promedio del último lustro.
e) El fenómeno de los .piqueteros., se está transformando en un movimiento nacional de protesta social, que puede tener algunos puntos de contacto con movimientos similares, como el caso del Movimiento Zapatista en México y el Movimiento de los Sin Tierra en Brasil, los cuales se caracterizan por el uso de la fuerza, pero eludiendo la violencia, aunque ello pueda parecer una contradicción.
f) La particularidad del caso argentino, es que este tipo de movimiento de resistencia social, que en otros países de América Latina es eminentemente rural, en la Argentina es de tipo urbano.
* Director del Centro de Estudios Nueva Mayoría.

 

 

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