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DINAR LINEAS AEREAS

EL FONDO MONETARIO ANUNCIO UN
PRESTAMO ADICIONAL DE 8 MIL MILLONES PARA EL PAIS
Salvataje a la vista desde Washington

El FMI anunció el �salvataje� financiero. El monto real de fondos nuevos es de 8000 millones, pero fue presentado como un megapaquete de 22 mil millones, al sumársele recursos del �blindaje� no desembolsados. Entre las condiciones figuran cumplir a rajatabla con la ley de déficit cero, un megaajuste fiscal en el Presupuesto 2002 y recortes de fondos para las provincias.

Viceministro de Economía, Daniel Marx.
Se la pasó dos semanas negociando en Washington sin sonreír.

Por Maximiliano Montenegro

Después de 12 días de negociación y sobre el final de una jornada en que el riesgo país se encaminó a niveles cercanos a los de Nigeria, el FMI anunció el “salvataje” financiero para Argentina. El monto real de fondos nuevos es de 8000 millones de dólares, una cifra relativamente modesta. Pero fue presentado como un megapaquete de 22 mil millones de dólares, al adicionársele los recursos del “blindaje” pendientes de desembolso, prometidos por el propio FMI, el Banco Mundial, el BID, España y un conjunto de bancos privados. La gran sorpresa en el comunicado es un párrafo en el que se dice que “las autoridades (del Fondo) están también considerando la posibilidad de una operación voluntaria y basada en el mercado para aumentar la viabilidad del perfil de la deuda argentina”. Así, Washington quiere que se empiece a negociar con los acreedores privados algún mecanismo de reestructuración o canje de la deuda. Entre las condicionalidades del acuerdo figuran la necesidad de cumplir a rajatabla con la ley de déficit cero, incluso para el 2002, lo que significaría un ajuste de 6000 millones de dólares sobre el presupuesto del año próximo; la modificación de la actual ley de reparto de fondos a las provincias; y se habla también de avanzar con la “reforma del Estado” mientras que, de manera ambigua, se menciona el “fortalecimiento de los bancos públicos”, lo que algunos interpretan como una presión para que se abra al capital privado la propiedad del Banco Nación.
También hubo un apoyo explícito del Tesoro norteamericano a la decisión del Fondo, con la que –se afirma– se busca “una solución sostenible a largo plazo a los problemas económicos argentinos” (ver aparte).
El comunicado fue difundido cuando ya habían cerrado los “mercados”, después de un día en que el riesgo país volvió a trepar hasta los 1662 puntos, y en el que la city se inundó de versiones, que ya hablaban de una “reprogramación consensuada” de la deuda hasta la diversa suerte que correrían los depósitos bancarios en ese hipotético escenario. Pese al anuncio, en Washington sigue la polémica sobre Argentina entre “los que creen que esto sirve para algo y los que creen que no sirve para nada”, según admitió un analista de un banco de inversión a este diario.
Como en la novela de Gabriel García Márquez “El coronel no tiene quien le escriba”, durante las últimas dos semanas, De la Rúa se levantaba todas las mañanas con la esperanza de que éste fuera el gran día, el día del anuncio del salvataje de Washington a la Argentina. Pero, a diferencia de aquel coronel retirado que esperaba esperó sin éxito su pensión por el resto de su vida, para De la Rúa ese día llegó ayer. Sólo que la notificación vino acompañada con lo compromisos que asumió el gobierno para poder hacerse de los recursos que, como es un nuevo préstamo, después deberá devolver con sus correspondientes intereses.
Sobre el final del comunicado se aclara expresamente que “el Comité Ejecutivo (del Fondo) planea considerar el aumento (de los préstamos) a principios de setiembre, cuando haga una revisión de los resultados” fiscales que muestre el gobierno argentino. Entonces, ya se sabrá cómo fue la recaudación de agosto y si el gobierno será capaz de instrumentar un nuevo recorte en el gasto público para asegurar la “plena aplicación de la ley de déficit cero”. El documento del FMI señala que el gobierno argentino se comprometió, además, a que “asegurar que el ajuste fiscal sea sostenible en el mediano plazo”. Teniendo en cuenta que antes del 15 de septiembre deberá ingresar al Congreso el proyecto de Presupuesto 2002, es evidente que Washington está reclamando también déficit cero en ese presupuesto, lo que significaría un ajuste fiscal adicional de unos 6000 millones de dólares.
El paquete financiero, que desde hoy Cavallo dirá es de 22 mil millones de dólares, se integra de la siguiente manera:
Los nuevos fondos, que el FMI propone agregar al crédito stand-by vigente, suman 8000 millones. De ellos sólo estarían disponibles, una vez que se apruebe formalmente el préstamo, 5000 millones. La intención es queesos recursos se destinen al recomponer las reservas en dólares del Banco Central, que cayeron en 13 mil millones desde marzo. Los restantes 3000 millones quedarían para futuros desembolsos como garantía de la colocación de nuevos bonos en el mercado voluntario de crédito, mecanismo por el cual se buscaría aliviar los vencimientos de la deuda para el próximo año (ver aparte).
Los fondos que formaban parte del “blindaje”, que no había sido desembolsados, y que ahora se agregan al “salvataje”. Son 6000 millones del acuerdo vigente con el FMI; otros 4500 millones entre el Banco Mundial y el BID (Banco Interamericano de Desarrollo); 2500 millones de la red de seguridad del sistema financiero aportados por un grupo de bancos privados internacionales; y el resto provendría del remanente de ayuda bilateral, como el caso de España.
Este “nuevo salvataje” financiero tiene por objetivo frenar la corrida contra los depósitos bancarios. En lo que va de agosto, la fuga sumó 3353 millones. Mientras que en julio la salida fue de 9312 millones (ver aparte). En los papeles del gobierno, el dinero de Washington serviría para tranquilizar a los ahorristas, mostrándoles que están los recursos en caso de que quisieran retirar sus depósitos y/o cambiar sus pesos por dólares a la paridad fija de 1. En la realidad, nadie tiene la certeza de que esa fórmula vaya a funcionar.
Sin embargo, aún si se lograra ese objetivo, todavía quedaría pendiente el problema principal, que ni el blindaje ni el megacanje pudieron en su momento resolver. Cómo hacer para que la economía vuelva a crecer, única manera de escaparle a una nueva crisis financiera dentro de pocos meses más. En especial, cuando por delante el único plan a la vista es mucho más ajuste fiscal.

 

Datos de la crisis
El acuerdo con el FMI extiende en 8000 millones de dólares el paquete de recursos del “blindaje” otorgado a principios de año.
Su disponibilidad estará condicionada: 5000 millones quedarán congelados como respaldo a las reservas internacionales, y los otros 3000 se aplicarán como garantía a un nuevo canje de títulos de la deuda.
Este punto es la mayor novedad del acuerdo, que sugiere la posibilidad de una “operación voluntaria” del gobierno argentino de canje o reestructuración de la deuda.
Algunas condicionalidades alcanzan a la distribución de recursos con las provincias, impone el déficit cero a rajatablas y reclama cambios en bancos públicos y organismos de recaudación.
Antes de conocerse el acuerdo, las acciones bajaron 3,5 por ciento y el riesgo país trepó a 1651.
Se mantiene la fuga de depósitos. El jueves los ahorristas se llevaron 195 millones, mientras que el viernes y ayer los retiros habrían sido por 300 millones en promedio.

 

Ese tacaño de Greenspan

Otra mala noticia para el ahorrista argentino: Alan Greenspan redujo ayer nuevamente la tasa directriz, esta vez a un insignificante 3,50 por ciento anual. En tiempos no lejanos, los economistas autóctonos celebraban esta clase de decisiones de la Reserva Federal estadounidense, deduciendo que abarataban el costo de la financiación para la Argentina y estimulaban la migración de capitales hacia las plazas emergentes. Luego, cuando la tasa de los Fedfunds (fondos federales) quedó convertida en una mínima fracción del riesgo país (sobretasa aplicada a la deuda argentina), aquellas lecturas optimistas desaparecieron. Ahora, con la masiva fuga de plazos fijos, cada vez más argentinos experimentan lo que es dormir tranquilos porque pusieron su plata a salvo de algún nuevo Plan Bonex, y a la vez lo que es sufrir cuando mensualmente reciben un sobre desde el Caribe para ver el magro interés ganado, que Greenspan se empeña en reducir cada vez más.

 

Un paso en un largo camino

El secretario del Tesoro de Estados Unidos, Paul O’Neill, al saludar el acuerdo entre Argentina y el FMI, destacó que “es un paso importante mientras continuamos trabajando en una solución sostenible en el largo plazo para los problemas económicos de Argentina”. “Hay mucho trabajo adicional por hacer, y continuaremos trabajando con el FMI para encontrar la forma de ayudar a Argentina a recuperar el crecimiento”, apuntó. Al anunciar el acuerdo, el presidente Fernando de la Rúa recordó que “dije que íbamos a ganar esta batalla, y la estamos ganando”. El anuncio, agregó, “aparta la incertidumbre y debe traer confianza en el desarrollo de nuestra economía”. Domingo Cavallo, en tanto, destacó que “la Argentina trabajará con el FMI, otros organismos multilaterales y los países miembros del G-7 para distender el costo de su financiamiento”. El representante de Comercio Exterior de Estados Unidos, Robert Zoellick, señaló su deseo de reunirse con el Mercosur para incrementar las relaciones comerciales, en el contexto del tratado “4 más 1” (Mercosur más NAFTA) suscripto en 1991.

 

CANJE DE DEUDA CON AVAL DEL FONDO
La mano de O’Neill

Por Alfredo Zaiat

La sugerente frase “una operación voluntaria y basada en el mercado para incrementar la viabilidad del perfil de la deuda argentina” del comunicado del FMI revela dos cosas:
1. El fracaso ostensible del megacanje de deuda organizado por la troika Cavallo-Mulford-Marx.
2. La mano del secretario del Tesoro de Estados Unidos, Paul O’Neill, en la redacción final del acuerdo.
La sorpresa del convenio fue los 3000 millones de dólares que el Fondo aportará para instrumentar otro canje de deuda. Ese dinero es la respuesta a la solución reclamada por O’Neill para Argentina. De los dichos del hombre fuerte del Tesoro americano de las últimas semanas, dejando a un margen los despectivos, el más relevante se refirió a que el problema del país que le interesa tanto como Uganda y Pakistán no era de dólares, sino de inteligencia. Esa solución consistió, finalmente, en que se utilizarán esos 3000 millones como garantía para emitir nuevo bonos, que servirían para cancelar vencimientos futuros así como también para trocar vieja deuda onerosa. Esa operación cerraría el programa financiero del 2002, alejando así el fantasma del default inminente.
En el equipo negociador se definió que esos 3000 millones se aplicarán como aval de bonos por un total de 12.000 millones. O sea, que un cuarto de ese capital tendrá la garantía del FMI. Este es un esquema similar al utilizado por Miguel Kiguel, en 1998, cuando siendo secretario de Financiamiento de Roque Fernández utilizó dólares del Banco Mundial para garantizar una emisión de títulos públicos. La solución “inteligente” de O’Neill resultó, entonces, en multiplicar un dólar por cuatro, potenciando así el salvataje financiero del Fondo. Que ese punto era lo que obsesionaba a O’Neill quedó en evidencia en el comunicado que el Tesoro difundió simultáneamente con el del FMI, destacando en su primer párrafo el acuerdo para un nuevo canje de deuda.
De ese modo, se reveló también el ruinoso megacanje de deuda concretado hace menos de tres meses, que ahora se muestra inútil para mejorar el perfil de vencimientos de los bonos, para hacer “sustentable” el crecimiento y para disminuir la carga de la deuda. El FMI y el Tesoro de Estados Unidos dieron su contundente veredicto a ese “negocio” de Mulford, que Cavallo-Marx impulsaron con tanto entusiasmo, que reportó una comisión de unos 150 millones de dólares para los bancos organizadores de ese caganje.

 

OPINION
Por Martín Granovsky

Wonder, Hope y Cash

Un chiste en inglés comenzó a circular justo ayer en Internet. Traducido, pregunta: ¿cuáles son las diferencias más importantes entre los Estados Unidos y la Argentina? Los norteamericanos tienen a George Bush, Stevie Wonder, Bob Hope y Johnny Cash. Los argentinos tienen a Fernando de la Rúa pero carecen de wonder, hope y cash. No pueden esperar milagros ni maravillas, y les faltan esperanzas y dinero.
El Gobierno usó el temor de los Estados Unidos a una caída en cadena de los mercados emergentes para adquirir lo único que puede comprar hoy en el mercado: tiempo. O esperanzas. O, si zafa del ahogo financiero de estos días gracias al apoyo del Fondo y el Grupo de los Siete, un milagro.
“Este no es el blindaje tradicional”, se entusiasmaba anoche un funcionario relevante del equipo de negociadores que encabezaron Daniel Marx en finanzas y el embajador Guillermo González en política. Y un miembro del Gabinete fundó su sueño para los próximos tiempos en esta frase: “Los latinos hacemos primero la norma y después aplicamos esa regla a los casos concretos, pero los sajones empiezan por el caso concreto”. El caso vendría a ser, para el funcionario, la Argentina y su chance de salir de la cesación de pagos. Y el sajón sería Paul O’Neill, el secretario del Tesoro norteamericano que ayer, en un gesto inusual, respaldó los desembolsos del Fondo con un comunicado propio sobre crecimiento, sustentabilidad, déficit cero y comercio.
La apuesta del Gobierno es detener la corrida bancaria, inducir a que los tenedores de bonos argentinos los conserven y se frene la estampida del riesgo país. A la vez, el canciller Adalberto Rodríguez Giavarini y el ministro de Economía Domingo Cavallo quieren interpretar la sustentabilidad como un círculo virtuoso entre financiamiento, comercio y apertura de mercados.
La gran duda es cómo se usará el tiempo:
El gobierno nacional deberá rediscutir en condiciones de extrema debilidad la coparticipación entre el Estado central y las provincias. El escenario es difícil en el Senado (donde el oficialismo seguramente aumentará sus escaños) y en Diputados (donde disminuirán). ¿Cómo actuarán los gobernadores, muchos de ellos precandidatos del PJ para el 2003? Por un lado están obligados a conceder, porque no tienen dinero para pagar los sueldos provinciales y ése es su punto débil. Por otro, una concesión sin límites puede liquidarlos.
La reprogramación, ¿permitirá reestructurar la deuda o solo bicicletearla?
El déficit cero ha quedado consagrado al nivel de un principio internacional. Incluso con la baja de las tasas, ¿cómo hará Cavallo para evitar su efecto profundamente recesivo y de desarticulación social en medio del achicamiento del gasto público para educación y compensaciones para los más pobres?
La Argentina tiene graves problemas para la colocación de sus productos en los Estados Unidos y Europa. Si por milagro esos mercados se abrieran hoy mismo, cosa que sin duda O’Neill no permitirá, ¿el país podría convertirse en una potencia exportadora con un peso sobrevaluado, un mercado interno desagiado, un nivel de desigualdad peligroso inclusive desde el punto de vista capitalista puro y una industria que solo exporta acero y aceites?
“Como hubieran dicho los marxistas en los ‘70, hay que definir un esquema de acumulación de capital”, decía ayer a este diario un importante funcionario del Gobierno. ¿Habrá tiempo suficiente? Sería como preguntarse si se puede tener hope de que se produzca un wonder. Porque cash, lo que se dice cash, no es lo que sobra hoy en el mundo para países como la Argentina.

 

Sigue la pulseada

La oferta del G7 para una megacompra de la deuda. La privatización de la DGI y Aduanas. El porqué de los
dichos de O�Neill. Qué queda y qué sigue de la negociación.

�Un gobierno sin partido, sin poder en el Congreso ni en las provincias�, señalan en EE.UU.

Por Raúl Dellatorre

La delegación argentina encabezada por Daniel Marx creyó el viernes último, a primera hora, que tocaba el cielo con las manos. Había acordado con el staff técnico del Fondo Monetario los términos de un apoyo financiero que le permitiría, supuso, superar la emergencia. Pero el “preacuerdo” se trabó cuando llegó a manos del secretario del Tesoro de Estados Unidos, Paul O’Neill. “Argentina vuelve a la misma situación en tres meses”, fue su conclusión al analizar lo consensuado por los técnicos. Esas palabras parecieron echar por tierra no sólo el preacuerdo, sino los términos de la negociación desarrollada hasta entonces. A partir de ese momento, lo que pasó a discutirse es cuál es la solución de fondo para el problema externo de Argentina y qué tipo de compromiso en un programa con fuertes sacrificios está dispuesto a asumir la dirigencia política argentina. El auxilio financiero “para superar un ataque especulativo” pasó a ser apenas un capítulo de la discusión. En los nuevos términos de negociación, planteada en torno a una reprogramación de la deuda apenas disimulada por eufemismos, se abre una pulseada a la que no son ajena ideas tales como la privatización de la DGI y la Aduana, y hasta la “megacompra de la deuda” por parte de las potencias occidentales.
No fue la alusión de O’Neill a que los argentinos se consumieran “la plata de los plomeros y los carpinteros norteamericanos”, en una entrevista con una cadena de TV, lo que motivó el telefonazo de Cavallo al secretario del Tesoro el viernes a la tarde. El enojo del mediterráneo obedecía, en realidad, a la impugnación del funcionario de la administración Bush al preacuerdo con el FMI. Lejos de lograr cambiar la opinión de O’Neill, la charla terminó con imputaciones cruzadas en tono elevado de un lado a otro de la línea. Pero, como no podía ser de otro modo, las reglas las fijó Washington: a partir del sábado, Marx pasó a reportar directamente a Olivos. La negociación “política” pasó a ser monitoreada por un “minicomité” compuesto por Cavallo, Chrystian Colombo, Rodríguez Giavarini y Nicolás Gallo.
Durante el fin de semana, los negociadores argentinos lograron convencer a sus interlocutores de seguir trabajando, por ahora, bajo la hipótesis de mantener la convertibilidad y el “uno a uno” con el dólar. En cambio, no pudieron eludir consideraciones norteamericanas acerca de una eventual “quita” sobre el valor de los títulos de la deuda, y la reprogramación del cronograma de vencimientos. “El Grupo de los 7 estaría dispuesto a un aporte multimillonario para recomprar la mayor parte de la deuda argentina”, mencionaron, como hipótesis de máxima, los representantes norteamericanos. Con una deuda subvaluada, dicho monto actuaría como aspiradora sobre los títulos argentinos circulantes en el mercado. Nadie se animó a preguntar cuál es el costo que hubiera debido pagarse a cambio.
La crisis argentina es la primera, de orden económico, que le toca afrontar a la administración Bush, que es consciente que juega en ella gran parte de su prestigio como líder mundial. “Sólo se involucrará a fondo si ve una solución viable; si no la hay, buscará dejar en claro que a Argentina no la mató Estados Unidos, sino que fue un suicidio; en estos términos hay que interpretar las declaraciones de O’Neill”, fue la lectura que le hizo a Página/12 un observador privilegiado, por su cercanía al gobierno de De la Rúa y, a la vez, por sus vínculos con banqueros internacionales.
¿Qué es una solución viable para Estados Unidos? Aquella que le garantice a Argentina pagar sus compromisos, recaudar lo suficiente para mantener el equilibrio presupuestario y mantenga un escenario atractivo para las inversiones extranjeras. Todo ello no se logra solamente enterrando el bisturí en el gasto público (provincias, educación, etc) y privatizando el negocio de la salud (Pami, obras sociales) y la previsión social (Anses). También requeriría “garantías reales”, que los negociadores estadounidenses corporizaron en la idea de “capturar” larecaudación impositiva y aduanera para priorizar el pago de los vencimientos financieros. Algo así como hipotecar, privatizando de paso para “mejorar su eficiencia”, la DGI y la Aduana.
De esto se seguirá discutiendo en Washington. El equipo de Cavallo no le hace asco a la propuesta, pero no imagina cómo lograrlo. En la Casa Blanca saben que De la Rúa está al frente de un gobierno sin partido, que no controla ni la primera minoría en el Congreso y que la otra pata de poder, los gobernadores provinciales, es mayoritariamente de la oposición. Además, a dos meses de las elecciones, no hay chances para votar leyes sumamente antipopulares. “La ingeniería consiste en encontrar una fórmula que eluda el paso por el Congreso”, definen fuentes próximas a las negociaciones. ¿Existe tal cosa?
La alternativa era un “acuerdo nacional” con los gobernadores, que Colombo buceó en una conversación con Eduardo Bauzá, senador justicialista, el domingo por la noche. La respuesta fue negativa. La bomba volvió a quedar en manos de Estados Unidos, que debió cargar en sus brazos el riesgo de un “contagio” que ya está afectando a Brasil, Chile -el viernes sufrió una fuerte fuga de depósitos– e incluso España, por la exposición de sus mayores empresas en territorio argentino. La concesión del Fondo de anoche implica que Estados Unidos decidió soltar un poco la cuerda, para no ahorcar a la víctima. Pero no se resignará a abandonar la búsqueda de una “solución de fondo”, aunque ello signifique mayores sacrificios para este castigado país deudor.

 

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