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El sueño de una noche de verano
en Montreal, por Haden y Gismonti

El pianista, guitarrista y compositor brasileño y el gran contrabajista de Missouri fueron registrados en una actuación memorable.

Haden y Gismonti actuaron
juntos en Montreal en 1989.
El concierto fue parte de las
8 noches de homenaje a Haden.

Por Diego Fischerman

Cuando alguien ha grabado tanto como Egberto Gismonti, resulta difícil elegir. Muchos de sus discos son extraordinarios (Agua e Vino, Sol Do Meio Dia, Em Familia, Carmo) pero, incluso, aquellos que no lo son tienen cosas deslumbrantes. La dificultad se acentúa, además, por el hecho de que muchos de esos discos, en una primera mirada, no tienen mucho que los diferencie. De hecho, los temas son casi siempre los mismos. Y, sin embargo, es casi imposible dudar acerca de In Montreal. Este CD que acaba de aparecer, editado por el sello ECM, y en el que se registra su actuación en el Festival Internacional de Jazz de Montreal de 1989, junto al contrabajista Charlie Haden, es con certeza uno de los mejores discos de Gismonti que existen y que podrían existir jamás.
La grabación, como otras de Haden en ese festival, estuvo largo tiempo inédita. En el verano de 1989, durante ocho noches consecutivas, el Festival le rindió tributo. Haden tocó allí con diversas formaciones unidas por un único elemento: el amor que el contrabajista sentía por ellas. Hace unos años la compañía Verve publicó las presentaciones con un trío en el que estaba la pianista Geri Allen, con su Liberation Orchestra (con la que se dedica a tocar versiones jazzísticas de himnos y canciones revolucionarios) y con el pianista cubano Gonzalo Rubalcaba. La actuación con Haden llega ahora y, curiosamente, lo que suena se emparienta con la estética que Haden viene rondando en sus últimos álbumes. Sobre todo en los memorables dúos con los pianistas Hank Jones y Kenny Barron y con el guitarrista Pat Metheny.
En este encuentro se produce una extraña combinatoria entre dos músicos que parecen haber nacido para tocar el uno con el otro –cosa que ya habían hecho en dos discos en los que también participaba el saxofonista noruego Jan Garbarek, Magico y Folk Song–. El grado de interacción, la manera en que ambos manejan los matices para darse lugar mutuamente, en que se reparten los papeles y en que cada uno toma y desarrolla las ideas (y las articulaciones, ataques, inflexiones y gestos expresivos) del otro es sencillamente asombrosa. La historia de Haden habla a las claras de un contrabajista más interesado en hacer música (aunque eso implicara pasar a un aparente segundo plano) que en las exhibiciones virtuosas. Sus solos tienen un recato admirable y si en algún momento, desde el acompañamiento, despega alguna nota, el efecto es formidable. Haden fue integrante del cuarteto de Ornette Coleman y del de Keith Jarrett (uno de los discos en los que está Haden, Survivors Suite, es de lo mejor del pianista), grabó discos originales y perfectos (Closeness Duets, presentando dúos con Jarrett, Ornette, Alice Coltrane, es un ejemplo), se aventuró en territorios poco o nada transitados (por ejemplo en su álbum con el guitarrista portugués Carlos Paredes), fue fundador de la Liberation Orchestra (que en su primera versión albergó al Gato Barbieri) y del Quartet West.
El esquema de In Montreal es sencillo: los temas con guitarra se alternan con los que tienen piano; los lentos suceden a los rápidos. Sin embargo, nada es tan lineal. Porque un tema puede empezar, como “Salvador”, con reminiscencias del afro-samba de Baden Powell y derivar, lentamente, hacia una guitarra que toca de manera casi privada la melodía principal mientras Haden improvisa y va alejándose más y más de un ordenamiento armónico que, no obstante, nunca deja de funcionar como regla. En “Maracatú”, Gismonti pasa al piano. Entre las maravillas que logra está su manera de apagar el sonido para producir un acento sobre el acorde siguiente. “First Song” es el primer tema de Haden incluido. En esta versión, brasileñizada, Gismonti, sale de su estilo habitual y toca un poco a la manera de los guitarristas de jazz (de algunos, de los que son capaces, como él, de mantener al mismo tiempo dos líneas de discurso totalmente independientes. “Palhaço”, nuevamente con el piano, es uno de los puntos más altos (tal vez porque siempre, en todos los discos en que está incluido, lo es).
Resulta interesante observar lo que Gismonti-Haden hacen en “Silence”, un tema que el contrabajista grabó varias veces con diversas formaciones (una de ellas con Dino Saluzzi en bandoneón). La estructura del coral en el que se van agregando instrumentos, en este caso, se traslada a una cuestión más de densidades que de intensidad. La secuencia acórdica se repite invariable y el contrabajo, a partir de su entrada en los graves, va independizándose rítmicamente y se va situando en el registro agudo. En un solo momento Gismonti aumenta la intensidad para volver a esa suerte de letanía. Después, el apabullante “Em Familia”, “Lôro” (en ambos temas, el primero en guitarra y el segundo en piano, la independencia de las partes musicales es asombrosa), “Frevo” y “Don Quixote”. Y, cosa poco frecuente teniendo en cuenta las duraciones de los CDs (más de 78 minutos en este caso) uno todavía se queda con las ganas.

 

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