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DIANA PIAZZOLLA, HIJA DE ASTOR, LA INTEGRANTE “DISTINTA” DE LA FAMILIA
“No le perdonaré su cena con Videla”

Ella es escritora, publicó la biografía �Astor�, militó en el Peronismo de Base en los 70 y sufrió el exilio durante la dictadura militar. En esta entrevista echa luz sobre algunos puntos oscuros de la historia política de su padre.

Piazzolla llegó a musicalizar
alguna letra de Diana.

Por Cristian Vitale

En 1943, Astor Piazzolla ya pensaba en abandonar la orquesta de Aníbal Troilo –una actitud que lo pondría en un lugar incómodo– para formar su propia agrupación. Tenía sólo 22 años y estaba a punto de grabar su disco Fiorentino y su orquesta. Astor aún no era El revolucionario de la música porteña, pero algo en él había de distinto. Ese mismo año, fruto de su amor con Dedé –su primera mujer–, nació su única hija: Diana Piazzolla.
Hoy Diana tiene 59 años, 4 hijos y una sonrisa hermosa. Vive en Parque Chacabuco. Tiene un perro que ladra todo el tiempo y comparte sus días con Daniel, su hijo mexicano. Distinta a su padre, también a su hermano Daniel, Diana es escritora. Hizo de todo en la vida, pero dice que la literatura es su verdadera pasión. En el exilio escribió Astor, el único libro sobre el genial compositor, editado mientras él vivía, y también son de ella 20 cuentos en el exilio y Si preguntan por él, novela editada este año por la editorial Nuevohacer. “Me la editaron gracias al Concurso Leopoldo Marechal de novelas cortas. Cuando me dieron el tercer premio, no lo podía creer. Nunca pude permitirme ser exitosa siendo la hija de Astor”, admite en la entrevista con Página/12. Diana cuenta que la novela se refiere a desaparecidos y militantes. “Mezclé todos los personajes en uno, real, que es María. Mi literatura no es fácil, es una literatura del dolor. No es ni oscura ni difícil, pero sí muy dolorosa. Es como una cachetada. Quiero que la gente abra los ojos y diga “esto nos pasó”.
Diana escribe desde muy chica. De ella es “Réquiem para un Malandra”, editado por el Quinteto de su padre en Tango para una Ciudad (1963). “Lo escribí en la época en que éramos una familia unida, en medio del surgimiento de Paco Urondo, de Gelman. Mi viejo todavía estaba contento de que yo anduviera en esa onda moderna y a la vez comprometida. El mismo se enfrentaba a lo establecido, cuando generaba trifulcas en lugares como 676 o Jamaica”, recuerda.
–¿Por qué remarca que “todavía” la apoyaba?
–Porque cuando llegó la década del 70 empecé a andar por otro camino. No sé si yo dejé a mi familia o mi familia me dejó a mí. Lo cierto es que inicié un camino que nada tenía que ver con ellos, que fue el de la militancia política.
–¿Cómo fue su militancia política?
–Básicamente sindical. Trabajaba en YPF.
–¿Cuál era la posición de Astor cuando comenzó a militar en forma activa?
–Mucho no le gustaba. No es que no quería, es más, él apoyaba todo lo que significara rebeldía, pero tenía mucho temor. No era una época muy fácil. El camino que inicié fue largo y doloroso. Significó soledad y muchas pérdidas. Cuando tomamos YPF, durante el gobierno de Isabel, me echaron. Pero no me arrepiento de nada: aquella fue una época maravillosa y si me dijesen que tenemos que repetir aquel pasado lo haría orgullosa. No me puedo arrepentir, lo hice con mucha pasión.
–¿En qué agrupación militaba?
–En el Peronismo de Base. Creo que era una línea correcta. Nunca estuve de acuerdo con Montoneros, por ejemplo.
–¿Qué pasó cuando la echaron de YPF?
–Empecé a buscar trabajo.
–¿Era más fácil portando apellido?
–Nunca quise saber nada con eso. Mi papá me decía “querés que hable con Neustadt, este aquel o el otro” y yo me negaba. Entonces, trabajé en fábricas de galletitas, limpié fábricas, etc. Quería mi propia vida. Pero la cosa se fue poniendo cada vez más jorobada. Papá no estaba políticamente de acuerdo con lo que yo hacía y el colmo fue cuandodetuvieron a mi esposo, que era dirigente gráfico. Nos allanaron todo y nos vimos obligados a irnos al exilio.
–¿La posición de su papá en ese momento era la misma que cuando empezó a militar?
–No. Había cambiado. De golpe, él y mi hermano decían que eran de derecha. Pero lo decían con cierta ironía: Fidel y Menem, para él, eran parecidos. Jamás se lo perdoné.
–¿Nunca?
–En aquel momento no. Hoy sí, pienso que alguna idea tenía que tener el viejo. Pero en ese momento, yo estaba exilada en México y pasaba hambre. Y él no me ayudaba económicamente. Cuando yo estaba afuera, nadie, excepto mi vieja, me dio una mano. Todos se hicieron los osos. Tengo un resentimiento muy grande sobre aquel pasado. No tenía ni qué ponerme para ir a trabajar. Ellos me mandaban ropa usada, rota. Pero, como positivo, me queda el hecho de haber mantenido mi dignidad.
–¿Qué sintió cuando su papá se sentó a comer a la misma mesa que Videla?
–Yo trabajaba en el diario Excelsior de México y, cuando la prensa se enteró, vinieron todos a hacerme preguntas. Jamás le voy a perdonar que haya cenado con aquellos que habían allanado el domicilio de su hija, mandado preso a su yerno dejando dos hijos en manos de mi primer marido, que me los había robado. Pasaba todo eso, muy doloroso, y mi viejo sentado con los asesinos. Cuando le dijeron que yo no lo quería ver nunca más, se puso a llorar y me vino a ver a México. Ya estaba casado con Laura Escalada.
–¿Cuál fue la excusa que usó para que lo perdonara?
–Me pidió disculpas y me dijo que lo había hecho por miedo. Una respuesta facilista, porque todos teníamos miedo. Yo lo quería con toda mi alma al viejo y esa vez me había defraudado totalmente.
–¿Qué pasó de ahí en más?
–Borrón y cuenta nueva.
–¿Cómo fue el reencuentro con su padre en Argentina, luego del desencuentro que habían tenido?
–Me hicieron una nota muy emotiva en Siete Días, cuyo título era “Reencuentro de Astor con su hija”. Ya estaba todo bien con él, pero yo no me había olvidado de semejante episodio. Por otra parte, me puse a buscar trabajo, no teníamos ni dónde dormir. Además, aproveché para recuperar a mis dos hijos, los que me había robado mi primer marido.
–¿Qué actividades desarrolló durante el exilio?
–Trabajaba como periodista free lance, pero no ganaba mucho, por eso tuve que entrar a trabajar como redactora publicitaria en Palmolive. Pero el gran cambio fue cuando mi viejo fue a México para un show y le hice una nota para Playboy. Me dijo que había sido la mejor entrevista que le habían hecho en su vida.
–¿Era de adular a sus hijos?
–Todo lo contrario. Te bajoneaba en todo lo que hacías. Una vez quise hacer la letra de “Los pájaros perdidos” con él y me dijo que no servía para hacer letras de tangos. Me dijo que siguiera escribiendo poesías y cuentos, pero a mí me servía que fuera así (ver aparte).
–¿Cómo surgió la idea de escribir Astor, la novela sobre su padre?
–El me propuso la idea. Un día me dijo si no quería escribir sobre su vida y le respondí que sí. Me hizo hacer un laburo terrible. Tenía que ir al hotel Del Prado en México todos los días de cinco a nueve mientras mi esposo bañaba a los chicos. Ni siquiera me dejaba tomar un té. Grabé 17 cintas, 17 días sin parar. Y me pidió que lo escribiera cuanto antes. A él no le gustaba que escribieran sobre su vida, decía que le anticipaban la muerte, por eso se trataba de un desafío impresionante. No me interesaba hacer una biografía sino una novela. Me lo vi a mi viejo de chiquito subido en las escaleras de la calle 8 con su armónica. Vi esa imagen, con la gorrita, y dije: acá está papá. Por suerte pude sacar Astor cuando él estaba vivo. Ahora lo va a editar Planeta a fin de año.
–¿Cuál fue su reacción cuando lo leyó?
–Yo tenía un miedo tremendo. Tardé bastante en dárselo y le gustó, pero censuró la parte de Amelita Baltar, a quien yo valoro y respeto mucho. Me dijo que la condición era que no apareciera ella en el libro. Por eso, voy a introducir su historia en esta segunda edición.
Si preguntan por él, en cambio, es un libro austero. Entre un trabajo y otro habían cambiado muchas cosas en la vida de Diana: la muerte de su padre en 1990, la de su segundo marido –José Osvaldo Villaflor–, que se suicidó en 1993, y el estigma de haber perdido a sus dos hijos mayores.
–¿Qué escribirá próximamente?
–Una autobiografía. Fui una mujer a los 15, otra en la militancia y otra hoy. Mi vida está como fragmentada y necesito hacer una novela para contármela. Soy la hija del hombre del bandoneón que eligió un camino muy jodido. Me hizo perder muchas cosas, esas que quiero recuperar hoy. La novela se llama 35 mudanzas, la cantidad de veces que me mudé de hogar durante mi vida. Por extensión, esa fragmentación es la misma que está sufriendo el país, con lo cual se inserta totalmente en la realidad.

 

Obsesiones de un genio

“Mi viejo era muy exigente –dice Diana–. Si no escribías como Shakespeare, te mataba. Te decía que eras un desastre o te aprobaba. Y nosotros vivíamos en ese clima, que a mí no me afectó tanto como a mi hermano músico. Era un obsesivo total, pero teníamos una buena relación cultural”.
–¿Afectiva no?
–No podíamos tener una buena relación afectiva. Cuando me divorcié por primera vez, me reclamó varias veces “cómo una mujer va a dejar a sus hijos” y yo le repliqué ¿y qué hiciste vos?, “vos también te fuiste de casa”. Discutíamos mucho, pero bien. Era jodido, porque en plena discusión se ponía a pensar en su música.

 

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