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BIELORRUSIA, O EL ULTIMO REGIMEN STALINISTA DE EUROPA
Votar en el país del Gran Dictador

Desde hace siete años, Alexander Lukashenko dirige la empobrecida república de Bielorrusia con una mezcla de demagogia, fraude, desapariciones de opositores y escuadrones de la muerte. Hoy hay elecciones y la semana próxima puede haber un estallido. 

 
Alexander Lukashenko, de uniforme de fajina, apunta contra un blanco en ejercicios militares.
Su escuadrón de la muerte se dirige siempre contra opositores, y hasta sus seguidores tienen miedo.

Por Ian Traynor *
Desde Minsk

Era el medio tiempo en otra importante calificación para la Copa Mundial cuando entró la policía antidisturbios. Mientras el presidente Alexander Lukashenko miraba desde la tribuna, la policía, esgrimiendo cachiporras, arremetió contra la muchedumbre para echar a un puñado de pacíficos simpatizantes bielorrusos del estadio de Minsk. Su crimen era estar usando camisetas rojas y blancas, los colores nacionales de Bielorrusia, aparentemente una ofensa desde que el líder absolutista proscribió la bandera del país como excesivamente nacionalista para un régimen prorruso. Este fue sólo el último acto de opresión arbitraria de un hombre a quien comúnmente se lo llama �un déspota constitucional� y �el último dictador de Europa�.
La empobrecida república postsoviética de Bielorrusia ganó el estatus del último Estado paria de Europa bajo el régimen de un solo hombre, Lukashenko. El país va a las urnas hoy en una votación que probablemente extienda el poder del hombre fuerte y profundice el aislamiento del país. Entre la evidencia de los escuadrones de ataque con licencia de Lukashenko para asesinar a los opositores políticos, el hostigamiento a la oposición y la mordaza a los medios, la elección presidencial de hoy ya es vista como manipulada fraudulentamente y su resultado como inevitable, a pesar de la creciente insatisfacción con el presidente. El embajador de Minsk de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) describió al régimen de Lukashenko como de �decadencia y dictadura�. Otro embajador occidental lo llamó �un régimen autoritario que tiene gran dificultad para cumplir con las leyes�. Y más importante, un año después del derrocamiento de Slobodan Milosevic en Serbia, el secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, describió el mes pasado al régimen bielorruso como �el único régimen renegado que queda en Europa.�
Visitar Minsk es hacer un viaje por la senda de la memoria, de regreso al fantasmal mundo paranoico del samizdat y de la policía secreta de la Unión Soviética pre Gorbachov. El dinero extranjero rehúye a Bielorrusia. La actividad económica privada es mínima y un 80 por ciento de la población está empleada directa o indirectamente por el Estado. Importantes figuras de la oposición y los ex aliados del presidente desaparecen en la noche y no se sabe más de ellos, instalando entre los apparatchiks que le sirven a Lukashenko el temor de que ellos pueden ser los siguientes. Pruebas detalladas filtradas en los últimos meses por funcionarios en desgracia sugieren que los secuestrados fueron víctimas de un escuadrón de la muerte armado con las típicas pistolas con silenciadores usadas para las ejecuciones.
�Lukashenko está psicológicamente enfermo,� dice Alexei Shidlovsky, un activista estudiantil que cumplió 18 meses en la cárcel a los 17 años por garabatear �Viva Bielorrusia� en las oficinas de la Municipalidad de su pueblo natal. Dasha, una estudiante de economía de 20 años, tomó parte en una protesta hace un par de meses en la que los manifestantes vestidos como médicos con guardapolvos blancos arrastraban a alguien parecido a Lukashenko haciendo de loco. Fue arrestada y pasó cuatro días en prisión. Bielorrusia es el único estado postsoviético donde la KGB todavía es orgullosamente llamada la KGB. La televisión estatal fomenta una mentalidad de bloqueo, diseminando diariamente una visión paranoica del mundo según la cual Bielorrusia está rodeada de enemigos. �Este es un lugar peligroso y no podemos encontrar un lugar adecuado para trabajar�, dice Rastsislau Permiakou, un editor del diario opositor Nuestra Libertad, que funciona en un departamento en Minsk después de que fuera clausurado cuatro veces. �La situación es absolutamente terrible.� No parece que vaya a mejorar pronto. Los norteamericanos y la OSCE asisten asiduamente a la débil oposición y Washington espera que Lukashenko por lo menos sea forzado a una segunda vuelta. Los diplomáticos europeos occidentalesconsideran esto una �ilusión�. �El manejo de la elección está en las manos del presidente, que es un candidato. No puede perder porque controla el mecanismo,� dijo un alto funcionario occidental. �Es David versus Goliat y debo reconocer el poder de Goliat.� 
�¿Qué sentido tiene votar? �se pregunta un jubilado de Minsk mientras estudia un panfleto de la oposición�. Todo el mundo sabe que Lukashenko obtendrá el 3 por ciento y aun así ganará.� 
Lukashenko ganó una victoria aplastante con su campaña de 1994 y quedan pocas dudas de que sigue siendo el operador político más formidable del país, un talentoso orador público con un genuino atractivo popular. Dos años después de su victoria en las urnas, llamó a un sorpresivo referéndum para extender su mandato, concentrar todos los poderes en la presidencia y marginar al parlamento. Su control del poder fue ayudado por las luchas internas entre la oposición, pero esta vez, bajo el estímulo de Occidente, la oposición se unió detrás de un solo competidor, Vladimir Goncharik, un sindicalista de 61 años que tiene la reputación de apparatchik decente aunque escasamente inspirador.
Cuando el mandato original de cinco años de Lukashenko expiró en 1999, la oposición montó una falsa elección presidencial que degeneró en una debacle, pero también en manifestaciones de protesta que hicieron tambalear al régimen. �Se puso paranoico con el levantamiento, diciendo que había sido organizado aquí y en Moscú�, dijo un alto funcionario occidental. Comenzaron los secuestros de competidores importantes: Yuri Zakharenko, el ex ministro del Interior, popular con la policía y las fuerzas de seguridad, desapareció en mayo de 1999. Cuatro meses después, el candidato de la oposición Viktor Gonchar y su administrador financiero, Yuri Krasovsky, también desaparecieron. Hace un año, Dmitry Zavadsky, un cameraman de la televisión rusa, que en una época trabajó para Lukashenko y conocía bien al presidente, también fue secuestrado en Minsk.
Nada se ha sabido de los cuatro, que se presume que fueron asesinados. Cuando el jefe de la KGB y el fiscal general del país detuvieron al comandante de una unidad elite paramilitar para interrogarlo en conexión a los secuestros, Lukashenko despidió a los dos altos funcionarios, liberó al comandante paramilitar y lo ascendió. La investigación oficial de los escándalos fue abandonada en noviembre pasado, en el momento en que alguien de adentro de la KGB declaró que el régimen estaba detrás de los secuestros. Desde entonces, otros desertores de las KGB surgieron con historias sobre cómo fueron asesinados los secuestrados y dónde estaban enterrados. 
La reacción de Lukashenko a las concluyentes denuncias sobre el escuadrón de la muerte fue descartar todo como un invento. Pero el mes pasado, en el discurso más revelador de lo que fue una elección sin campaña, convocó a sus asistentes clave y a los burócratas del gobierno para pronunciar una advertencia estremecedora. Públicamente amenazó con arrestar al primer ministro, el alcalde de Minsk y otros altos funcionarios, mientras al mismo tiempo alardeaba en que podía contar con las mismas fuerzas que se dice constituyen su escuadrón de la muerte. �No le temo a nadie� declaró. �Me defenderé. ¿Como? Están las tropas del Ministerio del Interior, por supuesto. Están las brigadas de tareas especiales. Están las unidades especiales Alfa y Almaz. Esta brigada defenderá al presidente. Nunca se rendirán.�
En una acción cronometrada para coincidir con los preparativos para las elecciones, los militares de Bielorrusia montaron ejercicios la semana pasado. La televisión estatal pasó las maniobras, que mostraban a la policía antimotines rompiendo una falsa manifestación. Las verdaderas manifestaciones se esperan esta semana.

* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12
Traducción: Celita Doyhambéhère.

 

 

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