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DINAR LINEAS AEREAS

EL PRESIDENTE EXHORTO A REALIZAR “UNA ACCION CONJUNTA CONTRA EL TERRORISMO”
De la Rúa ya se prepara para el combate

El argumento oficial, que por ahora no es público, indica que los Estados Unidos librarán una guerra de largo alcance dentro de la que la Argentina no debe ser indiferente. El Gobierno también proyecta recordar los atentados contra la embajada de Israel y la AMIA

Por Fernando Cibeira

El Gobierno comenzó ayer a preparar el terreno. La intención es conseguir un rápido consenso que le permita tomar la conflictiva decisión de enviar tropas allí donde decida Estados Unidos como respuesta al atentado terrorista. “Todos los países debemos llevar a cabo una acción conjunta para erradicar el terrorismo”, dijo anoche Fernando de la Rúa. No obstante, el discurso oficial reconoce que primero las Naciones Unidas deberán declarar la guerra contra un enemigo difícil de ubicar geográficamente y que luego la decisión final correrá, como indica la ley, por cuenta del Congreso.
La clave, decían en la Rosada, se transparentaba en esa frase salida de la pluma del canciller Adalberto Rodríguez Giavarini que quedó plasmada en el comunicado de ayer: “En este asunto no se puede ser neutrales o indiferentes. La Argentina está dispuesta a cooperar con todos los medios a su alcance”.
–Que cada uno haga la conjetura que le parezca –respondió un vocero del Gobierno.
En apariencia, el debate por el envío de tropas no salió del Presidente y su entorno. En Defensa, por ejemplo, sostenían que la posibilidad “no se ha planteado ni se está analizando”. En cambio, en la Rosada no sólo parecía que se había analizado sino que también se había resuelto. Un funcionario cercano a De la Rúa ya se sentía en condiciones de detallar las razones por las que las Fuerzas Armadas argentinas debían participar con efectivos militares a lo que resuelva la OTAN. Por ejemplo:
- que Argentina está más comprometido que nadie porque ha sido víctima de dos atentados terroristas.
- que, al ser una respuesta a un ataque terrorista, la fuerza que se cree debe ser necesariamente “globalizada”, ya que el terrorismo es un problema mundial y no como la Guerra del Golfo que se trataba de un conflicto focalizado en una región.
- que Estados Unidos anticipó un conflicto de largo aliento y alcance, por lo que necesariamente se extenderá hacia distintos puntos del planeta, lo que hará muy difícil mantenerse indiferente.
- que las Fuerzas Armadas argentinas son las de mayor presencia internacional de Latinoamérica, con 600 hombres formando parte de misiones de paz en todo el mundo.
Claro que, por ahora, el Gobierno continúa firme en su intención de seguir un camino en común dentro del Mercosur. “Venimos actuando en perfecta coordinación”, explicaban en Gobierno. La disyuntiva aparecerá en cuanto Brasil se pare y –así como pasó con el voto argentino contra Cuba en la ONU– no acepte seguir a pie juntillas la política norteamericana. “Analizar eso es anticiparse mucho”, se escabullía el vocero.
De la Rúa se mostró enfático en la entrevista que le dio a la cadena CNN en español. “El mundo tiene que emprender acciones contra el terrorismo. Este es uno de los temas básicos de la agenda internacional de hoy. El terrorismo ha sido condenado por las Naciones Unidas y por tratados firmados por todas las naciones, por eso es una acción imprescindible”, puntualizó el Presidente. Además, cuando le preguntaron qué actitud tomaría en caso de que se le requiriera el envío de tropas, recordó que Argentina es un aliado extra OTAN por lo que debe cumplir con los acuerdos firmados en materia de terrorismo.
El Presidente recordó en más de una oportunidad que Argentina había sufrido dos atentados adjudicados al terrorismo islámico, por lo que el tema le tocaba en forma particular. “Sabemos bien el dolor que significan, por eso es necesario que estos ataques y el peligro de que se reproduzcan sea erradicado”, sostuvo, incluso dijo que entre esos ataques y los del martes había “una gran semejanza” por el “carácter suicida” de sus autores. Cuando le preguntaron si coincidía con el presidente de los Estados Unidos, George Bush, en cuanto a que el atentado contra las Torres Gemelas y el Pentágono debía calificarse como un acto de guerra, respondió: “Es un ataque externo, aparece como un factor de seguridad interno de un país, pero hay sin duda elementos para pensar que se trata de ataques organizados desde afuera”. Y siguió: “El mundo tiene el desafío de enfrentar el terrorismo que significa una forma de guerra no convencional, peligrosa, que atenta contra civiles inocentes en forma indiscriminada”.
El Gobierno todavía no evaluó el debate interno que le espera en caso de seguir adelante con la idea. Dentro de la Alianza, la posibilidad de un envío de tropas tendrá fuertes rechazos de acuerdo a lo que podía palparse ayer. “Este va a ser un enfrentamiento quirúrgico, llevado adelante por tropas con un entrenamiento sofisticado. No es como la Guerra de Golfo que se trataba de un combate contra un país que había invadido a otro. ¿Qué van a ir a hacer nuestros soldados, a repartir sanguchitos?”, se preguntaba un especialista radical en temas internacionales que desde ya, anticipó su rechazo a la idea. En cambio, el especialista, más identificado con la línea tradicional de la UCR, sí admitía apoyar todas las medidas de castigo que se promuevan en las Naciones Unidas pero insistía en que el envío de tropas era “sobreactuar”.
“Acá va a haber un alineamiento entre quienes están de un lado y quiénes del otro”, remarcaban en Gobierno. “Y Argentina, con los más de cien muertos que le significaron los atentados a la Embajada de Israel y a la AMIA, no puede mantener una actitud prescindente”, agregaba el funcionario.

OPINION

Un futuro con gente sin ojos y sin dientes

Por Martín Granovsky

Una versión comenzó a circular anoche con insistencia: la Armada estaría por convocar nuevamente a sus efectivos que fueron licenciados porque el dinero no alcanza. Si esto es cierto, o los marinos ya se preparan para embarcar otra vez rumbo al este, como antes con la guerra del Golfo, o el Gobierno les hizo un guiño mayor del que se conoce públicamente.
El embajador norteamericano, James Walsh, dijo ayer que los Estados Unidos no pidieron nada a la Argentina. Es lógico. Si todavía no decidieron cómo será la expedición punitiva, y si el blanco será solo Afganistán, no tienen qué pedir. En estos casos, lo habitual para Washington es registrar con prolijidad cada reacción, y sondear, sondear, sondear sin descanso, casi en tono de simple curiosidad.
Fernando de la Rúa, suele decirse, es insondable. Error. Cuando un presidente lleva casi dos años en el gobierno, hasta los silencios pueden interpretarse. Cuando decidió repetir el voto menemista de castigo a Cuba, en el 2000, estuvo preguntando casi con disimulo, pero solo lo consultó de verdad con el canciller Adalberto Rodríguez Giavarini y dio la orden de cómo votar en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU a último momento. Este año mantuvo el mismo secreto, pero ya nadie dudaba de que De la Rúa, salvo en la cuestión del Mercosur y la negociación del ALCA, quiere mantener el alineamiento automático con los Estados Unidos. Y repitió el voto.
Si así ocurrió con un simple sufragio en Ginebra, tanto la historia reciente como sus declaraciones de ayer indican como muy probable que De la Rúa se aliste en una fuerza de retaliación, como llaman los expertos en derecho internacional al castigo.
La diferencia con Menem sería que, esta vez, la decisión pasará por el Congreso, cosa que Menem esquivó porque sabía que el Congreso, con su voto en contra, le hubiera impedido mandar tropas al Golfo. Ahora, en cambio, el peronismo no solo votaría a favor de enviar expedicionarios. Si el Gobierno, por algún motivo, se echara atrás, aprovecharía para presentarse ante el establishment como el único reaseguro del compromiso con Washington.
Ya que el Gobierno no tomará el atajo constitucional de Menem, el debate de fondo es si la Argentina debe mandar tropas.
El canciller emitió un documento diciendo que, ante el terrorismo, ningún país puede ser neutral, y menos un país que soportó tremendos ataques como la Argentina. Las matanzas no son relativas. Son absolutas.
El punto es cómo se combate al terrorismo. Hay una vía rápida, que es la que la Casa Blanca parece a punto de tomar. Responderá a una propaganda armada como la de los aviones estrellados contra las Torres Gemelas con otra propaganda armada, quizás bajo la forma de un bombardeo masivo sobre Afganistán, presunto santuario de Osama Bin Laden. Símbolo contra símbolo. Y con nuevos miles de muertos.
La vía lenta consiste en desarmar políticamente conflicto tras conflicto, para aislar al terrorismo y garantizar su derrota.
La vía rápida es espectacular. Da solución rápida a la humillación de la potencia hegemónica. Ojo por ojo, diente por diente, la vía rápida tiene un problema: como decía el obispo sudafricano Desmond Tutu, “si todos aplicáramos la ley de Talión, ya estaríamos sin ojos y sin dientes”.
La vía lenta es complicada. Supone asumir que debe combatirse al terrorismo pero que siempre habrá terrorismo mientras los suicidas tengan una coartada fuerte: la exclusión, la desigualdad internacional, el conflicto del Medio Oriente, trabado en su solución por la suma de la obcecación de Yasser Arafat en las últimas negociaciones y la emergencia de un halcón como Ariel Sharon al frente de Israel.
La vía rápida es la guerra. La vía lenta es la política, incluso sabiendo que incluye el enorme factor disuasivo del poderío militar norteamericano.
El argumento contra la vía lenta es que, como el terrorismo no es un fenómeno estatal, no hay con quien negociar o a quien presionar. Pero sila vía rápida se aplicara contra Afganistán, a costa de producir más muertes, ¿no se estaría actuando, acaso, contra un Estado?
De la Rúa, aún, no fue preciso sobre lo que quiere la Argentina, pero dio a entender que secundará a Washington. Otros colegas suyos o piensan distinto o se apuraron menos.
“Llamo a colaborar con todos los países del mundo que enfrentan una lucha por la vía del Derecho, por la vía de la legalidad, para terminar con el terrorismo en el mundo”, dijo Vicente Fox.
El brasileño Fernando Henrique Cardoso, casi en posición de observador, pronosticó que “el mundo sufrirá profundas transformaciones, cambios muy fuertes a raíz de estos acontecimientos, y la agenda diplomática del planeta cambiará en una dirección aún incierta”, y anunció que igual Brasil mantendrá su “deseo de que el poder sea compartido al máximo posible a nivel global, con la mayor legitimidad posible en las decisiones que se tomen sobre el futuro del mundo”.
Y Jorge Batlle, presidente del Uruguay, fue más franco. Dijo que el ataque contra los Estados Unidos “no fue un acto de guerra, fue un acto de terroristas, y al terrorismo sólo se le puede responder con un gran movimiento a favor de la paz, en el cual estén involucrados todos los países, inclusive los países árabes”.
Batlle tal vez suene lento, utópico y nada heroico. Pero, ¿alguien garantiza que lo contrario sea, además de justo, eficaz?

 

 

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