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LAS ESTRATEGIAS MILITARES DE LA CASA BLANCA ANTE AFGANISTAN
Cómo será el ataque de George W. Bush

Estados Unidos se prepara para la guerra contra Afganistán y Osama Bin Laden con una extensa gama de recursos y opciones militares y políticas. En estas páginas, un relevamiento de las fuerzas y estrategias militares a disposición de George W. Bush y la opinión de especialistas de Gran Bretaña y Francia sobre la compleja (y variable) arquitectura de la coalición internacional que Washington está empezando a organizar.

Página/12
en EE.UU.
Por Gabriel A. Uriarte
Desde State College,
Pennsylvania

Los precedentes en la última década y la relativa libertad de información en Estados Unidos permiten predecir con bastante exactitud las alternativas militares que se barajan en estos momentos en la Casa Blanca. Determinar cuál será elegida es imposible, pero el análisis técnico permite separarlas por su tiempo de ejecución. Es decir, entre las alternativas militares hay algunas que el gobierno puede ordenar hoy mismo, otras que tardarían 20 días y otras que tardarían 90 días. Todas, sin duda, podrían ser aplicadas de manera escalonada. Pero quizá el éxito en las medidas más rápidas obvie la necesidad de pasar a los planes finales. Así, es crucial determinar cuáles son las posibilidades de éxito de cada una contra el enemigo declarado de Estados Unidos: Osama Bin Laden y el régimen talibán de Afganistán que lo apoya.
En términos de poder de fuego convencional, Estados Unidos podría ordenar hoy mismo arrasar el país. El Comando Aéreo Estratégico (SAC) en Estados Unidos dispone de un total de 94 aviones B-52 (con 30 toneladas de bombas cada uno) y 20 B-2 (18). Es seguro que estos últimos estarían en la vanguardia de cualquier ataque, dado que su capacidad de operación furtiva y alta velocidad permitiría emplearlos sin casi ningún riesgo de ser derribados. Los B-52 comenzarían disparando misiles de crucero desde una distancia segura, la misma táctica usada en Kosovo. Sin embargo, los norteamericanos estarían lidiando con un sistema de defensa aérea mucho menos formidable que el yugoslavo. La mayor parte de las armas de los talibanes datan de los años ‘80, lo que en defensa aérea se traduce en los misiles tierra-aire portátiles SA-7 Stinger enviados por la administración Reagan. Son peligrosos (como pueden atestiguar los soviéticos) contra helicópteros y aviones volando a baja altura, pero inútiles contra bombardeos a alturas mayores. No hay dudas de que Pakistán envió defensas aéreas más modernas para sus aliados talibanes, pero el arsenal paquistaní es menos que imponente, y sin duda carece de los mecanismos más modernos de comando y control (tales como la fibra óptica que China habría suministrado a las defensas de Irak).
Todo esto significa que aviones mucho más vulnerables que los B-52 y B-2 podrían participar casi de inmediato. Ya están desplegados en el Mar Indico los portaaviones “Enterprise” y “Carl Vinson”. Cada uno tiene 94 aviones a bordo, de los cuales 48 (cazabombarderos F-14 y Hornets) podrían participar de un ataque. Los cruceros que acompañan a estos portaaviones lanzarían misiles Tomahawk propios en apoyo. Al mismo tiempo, la Fuerza Aérea probablemente tiene desplegado en Arabia Saudita el equivalente de un “wing” (ala, equivalente a dos escuadrones) con un total de 72 cazabombarderos F-16 y F-15. Estos últimos aviones pueden participar desde bases mucho más remotas, incluso en Estados Unidos, por lo que el poder de fuego “táctico” disponible para la fuerza aérea debe al menos duplicarse. Para apreciar la escala de este ataque, cabe recordar que cuando en 1998 lanzó lo que consideró un ataque muy limitado, la administración Clinton disparó más de 70 misiles de crucero contra Afganistán.
El problema con estos ataques es la verificación. Su objetivo no es la casi inexistente “infraestructura civil” de Kabul sino simplemente personas, que podrán o no haber muerto en los bombardeos aéreos. El imperativo de identificarlos y de conseguir pruebas tangibles del éxito de la represalia hace probable que Washington no tarde en enviar grupos comando contra los campamentos de Bin Laden. Primeros en entrar serían los grupos Delta, una formación ultrasecreta cuyos números exactos se desconocen. Se sabe que el grupo asignado al Medio Oriente fue extensamente entrenado para el ataque contra campamentos terroristas tras1998, y que serían desplegados en helicópteros, tales como los Blackhawk que actualmente recibe Colombia. El número de estos especialistas no puede superar los 200, pero sólo serán la vanguardia de varios cientos más del Quinto Grupo de Operaciones Especiales (Boinas Verdes) asignado al Medio Oriente, y, poco tiempo después, del Tercero, destacado en Okinawa. Un asesor legislativo resumió ante el Washington Post lo que se estaba planteando: “Primero enviamos los B-52, y después mandamos a las Fuerzas Especiales para matar a los que sobrevivieron”.
Podría decirse que la Unión Soviética intentó todo esto y mucho más por 10 años, sin poder conquistar el país. Pero mucho cambió desde entonces. Primero, Afganistán no cuenta del apoyo de ninguna potencia equiparable a Estados Unidos en la década del 80; al contrario, está rodeado de países hostiles. Segundo, ahora los talibanes son el gobierno, y por lo tanto deberán defender los símbolos de su poder, tales como la capital Kabul y el centro religioso de Kandahar, o bien revertir a ser nada más que otra banda de guerrilleros en las montañas de Afganistán. Por último, ya hay “sobre el terreno” una fuerza posiblemente capaz, con generosa ayuda norteamericana, de derrotar a los talibanes: los 20.000 hombres de la Alianza del Norte, apoyada desde hace años por Rusia y sus clientes en Asia Central. Atacar a los talibanes en las montañas será sin duda muy complicado, pero que sean forzados a replegarse a esas montañas ya constituiría un éxito. Suficiente quizá para apaciguar a la opinión pública norteamericana mientras Bush intenta formar una nueva coalición como la que su padre empleó contra Irak. Es algo que tardará bastante. Exceptuando fuerzas comando, la primera fuerza de tierra norteamericana (una brigada aerotransportada de 3000) no podría desplegarse (en Pakistán, cuando les dé permiso) por seis días. Con los marines a flote en el Golfo Pérsico, esta fuerza podría aumentar a 8000, a lo sumo. Para el despliegue total de la Fuerza de Reacción Rápida (unos 40.000 hombres) harían falta 65 días, para el despliegue de una fuerza de invasión (usando los modelos de la Guerra del Golfo y Kosovo) entre 75 y 90 días, por lo menos. Pero el preludio para esta represalia habría estado en marcha desde hace tiempo.

 

 

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