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LAS RELACIONES DE BRIDAS CON LA INTELIGENCIA SAUDITA
Bulgheroni, un experto en talibanes

El diario italiano �La Repubblica� publicó que la empresa petrolera participó de un consorcio ligado al entonces jefe de la inteligencia saudita, recién despedido por no controlar a Bin Laden.

Bulgheroni, de la Argentina de Menem a los talibanes. Participó
en un consorcio con apoyo saudita.

Por Martín Granovsky

El nombre del empresario argentino Carlos Bulgheroni reapareció en la prensa internacional ligado a los talibanes, y no en la mejor compañía: según La Repubblica de Italia, la empresa Bridas estuvo asociada a una firma que a su vez, siempre de acuerdo con el diario, buscó apoyo entre el ala del gobierno de Arabia Saudita más tolerante con Osama bin Laden, el enemigo número uno de George W. Bush.
Un artículo del periodista Guido Rampoldi desde Islamabad, Pakistán, sostiene que Bin Laden reclama la salida de los Estados Unidos de Arabia Saudita, donde hay tropas estacionadas desde la guerra del Golfo de 1991, como un modo de que un grupo sauditas refuerce el control propio del petróleo y la explotación de los lugares sagrados. Rampoldi cita al experto en cuestiones afganas Ahmed Rashid cuando dice que los servicios secretos sauditas tejieron sus lazos con Bin Laden a través del general pakistaní Gul y el príncipe saudita Turki, hombre fuerte del espionaje hasta agosto último, cuando el rey Fahd decidió despedirlo. La razón del despido habría sido “una cierta falta de resolución en la caza de Bin Laden”, luego de que la monarquía saudita decidiera despegarse de un súbdito complicado para la relación con los Estados Unidos.
Turki es Turki al-Feisal, jefe de inteligencia desde los años ‘80. Roula Khalaf escribió ayer en The Financial Times que Turki fracasó en controlar el movimiento de los talibanes afganos y después de los atentados antinorteamericanos de 1998 no pudo conseguir que Bin Laden le diera una lista de los sauditas implicados en su red.
Arabia Saudita es uno de los tres países, junto con Pakistán y los Emiratos Arabes Unidos, que reconoce al régimen talibán que tomó el poder en Kabul en 1996. Para el reino de Ryad, las estepas afganas son un terreno de negocios pero también de placer, para desplegar el viejo hobby de la caza con halcones.
Entre partida y partida, los sauditas participaron a dos puntas en el proyecto de tendido de un gasoducto en Turkmenistán, una ex república soviética vecina de Afganistán.
Un consorcio incluía a las empresa norteamericana Unocal y, según La Repubblica, a una firma ligada a la monarquía saudita, la Delta.
El otro consorcio estaba formado por la saudita Ningarcho y por otra empresa más. Ningarcho tenía el apoyo de Turki. La otra socia era Bridas, la creación de la familia Bulgheroni.
El diario italiano informa que Bin Laden terció en el negocio amenazando a ejecutivos norteamericanos para favorecer, sin éxito, al segundo grupo.
La oposición afgana dice que, más allá de cualquier fanatismo religioso, Bin Laden busca aliarse con los servicios secretos y las Fuerzas Armadas de Pakistán para demostrar al mundo islámico que puede bastarse para controlar el petróleo saudita y custodiar los lugares santos, en especial La Meca.
Página/12 se comunicó ayer con el plantel local de Bridas, convertida ahora en una empresa internacional salvo por su dominio del 40 por ciento de Panamerican Energy, una exportadora de gas. El diario no obtuvo ninguna respuesta, salvo la indicación de que el hombre fuerte del grupo, Carlos Bulgheroni, se encuentra en el exterior. Bulgheroni es el mismo empresario que formó parte de los llamados “capitanes de la industria”, el núcleo de los grandes grupos de la economía argentina, y desarrolló espectacularmente sus negocios durante la dictadura militar, el gobierno radical y el de Menem. A éste lo ayudó llevando a su hijo Carlitos a los Estados Unidos para someterlo a una operación de rodilla en California. Después apoyó la reelección. Y en todo momento articuló relaciones de Menem con el establishment local e internacional.
Su historia de pragmatismo rentable parece confirmada por la opinión de un especialista francés en Asia Central, Olivier Roy, publicada aquí hace dos años. Roy dijo que los talibanes no eran pro-Bridas de una manera,vale decirlo, fundamentalista, sino que utilizaban a Bridas para negociar mejor con Unocal y no quedar dependiendo solamente de la empresa de origen norteamericano.
Para Roy, Bulgheroni entrevió la posibilidad de negocios en la zona antes que otras empresas que no se animaban a ir pero no pudo terminar de aprovechar su audacia por la crisis entre los talibanes y los Estados Unidos, que recalentó el área, y por la radicalización de los musulmanes sunnitas de Arabia Saudita y Pakistán.
La participación argentina a través de una empresa habituada a negocios en condiciones irregulares –dictaduras o Estados corruptos– coincidió así con el habitual cambio de humor de Washington, que inventa monstruos y después los padece. Los talibanes fueron primero la carta antisoviética y luego, junto con Pakistán, la opción que compensaría el poder de los iraníes, para acabar convirtiéndose en el santuario del presunto enemigo público número uno de la humanidad.
La investigación de la oposición afgana que refleja La Repubblica marca, de paso, uno de los puntos claves del conflicto que viene: la hipersensibilidad saudita. The Financial Times sacó en limpio que la mitad de los sospechosos por el ataque suicida contra Nueva York y Washington son de ese origen. Si se produce la “retaliación” (o sea el castigo de Bush), la preocupación del rey Fahd será evitar que cimbre la estabilidad de su régimen, autoritario y fundamentalista pero aliado de los Estados Unidos. Para esa tarea cuenta con el príncipe Abdullah, un nacionalista árabe respetado por su reputación de honestidad y encargado actualmente de gestionar el reino.
“Si Arabia Saudita es vista como un Estado que sigue ciegamente a los Estados Unidos, eso minará la legitimidad del régimen”, dijo al Financial Times Mai Yamani, investigar del Real Instituto para Asuntos Internacionales de Londres. Y agregó que el reino está tironeado “entre los Estados Unidos y su pueblo”.
Los sauditas temen que Bin Laden los ponga entre los nuevos blancos.

 

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