Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
KIOSCO12
 
Silencios
Por Juan Gelman

El 15 de enero de 1998 la revista francesa Le Nouvel Observateur publicaba una entrevista a Zbigniew Kazimierz Brzezinski, notable por el cinismo de las respuestas de quien fuera consejero de seguridad nacional del presidente Jimmy Carter (1976-1980). A continuación se reproduce el tramo más jugoso.

Brzezinski: Según la versión oficial de la historia, la ayuda de la CIA a los mujaidines comenzó en 1980, es decir, después de que el ejército soviético invadiera Afganistán el 24 de diciembre de 1979. Pero la verdad, secreta y oculta hasta la fecha, es completamente otra: en realidad, el presidente Carter firmó el 3 de julio de 1979 la primera directiva de ayuda secreta a los opositores al régimen soviético de Kabul. Y ese mismo día escribí una nota al presidente en que le explicaba que, a mi juicio, esa ayuda iba a inducir una intervención militar soviética.
Le Nouvel Observateur: Pese a tal riesgo, usted abogó por esta acción encubierta. ¿Tal vez deseaba usted que se produjera esa entrada en guerra de la URSS y trató de provocarla?
B.: No es exactamente así. No empujamos a los rusos para que intervinieran, pero incrementamos a sabiendas la probabilidad de que lo hicieran.
L.N.O.: Cuando los soviéticos justificaron su intervención afirmando que procuraban luchar contra un involucramiento secreto de Estados Unidos en Afganistán, la gente no les creyó. Sin embargo, había una base de verdad. ¿Hoy no se arrepiente de nada?
B.: ¿Arrepentirme de qué? La operación secreta fue una idea excelente. Tuvo el efecto de hacer caer a los rusos en la trampa afgana, ¿y usted pretende que me arrepienta? El día que los soviéticos cruzaron oficialmente la frontera, le escribí al presidente Carter: “Ahora tenemos la ocasión de darle a la URSS su guerra de Vietnam”.
L.N.O.: ¿Y tampoco se arrepiente de haber apoyado al fundamentalismo islámico, haber dado armas y asesoramiento a los futuros terroristas?
B.: ¿Qué es más importante para la historia del mundo? ¿Los talibanes o el colapso del imperio soviético? ¿Algunos musulmanes levantiscos o la liberación de Europa central y el fin de la guerra fría?

Es dudoso que la invención de Bin Laden haya causado la caída del muro de Berlín. De todos modos, de esta entrevista no se habla en los medios de información estadounidenses.
George Schulz fue secretario de Estado en 1986, cuando la CIA ensanchó sus operaciones encubiertas en Afganistán, entrenó y armó a Bin Laden y reclutó militantes islamitas en todo el mundo para que pelearan a su lado. La CNN presentó no hace mucho a George Schulz como “uno de los funcionarios públicos más respetados de los que han servido a esta nación”. De lo otro, no habla.
La intimidad de Washington con el régimen talibán engordó a mediados de los años 90, con Clinton presidente, por influencia de la empresa petrolera Unolocal, que proyectaba invertir 2.500 millones de dólares en la construcción de un oleoducto que atravesaría Afganistán y transportaría diariamente hasta un millón de barriles de oro negro desde la cuenca del mar Caspio hasta el mar Arábigo. Las negociaciones del consorcio con Kabul no avanzaban, seguía la guerra contra la opositora Alianza del Norte, y el 12 de febrero de 1998 John J. Maresca, vicepresidente de Unolocal, testimonió ante el Comité de Relaciones Internacionales de la Cámara de Representantes yanqui. Subrayó la importancia de las reservas de petróleo y gas natural del centro de Asia, aventuró de qué manera el empeño dealcanzar su control podría moldear la política exterior de EE.UU. y advirtió que no habría oleoducto “mientras no se establezca un gobierno afgano único”. Dana Rohrbacher, representante por California, aludió al “infame terrorista saudita que financia el terrorismo en todas partes” hospedado por Kabul, dijo que se imponía la celebración de elecciones democráticas en Afganistán y opinó que “si los talibanes no quieren hacer esa clase de compromiso, dudaría mucho en invertir 2.500 millones, porque sin ese compromiso no creo que haya tranquilidad alguna en ese país”. El marco de una futura intervención militar estaba ya trazado. Tampoco de esto se habla en los medios de EE.UU.

Se ha hecho referencia en estas páginas (domingo 25 de noviembre) al libro de Jean-Charles Brisard y Guillaume Dasquié, Ben Laden, la Vérité interdite, en que se revela que el gobierno de Bush hijo negoció con los talibanes de marzo a agosto de este año y en julio –dos meses antes del espantoso atentado del 11 de setiembre– amenazó a Kabul con una guerra. Además de la entrega de Bin Laden, la Casa Blanca exigía el establecimiento de una administración ampliada en que estuvieran, además de los talibanes, representantes de todas las etnias y facciones del país, es decir, el “gobierno afgano único” que tres años antes pedía el ejecutivo de la petrolera Unolocal. Washington siempre supo que el logro de ciertos objetivos lleva tiempo y guerra si es preciso. Pero tampoco de esto hablan, y practican silencios excelentes, los medios de información de Estados Unidos, los más libres e independientes del planeta. Dicen.

 

PRINCIPAL