Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
KIOSCO12


ADELANTO EXCLUSIVO DEL INFORME HOLANDES
SOBRE JORGE ZORREGUIETA, EL PADRE DE MAXIMA
La verdadera historia del padre de la novia

Cuando el noviazgo entre una argentina y el príncipe heredero se iba a oficializar, el gobierno holandés le encargó a un especialista en asuntos latinoamericanos que estudiara la carrera del futuro suegro real, ex funcionario de la dictadura. El resultado fue el informe Baud, que ahora llega a librerías e impuso que Zorreguieta no aparezca en la boda de su hija.

Por Michiel Baud

Zorreguieta acababa de ser ascendido a secretario-director de la Sociedad Rural Argentina, un cargo ejecutivo pero influyente, en el momento en que fue nombrado subsecretario en el gobierno militar. Junto con el presidente, que tradicionalmente solía proceder de las clásicas familias de terratenientes, definió la imagen de la SRA en 1976. No es creíble que la SRA nombrara un director que hubiera tenido ideas políticas muy disidentes. Por lo tanto, incluso si tenemos en cuenta la flexibilidad ideológica de Zorreguieta, debemos aceptar que sus ideas coincidían en líneas generales con las de la SRA. Lo más importante era la SRA como una organización de intereses que siempre se había enfocado en defender lo mejor posible los intereses de sus miembros. Sus ideas políticas conservadoras formaban parte de sus esfuerzos incesantes por defender los intereses del sector agropecuario.
Debemos suponer también que Zorreguieta se dedicó sobre todo a la defensa de los intereses agrícolas y que ésta fue también su gran pasión. Sabemos poco de sus declaraciones anteriores a 1976, pero es probable que en ese período fuera un exponente de la frustración del sector agropecuario con respecto a lo que este sector consideraba como una política peronista desastrosa y hostil. Su declaración de principios de 1976 en la que echaba la culpa del caos económico y del estancamiento agrícola a “las comisiones internas y elementos subversivos” se puede considerar como indicativa en este contexto. Una vez que se asentó en el centro del poder, hizo todo lo posible para conseguir que la situación para la agricultura argentina fuera lo más beneficiosa posible. Sus discursos están formados por una larga serie de alegatos en favor de la protección y de la modernización de la agricultura y la ganadería argentinas.
De lo anterior podemos concluir que Jorge Zorreguieta vivía en un mundo en el que las ideas ultraconservadoras iban acompañadas de una aversión a la oposición política, sobre todo al peronismo. Además, en ese mundo se respetaban poco las reglas de juego democrático que se consideraban como la causa del caos político en el país y como un obstáculo para la modernización. Tal y como afirmó Cadenas Madariaga, jefe directo de Zorreguieta en 1978: “Construiremos una gran nación, incluso si tenemos que oponernos a la gran mayoría de los argentinos”. En este contexto existía una tendencia incuestionable a buscar soluciones autoritarias a los problemas de la sociedad argentina.

Zorreguieta y el gobierno militar, 1976-81

Cuando Jorge Zorreguieta entró a formar parte del gobierno de Videla era un funcionario bastante desconocido. Esta situación no cambió mucho cuando en 1981 dimitió junto con Videla. A pesar de su cargo como secretario de Estado de un departamento muy importante, hay poca gente que le recuerda y su nombre no figura en varias listas de miembros gubernamentales confeccionadas posteriormente. Otros secretarios de Estado del mismo período, como por ejemplo Guillermo Klein, Juan Alemann y su sucesor Jorge Aguado, fueron conocidos personajes públicos. El tecnócrata Zorreguieta se mantuvo normalmente a la sombra y cuando habló en público fue sobre “granos y carnes” y no sobre asuntos políticos más generales, lo cual, sin lugar a dudas, se debe a sus antecedentes. No procedía de una “gran” familia y no podía preciarse de una formación amplia. Era un tecnócrata ejecutivo y no un político.
¿Cuál fue su posición en los dos gobiernos de Videla? Los (sub) secretarios de Estado del Ministerio de Economía tenían poco contacto directo con los militares debido a la estructura específica del gobierno militar. En realidad, su ministro Martínez de Hoz era la persona con quien los militares hablaban sobre sus decisiones políticas y el ministro consultaba, de ser necesario, con Videla o con la junta militar. En principio, Martínez de Hoz era el único que asistía a las sesiones del gabinete. Sólo en asuntos específicos que fueran de la incumbencia de un secretario de Estado se organizaba una consulta directa entre Videla y el secretario de Estado en cuestión. Esta situación, por ejemplo, se dio en el caso del embargo de cereales norteamericano, cuando Zorreguieta participó en la toma de la decisión sobre la posición argentina. Pero incluso en este caso, fue como de costumbre Martínez de Hoz quien transmitió los resultados de la consulta ministerial a los militares.
Por lo demás, los altos funcionarios como Zorreguieta sólo tenían contacto con los militares en fechas señaladas, como el día de la independencia que en principio se esperaba que los civiles que integraban como dirigentes el gobierno militar apoyasen los puntos de partida del gobierno. Cuando (ya) no podían, dimitían. Algunos funcionarios tomaron esta decisión el primer año después del golpe de Estado. En algunos casos dicha decisión se debió a que también ciertos miembros del gobierno se vieron confrontados con desapariciones de amigos o familiares. Esas dimisiones anticipadas de cargos gubernamentales pasaron casi inadvertidas. En otros casos, la dimisión no se debía a dudas morales o emocionales, sino al descontento por ciertas decisiones políticas. Este fue el caso del secretario de Estado y de los subsecretarios de Agricultura que salieron del gobierno a finales de 1978 y a principios de 1979. Como ya hemos visto, el hecho de que fue el único representante del bastión de la SRA que se quedó en el gobierno a principios de 1979 e incluso fue ascendido a secretario de Estado es una parte interesante de la carrera de Zorreguieta que aún no se ha podido aclarar del todo. Es difícil indagar a fondo en este episodio, pero parece ser que su ascenso fue a consecuencia de una combinación de la ambición personal y de la flexibilidad ejecutiva, que eran tan características de su conducta.
¿Hasta qué punto estuvieron involucrados civiles como Zorreguieta en la represión militar? Es muy improbable que hubiera cierta participación directa de los civiles que formaron parte del gobierno militar en la represión de la sociedad argentina. Todas las fuentes que están a nuestra disposición y todas las investigaciones llevadas a cabo apuntan a que la represión fue del dominio exclusivo de las Fuerzas Armadas, de la policía y de las fuerzas de seguridad. No se toleró la influencia de los civiles en la represión. Existen muchas historias de altos funcionarios que intentaron en vano conseguir información sobre un conocido o un familiar o que intentaron intervenir a favor de una víctima de la represión. Los militares consideraron la Guerra Sucia como un terreno que no era para nada de la incumbencia de los civiles. Sin embargo, ocurría con frecuencia que los civiles pedían la ayuda de los militares para eliminar o intimidar a personas que les resultaban ingratas. Existen varias historias de esta índole sobre Martínez de Hoz, pero también se sabe por otras fuentes que la represión militar se utilizó para ciertos ajustes de cuenta.
Por lo tanto, es casi seguro que funcionarios como Zorreguieta no estuvieron involucrados personalmente en la represión. Por otra parte, no se puede negar que una gran parte de su política estaba estructurada en torno a las medidas duras que se adoptaron bajo el régimen militar. Como ha hemos visto, la política económica de Martínez de Hoz dependió en gran medida de la disolución de los sindicatos y del acallamiento de la oposición, lo cual permitió congelar los salarios y hacer inaudibles las críticas a su política. Al igual que en el caso de Chile, la represión y la organización social y económica de la sociedad en la política neoliberal autoritaria del gobierno militar argentino se deben considerar como un paquete indivisible. La pasión tecnocrática de funcionarios como Zorreguieta estaba vinculada inseparablemente con la suspensión de los derechos fundamentales democráticos de la población argentina.
Finalmente, todavía nos queda por formular la pregunta de hasta qué punto gente como Jorge Zorreguieta estaba informada de las violaciones de los derechos humanos, de las desapariciones y de las torturas atroces que se practicaron durante el régimen militar. Naturalmente, es una pregunta importante cuando se exige un juicio moral sobre su actuación. En principio, ya se ha respondido a una parte importante de la pregunta. Era prácticamente imposible en Argentina cerrar los ojos ante la dura represión que se apoderó de la sociedad tras el golpe militar. Los arrestos públicos, la presencia militar en las calles, los cadáveres arrastrados por el mar, los desaparecidos, las declaraciones de los militares, todo ello dejaba claro que la sociedad argentina estaba siendo sometida a una “purga” drástica. Tampoco podía quedar lugar a duda sobre la suspensión de los derechos fundamentales democráticos. Las medidas se publicaron abiertamente en la prensa.
Por otro lado, no hay que olvidar que la sociedad argentina estaba pasando grandes apuros antes del golpe de Estado. La violencia de la derecha y de la izquierda había convencido a muchos argentinos de que eran necesarias una intervención militar y una suspensión temporal de las relaciones democráticas. Muchos argentinos consideraban la represión como un mal necesario para volver a poner orden en la sociedad. Sólo con el paso del tiempo se dieron cuenta de que la represión era más fuerte y cruenta que nunca. Se podría considerar el momento en que empezaron a manifestarse las Madres de Plaza de Mayo en 1977 como el inicio del cambio. Hacia esa época muchos argentinos empezaron a darse cuenta de que algo fundamental no iba bien y que una angustia contenida se había apoderado de la sociedad. Por supuesto, en ese período había aún muchos argentinos, como por ejemplo la escritora Gabriela Cerutti, que creían en la propaganda oficial, que estaban muertos de miedo por la subversión y apenas eran conscientes de la represión, pero a partir de ese momento el apoyo activo al régimen militar ya no se podía considerar algo “ingenuo”. Incluso si aceptamos que después tampoco se conocían de forma generalizada los detalles de la represión y que algunas prácticas sólo se dieron a conocer cuando algunos militares dejaron el poder, el clima general era tal que todo el mundo con un poco de cabeza podía sospechar que los derechos humanos se violaban a gran escala bajo el régimen militar.
A lo anterior hay que añadir que la posición de Zorreguieta no era la de un argentino normal y corriente. Era un miembro importante de la organización de intereses agrícola más prestigiosa. Durante el régimen militar, ejerció dos altos cargos gubernamentales, que le permitieron estar bien informado de lo que estaba ocurriendo en Argentina. Hizo muchos viajes a Estados Unidos y a Europa. Aunque trabajaba en un ministerio en el que no se cuestionaban diariamente los derechos humanos, formaba parte del gobierno que intentaba convertir el campeonato mundial de fútbol de 1978 en propaganda política. Era un secretario de Estado importante cuando la comisión de derechos humanos de la OEA visitó Argentina en setiembre de 1979. En 1980 fue un personaje central en las deliberaciones sobre el embargo de cereales contra la Unión Soviética que giraron en torno a las violaciones de los derechos humanos en la Argentina. Pero si fuera poco, al igual que todos los altos funcionarios, debió recibir cartas de familiares desesperados, llamándole la atención de que algo sospechoso estaba ocurriendo en materia de derechos humanos. Sin embargo, al igual que tantos argentinos, debió pensar que las cosas no estaban tan mal. O que era necesario un poco de represión para solucionar el problema del caos y del orden. O quizás estaba de acuerdo con los militares en que se trataba de una guerra, una guerra que conllevaba excesos inevitables. De todos modos, no se puede pasar por alto el hecho de que no sólo permaneció en el gobierno durante el período de los dos mandatos de Videla sino que además fue ascendido y nombrado jefe de un departamento crucial dentro del contexto argentino.

 

La historia secreta del informe

Por Miguel Bonasso

Nadie lo admitirá nunca y mucho menos cuando Máxima Zorreguieta se convierta en princesa de la Casa de Orange y, muy posiblemente, en reina de Holanda. Pero muchos de sus futuros súbditos saben que en la “espontánea” decisión de Jorge Zorreguieta de no asistir a la boda de su hija con el príncipe Guillermo medió una discreta gestión del gobierno holandés para que el ex secretario de Agricultura y Ganadería de la dictadura militar argentina no se hiciera ver por la bella catedral de Amsterdam donde, en febrero próximo, se celebrarán los regios esponsales. Será para no alimentar las críticas que estallaron en los medios políticos progresistas, tan pronto se supo quién era y de dónde procedía el padre de la novia que se había buscado Guillermito en la Feria de Sevilla. Los bien informados también saben que esa discretísima seña del gobierno que conduce el astuto socialdemócrata Wim Cok se produjo tras el decisivo “Informe Baud”, del que aquí se adelantan en exclusiva algunos fragmentos. El informe, debido al riguroso latinoamericanista holandés Michiel Baud, estará próximamente en las librerías argentinas en una edición del Fondo de Cultura Económica que lleva por título, precisamente, El padre de la novia.
A principios de setiembre del año pasado el ministerio holandés de Asuntos Generales (Interior) se dirigió al profesor Baud para pedirle, con gran reserva, que redactara un informe sobre Jorge Zorreguieta, el alto ejecutivo de la Sociedad Rural que acompañó a José Alfredo Martínez de Hoz en la decisiva cartera agropecuaria. El ministro del Interior había elegido bien: Baud, de 49 años, es profesor de estudios latinoamericanos de la Universidad de Amsterdam y desde abril del año pasado conduce el CEDLA, el más importante centro de estudios sobre nuestra región que existe en los Países Bajos. Además es autor de diversos trabajos sobre República Dominicana, el Caribe y la propia Argentina.
El latinoamericanista –a quien el gobierno de su país le garantizó una total “libertad científica”– debía facilitar información sobre los siguientes temas: 1. La vida en la sociedad argentina en el período comprendido entre 1976 y 1983. 2. La organización y los objetivos del gobierno militar argentino en ese período y 3. Los cargos políticos ejercidos por el señor Zorreguieta en el período comprendido entre 1976 y 1983.
“Me pidieron –revela el prestigioso académico– que prestara especial atención a la pregunta de hasta qué punto dentro de la sociedad argentina y más concretamente dentro del gobierno de la época se tenía conocimiento de la envergadura y de la índole represiva de las autoridades militares.” La investigación, confiesa, “tuvo que llevarse a cabo dentro de la mayor confidencialidad posible”, lo que llevó al profesor Baud a tener que desinformar a su propia familia, amigos y colegas, “con pequeñas mentiras sobre el trabajo que estaba realizando”. Trabajo para el cual se sirvió, según él mismo reconoce en los agradecimientos, de una vasta bibliografía argentina, de la bien nutrida biblioteca del CEDLA y del aporte de numerosos colegas.
Aunque la investigación tuvo que hacerse a todo vapor, entre setiembre de 2000 y enero de 2001, el trabajo de Baud –que abarca tanto el contexto histórico y social como el papel específico que jugó Zorreguieta en tiempos del dictador Jorge Rafael Videla– es serio y aporta datos elocuentes que condenan al “padre de la novia”, pero van más allá al confirmar una tesis en la que hemos trabajado algunos analistas de la dictadura militar: el papel central y decisivo que le tocó a la Sociedad Rural y otras instituciones de la oligarquía terrateniente (como la Carbap) en la preparación, sostenimiento y desarrollo del golpe militar más sangriento de nuestra historia.

 

PRINCIPAL