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EL MISIONERO RAMON PUERTA ASUMIRA HOY COMO PRESIDENTE DE LA NACION
Un pragmático a prueba del poder

Con buenas relaciones con Carlos Menem y el Grupo Federal de gobernadores, Ramón Puerta sucederá hoy a Fernando de la Rúa.

El misionero Ramón Puerta, recién asumido senador por Misiones, aterriza hoy en la Rosada.

Por Martín Piqué

La pregunta sonaba incómoda. Parecía destinada a ponerlo nervioso, y lo obligaba a responder sobre una situación curiosa y, al menos, contradictoria:
–¿Qué tiene pensado para el 21 de diciembre? De la Rúa se va a Uruguay...
Había pasado un día de su designación como presidente provisional del Senado, y los periodistas ya imaginaban a Federico Ramón Puerta a cargo del Ejecutivo, cumpliendo con su lugar en la línea de sucesión presidencial. Pero la crisis precipitó todo. Y volvió definitivo lo que los periodistas conjeturaban por un día: hoy, 21 de diciembre, el senador misionero asumirá formalmente como presidente de la Nación.
Tal vez lo esperaba. Pero la renuncia de Fernando de la Rúa lo encontró muy lejos de la Casa de Gobierno. Estaba en Merlo, San Luis, donde se habían citado todos los gobernadores del PJ, y una tormenta complicaba su regreso a Buenos Aires. Por eso, sus primeras gestiones como mandatario interino fueron telefónicas. Instruyó a un viejo conocido, Chrystian Colombo, para que se encargara de “la seguridad y la administración mínima del Estado hasta que la situación se resuelva”.
Cuando el senador misionero aterrice hoy a la mañana en el aeroparque Jorge Newbery, el peronismo habrá retornado otra vez al poder. Y lo habrá hecho a través de Puerta, ex diputado y dos veces gobernador de Misiones, un hombre con excelentes relaciones con el menemismo y amigo de la infancia de Enrique Nosiglia. Al igual que el operador radical, Puerta siempre destacó su capacidad para el diálogo y la negociación. Un potencial que, por cierto, no excluye a los grupos económicos dominantes, como lo prueba su respuesta a una pregunta que le hizo la revista Caras hace unos años:
–¿Cómo consiguió edificar una buena relación con el establishment? –le preguntaron.
–Tengo buena relación con todos los sectores, sólo es cuestión de armonizar. Yo creo en el mundo de la concertación, hay que saber sumar siempre –contestó en aquel momento el senador.
A esa capacidad recurrirá en estos días el ingeniero civil y especialista en comunicaciones que se crió en una familia de radicales y se volvió peronista leyendo a Raúl Scalabrini Ortiz y Arturo Jauretche. Pero el flamante presidente interino no sólo se enorgullece de sus lecturas. En casi todos los reportajes, cuenta su trayectoria como empresario exitoso, propietario de Yerbatera Misiones SRL, Transporte Chimiray y Producción Yerba. Ese perfil de self made man –cuando gerenció la empresa que heredó de su padre, la llevó del número 63 al número 4 en el ranking de los establecimientos yerbateros más redituables del país– lo debe haber acercado al presidente de Boca Juniors, Mauricio Macri.
Con el hijo de Franco no sólo comparte la afición xeneize. Durante los primeros años de la década pasada, Puerta elogiaba fervorosamente al ex presidente Menem. Como Macri Jr., el misionero respaldó la reelección del riojano en 1995 y anteriormente impulsó el proyecto de reforma de la Constitución. Sus buenas relaciones incluyen a otro reconocido amigo de Menem: el golpista paraguayo Lino Oviedo, con quien compartió la Navidad del ‘99 a pesar de que su invitado estaba prófugo de la Justicia. Según el senador liberal paraguayo Francisco de Vargas, comparten además buenos negocios, como el lavado de dinero en Yacyretá.
La re-relección lo diferenció de otro de los protagonistas de esos días: el puntano Adolfo Rodríguez Saá, quien en aquel momento se opuso a la iniciativa y denunció operativos de inteligencia en su contra. Su relación con Menem quedó clara cuando, en 1996, definió al riojano como “el hombre que cambió la historia del país”.
Si con Menem siempre tuvo buena relación, la historia es muy diferente con Eduardo Duhalde. Luego de la amplia victoria de octubre, que lo convirtió en senador electo, el bonaerense ya se imaginaba como presidentede la Cámara alta, y soñaba con expresar un nuevo Senado, alejado de los escándalos de coimas y sobornos. Sin embargo, los anhelos de Duhalde se vieron postergados con la progresiva ascensión de Puerta, que valiéndose de un bajo perfil había capturado la simpatía de casi todo el cuerpo. La elección del misionero, además, actualizaba viejas antipatías: en 1994, en plena Asamblea Constituyente, el ex gobernador de Misiones cuestionó duramente a Duhalde porque pretendía aprobar una cláusula que protegiera puntualmente al Fondo de Reparación Histórica para el Conurbano: “Aquí venimos como constitucionales y no como simples lobbistas”, remarcó en aquella oportunidad.
Soltero empedernido, Puerta nunca dejó de promocionarse como galán, y en más de una oportunidad contó que tuvo muchísimas novias. Estuvo muchos años en pareja con la madre de sus dos hijos, y ahora se fotografía con Roxana Atamañuk, una ex reina de belleza.
Claro que aquel problema, comparado con los que deberá enfrentar ahora, es sólo un juego de niños. Porque su pronóstico del 5 de diciembre (“Yo pienso en un De la Rúa exitoso hasta el último día del 2003”, dijo) quedó definitivamente como una expresión de deseos.

 

OPINION
Por Miguel Bonasso

Esa costumbre de matar

Con Ana, mi compañera, nos hemos pasado las últimas cuarenta y ocho horas entre la Plaza del Congreso, la Plaza de Mayo, la Plaza de la República y las calles interrumpidas, iluminadas por las hogueras, de una Buenos Aires a la vez cruel y redimida de tanta mierda como tuvo que trasegar en estos años.
En la madrugada de ayer, caminando por Diagonal hacia Plaza de Mayo, vimos cómo un policía -.bajo, retacón y nazi– se bajaba de un patrullero, pelaba la Itaka y le disparaba a quemarropa a un manifestante que le había arrojado una piedra. La agilidad del muchacho y el instinto de sus 17 o 18 años lo salvaron del impacto en la espalda desnuda. ¿El proyectil era de goma o de plomo como los que asesinaron horas después a cinco ciudadanos? Por suerte no lo sabré nunca porque el tiro no dio en el blanco.
En cambio sí llegamos a ver que el hombre que bajaba sentado las escalinatas del Congreso, como si tuviera miedo a pararse por la granizada de balazos que sonaba a sus espaldas, estaba herido. Malherido. Cuando se desplomó, su pecho se alzaba y bajaba por el shock y las ansias de la agonía. Más tarde, en casa, por la tele, supimos que se había muerto, desangrado. Como un símbolo de la ciudadanía, inmolado en la escalinata de un edificio vacío de contenido histórico y humano; habitado diz que por los representantes del pueblo de la Nación Argentina.
No pudimos acercarnos: dos metros adelante nuestro cayó una granada de gas lacrimógeno dentro de una empalizada. Y luego otra, detrás nuestro, en la acera de Avenida de Mayo. Por algún pudor especial no quisimos correr junto a otros manifestantes; caminamos lentamente hacia Rodríguez Peña, donde la multitud se iba encajonando perseguida por los balazos a granel de la Policía Federal. Un gas picante, más agresivo que el de nuestra época, ya nos perforaba las mucosas.
El sabor a cosa vieja, conocida, que nos traía el humo, las sirenas, las siluetas recortadas contra la neblina y el estampido de los escopetazos, nos arrebató la alegría feérica que habíamos experimentado horas antes frente al edificio de avenida Libertador donde vive (o vivía) el jubilado Domingo Cavallo. Nos arrancó de la mente la percusión extraordinaria del cacerolazo generalizado y hasta el reírnos de esa treta de García Márquez que el ex ministro había adoptado para huir del edificio, consistente en ponerse una máscara de goma con su propia efigie. Curiosa estratagema de un cobarde que, para no dar la cara, usa la propia.
Igual que en los setenta me pregunté por qué en este matadero de Esteban Echeverría las alegrías populares duran tan poco y son castigadas con décadas de silencio y oscuridad. Por qué en medio de los festejos debo ver un hombre con el pecho desnudo y el rostro destrozado de un escopetazo sobre las baldosas de la Plaza de Mayo que evocan, precisamente, la blanca sombra de los desaparecidos. ¿Por qué -.me digo– tengo que volver a ver toda esta sangre encima? Que no me llena de temor ni llanto sino de una cólera infinita y eterna, que me trascenderá.
Mientras el hijo le escribe el discurso -.que sigue siendo estólidamente “de campaña”– me pregunto si Fernando de la Rúa sabe que va a quedar en la historia como uno más de nuestros múltiples asesinos seriales. Y si lo entiende. Y si le importa. Y si se ha enterado, preocupado como está por el diálogo con los malandras más simpáticos del partido de enfrente, que a pocos metros de su despacho la Gestapo del gobierno radical sigue asesinando ciudadanos y golpeando Madres, como no lo hiciera -.allí al menos– la mismísima policía de la dictadura militar.
Recuerdo entonces lo que me decía el ex radical Arturo Jauretche (que los conocía bien), sobre la Semana Trágica, la Patagonia Trágica, el bombardeo del 16 de junio de 1955, los fusilamientos de junio de 1956, la complicidad de Ricardo Balbín con el fusilador Aramburu. Y la de Fernando de la Rúa con el desaparecedor Videla. Me pregunto a quién se le ocurrió resucitar al monstruo que, en tiempos de Massaccesi estaba en el pulmotor,y brindarle la Alianza, el poder y las nalgas. Tal vez el hombre cuyo domicilio fue atacado a balazos esta mañana por los “desconocidos de siempre”.
Veo, con pavor, que no solo tiran tiros, que también se quitan la máscara de periodistas amplios y tolerantes a que obliga la democracia y vuelven a los buenos tiempos del Batallón 601, como Enrique Llamas de Madariaga, que ayer distinguió tres clases de manifestaciones: la de los saqueadores subdivididos en quienes roban harina y quienes roban calefones; la de las familias pacíficas del cacerolazo y la de las “banderas rojas”, debajo de las cuales con vista de Guardia Civil vio desfilar a Rafael Bielsa.
Me indigna, pero pienso que no importan estas regurgitaciones del pasado oneroso porque, les guste o no les guste a todos estos señores que huelen a naftalina, lo que ha ocurrido se inscribirá para siempre en la historia de las grandes gestas populares. Como el día en que los argentinos dejaron de mirar para el suelo.

 

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