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EL MAPA DEL JUSTICIALISMO TRAS LA ASUNCION DE RODRIGUEZ SAA
Partido de ganadores y perdedores

A pesar de la alegría de retornar al poder, el peronismo inició una voraz disputa para ver quién lo administra y cómo se posicionan los candidatos para las elecciones del 2002. Sin duda, la novedad es la inesperada irrupción en la escena nacional del ahora ex-gobernador de San Luis.

GANARON

Adolfo Rodriguez Saa y su Frente Federal.

A nivel nacional, fue un crecimiento vertiginoso. En poco tiempo se apoderó de la presidencia del CFI, tras años de hegemonía menemista. Después dio el guiño a Puerta como presidente provisional del Senado. Y finalmente asumió el cargo soñado, con jirones de un discurso al que se aferraba en los `70. Las 11 provincias que integran el Frente Federal, inclinaron la balanza a su favor ante el trió Ruckauf-De la SotaReutemann. Así, de “árbitro”, pasó a ser “competidor” en el PJ. La apuesta es grande. Ya lo demostró el día de los saqueos, cuando pidió excluir a San Luis del estado de sitio. “A diferencia de Buenos Aires, Córdoba y Santa De, acá no pasó nada”, dijo sin una cuota de ingenuidad. Su gabinete no es variopinto para conformar a todos si no más bien para absorber parte del poder de cada uno. Ni el discurso ni el paquete económico –ni tampoco su promocionada gestión de 18 años en San Luis– parecen los de alguien que quiere hacer una transición de apenas dos meses. Su crecimiento depende de la consolidación del Frente Federal. Por eso sus hombres esperan que el misionero Puerta desista de acompañar a Ruckauf en una fórmula y que el santacruceño Kirchner reconsidere su candidatura presidencial. Rodríguez Saá los quiere de su lado.


EMPATARON

Carlos Ruckauf.

Se cumplió su presagio. De la Rúa se cayó del precipicio. Pero se agigantaron sus miedos. Cuando todo indicaba que la gran batalla la iba a librar con De la Sota, se le sumó un nuevo obstáculo: Rodríguez Saá. Ruckauf pretendía una fórmula presidencial con Puerta. No era una mala estrategia: el misionero le garantizaba el apoyo de gran parte del Frente Federal. Pero la irrupción del puntano en escena –un “golpe político”, según el rukaufismo– cambió abruptamente el mapa. Ruckauf no pudo persuadir a sus compañeros cuando se postuló para encabezar un equipo de transición hasta el 2003 con la participación de Reutemann y De la Sota. Esa idea podría, de todos modos, desnudar la nueva estrategia del bonaerense: cerrar trato con los “grandes” ante el avance del frente de provincias chicas. Por más que el nuevo presidente haya incluido en su gabinete al bonaerense Juan José Alvarez, en La Plata todos se preguntan qué pasará si Rodríguez Saá hace bien las cosas. Por eso se llegó a especular con un doble juego de boletas: Ruckauf-De la Sota y De la SotaRuckauf, para que la Ley de Lemas decida el orden de la fórmula.

Creer o reventar

Carlos Reutemann

La velocidad de los acontecimientos lo puso de mal humor. Nunca le gustó que le manejen los tiempos. Pero ahora no tendrá otra alternativa que definir si se lanza a la competencia. Ni siquiera tiene la excusa de Menem, con quien dijo que jamás competiría. El ex presidente ya se autoexcluyó. El objetivo de Reutemann era el 2003. Y por eso peleó para que Puerta asumiera esa larga transición. Pero cuando vio que su idea se desmoronaba terminó alineándose con Ruckauf y De la Sota para dirimir la interna y las presidencia, todo junto, en mazo del próximo año. Ni siquiera la inclusión en el gabinete nacional de Liliana Gurdulich, una mujer de su tropa, calmó la ira que le produjo el nombramiento de dos enemigos provinciales: José María Vernet y Víctor Reviglio. Preso de la bronca, le pidió a Oscar Lamberto que no se sume al proyecto de Rodríguez Saá. “Este es Chávez, nos acostó a todos”, se lo escuchó blasfemar. Nadie sabe si el ex piloto se animará a correr en el 2002.

Jose M. de la Sota.

Su apuesta de mostrar “capacidad de gestión” quedó debilitada. Era un excelente marketing para contrastar con el gobierno de De la Rúa. Pero no tan efectivo para hacerlo con un Rodríguez Saá que en su carta de presentación también blandió un ajuste en la política, a través de reducción de sueldos, de ministerios y venta de automotores. Ambos compiten territorialmente y quizás por eso fue notoria la ausencia de delasotistas en el flamante gabinete Nacional. El temor de que Menem estuviera detrás del Frente Federal lo llevó a visitar al ex presidente.
Dos datos reflejaron ayer esa disputa con el nucleamiento de provincias chicas: estando en la Capital, De la Sota debió admitir por primera vez estar en carrera. Y, conocedor de su ascendencia sobre el establishment, también salió a diferenciarse del nuevo gobierno asegurando que sí hay que pagar la deuda, aunque renegociando las condiciones. Su futuro pende ahora de una elección bajo el sistema de ley de lemas que él mismo promovió, pese a que lo negó durante tanto tiempo. Confía que aquello que no coseche en el PJ lo consiga del electorado independiente. Pero también se cubre las espaldas y dialoga seguido con Ruckauf, su otro gran contendiente.


PERDIERON

Carlos Menem.

La libertad lo encontró lanzando su candidatura para el 2003. Pero la salida anticipada de De la Rúa le puso enfrente el peor espejo: el ex presidente se vio solo y sin tiempo para rearmar poder. Aquello con lo que pensaba sacar ventaja sobre sus competidores –el desgaste de los que tienen un cargo ejecutivo– se convirtió en su tremenda debilidad. Los gobernadores lo ignoraron. Buscó disimular ese chachetazo en la Constitución. “No puede presentarse”, dijo ayer su vocero sobre las elecciones de marzo. Sin dudas, un amor desconocido a la Carta Magna de quien estuvo a punto de violarla en el ‘99. Una semana antes, sin embargo, había ordenado a su arquitecto jurídico, el ex ministro Rodolfo Barra, buscar una vuelta para no caerse del tablero justicialista. El único aliciente lo tuvo antes de viajar a Santiago de Chile, donde aterrizó para pasar las fiestas con la familia de su mujer: le informaron que su amigo Daniel Scioli tenía un lugar en el nuevo gabinete. Menem está convencido que, en marzo, ganará el PJ. Y por eso quería evitar las elecciones. Ningún escenario lo favorece: de hacer un buen gobierno, quien triunfe en el 2002 aspirará a una reelección. De hacer uno malo, podría arrastrar a todo el PJ a la derrota, como suele marcar la historia.

Eduardo Duhalde.

Fue uno de los que logró una de las mejores performance en los comicios del 14 de octubre. Pero dos meses es en la Argentina una era glaciar. Pasó de aspirante a la presidencia a senador raso y sin incidencia en las últimas decisiones. Los gobernadores, a quien siempre Duhalde reivindicó por tener “el poder real del PJ”, no le dieron aire para imponer sus criterios. Ni siquiera pudo convertirse en el hombre de la transición, como deseaba. Quizás fue víctima de su propia prédica a favor de las “nuevas generaciones”. Rodríguez Saá, quien siente una gran antipatía por el senador –a tal punto que le armó una fórmula para pelearle la interna en el ‘99–, le robó el lema y lo incluyó en el mismo lote que Menem como representantes de la “vieja política”. La única brisa fresca que recibió fue el nombramiento de Rodolfo Frigeri como secretario de Hacienda. Ahora, a pesar de su excelente relación con Kirchner, quien lo imagina en su fórmula, parece más dispuesto a la retracción. Es decir, a refugiarse en su territorio y apuntalar con el aparato bonaerense a Ruckauf. Uno de sus hombres más cercanos no dejó margen para demasiadas hipótesis. “Así como están las cosas, si se cae Ruckauf, se lo comen a Duhalde.”

 

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