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OPINION

Participación y ciudadanía

Por Washington Uranga

En medio del dolor producido por las muertes y la confusión de todo tipo en la que nos encontramos sumidos, las manifestaciones ciudadanas que terminaron con el alejamiento del gobierno encabezado por De la Rúa pueden leerse como un viento fresco. Para esta democracia agotada en su capacidad de representación pero, sobre todo, en sus posibilidades de canalizar en propuestas las expectativas de la gente y de ofrecer soluciones a los problemas de aquellos que padecen inequidad e injusticia, los “cacerolazos” constituyeron una cuota de esperanza. Pero esas manifestaciones de poco servirán para construir el futuro si no hay capacidad de desarrollar mecanismos de organización y vigilancia ciudadana acerca de lo que, de aquí en más, hagan funcionarios y políticos. En la Argentina la vida política ha funcionado sobre la base del juego de los partidos políticos y de las corporaciones. No existe, de igual manera, una sociedad civil que enriquezca esa realidad y ayude a sistematizar, expresar y poner de manifiesto diversos intereses, distintos sentidos comunes, otras miradas. La mayoría de quienes en genuina manifestación ciudadana golpearon las cacerolas y transformaron ese hecho en un acto de defensa para poner en evidencia la traición a lo que habían votado, no responden a ninguna fuerza organizada. Fue importante. Pero es insuficiente. La sociedad civil tiene que tener una participación activa, junto a los partidos políticos, para producir transformaciones sociales. Participación y ciudadanía van juntas. En una sociedad como la nuestra donde la desigualdad está instalada (y también naturalizada), es necesario desarrollar estrategias de influencia en la esfera pública por parte de las organizaciones civiles, intermedias, culturales, educativas, de todo tipo. En este espacio existe creatividad, hay experiencias y propuestas. Hay que incentivar el ejercicio de la crítica pero también de la creatividad y la proposición, apoyando lo que existe y promoviendo el surgimiento de nuevas asociaciones y canales que alimenten el diálogo y generen alternativas. Es indispensable la participación y la vigilancia ciudadana sobre los mandatos entregados a políticos y funcionarios. Para recrear la democracia hay que sumar las experiencias políticas ya conocidas con nuevas formas de participación. Y sobre todo hay que tener en cuenta que, para no dilapidar lo ganado y el sacrificio de estos días, hay que utilizar y desarrollar redes que no subestimen y desechen lo que viene desde abajo, sino que ayuden a hacerlo visible y objeto de debate.


 

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